Enigmas

 

Resumen:

 

Tom Kaulitz se enterará de una noticia que le cambiará la vida por completo. Pero gracias a ella, podrá descubrir que siente algo más que un amor de hermanos hacia su gemelo, Bill. Sin embargo, a ambos no les será fácil luchar por su amor. Su enemiga mortal, Melany y su cómplice, llegarán hasta el final para impedir que los gemelos estén juntos. Tom no aguantará más la situación en la que se encuentra por culpa de Melany, y tomará una decisión sumamente importante para la vida de los Kaulitz. Cuando el narrador de la novela, Tom, se arrepiente de dicha decisión, será tarde. O quizás aún tiene posibilidades de recuperar al amor de su vida.


Advertencias: Twincest, sexo explícito, violencia, vocabulario inapropiado, violación, muerte de un personaje.


Género: Romance, drama


Clasificación: +16

 

 

 

Capítulo I: “Algo que me atormentaba”

[ https://www.youtube.com/watch?v=tm2DnKcyZsU ]

 

Desperté aterrorizado. Yo siempre soñaba con mujeres hermosas, con modelos, con autos carísimos o con dinero. Esa vez no fue así. Aun despierto, sentía el calor de sus labios sobre los míos, el extraño sabor de un beso inimaginable. Era uno de esos sueños que parecían tan reales…Pero este, por más que pareciera real, era imposible. Jamás pasará algo así, pensé.
Bajé hasta la cocina y estaba mi hermano preparando el desayuno.
—¿Qué pasa, Tom? —preguntó Bill mirando mi cara.
—Nada, sólo que…
—¿No soñaste con mujeres desnudas? —interrumpió—. Porque al parecer soñaste con algo desagradable.
—Sí, eso pasó. Soñé algo espantoso.
—Ya mañana volverás a soñar con tus mujeres —rió—. Sino, no podrías vivir.
—Tienes razón. Fue sólo un sueño.
—Vamos, desayunemos que tenemos que ensayar.
—Sí, ya vendrá David a buscarnos —respondí tomando el café que me había preparado mi hermano.
A los pocos minutos, golpearon la puerta.
—¿Están listos? —preguntó David.
—Aún sigo en pijama como verás —respondí para luego irme a cambiar.
—Tú, Bill, ¿estás listo?
—Sí, David. Me levanté primero que Tom, como siempre.
—Es que a Tom le lleva tiempo soñar con mujeres en ropa interior.
—Demasiado tiempo diría yo.
—Cállate, hermanito —dije interrumpiendo la conversación.
—Vámonos, que Gustav y Georg nos matarán por llegar tarde —ordenó David.
—Seguramente Gus se estará vaciando la heladera —añadí riendo.
—De esto se enterará Gus —dijo mi gemelo en tono malvado.
Luego subimos a la camioneta de David y nos dirigimos hacia la casa de Georg, en donde siempre realizábamos los ensayos, ya que era muy amplia y lo suficientemente grande para que pudiéramos practicar sin molestias.
Llegamos allí y Georg ya estaba esperándonos afuera impacientemente.
—Ya era hora… Les dije que vinieran a las doce puntualmente. Más tarde vendrá mi madre y no querrá ruidos —rezongó Georg.
—Apenas son las doce y media. ¡Qué exagerado! —exclamé para hacer que mi amigo se molestara aun más.
—Ya sabes que los sueños de mujeres desnudas de Tom llevan tiempo —añadió Bill.
—Tom, podrían tardarse menos en hacerte el amor esas modelos, ¿no crees? —preguntó Georg aún molesto por la tardanza.
—No hablen de mis sueños. Anoche fueron estremecedores.
—Soñó que las modelos se iban con otro —dijo David riendo.
Reímos todos a coro. Luego entramos para ver dónde andaba Gustav. Tal como yo lo había previsto, este estaba en la heladera.
—¿Qué te dije, Bill? ¿Acaso no dije que Gus estaría en la heladera atacando lo primero que encontrara?
—Algo así dijiste. Gustav, ¿qué haces metido en la heladera?
—Mm, quería pasar el tiempo hasta que vinieran ustedes.
—¿Comiendo? —pregunté.
—Sí, ¿por qué no? —me respondió el glotón muy convencido.
—Si tú lo dices…
Ensayamos y, por suerte, terminamos antes de que la madre de Georg fuera a su casa. Bill y yo volvimos a casa antes de que oscureciera. Cenamos y nos fuimos a dormir. Estábamos agotados.
A la noche siguiente, volví a tener el mismo sueño. Eran las cuatro de la madrugada y desperté totalmente exaltado.
—No puede ser. Otra vez lo mismo…Bueno... —dije intentando calmarme—. Tal vez mañana no sueñe la misma situación traumática.
Me volví a acostar ya que me había sentado en la cama para tranquilizarme. Se habían hecho las seis y aún no podía conciliar el sueño, por lo que había sido inútil intentar dormir. Daba vueltas y vueltas en la cama, como cuando un niño ve una película de terror y luego no puede dormirse.
No sabía el por qué del sueño ni su significado. Lo único que tenía bien en claro, era que dicho sueño era traumático, aterrador, escalofriante, pero, sobre todas las cosas, era extraño, raro.
Mi gemelo se levantó a las nueve, se asomó a mi habitación y se dio cuenta de que yo estaba despierto.
—Tom, ¿eres tú? —preguntó esbozando una sonrisa.
—¿Eres o te haces? —respondí enojado.
—Es que Tom Kaulitz jamás estaría despierto a estas horas de la madrugada.
—No molestes, hermanito.
—Parece que nos levantamos con el pie equivocado. Cuéntale a tu gemelo qué anda pasando. ¿Por qué estás de mal humor?
—Otra vez volvió a suceder, Bill.
—¿Qué cosa volvió a suceder?
—El sueño.
—Ay, vamos, hermano. ¿Qué tan grave puede ser? ¿Acaso Tom Kaulitz le teme a algo?
—No es temor, es algo muy extraño y no me serviría de nada tener miedo, ya que sé que jamás sucederá.
—¿Entonces? ¿Cuál es tu preocupación?
—Es algo traumático. Jamás comprenderías si no te lo cuento, Bill.
—Vamos, cuéntame de una vez por qué el sueño permitió que te desvelaras. Para que tú le temas a algo, tiene que ser grave.
—No hace falta que te cuente, Bill. Es algo sin sentido —mentí.
—¿Y cómo vas a tenerle miedo a algo sin sentido? Me enojaré si no me cuentas.
—Soñé que mamá era secuestrada —mentí nuevamente.
—¿Qué? ¿Y por qué dices que no tiene sentido?
—Es que…Es todo muy raro. Pero igual, Bill. Es sólo un sueño.
—No te preocupes, hermano. No creo que sueñes siempre con lo mismo.
—¿Y tú que sabes? A lo mejor sigue pasando…
—No creo. No te preocupes —repitió nuevamente mi gemelo.
—Gracias, hermanito menor.
—De nada, Tom. Para algo somos hermanos.
Bill se acercó y me abrazó. Siempre nos abrazábamos, como hermanos, por supuesto. Sin embargo, ese abrazo fue diferente. Sentí un leve escalofrío cuando mi hermano apoyó sus brazos en mi espalda. No sabía por qué. Quise pensar que nada de eso tenía que ver con el sueño. No quería sentirme perseguido por mis propias pesadillas.


Capítulo II: “Quitando un peso de mis espaldas”

 

La pesadilla siguió atormentándome las dos noches siguientes. Bill se había dado cuenta de que en verdad no era algo normal lo que me pasaba. Decidí recurrir al único que podía ayudarme en ese momento. Eran las siete de la mañana, tomé el teléfono y marqué el número de mi mejor amigo, Andreas.
—¿Hola? —respondió con voz de dormido.
—Hola, Andy —saludé preocupado.
—¿Tom? ¿Tú eres quien llama a esta hora?
—Sí. Perdón si te desperté, amigo.
—Está bien, Tom. Pero, ¿por qué estás despierto? Tú a estas horas estás en el quinto sueño.
—Estoy despierto porque aún no pude llegar al quinto sueño por culpa de una maldita pesadilla. Necesito contártela.
—Claro, amigo. Cuéntamela. Sabes que siempre te voy a escuchar.
—OK. Pero espera… —susurré.
—¿Qué pasa?
—Listo. Cerré la puerta porque no quiero que se despierte Bill. No debe escuchar nada.
—¿O sea que aún él no sabe nada de lo que me contarás?
—No. Ni debe saber. Te pido por favor que guardes el secreto. ¿Sí?
—Bueno, Tom. No abriré la boca. Cuéntame.
—Hace tres noches seguidas que sueño lo mismo. Sueño que Bill y yo estamos en una fiesta, de pronto todos se van y quedamos solos. Luego él se acerca a mí, me dice que me ama y…me besa… —añadí para terminar el relato.
—Tom…sinceramente no puedo creer lo que me estás contando. ¿Estás insinuando que en tus sueños tú y Bill se aman? —cuestionó el rubio anonadado.
—Yo amo a mi hermano, pero como hermano, Andy.
—Tú sabes a lo que me refiero, Tom. En el sueño, ¿se aman como algo más que hermanos?
—No lo sé. Lo único que sé, Andy, es que me estoy volviendo loco. No puedo dormir por culpa de esa maldita pesadilla. Es imposible que eso pase en la vida real. No obstante, me está perturbando demasiado.
—Tranquilo, Tom. Nada de lo de tu sueño pasará. Trata de no pensar que eso se hará posible, porque será peor. Sólo has de cuenta que fue un sueño pasajero, que no te influye en lo más mínimo y así saldrás adelante, amigo.
—Tienes razón. Gracias, Andy. Por eso te conté a ti, porque sabía que de alguna forma u otra me ayudarías.
—De nada, Tom. Gracias a ti por confiar en mí.
—Qué tonto eres. ¿Cómo no voy a confiar en ti, si nos conocemos desde que ambos usábamos pañales?
—Te quiero, Tom.
—Yo también, Andy. Amigo, te dejo. Voy a ver si me puedo dormir de una buena vez.
—Bueno. Yo también me voy a dormir de nuevo.
—De nuevo, gracias.
—De nada. Nos vemos.
—Cuídate. Ojalá que no vuelvas a soñar con lo mismo.
—Ojalá que no —dije cortando la llamada.
Por fin, después de no dormir en tres noches, pude conciliar el sueño.
A la una del mediodía, se acercó mi hermano a despertarme.
—Tom, hasta que al fin puedes dormir.
—Sí —dije aún algo dormido.
—Pero tampoco era para que durmieras todas las horas perdidas de las tres noches anteriores —rezongó Bill.
—No molestes, hermanito.
—Vamos, levanta, que mamá nos invitó a comer a su casa.
—¿Y estará el molesto de nuestro padrastro?
—Tom, ¿otra vez el mismo tema?
—Estoy molestándote solamente, Bill.
—Me voy así te cambias. Te espero en la cocina.
—Quédate si quieres —afirmé con una sonrisa en el rostro.
—Muy gracioso. A ti te hace mal dormir tanto tiempo.
—Mejor vete, odioso.
Bill se fue de mi habitación. Está de más decir que me gustaba molestarlo. Me cambié y bajé a la cocina.
—Estoy listo.
—Vámonos. Qué raro tú haciéndome llegar tarde.
—Perdón, Billy.
—¿Qué te pasa hoy, Tom?
—¿A mí? Nada. ¿Por qué? —pregunté fingiendo sorpresa.
—No me mientas, Tom. Sabes que te conozco más que nadie. Además, me tienes que contar bien lo de tu sueño.
—¿Qué cosa? —pregunté algo nervioso.
—Claro. ¿Cómo fue que pasó eso en tu sueño?
—Bi…Bill…No tengo la culpa yo. Quiero que sepas que no va a pasar eso nunca en la vida real —tartamudeé.
—¿De qué hablas, Tom? Solamente quiero que me digas cómo fue que pudiste dormir sin volver a soñar con lo de mamá.
—¡Ah! ¡Tú hablabas de eso! —exclamé respirando profundo.
—¿Y de qué otra cosa estaría hablando?
—No, de nada.
—Vámonos, Tom. Cuéntame en el camino cómo fue que lograste dormir.
—Pues, llamé a Andreas, le conté mi sueño y pudo ayudarme —dije mientras caminábamos hacia la casa de mamá.
—¿O sea que yo no te ayudé?
—Sí, por supuesto que me ayudaste, hermanito.
—Pero claro, la ayuda de Andreas te sirvió más que la mía ¿no? —cuestionó enojado.
—No, celoso. Obvio que me sirvió tu ayuda. La de Andreas tiene la misma importancia que la tuya. No te pongas celoso.
—Está bien, sólo por esta vez te creeré.
Llegamos a casa de mamá y estaba con Gordon. Saludamos y nos sentamos a comer. Nos reímos, contamos anécdotas, compartimos un buen rato con la familia que no era tan familia, ya que Gordon no era nuestro padre de sangre, sino nuestro padrastro. Yo no podía decir que lo quería como a un padre, porque estaría mintiendo, pero este era bueno y, al menos a mamá y a nosotros, nos trataba bien.
Cuando mamá nos contó que tenía una relación con alguien, yo fui el primero que se enojó. Bill se molestó un poco, porque éramos adolescentes en plena rebeldía, mas al fin y al cabo de nada sirvieron los enojos. Mamá siguió de novia y con el tiempo lo fuimos asimilando.


Capítulo III: “¿Sólo un sueño?”

Luego de almorzar, mi hermano y yo nos fuimos para casa. Era sábado, por lo que Georg llamó para ver qué teníamos planeado hacer a la noche.
—¿Tom?
—Hola, Geo. ¿Todo bien?
—Sí, Tom. ¿Y tú?
—Sí, por suerte.
—Me alegro, amigo.
—Yo también por ti. Tom, llamaba para preguntarte qué harían esta noche con Bill. ¿Saldrán?
—No tenemos planeado nada.
—Buenísimo. Entonces supongo que aceptarán la invitación que les haré.
—Dime, soy todo oídos.
—Quería invitarlos a una fiesta. Hoy es el cumpleaños de una amiga y me gustaría que viniesen así la pasamos genial. ¿Vendrán?
—Recuerda que somos Tokio Hotel, Geo. ¿No habrá fanáticas que nos molesten?
—¿Desde cuándo tú te preocupas por eso? Si te encanta que las fans te persigan como locas y se mueran por ti.
—Por supuesto. Pero no me gusta que me molesten demasiado. Además, no tengo ganas de firmar autógrafos. Sólo quiero divertirme.
—Te divertirás, Tom. Ven. Tú nunca has rechazado una invitación y no lo harás ahora ¿o sí?
—Claro que no. Por mí, encantado. Ahora le pregunto a Bill y te aviso ¿quieres?
—Perfecto. Llámame cuando le preguntes.
—Listo.
Me acerqué con algo de miedo a mi hermano.
—¿Quién era, Tom?
—¿Quién era quién?
—La persona que llamó por teléfono.
—¡Ah! Era Georg.
—¿Pasa algo? Estás totalmente distraído.
—No, nada. Era Georg quien llamó. Quería saber si teníamos planes para esta noche.
—¿Adónde nos invitó?
—A una fiesta de cumpleaños. ¿Vamos?
—¿Fiesta de quién? ¿Habrá mucha gente?
—No creo. Es de una amiga de Geo. No me digas que te quedarás aquí aburrido.
—No soy aguafiestas —dijo seriamente y con enojo.
—Pues entonces ¿qué esperas? Ve a cambiarte.
—No me digas lo que tengo que hacer, Tom. Recién son las tres de la tarde ¿y ya quieres que me cambie para salir a la noche? —rezongó.
—Soy tu hermano mayor. Debes obedecerme.
—Somos gemelos.
—Pero nací primero.
—Y con menos cerebro —rió.
—Envidia.
—¿De ti? Por favor…
—Sí, ambos sabemos que soy el que más mujeres tiene de los dos.
—¿Y eso que tiene? ¿Eso te hace más inteligente?
—Bill, ¿a quién le importa si eres inteligente? Las mujeres se fijan en otras cosas…
—¿Cómo qué?
—Tú sabes a lo que me refiero.
Allí terminó la conversación. Mi hermano se fue ofendido a la habitación. Aunque yo no lo supiera, lo hacía sentir mal. Mas eso, por supuesto que no era lo que yo quería. Fui a pedirle perdón porque supuse que, como Bill era mil veces más sensible que yo, se había enojado.
Me acerqué a él, estaba acostado en su cama con la mirada perdida. Como si no hubiese percibido mi presencia, siguió en la misma posición.
—Perdón, Billy.
—Está bien. Si tienes toda la razón del mundo…
—¿En qué?
—En que nadie se fija en mí.
—Yo no dije eso.
—Pero lo insinuaste. Y no te juzgo, sólo me dijiste la verdad como el hermano sincero que eres.
—Perdón si te di a entender eso, Bill. No lo dije para lastimarte; sólo bromeaba.
—Hace cuatro años que no tengo novia, Tom. Y no sólo que no tengo novia, sino que hace cuatro años también que no me enamoro.
—¿Y eso que tiene de malo? Yo nunca me enamoré y no sé si algún día lo haré.
—Pero todas las chicas se fijan en ti.
—Y en ti también. Esta noche saldremos y conocerás lo que es pasarla bien. Eres Bill Kaulitz de Tokio Hotel, lo mínimo que tienes permitido hacer esta noche es tomar alcohol hasta quedar inconsciente.
—Gracias, hermanito. Tú sí que sabes cómo levantarme el ánimo.
—Y perdón por bajarte el mismo.
—Perdón concedido.
Llegó la noche. Ya estábamos listos. Teníamos que pasar a buscar a Georg y a Andreas. Gustav no iba porque estaba cansado. Otro aguafiestas.
Georg nos llevó hasta donde era el cumpleaños. Cuando llegué allí, no podía creer lo que estaba viendo. Me quedé paralizado por unos instantes, sin pronunciar palabra alguna.
—¿Pasa algo, Tom? —preguntó Andreas al ver mi cara de espanto.
—No puede ser —tartamudeé atónito.
—¿Qué pasa? —preguntó Bill, quien estaba a mi lado.
—Andreas, ¿puedo hablar contigo a solas? —cuestioné porque no podía hablar del tema con Bill ahí presente.
—Entremos a la fiesta primero, me hacen el favor —rezongó Georg algo enfadado.
—Sí, creo que tiene razón Geo —añadió mi hermano.
Entramos al lugar en donde era el cumpleaños. Estaba lleno de gente, pero, por suerte, nadie se acercó a atacarnos por un par de autógrafos. Yo llamé a Andreas para que fuera conmigo a otro lado a hablar. Bill se quedó con Georg y un par de chicas.
—¿Qué te pasó, Tom? —preguntó Andreas en tono de preocupación.
—Debemos irnos de acá. Volveré a casa.
—¿¡Por qué!? —exclamó sorprendido.
—Porque no debo quedarme aquí. No puedo quedarme aquí.
—Tom, no entiendo nada. Explícate.
—La fiesta, Andy. La fiesta… ¿recuerdas?
—¿Qué fiesta?
—Te pegaré, Andreas —dije enojado.
—Si no me explicas bien, jamás entenderé.
—Esta fiesta es como mi sueño. Es exactamente igual. No puede estar pasándome esto. Me voy a volver loco. Me tengo que ir...

 

Capítulo IV: “Decidiendo el futuro”

 

—Tom, ¿cómo puede ser posible que tu sueño sea igual a esta situación? —preguntó Andreas completamente confundido.
—No lo sé. Lo único que quiero es largarme de aquí —respondí nervioso.
—¿Tú crees que pasará lo de tus sueños?
—¡¿Y cómo voy a saberlo, Andreas?! ¡No estoy para preguntas estúpidas!
—¿Sabes qué, Tom? Arréglatelas solo.
—No, no. Espera…Perdón. Es que estoy nervioso. Todo esto me altera.
—Y no se nota ¿eh? —respondió sarcásticamente.
—Lo siento. No quise gritarte.
—Está bien, Tom. Pero tranquilízate, te lo pido por favor.
—Eso intento. Mas… ¿qué tal si pasa lo del sueño?
—No seas tonto. Es imposible que pase eso. Yo no permitiré que eso suceda.
—No es coincidencia que este lugar sea idéntico al de mis sueños.
—Me parece que estás viendo demasiadas películas. Ahora me dirás que adivinas el futuro y que eres brujo.
—No estoy bromeando, Andreas.
—Yo tampoco. Sólo relájate, Tom. Nada de lo de tu sueño pasará. Vamos a beber alcohol así te olvidas de los problemas, hazme el favor.
—Tienes razón.
Fuimos hasta donde estaban Bill y Georg discutiendo.
—¡Pero te digo que la rubia esa es mía! —gritó Bill—. Debo olvidar mis penas.
—¡Yo la vi primero! —contestó también gritando Georg.
—Georg, hoy Bill tiene que probar suerte, así que déjasela —me entrometí en la conversación.
—¡Qué injusto que eres, Tom! —exclamó Georg.
—Gracias, hermanito.
—De nada, Billy.
—Cambiando de tema, dime qué te pasaba, Tom —pidió mi hermano intrigado.
—¿A mí? —pregunté tontamente.
—Sí, Tom. A ti.
—Es que…
—Lo que pasa es que Tom se siente mal y se quiere ir —afirmó Andreas para cubrirme.
—Tom, tú no te mueves de acá.
—No se va a ir. Ya se siente un poco mejor —respondió mi mejor amigo.
—Claro. Me quedaré para ver qué pasa, de brazos cruzados —murmuré quejándome algo molesto porque, sinceramente, no quería quedarme en la fiesta.
—¿Y tú qué esperas, Bill? Ve con la rubia —ordenó Georg clavándome la mirada.
—Todos están raros hoy —dijo Bill caminando hacia la chica rubia.
Georg siguió mirándome fijamente hasta que Bill se hubo alejado lo necesario como para no escuchar nada.
—Quiero saber lo que te pasa en este mismo instante —se quejó Georg con cara de enojo.
—¿Lo que pasa de qué? —pregunté haciéndome el desentendido.
—Bill será inocente pero yo sé bien que están ocultando algo.
—¿Nosotros? ¿Ocultar algo? —cuestionamos con Andy al unísono.
—Cuéntenme por qué tú, Tom, te quieres ir de acá.
—Lo que pasa es que… —dijo Andreas pensando alguna excusa.
—Es que anoche soñé cosas raras —interrumpí a Andreas.
—¿Y eso que tiene que ver con que te quieras ir?
—Que mis sueños son exactamente iguales a este lugar.
—Pero, ¿qué es lo que pasa concretamente en tu sueño?
—Bill y yo estamos…
—¿Tú y yo estamos qué? —apareció Bill con una gran sonrisa y de la mano con la rubia desconocida.
—Están con muchas ganas de alcoholizarse. ¿No es así, Tom? —cuestionó Andreas respondiendo por mí.
—Sí, eso mismo.
—Pues yo ya conseguí con quien alcoholizarme esta noche —afirmó Bill sonriendo aun más.
Él dirigió su mirada a la rubia y la besó.
—¿Tom, vienes conmigo a buscar niñas? —preguntó Georg guiñándome el ojo.
Por supuesto que lo que quería él era que yo le terminara de contar la historia de mi sueño.
—Bueno —respondí.
—Yo voy también —añadió Andreas.
Fuimos a hablar un poco más lejos de Bill y la chica. Esta era rubia, hermosa, de ojos celestes y un cuerpo de modelo. Sinceramente, nunca pensé que Bill encarara a una chica tan rápidamente.
A lo lejos, los veía bailar abrazados. Eso también me sorprendió de Bill, él no era de bailar, mucho menos “apretado” con una chica. Tenemos veinte años, es hora de que pase eso, pensé. Pero no sé por qué, me molestaba verlo tan cerca de la rubia. Quizás eran celos de hermano. Quizás no. Quise pensar que sí.
Por lo pronto, debía contarle a Georg todo lo de mi sueño. No tenía por qué no saberlo, era mi amigo.
—¿Me vas a continuar contando? —rezongó el rubio.
—Sí.
—¿Me decías que tú y Bill estaban…?
—Estábamos en una fiesta idéntica a esta. De pronto, se comienzan a ir todos los invitados, y quedamos sólo Bill y yo.
—¿Y qué pasó?
—Mi gemelo se acercó a mí, me dijo que me amaba y me besó. No un beso de hermanos, aclaro.
La cara de sorpresa, espanto y susto de Georg, decía todo lo que este pensaba al respecto. Sin dudas, besar a un hermano era una locura.
—Yo que tú, sí me iría de aquí —afirmó Georg.
—Ay, no le llenes la cabeza, Georg —rezongó Andreas.
—¿Ustedes realmente creen que pasará eso? —pregunté preocupado.
—No sé. Pero yo que tú no me arriesgaría quedándome aquí.
—Me parece que exageras. Bill sería incapaz de hacer algo así. Y Tom mucho más incapaz aún —opinó Andreas.
—Creo que tiene razón Andreas. Jamás va a pasar algo, por Dios. Es una locura pensar que puede haber algo entre mi hermano gemelo y yo. Además, es sólo un sueño.
—Quién sabe… —dijo el pesimista de Georg.
—Georg, cállate. No sé qué hacer…Tal vez me vaya —respondí.
—¿Y me dejarás aquí solo? —preguntó Andreas.
—Andy, ya sé que no puedes vivir sin mí, pero no te vas a morir. Además, estás con Georg y Bill.
—Bill está en otra y Georg…Georg seguramente se conseguirá una chica y me dejará solo. Pero quédate, Tom ¿sí? ¿Sí? Dale, di que sí, ¿sí? —insistió molestándome.
—Está bien. Solamente para que no me fastidies más me quedaré.


Capítulo V: “No somos tan diferentes”

—Gracias, gracias, Tom —agradeció Andreas.
—De nada.
—Ahora en serio vamos a buscar nenas —dijo Georg.
—Sí, sí.
Fuimos hacia donde estaban la mayoría de las mujeres y comenzamos a atacar. Georg se fue alejado de nosotros con una morocha que, por cierto, era hermosa. Andreas y yo besamos a unas rubias que eran amigas.
Luego de entretenernos un rato con las chicas, vi a Bill venir hacia mí. Venía con la misma rubia que se había ido, pero también traía una botella de whisky en la mano. Al parecer, ya se había tomado gran cantidad del mismo junto con la muchacha. Me di cuenta de ello cuando mi hermano no hablaba muy sobrio que dijéramos.
—¿Estuvieron tomando? —pregunté como si nunca me hubiera alcoholizado.
Bill contestaba cosas sin sentido que no tenían nada que ver con lo que le había preguntado. A todo eso, mi chica y la de Andreas se habían ido.
—¿Quieres venir conmigo, Bill? —preguntó la rubia tartamudeando por los efectos del alcohol.
—Como decirle que no a una mujer tan hermosa —respondió mi gemelo.
Fue la primera vez que vi a Bill tan liberal. Cuando este, en su infancia, quiso dar su primer beso, fui yo quien lo obligó a darlo y ahora, estaba más suelto que nunca.
Me dio la botella con whisky y se dirigió hacia adentro de la casa con su acompañante.
Como era de esperar, no pude resistirme y me tomé, junto con Andreas, lo que había sobrado de la bebida alcohólica. Desde ese momento, mi memoria se borró por completo. No tengo más recuerdos de esa noche.
A la mañana siguiente, me desperté, ya en casa, con un dolor de cabeza inaguantable. Sentía que se me partía. Bajé para ver dónde estaba mi hermano. Este se encontraba en la cocina, escarbando el botiquín para buscar remedios. Seguramente, también le dolía la cabeza de la resaca.
—¿Qué buscas? —pregunté con cara de adolorido.
—Lo mismo que, seguramente, vienes a buscar tú.
—¿Remedios para el dolor de cabeza?
—Sí. Me puedes contar ¿qué paso anoche? No recuerdo absolutamente nada.
—Acostúmbrate, hermanito. De ahora en más cada vez que te emborraches, tendrás que soportar el dolor de cabeza y la falta de memoria.
—Jamás volverá a pasar lo de anoche. Me descontrolé con respecto al alcohol. Creo que fue para ahogar las penas.
—Y sí que las ahogaste —reí en tono burlón.
—No es gracioso esto —rezongó mi gemelo.
—Para mí, sí. Hazme caso, Bill. Deja de preocuparte por los efectos secundarios del alcohol y disfruta de haber estado tan liberal con la rubia.
—¿Ah? ¿Liberal? ¿A qué te refieres con liberal? —preguntó Bill desconcertado.
—Liberal. Anoche en frente mío y de Andreas, la chica te preguntó si querías ir con ella y le dijiste: “Cómo decirle que no a una mujer tan hermosa” —reí nuevamente—. Nunca pensé que el alcohol te hiciera un hombre que rompe las leyes.
—¿Estás hablando en serio, Tom?
—Más en serio que nunca —dije continuando con mi risa.
—No puedo creerlo. ¡Qué desubicado que soy!
—Por favor, Bill. Las cosas que digo yo son desubicadas.
—Debo llamarle a Georg. ¿Tú crees que él se emborrachó?
—Seguramente. No creo que se haya resistido al alcohol.
—¿Alguien se puede llegar a acordar lo que hicimos anoche?
—¿Y para qué quieres saberlo?
—No sé. Para saber qué otras cosas fueras de lugar dije.
—Ay, hermano. Deja de actuar como si fueses un viejo.
—Ya vengo —dijo tomando el teléfono.
Luego, se dirigió hacia la habitación. Posiblemente llamaría a Andreas o a Georg para saber lo que había dicho la noche anterior. A mí no me interesaba en lo más mínimo lo que había hecho o dicho yo. Decían que el pasado pisado ¿no?
Así, pues, me dirigí de una vez por todas a buscar algo que me quitara el dolor de cabeza. Tomé lo primero que encontré, seguramente ya se me quitaría el dolor.
Mientras, Bill hablaba con Georg.
—¿Hola? —respondió el rubio por el teléfono.
—Hola, Georg. Necesito que me digas una cosa.
—Ah, es el señor que se toma hasta el agua de los floreros. Dime, Bill. ¿Qué quieres que te diga?
—¿Tú anoche te emborrachaste?
—No. ¿Por qué?
—¿No? Imposible que tú no hayas tomado. No me mientas, Georg.
—Bill, no tomé —respondió enojado.
—Dime una razón creíble.
—La chica que conocí anoche no me dejó tomar y tú sabes cómo soy con las mujeres.
—Sí, les haces caso. Demasiado caso diría yo.
—Exacto. ¿A qué vino la pregunta?
—Es que… ¿Acaso tú me viste anoche borracho?
—Sí. Estabas irreconocible. Pensé que ese no era el Bill que conozco hace siete años.
—¿Y sabes si le dije algo fuera de lugar a la rubia?
—No tengo idea. Ustedes se fueron con la chica y de ahí los volví a ver cuando la fiesta acabó y los estaban por echar afuera.
—¿Con la palabra ustedes a quienes te refieres?
—Andreas, Tom y tú.
—¿Y por qué nos estaban por echar?
—No tengo idea. El caso es que luego los llevé hasta ahí, a su casa.
—¿Y tú conocías a la rubia con la que me fui yo?
—La vi un par de veces en la casa de mi amiga, la del cumpleaños.
—Ah, ni siquiera me acuerdo cómo se llamaba. Esta fue la primera y la última vez que me tomo algunas copitas de más.
—¿Algunas? Me parece que todas las copitas de más te tomaste.
—Bueno, Georg. Tampoco para que me lo digas así. Ya demasiado tengo con mi cargo de conciencia.
—¿Cargo de conciencia de qué? ¿De tomar? —preguntó Geo sorprendido.
—Aparte, tengo miedo.
—¿Miedo? ¿Miedo de qué?
—De haberle dicho algo fuera de lugar a la chica.
—Ay, Bill. No vale la pena tener miedo, si jamás la volverás a ver.
—Tú que sabes. Aparte, tendrá una mala imagen mía.
—Y a quién le importa eso.
—A los medios, a la prensa.
—Tom hace peores cosas y todas lo aman. No seas tan perseguido, hazme el favor, Bill.
—Está bien. Gracias por todo, Geo.
—De nada. No te preocupes por lo de anoche, nadie te va a matar por haberte tomado hasta el agua de los floreros.
—Ojalá que no. Adiós, Geo.
—Suerte.

 

Capítulo VI: “La gran verdad”

 

Me acerqué a la habitación de mi hermano y me apoyé en el marco de la puerta.
—¿Hablaste con Geo?
—Sí, sí.
—¿Y qué dijo?
—Que él no tomó.
—Ja, ja. Qué gracioso. ¿Le creíste?
—¿Por qué no debería hacerlo?
—Porque es imposible que Georg no tome. Mucho menos si me ve a mí y a Andreas hacerlo.
—Pues yo sí le creí. Me dijo que no había tomado porque la chica con la cual estaba no se lo permitió. Y tú sabes cómo es él con las mujeres.
—La verdad, pensándolo así, creo que no tomó. Es un perrito faldero con las mujeres. Hace todo lo que ellas dicen.
—Estás en lo cierto, hermano.
—¿Y tú sigues preocupado por lo que hiciste anoche?
—No tanto. Lo hecho, hecho está. Así que no vale la pena preocuparse.
—Así me gusta que pienses.
El día se pasó rapidísimo. Lamentablemente, llegó la noche. Y digo lamentablemente porque tuve otra pesadilla. Estaba harto de que siempre pasara. Pero esta vez, fue diferente. En el sueño, o pesadilla, Bill y yo ya no estábamos en el mismo lugar de antes, es decir, en esa fiesta misteriosa, sino que nos encontrábamos en otro lado. Estábamos en una iglesia. Allí, se acercó y pasó lo de la pesadilla anterior: me dijo que me amaba y me besó. Cada vez entendía menos. Y cada vez estaba más aterrorizado.
Luego de tener esa espantosa pesadilla, me levanté y comencé a caminar por mi pieza. Iba y volvía, no sabía qué hacer para que no me siguieran atormentando las pesadillas. Me pregunté si sería buena idea ir al psicólogo. Al día siguiente, lo consultaría con Bill.
Me acosté con la esperanza de dormirme. Di vueltas y vueltas en la cama; no podía conciliar el sueño. Nuevamente me levanté y bajé para ver qué podía hacer que me durmiera. Nada conseguí. De tanto hacer ruido, mi hermano bajó para ver quién andaba a las tres de la mañana molestando en la cocina.
—¡¿Qué haces, Tom?! —preguntó Bill molesto.
—Bill, no aguanto más —dije lanzándome sobre mi gemelo para abrazarlo.
—Tom, ¿qué pasa, hermano? —preguntó preocupado, ya que nunca me había visto así.
—No puedo seguir —afirmé soltando a Bill, dándome cuenta de lo que acababa de hacer.
—¿Por qué? ¿Qué pasó?
—El sueño. Las pesadillas, mejor dicho. Me tienen harto, me torturan, cada día tengo pesadillas acerca de algo diferente.
—Pero, ¿qué? ¿Tan grave son? —preguntó sorprendido.
—Sí, sí. Al menos para mí. Necesito ayuda. Ayuda psicológica.
—¿Piensas ir a un psicólogo? —cuestionó mi hermano aun más sorprendido.
—Me parece que va a ser lo mejor, porque ya no sé cómo enfrentar esto.
—No debes prestar tanta atención a un insignificante sueño, Tom, Dime, ¿sigues soñando con el secuestro de mamá? ¿O sueñas con algo peor?
Me quedé perplejo. Quería contarle todo, pero tenía miedo. Primero, miedo de que Bill tuviera miedo, valga la redundancia. A lo mejor mi hermano dejaba de confiar en mí como lo hacía siempre, o a lo mejor tendría miedo de que yo lo “acosara”, por así decirlo, que yo lo amara más que a un hermano. Con sólo pensar en eso, se me fueron todas las ganas de contarle la verdad. Y si no le decía la verdad, tenía que mentir.
—Tom, ¿me vas a contestar?
—Sueño con algo peor, Bill…
—¿Con qué sueñas?
—Sueño que tú mueres… —mentí sin saber si era para bien o para mal.
—¿Que yo muero? —tartamudeó.
—Sí, es horrible, Bill. Les pasa algo a ustedes y me muero…
—Ay, no exageres. Nunca se vuelven realidad los sueños. Ni mucho menos las pesadillas.
—Y tú qué sabes…—respondí negativamente—. Quizás esta sí.
—¿Sabes qué, Tom? Me parece que algo no anda bien.
—¿Por qué dices eso?
—Algo me ocultas. Estoy seguro. Te conozco más de lo que piensas. Eres mi gemelo y creo que el Tom Kaulitz junto con el que nací, no le daría importancia a un sueño tan tonto como ese. Cuéntame la verdad, Tom. ¿Qué es lo que realmente sueñas? ¿Por qué no confías en mí? ¿Cuándo no hemos compartido lo que nos pasaba?
—Ese es el problema, Bill. Son demasiadas cosas las que compartimos —respondí en un tono muy desagradable.
—Ah, bueno —rezongó—. Somos los gemelos más distintos que la mayoría de la gente ha visto. No sé qué es lo que te pasa, Tom. Pero sé que algo bueno no es. Quiero ayudarte, mas no me dejas. Te adoro más que a nada en este mundo, hermano. No obstante, no entiendo nada de lo que te pasa… ¿Sabes? Andy me contó que últimamente estás muy agresivo y ahora le doy toda la razón. Uno intenta ayudarte y tú no lo valoras. Húndete en tu propio ego y en tu propia ira y te quedarás solo. Tenlo en cuenta. Que te vaya bien y te volveré a hablar cuando recapacites y cuando este sermón te haya servido de algo.
—Espera, Bill…—dije dándome cuenta de que él tenía razón en cada palabra que había pronunciado.
Pero era muy tarde, mi gemelo ya se había enojado. Él subió las escaleras yéndose para su cuarto y yo tomé mi campera y salí a caminar. Necesitaba reflexionar, despejarme.
Como Bill se había quedado un poco preocupado por mí, llamó a Andreas.
—Hola, Bill —dijo el mejor amigo de ambos.
—Hola, Andy. Perdón por llamarte a esta hora.
—Está bien, Billy. ¿Cómo andas?
—Aquí estoy, un poco preocupado por Tom.
—¿Qué paso ahora con ese muchacho?
—No sé. Dime tú qué es lo que le pasa. A mí no me quiere contar absolutamente nada. Sólo quiero ayudarlo. ¿Tú serías tan amable de decirme qué es lo que sueña? Porque no es ninguna pavada, al menos para mí, que quiera ir al psicólogo solamente por soñar una cosa insignificante.
—No me digas que quiere ir al psicólogo —dijo Andreas anonadado.
—Sí, sí.
—Eso sí que suena descabellado. Al menos para Tom. Ahora lo llamaré.
—Espera, Andreas. Cuéntame el sueño.
—Pero tu hermano se enojará…
—No se enterará. Sabes que sé guardar secretos.
—Está bien, mas me matará. Es algo fuerte el sueño.
—Tú solo cuéntame, ya nada me sorprende.
—Bueno…Tom sueña que está en una fiesta contigo. De repente, todos los invitados se van y se quedan solos. Luego, tú te acercas a él, le dices que lo amas y…lo besas —tartamudeó Andreas.


Capítulo VII: “Todo perfecto”

 

[ https://www.youtube.com/watch?v=5df-vERCFRE ]

 

Un gran silencio se hizo en la línea telefónica.
—¿Bill? —preguntó Andreas, ya creyendo que mi hermano se había desmayado.
—Pero…o sea que…Dios…
—Eso sí que te sorprendió, ¿eh?
—La verdad que sí. ¿Por eso está tan traumado Tom?
—Sí, sí.
—Entonces recién volvió a soñar conmigo porque está desvelado y me trató mal.
—Ah, con razón llamas a esta hora.
—Sí, perdón.
—Está bien, amigo. Sabes que cuentas conmigo a la hora que sea.
—Gracias. Andy, quiero ayudar a Tom…pero, antes quiero saber ¿por qué no me contó nada a mí?
—Porque tiene miedo.
—¿Miedo de qué? ¿De que yo me enoje? Oye… Vamos, es imposible que yo me enoje por un sueño. Él no tiene la culpa.
—Aparte eso nunca pasará ¿no?
—No, no pasará.
—Mejor, porque si está preocupado de que eso pasa en los sueños, no me quiero imaginar si pasara en la vida real.
—Mejor ni imaginarlo. Bueno, Andy, gracias por la ayuda. De todas formas, no se qué voy a hacer, porque no le puedo hablar sobre el sueño.
—Sí. No le vayas a querer decir porque te mato.
—Quédate tranquilo. No le diré nada.
Yo ya había vuelto a casa. Estaba sentado en el sillón, tomando un Red Bull que acababa de comprar, y pensando en lo tonto que había sido por tratar mal a Bill, cuando justo lo vi bajar por las escaleras. Me acerqué a él corriendo para pedirle disculpas.
—Perdón, Bill. Sé que soy un completo idiota. Compréndeme, estoy alterado por todo esto.
—Está bien. Sólo intenta no tratar mal a todo el mundo —dijo intentando disimular que no sabía toda la verdad.
—Sí, lo sé. Perdóname. No tienes la culpa de nada.
—Claro que no. Sólo quiero que sepas —dijo acercándose a mí— que cuentas conmigo más allá de que no confíes en mí. ¿Sabes? Seré tu hermano en las buenas y bueno…en las malas si me dejas —dijo para subir las escaleras.
—Espera, Bill. Te contaré mi verdadero sueño. Ven y siéntate.
Mi gemelo sonrió sin que yo me diese cuenta de ello. Él ganaba.
Nos sentamos en el sillón. Al fin me había decidido a contarle todo a mi hermano. Aunque estaba nervioso, comencé—:
—Bill…Mi sueño…es decir, sueño que…
—Tom, tranquilo. No te voy a comer. Sólo cuéntame —intentó tranquilizarme.
—Sueño que estamos nosotros en una fiesta. Luego todos se van y quedamos ambos solos. Después tú te acercas a mí, me dices que me amas…y… —hice una larga pausa en la narración.
—¿Y qué pasa? —preguntó sabiendo lo que se venía.
—Y nos besamos.
Bill se quedó con cara de sorprendido para hacer de cuenta que lo estaba, aunque ya supiera todo el relato.
—¿Y eso es lo que te tortura? —preguntó aún fingiendo sorpresa.
—Sí. Aunque sea estúpido, así es. Pero hacía como dos días que no soñaba eso, y recién sucedió nuevamente, con la excepción de que no fue igual que siempre.
—¿Por qué no fue igual que siempre? ¿Qué pasó en el sueño de recién?
—Es decir, pasó exactamente lo mismo, con la excepción de que fue en otro lugar en donde estábamos.
—¿Y en dónde sucedió esta vez?
—En una iglesia. No me preguntes por qué. Realmente, esto me asusta.
—Mira, hermano. Hasta ahora, has hablado sólo tú. ¿Puedo hablar yo y dar mi opinión?
—Por supuesto, Bill.
—Bien. Primero quiero que sepas que si no me querías contar nada por miedo a que yo te confesara que te amaba, o por miedo a que no confiara más en ti, te aviso que no me conoces para nada. ¿Acaso eran esos tus miedos? —preguntó Bill sin pensarlo dos veces.
—Mis mayores miedos eran que te enojaras conmigo o que realmente pasara lo del sueño.
—Eso es lo mismo que yo acabo de decir.
—Entonces acertaste. Perdóname por no confiar en ti.
—Está bien. En segundo lugar, quiero decirte que sabes que no te amo más que a un hermano, así que quédate tranquilo y no sigas haciéndote la cabeza. No va a pasar lo de tus sueños. Espero que saber eso te deje menos desesperado.
—Pero…Espera…Aún hay más. La fiesta de la amiga de Georg…
—¿Qué tiene? —preguntó Bill intrigado.
—Esa fiesta, ese lugar…era todo exactamente igual a mis sueños, por ello fue que me quería ir de allí.
—Ahora entiendo todo perfectamente. Comprendo lo que te sucede, hermano. Pero no me temas nunca más. Soy y seré tu hermano pase lo que pase, ¿sabes?
Bill me abrazó lo más fuerte que pudo.
—Gracias por todo, Billy —agradecí contento de haberme sacado un peso de encima.
Y por supuesto, contento de que Bill me apoyara en todo aquello.
Me fui a dormir tranquilo y mi hermano también lo hizo así. Gracias a Dios, no volví a tener la pesadilla. Al menos esa noche.
Ya que nos habíamos pasado, Bill y yo, la mitad de la noche andando por la casa por culpa de mi sueño, esa mañana nos levantamos tarde. Mi hermano se había despertado a las doce. Cuando yo aún estaba en el quinto sueño, este entró a mi habitación y me despertó.
—Tom, te llaman.
—Bill, ¿quién molesta a esta hora?
—Vamos, hermano, levanta. Son las doce. Y es Georg quien llama.
—Que molesto es ese —contesté odiosamente.
Me levanté lentamente y fui hasta la cocina para atender el teléfono. Bill entró a su habitación y se quedó allí.
—¿Hola? —respondí con voz de dormido.
—Hola, Tom. Soy Georg.
—Sí, me dijo Bill. ¿Qué pasa, Geo?
—Te tengo una muy buena noticia.
—¿Sí? Dime cuál es —dije emocionado.
—¿Recuerdas la chica rubia de la fiesta?
—Sí, Geo. Pero recuerdo muchas rubias. La mía, la de Andreas, la de Bill…
—Yo hablo de la de Bill.
—Bien, ¿qué pasa con ella?
—Quiere una cita contigo.
—¿Quiere verme? ¿A mí? —pregunté sorprendido.
—Sí, a ti.
—Entiendo que cualquiera se enamore de mí, pero no entiendo por qué querría una cita conmigo, si en la fiesta ella estaba con Bill.
—No sé. Tú sólo deja de quejarte y aprovecha. Es hermosa.
—Bien, estamos de acuerdo en eso.
—Me dijo que quiere verte en el café-bar de la plaza.
—Genial, allí estaré. ¿A qué hora?
—Hoy a las seis y media de la tarde.
—Listo, gracias por todo, Geo.
—De nada, Tom. Tú no eres el único que sale hoy con una niña.
—No me digas que tú también estás por ligarte a una.
—Claro que sí. El súper Georg no se queda atrás.
—Y por lo que veo, no. En fin, ¿quién es la desafortunada? —pregunté bromeando.
—También es la de la fiesta. Pero la mía.
—O sea que esa fiesta nos cambió la vida en cierta forma.
—Al parecer sí —dijo mientras ambos reíamos—. ¡Ah, cierto! Hoy después de la cita hay ensayo.
—¡Cierto! Lo había olvidado por completo. ¿A qué hora era?
—A las ocho. Y hazle acordar a Bill.
—Listo, entonces nos vemos esta tarde.
—Nos vemos, amigo.

Capítulo VIII: “Noticias”

 

[ https://www.youtube.com/watch?v=TPVH2qxWjEA ]

 

Corté el teléfono e inmediatamente fui a buscar a Bill para hacerle acordar del ensayo.
—¿Qué quería Georg? —preguntó intrigado mi hermano antes de que yo pudiera dirigirle palabra alguna.
—Sólo quería hacernos acordar de que hoy hay ensayo.
—¿Sólo eso? Parecía muy emocionado cuando hablaba.
—Es que hoy se verá con la chica de la fiesta y ya sabes, quería pedirme consejos acerca de cómo tratar a una chica ya que yo sé demasiado sobre el tema. Todos acuden a Tom Kaulitz. ¿Qué sería del mundo sin mí?
—Exageras. Todo sería igual o mejor sin ti —respondió mi hermano con una sonrisa fingida.
—Tú te morirías sin mí  —contesté enojado.
—Así como tú también lo harías sin mí.
—Mentira. Mientes. ¿Cuándo acabarás de mentir? —pregunté para hacer enojar a Bill.
—Nunca —respondió con seriedad.
—Eso sonó en serio —dije algo asustado, ya que Bill siempre se reía con mis chistes.
—Lo hice a propósito —sonrió con ironía.
—Cambiando de tema, acuérdate de que el ensayo es a las ocho —advertí a mi hermano.
—Sí, sí, lo recuerdo. ¿Nos iremos en mi Cadillac o en el tuyo?
—Vete en el tuyo, porque yo salgo y después voy a ensayar.
—¿Y adónde sales? —preguntó mi gemelo con curiosidad.
—A verme con alguien.
—¿Con quién si se puede saber?
—Con la chica de la fiesta.
—¿Con cuál? Con tu rubia, supongo.
—Claro, hermano. No va a ser con la tuya —dije mientras reía nervioso y queriendo disimular que había mentido.
—Y no. Sino te mato —respondió enojado.
—Está bien, ya entendí.
—Más te vale que a las ocho estés en el ensayo. Ni se te ocurra pasar la noche con nadie ¿eh? Y mucho menos se te ocurra faltar.
—¿Acaso olvidas que yo soy tu hermano mayor?
—Sí, porque no lo eres. Tenemos la misma edad. Somos gemelos.
—Pero nací primero. Soy el más grande y punto. Iré donde se me dé la gana, hermanito —dije con voz malévola.
—Sólo intenta no faltar al ensayo.
—¿Cuándo lo he hecho? Mejor no contestes.
—Has faltado como diez veces.
—No son tantas. No faltaré, hermano. ¿Por qué desconfías tanto de mí?
—¿Acaso tú confías en mí?
—Sí. Que haya desconfiado una vez no quiere decir que no confíe en ti.
—Mejor vamos a almorzar porque la pizza se va a enfriar —dijo cambiando de tema.
Fuimos a la cocina y comimos. Luego, me dirigí hacia mi habitación.
Decidí llamar a Andreas para contarle todo lo sucedido en esas últimas horas.
—Hola, Tom —respondió el rubio a través del teléfono.
—Hola, Andy. No sabes todo lo que tengo para contarte.
—Cuéntame, amigo.
—Le conté todo a Bill.
—No me digas —afirmó sorprendido pero aliviado a la vez, ya que no tendría cargo de conciencia por haberle contado a Bill lo del sueño.
—Sí, siento que me saqué un gran peso de encima.
—Me alegro, amigo. Y dime, ¿él qué te dijo? ¿Cuándo le contaste? —interrogó intrigado.
—Anoche. Me desperté desvelado porque tuve otra pesadilla y ahí le conté todo.
—¿Otra pesadilla?
—Sí, sí. Pero fue distinta a la de siempre. Soñé que pasaba lo mismo que antes con la excepción de que esta vez sucedía todo en una iglesia.
—¿O sea que Bill te besaba en una iglesia?
—Sí.
—¿También le contaste eso? Dime cómo fue que le contaste todo.
—Le dije que soñaba con él y le conté absolutamente todo. No pude aguantar más.
—¿Y el qué dijo? ¿Se enojó? ¿Qué hizo?
—Lo que todos hicieron. Sorprenderse y después decir que jamás pasaría algo así.
—¿Entonces ya estás más tranquilo?
—Se podría decir que sí.
—Al menos no tendrás que preocuparte porque Bill te confirmó que jamás pasará algo entre ustedes.
—Lo sé. Lo único que espero ahora es no tener más esa pesadilla.
—Quédate tranquilo. No creo que la sigas teniendo.
—Ah, te cuento también otra cosa, Andy.
—Dime.
—A que no sabes con quién me encontraré hoy.
—¿Con quién?
—¿Recuerdas la chica rubia de la fiesta?
—Sí. ¿La que estaba contigo?
—No, no. La de Bill.
—No me digas que saldrás con ella.
—Sí, ¿qué tiene de malo?
—¡Es la chica de tu hermano!
—Te equivocas, amigo. Era la chica de mi hermano. Sólo lo fue esa noche. Pronto me pertenecerá.
—Eres tremendo, Tom. Entonces suerte con ella.
—Lástima que no podré pasar la noche con ella.
—¿Por qué no podrás?
—Tengo ensayo.
—Uh. ¿Y es necesario que vayas?
—Claro, sin mí no podrán hacer nada. Me necesitan. Aparte Bill se enojará si no voy, siempre se queja de que no me pongo las pilas con la banda.
—Tienes razón. No debes faltar. Más aún sabiendo que puedes tener muchísimas noches más para estar con la rubia.
—Por supuesto. Bueno, amigo, te dejo. Me voy a echar una siesta y después me voy con mi rubia.
—OK. Suerte. Nos vemos, Tom.
—Nos vemos, Andy.
Hice las actividades que le dije a Andreas que haría. Comencé por acostarme.
Cuando me levanté, me cambié, y me puse más lindo aún de lo que era, aunque fuera imposible. Luego, me acerqué a la habitación de mi hermano para despedirme. Este estaba escribiendo canciones.
—Me voy —avisé contento.
—Bueno —contestó Bill un poco cortante.
—¿No me vas a desear suerte con la chica?
—Ah, sí. Suerte —deseó mi gemelo de mala gana.
—Parece que estamos de mal humor. ¿No le quieres contar a Tomy qué pasa?
—No me pasa nada, Tom. Ve que tu chica te va a matar.
—Tienes razón. Estoy más lindo que lo normal ¿no?
—Sí, sí. Eres Brad Pitt —contestó irónicamente.
—Ya lo sabía. Quería corroborarlo. Gracias, hermanito. Adiós.
—Y no te olvides del…
—Ya sé. Del ensayo —interrumpí—. No voy a olvidarme.
—Suerte, Tom.


Capítulo IX: “Algo increíble, pero cierto y fatal”

[ https://www.youtube.com/watch?v=JWNQygfu4YM ]


Me dirigí hacia el café-bar de la plaza, lugar en donde me estaba esperando la rubia sentada. Pude verla desde afuera, se notaba impaciente y nerviosa. Me di cuenta de ello, ya que se estaba comiendo las uñas desaforadamente. Caminé hacia su mesa y la saludé.
—Hola —dijo ella con voz temblorosa.
—Hola, ¿cómo andas?
—Mal. ¿Tú?
—Bien. ¿Por qué mal? —pregunté sorprendido mientras me sentaba.
—Ya te enterarás. No creo que te vayas de aquí tan bien como vienes.
—¿Y por qué no? —cuestioné desentendido—. No entiendo nada. Explícate.
—Sabes quién soy ¿no?
—No. Es decir, sé que eres de la fiesta de la amiga de Georg, pero de ahí en más, no sé nada sobre ti.
—Me llamo Melany. Melany Austen.
—Soy Tom…
—Tom Kaulitz, lo sé —interrumpió—. De la banda más cool del rock alemán. Tokio Hotel, vaya nombre.
—Se ve que te gusta nuestra banda.
—Claro. Me considero fanática. Su fan número uno si se me permite.
—Me agrada esta conversación. ¿Y cuál es tu favorito de los cuatro?
—Tú. Por supuesto. Eres apuesto, divertido y hermoso. Todo lo que necesita tener un hombre.
—Muchas gracias —agradecí sonriente—. Por eso fue que me llamaste a mí en vez de a Bill, ¿eh?
—No, no sólo fue por eso.
—¿Entonces por qué?
—Es algo serio, Tom. Muy serio.
—Dime —pedí poniéndome serio.
—Te llamé a ti porque necesito decirte algo. ¿Tú recuerdas que en la fiesta te acostaste conmigo?
—No. ¿Acaso lo hice?
—Sí, pero yo estaba media alcoholizada y tú te habías tomado todas las bebidas alcohólicas existentes.
—Sé que tomé. Mas no recuerdo nada de esa noche. Mucho menos haberme acostado contigo.
—Bueno, lo hiciste.
—¿Y eso qué tiene de malo? Me he cansado de acostarme borracho con mujeres.
—Pero, ¿te cuidabas?
—Por supuesto. Sino tendría hijos por toda Alemania. Y también por otros países, claro.
—El problema es que no nos cuidamos. Me hice un test, Tom, para ver si estaba embarazada.
—¿Y qué esperas para decirme que el test dio negativo? ¿Quieres que me dé un paro? —pregunté alterándome por completo.
—No te lo diré, porque dio positivo, Tom —respondió ella preocupada.
Si era verdad lo que acababa de escuchar, tres paros cardíacos me vendrían en instantes.
—Dime que no estás embarazada.
—Ojalá pudiera decir eso. Sí lo estoy, Tom.
Todos los planes de formar una familia con alguien que amara, se derrumbaron en un parpadear de ojos.
Apoyé las manos sobre la mesa y coloqué mi cabeza acostada allí. No podía creer lo que acababa de oír.
—No sé qué haremos. Tan sólo tengo dieciséis años, tu veinte. Mi familia me matará. Tengo mucho miedo. ¿Qué haré con un bebé? —preguntó la rubia mientras rompía en llanto.
—Sólo quiero que sepas que este es un error que ambos cometimos y que no estás sola. Haremos lo posible para salir adelante juntos —dije tomando sus manos con las mías.
—¿Me lo prometes?
—Te lo prometo.
—Gracias —agradeció Melany.
—De nada. Aparte, no tienes por qué agradecer.
—¿Te puedo pedir un favor?
—Sí, dime.
—¿Me acompañarías a casa? No quiero irme sola.
—Sí, claro. Te acompaño.
Debía acompañarla, era mi obligación. Si realmente yo tendría un hijo con ella, tenía que ayudarla por lo menos en algo. Aunque en ese momento hubiese deseado huir, correr lo más lejos posible, no podía.
Nos dirigimos hasta su casa en mi Cadillac. Cuando llegamos, nos quedamos en la puerta charlando un rato sobre el tema del embarazo.
—¿Y estás segura de que vamos a tener un hijo? —pregunté aún un poco atónito.
—Sí, Tom. Es imposible que no lo esté.
—¿Y si el test falló?
—Hay 1% de posibilidades de que falle. Además, tengo síntomas propios del embarazo.
—¿Como cuáles?
—Anoche devolví y mi menstruación está en paro, entre otros. Este bebé, me arruinó la vida.
—No digas eso, no tiene la culpa. Fuimos nosotros los descuidados e inmaduros.
—No sé qué haré. Debemos arreglar esto de algún modo.
—¿Cómo quieres arreglarlo? Ya no hay vuelta atrás, Melany. No podemos hacer nada. Sólo nos queda criar a este hijo.
—Sí que quedan soluciones…
—No me digas que estás pensando en abortar…
—Sí, Tom. No queda otra.
—No matarás a nuestro hijo.
—Hazme el favor de no llamarlo así, por Dios.
—Si es lo que es. Por favor, prométeme que no lo harás. Prométeme que no abortarás.
—Es mi cuerpo, mi vida, mi panza, por lo tanto, haré lo que a mí se me cante —rezongó Melany encerrándose en su casa.
Quería morir. Y aun más lo quise hacer cuando miré la hora y me di con que eran las ocho. A esa hora, tenía que estar en el ensayo. Y si me iba en el auto, tenía quince minutos de viaje hasta la casa de Georg.
En ese momento, lo último que me importó fue Bill y el ensayo.
Al irme de la casa de Melany, me dirigí hacia mi hogar. Quería pensar. ¿En mis desgracias? Sí, en mis desgracias. Cuando llegué allí, lo primero que hice fue acostarme en mi cama. Tenía muchísimas ganas de llorar, mas no lo hice. Estaba triste, pero ¿qué ganaba con llorar? Quizás descargarme, sí. Sin embargo, nada se remediaría de esa forma. La macana estaba hecha. Luego me puse a pensar, ¿cómo le diría a Bill que la chica que le gustaba estaba esperando un hijo mío? Me mataría; nos mataría.
Me sentía completamente perdido y no encontraba salida alguna para el lío que se me vendría.
Después de tanto pensar y al no poderme dormir, quise salir a caminar. Me levanté y salí a la calle sin rumbo. A todo eso, ya habrán sido las diez de la noche.
Cuando estaba a punto de volver a casa, sonó mi teléfono celular.


Capítulo X: “Nada está bien”

[  https://www.youtube.com/watch?v=CQljI_9QJt0 ]

—¿Hola? —dije intrigado porque el número que aparecía en mi celular era desconocido.
—Hola, Tom. Soy Melany. Le pedí tu número a Georg.
—Ah, okay. ¿Sigues ofendida?
—No. Llegué a la conclusión de que tienes razón.
—¿Respecto de qué tengo razón?
—De lo del aborto. No lo voy a hacer. No voy a abortar.
—No sabes lo aliviado que me siento ahora.
—Perdón por lo que te dije antes, soy una terca.
—Está bien.
—¿Quieres venir a mi casa así continuamos hablando? No están mis padres.
—Bueno, dale. Voy para allá.
—Te espero.
Realmente necesitaba alguien con quien hablar del tema del embarazo y Melany era la única que lo sabía.
Llegué a su casa y me abrió la puerta. Ella tenía cara de haber estado llorando un buen rato y yo tenía cara de depresión. Apenas me vio, me abrazó con todas sus fuerzas. Largó algunas lágrimas y yo, increíblemente, también lo hice.
—Nos tenemos el uno al otro —dije para calmar un poco el miedo que ambos teníamos.
—Sí. Gracias por estar acá, Tom. Cualquiera en tu lugar hubiera salido corriendo.
—De nada. Yo no soy de la clase de personas que meten la pata y después huyen.
—Me alegra saber que no lo eres. Pasa, Tom —dijo ya que estábamos hablando en la puerta—. Ven a mi habitación.
Fuimos para su cuarto y no sé cómo fue que pasó, pero ambos nos acostamos y nos quedamos dormidos.
Sentí que mis ojos se abrían por un cálido rayo de sol que iluminaba mi rostro. Ya era la mañana. Y me había quedado a dormir con Melany. Ella estaba acostada a mi lado mirándome.
—Yo me voy, sino mi hermano me matará —le avisé a la rubia un poco preocupado.
—Es increíble que conozca a Tom Kaulitz en persona —dijo cambiando de tema.
—Soy más lindo en persona que en las fotos, ¿no crees?
—Por supuesto. Y eres más creído aún —respondió entre risas.
—No comparto tu opinión —respondí haciéndome el ofendido.
—No te enojes, Tomy.
—No me enojo, Melany. Me voy, niña —dije parándome de la cama.
Bajé las escaleras y me dirigí hacia la salida.
—Te extrañaré. Vuelve cuando quieras —me acompañó hasta la puerta y me fui para casa.
Ya en la puerta de mi hogar, toqué timbre y salió Bill.
—Hasta que por fin apareces —rezongó mi gemelo, al parecer, muy enfadado.
—Perdón, Bill. No pude ir al ensa…
—No me interesan tus explicaciones —interrumpió y se fue directamente para su habitación.
Yo me quedé ahí en la puerta totalmente desconcertado. ¿Para tanto era que hubiese faltado a un simple ensayo? Si ya lo había hecho miles de veces. Pero al parecer, sí, era para tanto.
Entré a casa y, por supuesto, quise arreglar las cosas con mi hermano. Me dirigí hacia su habitación. Abrí la puerta lentamente y me llevé una gran sorpresa cuando vi a Bill. Estaba llorando.
—Bill, ¿por qué estás llorando? —pregunté sumamente sorprendido y preocupado.
—¿Por qué entras sin pedir permiso? —cuestionó secando las lágrimas de sus ojos.
—Perdón…Sólo quería…Espera, —me interrumpí a mí mismo— no cambies de tema, Bill. Dime qué pasa —dije sentándome a su lado.
—Vete, Tom. No te metas en lo que no te importa.
—Sí que me importa. Y mucho. Eres mi hermano y no me gusta verte mal. ¿Qué pasó? ¿Me contarás?
—No, estoy enojado contigo. Me puedes explicar ¿por qué hiciste todo lo contrario a lo que te dije? Faltaste al ensayo y, para colmo, te quedas teniendo sexo con cuanta muchacha se te cruza en el camino.
—No digas eso, Bill. No fue ese el motivo por el cual falté al ensayo.
—Ah ¿no? ¿Entonces cuál fue?
—Falté porque…
Me quedé callado sin saber qué contestar. Aún no era el momento de que Bill supiera la verdad.
—Me encantó tu justificación —respondió Bill con sarcasmo y aun más enojado todavía—. Mira, Tom. Si quieres acostarte con la primera mujer que se te aparezca, hazlo. Es tu problema. Pero al menos intenta no faltar a los ensayos, porque tu irresponsabilidad nos va a llevar a las ruinas.
—Perdón, Bill.
—Vete de mi cuarto —repitió mi hermano.
—Pero antes dime por qué llorabas.
—No te importa. Como si pudieras ayudarme...
—¿Y tú qué sabes?
—Lo justo y necesario como para decir que jamás me podrías ayudar. Hazme el favor de irte ahora. Por favor, déjame solo.
Me tuve que ir de su cuarto. Quería saber por qué había estado llorando, mas en ese momento, era mejor dejarlo solo. De todas formas, me preocupaba demasiado su bienestar.
Decidí buscar a alguien que me socorriera. Y ese alguien, en la mayoría de los casos, era mi mejor amigo.
—¿Tomy?
—Sí, Andy. Soy yo.
—¿Cómo andas, amigo?
—Preocupado, ¿y tú?
—Bien. ¿Por qué la preocupación?
—Porque acabo de ver a Bill llorando. Y encima, está enojado conmigo, por lo que no me quiere contar nada.
—Uh, ¿y tú no tienes idea de qué le pudo pasar?
—No, no tengo noción de ello.
—Qué mal. Y dime, ¿por qué está enojado contigo?
—Ayer no fui al ensayo.
—¿Por qué? ¡Ah! ¡Cierto que tenías la cita con la chica! ¿Y por eso faltaste?
—Digamos que sí.
—¡Cuéntame cómo te ha ido!
—Bien —mentí.
—Pero, ¿estuviste con ella? Tú sabes…
—No, Andy. No tuve relaciones con ella.
—¿Cómo que no? ¿No pasaste la noche con ella?
—Sí, pero no pasó nada.
—Esto sí que suena raro.
—Bueno, Andy. Nos fuimos por las ramas. Te quería preguntar si me ayudarías.
—¿En qué?
—¿Me harías el favor de preguntarle a Bill qué le pasa?
—Bueno, está bien.
—Gracias, amigo.
—De nada, Tom. Además, a mí también me preocupa Bill. Te dejo, amigo, así hablo con tu hermano.
—Dale, Andy. Luego hablamos —le dije y corté el teléfono.
Estaba ansioso por saber qué le pasaba a mi gemelo. Como ya dije, era mi deber ayudarlo.


Capítulo XI: “Contra las amenazas”

Andreas marcó el número de celular de Bill.
—Hola, Andy.
—Hola, Bill. ¿Cómo andas?
—Bien —mintió— ¿Tú?
—Bien. ¿Seguro que tú estás bien? No me mientas, Bill. Mira que te conozco.
Mi hermano se quedó absolutamente sorprendido. ¿Cómo sabía Andreas que estaba mal? Bill no le había dado indicios de que no estuviera bien.
—¿Qué? ¿Por qué no estaría bien?
—No lo sé. Dime tú.
—Estoy perfectamente bien, Andy. No sé por qué piensas lo contrario —mintió nuevamente.
—Quizás porque estabas llorando. ¿Qué pasa, Bill? Cuéntame. Para algo soy tu mejor amigo ¿no?
—De seguro te fue Tom con el chisme —rezongó él blanqueando sus ojos—. Perdón, Andy, pero no puedo contarte. Me encantaría poder compartir esto que siento con alguien mas no puedo. Lo siento.
—Está bien, Bill. Respeto tu decisión. De todas formas sabes que me tienes a mí si necesitas algo.
—Claro. Muchas gracias, Andy.
—No tienes por qué agradecer. Sabes que eres como un hermano para mí, Bill, y por eso no quiero que sufras, al igual que tampoco lo quiere Tom.
—Si supiera… —dijo Bill susurrando.
—¿Qué? ¿Dijiste algo?
—Mm, que gracias de nuevo —mintió.
—Ah, de nada. Te adoro, amigo.
—Yo también.
—Bueno, te dejo, Bill. Pero no estés mal ¿eh? ¿Me lo prometes?
—No sé, Andy, porque…
—¿Me lo prometes? —interrumpió.
—Está bien. Te lo prometo.
—Recuerda lo que acabas de prometer.
—Lo haré. Y también haré lo posible por estar bien.
—Así me gusta. Nos vemos, Bill. Suerte y cuídate.
—Tú también, amigo —cortó mi hermano el teléfono.
Andreas inmediatamente me llamó para informarme acerca de lo que Bill le había dicho.
—¿Andy? —respondí ansioso por recibir la información que quería.
—Ya hablé con Bill.
—¿Y qué pasó? ¿Qué te dijo?
—Nada.
—¿Cómo que nada?
—No me dijo nada, Tom. Dijo que lo perdonara pero que no me puede contar.
—Algo oculta. Lo sé. Lo presiento. Dios, sobre que no tengo problemas —susurré.
—¿Qué cosa?
—Nada, nada.
En la línea de comunicación telefónica se escuchó un sonido. Era señal de que me estaba llamando alguien más.
—Andy, me está entrando otra llamada. Te dejo, después te llamo.
—Bueno. Si es tu chica dile que me presente a alguna amiga.
—Muy chistoso.
Atendí la otra llamada y tal como lo había predicho Andreas, era mi chica, la futura madre de mi hijo/a o hijos/as y la mujer con la cual debía compartir una vida, quisiera o no.
—Hola… —respondí.
—Hola, Tomy. ¿Todo bien?
—Sí, ¿tú?
—Y…acá andamos, como se puede. Te llamaba para decirte algo.
¿Otra mala noticia?, pensé.
—Dime.
—No quiero esperar más. Debemos decirle lo nuestro a mis padres.
—¿Qué nuestro?
—Lo de nuestro hijo.
—¿Tan pronto?
—Sí. Sino después será peor.
—Pero, Mel, me parece que es demasiada apresurada la decisión. Apenas han pasado dos días desde que te hiciste el test. ¿No quieres que vayamos al médico y que te hagan un análisis de sangre?
—Sería lo mismo. Les decimos a mis padres y luego vemos en qué nos pueden ayudar.
—¿Tú crees que les quedarán ganas de ayudarnos?
—Sí, ¿por qué no?
—Quizás porque tienes dieciséis años, porque nunca planeamos concebir un niño, es decir, estás embarazada por error y porque, encima, fue mientras estábamos borrachos.
—Bueno, Tom. Pero después de este error quiero hacer las cosas lo mejor que pueda —contestó la rubia enojada.
—Está bien. Sólo empeorará las cosas esto —susurré—.  Diles la verdad a tus padres —contesté sin otra escapatoria.
—¿Diles? ¿Acaso no piensas venir? Eres tú quien debes decirles la verdad.
—¿Yo? ¿Acaso bromeas? En todo caso ambos metimos la pata. De cualquier forma, son tus padres y ya demasiado tengo con el deber de decirle a mi familia la verdad, como para encargarme de la tuya. Tú eres quien debes decirles.
—Está bien. Les diré que aborté a un niño porque su padre no quiso dar la cara.
—¿Me estás amenazando? —pregunté sorprendido.
—Tómalo como quieras. Te espero hoy acá a las ocho de la noche, sino quieres que aborte al crío —amenazó Melany para después cortar el teléfono.
Definitivamente, ella me estaba amenazando. Era indescriptible la impotencia que sentía. ¿Qué se pensaba Melany? ¿Que nuestro hijo era un juguete? ¿Que podía amenazarme con él y decir de un segundo para el otro: lo voy a abortar? Yo podría ser inmaduro y todo lo que pudiera parecerse a ese adjetivo, pero si había alguien que era súper inmadura, esa era Melany. No debía permitir que esa malcriada le hiciera daño a la criatura. Mas ¿qué podía hacer? Nada. Lo único que la haría conformar sería ir a ver a sus padres y decirles la verdad, ir yo mismo a dar la cara.
No lo podía creer, ¿alguien como yo haciendo lo que una mujer decía? Ya me parezco a Geo, pensé.
Me recosté en la cama, no daba más. Eso me pasaba por tener sexo con cualquiera, como había dicho Bill. Pese a todas las cosas que Melany me había dicho con respecto a la confirmación del embarazo, había una idea que no se me borraba de la mente: ¿y si ella estaba fingiendo estar embarazada? No era por presumir, pero cualquiera desearía tener un hijo con una estrella. Quizás ese era un deseo de Melany y, al ver que tenía la oportunidad, no dejó que esta se le fuera de las manos.
Me hubiese encantado contar con alguien en ese momento, sin embargo, no podía decirle a nadie lo que me pasaba. Si le contaba a Andreas, este le contaría a Bill, si le contaba a Bill, me mataba; si le contaba a Georg, este me mataba también, y Gustav lo haría junto con él.


Capítulo XII: “Una noticia escalofriante”

[ https://www.youtube.com/watch?v=72eQ0RBiZQI ]

 

Me cansé de pensar y me dormí.
—Tom Kaulitz… —escuché una voz entre dormido.
  Logré abrir mis ojos y vi que era Bill quien me hablaba.
—¿Qué pasa? —pregunté aún un poco dormido.
—¿Se puede saber por qué estás durmiendo? Se ve que anoche no dormiste nada ¿verdad? Claro, si estabas con tu nueva novia —rezongó Bill.
—No me fastidies, Bill. No tengo sueño.
—¿Y entonces por qué duermes?
—Tú no me cuentas qué te pasa, yo no te cuento por qué estoy mal —dije sin miedo a tener que contarle la verdad a mi hermano, ya que sabía que no me contaría lo que le pasaba a él.
—Bien, pues sufre tú solito, porque yo no te pienso contar nada. Levántate que mamá quiere que vayamos a cenar con ella.
Otra vez sucedía. Otra vez estaba en problemas. Mamá y Bill se enojarían si no iba a cenar con ellos y Gordon, pero tenía que ir a la casa de Melany sino me olvidaba de mi hijo/a para siempre.
—¿Justo esta noche tiene que ser?
—Sí. Dime, ¿qué tienes que hacer ahora?
—Pues, ya había arreglado para…
—Tom, ¿sabes qué? No quiero saber nada más acerca de tu relación con esa. Cambias todo por ella, incluso la banda y hasta tu familia —interrumpió Bill mi excusa.
—Sí voy a ir, Bill. Más tarde pero voy. ¿A qué hora quiere mamá que vayamos?
—A las nueve —dijo mi hermano enojado.
—Dile que iré a las diez sí o sí.
—No me hagas decirle a mamá cosas que no vas a hacer.
—Voy a ir, Bill. Créeme.
—Tú no vas y yo que tú no vuelvo a casa jamás. 
—Está bien. Sí iré. ¿Qué hora es?
—Las siete —contestó mi gemelo retirándose de mi habitación.
Me metí a bañarme para ahorrar tiempo. Cuando salí, mi celular estaba sonando. Era Melany. Me dolía la cabeza con sólo pensar en sus amenazas, y eso que ni siquiera había hablado con ella.
—Hola —atendí sin ganas.
—Hola, Tom. ¿Pensaste lo que vas a hacer?
—Sí.
—Supongo que vendrás.
—Iré.
—Bien. Así me gusta. A las ocho acá.
—Estaré allí —respondí y luego corté el teléfono.
No tenía ganas de hablar con ella, demasiado tenía ya con verla dentro de unos minutos. Me cambié y ya estaba listo para ir a su casa. Bajé las escaleras y allí estaba Bill.
—Voy a ver a mi chica. Te prometo que iré a casa de mamá.
—Más te vale.
—Adiós.
Mi hermano cerró la puerta con todas sus fuerzas. Sin exagerar, creo que el portazo se había escuchado hasta casa de mamá. No sé qué le pasa ahora, pensé. Todo era motivo de discusión. Encima que ya tenía suficientes dolores de cabeza, Bill me aumentaba más aún esos dolores.
Subí a mi Cadillac y llegué a casa de Melany. Toqué el timbre y salió. Nos quedamos afuera discutiendo.
—Al fin —rezongó ella.
—¿Eh? Si son las ocho y un minuto.
—Igual. Llegas tarde por un minuto.
—Muy graciosa. ¿Están tus padres?
—No. Llegan a las nueve.
—¿¡A las nueve!? Lamento informarte que yo me voy a las diez.
—¿Es una broma? Tú te quedas a dormir.
—¿A dormir? Ja, ja. Me parece que eres tú la que hace bromas. Dame alguna razón por la cual debo quedarme.
—Eres el padre de este crío que llevo adentro. Ahora engordaré como vaca culpa tuya.
—Ah, bueno. Lo único que falta es que yo ahora tenga la culpa de todo.
—Sí, eres el culpable de todo.
—Chicos, sonrían —se oyó una voz desconocida.
—¿Qué? —alcancé a decir para mirar hacia el lugar de donde venía la voz.
Terminé de girar y el flash de una cámara me dejó prácticamente ciego. Creo que a Melany le pasó exactamente lo mismo.
Cuando pude ver con claridad, ya no había nadie en la calle ni en la vereda.
—No, no —me quejé moviendo la cabeza—. Lo último que me faltaba eran los paparazzi. Ahora inventarán cosas sobre nosotros. ¡Dios! —rezongué.
—Mejor. Seremos como novios. ¡Ay, no veo las horas que me crezca la panza así saben que tendremos un hijo! —gritó.
—Cállate y deja de gritar. Te importa más la fama que tu propio hijo.
—No te hagas, ¿me vas a decir a ti no te gusta?
—¿Qué cosa? ¿La fama? Claro que me gusta, pero no cambiaría un hijo por ella.
—Vamos, no te hagas el humilde.
—No me estoy haciendo nada, Melany. Y mejor entremos que llego a ver a alguien más con una cámara y me muero.
Entramos a la casa. Nos fuimos para su habitación y hablamos hasta que vinieron sus padres. Bajamos y saludé amablemente. La madre de Melany era rubia, al igual que ella, y tenía los mismos ojos. El padre, en cambio, era morocho y fortachón. Su actitud me aterraba un poco.
Melany me presentó como un amigo y como el guitarrista de Tokio Hotel. Nos sentamos los cuatro en la mesa a comer hasta que llegó el momento de decir la verdad. Parecían personas buenas sus padres, sin embargo, su hija no lo era. Me pegó un codazo para que comenzara a hablar del tema del embarazo.
—Yo vine a aquí a hablar con ustedes —expliqué más nervioso que nunca.
Las manos me temblaban.
—Ah, ¿sí? —preguntó Rosalie, la madre de Melany.
—Sí.
—¿Y de qué quieres hablar con nosotros? —preguntó el padre en un tono que hizo que mi cuerpo se paralizara por completo.
—¿Recuerdan la noche en que Melany salió a una fiesta de cumpleaños?
—Al cumpleaños de Christina —añadió Melany.
—Sí, sí —contestaron los padres al unísono.
—Cometimos un error…
—¿Qué error? —preguntó Rosalie.
—Dos errores en realidad —añadió nuevamente Melany.
—El primer error fue emborracharnos.
—Pero está bien, a ese error lo puede cometer cualquiera —contestó el padre de Melany amorosamente.
—El problema es el segundo error.
—Melany…está embarazada —tartamudeé, sin poder creer lo que estaba diciendo ni a quién se lo decía.


Capítulo XIII: “Mi extensa lista de problemas”

[ https://www.youtube.com/watch?v=86_bnWlFzYo ]

—Es una broma, ¿no? —preguntó el padre de Melany que había dejado de sonreír para ponerse serio.
—Dime, hija, que lo que acaba de decir este chico no es cierto —pidió Rosalie.
—Lamento decirles que es verdad —contestó Melany, agachando la cabeza al igual que yo.
—¡¿Y quieres que te aplauda?! —gritó su padre alteradamente.
—Tranquilo, Robert —dijo la esposa para calmarlo.
—No. ¡Tranquilo las pelotas! ¡Esta mocosa malcriada no se va a salir con la suya!
Robert se levantó de donde estaba sentado, se dirigió hacia Melany y le pegó una cachetada.
—¡Robert! —exclamó la madre a punto del llanto.
No podía creer que el padre fuera así de brutal. Había sido un error el tener sexo sin protección, pero somos humanos y cualquiera se equivoca. Nada se solucionaría con pegarle a la hija, y creo que el tema del apaño de ella menos se solucionaría con esa cachetada.
Yo no sabía qué hacer. Por un lado, no me convenía quedarme, este era un tema de familia; sin embargo, por otro lado, temía que Melany se enojara si me iba y más todavía lo haría si me iba para escapar de que me retaran a mí.
Está de más decir que Melany se largó a llorar inconsolablemente. Hubiera querido abrazarla, mas no era ni el momento ni el lugar.
—Vamos para mi habitación, Tom —dijo ella cuando logró calmarse un poco.
—¡Tú no te vas ningún lado! ¡Te quedas aquí hasta que yo te diga! ¡Y tú también! —protestó el padre provocando una serie de escalofríos en mí.
Estaba a punto de sentarme, cuando de repente, vino el padre de Melany y me pegó una trompada.
—¡A ver si aprendes a cuidar a las mujeres! ¡¿Tú padre no te enseñó a usar protección?! —me preguntó Robert sacado de sí.
Le devolví la trompada pero fue en vano. Al parecer, no le dolió ni siquiera un poco.
—No tengo padre —contesté como si eso pudiese hacer entrar en razón al hombre.
—Con razón. Seguro que eres gay. Ja, ja. Y me puedes explicar, ¿por qué te acostaste con mi hija si no te gustan las mujeres?
—¿¡Se puede saber de qué diablos está hablando!? —pregunté completamente confundido.
—Claro, si eres una estrella, es más que obvio que tu sexualidad está cambiada.
En ese momento, no contesté porque si hablaba no iba a parar más de insultar. El padre de Melany se hartó de gritar y se fue del campo de batalla junto con su esposa.
Yo tomé mi abrigo de la silla y estaba a punto de largarme de esa casa de locos, cuando Melany me detuvo.
—Espera, Tomy —pidió llorando—. Quédate por favor, quédate esta noche conmigo.
—Pero, Melany, no puedo…Debo irme a cenar con mi familia…
—Por favor, Tomy. Te lo pido como la madre de tu hijo… Por favor… —insistió.
—Pero…Me matarán…
—Por favor…
—Está bien —respondí sin siquiera pensar en las consecuencias que me traería esa respuesta.
Así fue como me quedé por segunda vez a dormir en su casa. Cuando nos acostamos, Melany se durmió en mi pecho llorando. Yo no podía dormir debido a dos razones: me dolía la cara del golpe del padre de Melany y me quedé pensando en mi familia. Bill me mataría y no me perdonaría más. Mamá estaría ofendida y mal porque no fui y seguramente, mi gemelo le diría la verdad: que me fui con una chica. También por eso se pondría mal mamá, porque no le conté que ella tenía nuera. O algo así. Gordon se pondría mal porque mamá estaría mal y todo sería una cadena de “enojémonos con Tom”.
Y hablando de personas enojadas, Robert sería quien se enojaría aun más conmigo porque yo estaba en su casa, acostado con su hija. Quizás existía la posibilidad de que no saliera vivo de allí. De todas formas, lo que me preocupaba más era el embarazo de Melany. Primero que nada, debía corroborar que fuera cierto, así que a la mañana siguiente le pediría un análisis, cuando ya todo se hubiese calmado.
Aún seguía pensando, cuando de pronto vi que mi celular comenzó a sonar. Lo tenía en silencio, pero me di cuenta de que sonaba ya que encendió su luz. Era Bill. Por un momento pensé en atender,  mas ¿qué le diría? Seguramente llamaba para preguntarme por qué no había ido a la casa de mamá. Y no tenía ganas de responder, así que lo dejé sonando.
Esa noche me dormí después de tres horas de haber estado pensando.
A la mañana siguiente, me despertó Melany.
—Tomy…Levanta...Mis padres se han ido, aprovecha si te quieres ir.
Rezongué un rato y, finalmente, me levanté.
—¡Ah! —gritó Melany, tapándose la boca como si hubiera visto algo realmente horroroso.
—¿Qué pasó? —pregunté sorprendido.
—Pe…Perdón, Tom —tartamudeó ella comenzando a llorar.
—¿Qué pasa, Mel? —cuestioné asustado.
—Es todo mi culpa. Perdón. Perdóname.
—Dime qué pasa, me preocupas.
—Mírate al espejo —dijo señalando el mismo.
Me dirigí hacia donde estaba el espejo y me miré. Tenía el ojo morado y la cara hinchada. No podía creerlo. ¿Qué les diría a Bill y a mamá cuando me vieran el ojo así? Apuesto a que Bill diría que fui a otro lado, no a ver a mi chica. O ni siquiera se molestaría en preguntar qué me había pasado, ya que estaría más que enojado conmigo.
También eso me traería problemas con los medios. ¿Qué les diría que me pasó? ¿Qué historia debía inventar? No lo sabía. Sólo sabía que más problemas aún se agregaban a mi lista.
—No te hagas problema, Melany. Qué le hace una mancha más al tigre.
—¿Qué quieres decir?
—Que un problema más en mi vida no me hace nada.
—Perdóname, en serio. Todo es mi culpa.
—No tienes la culpa tú, Mel. Las cosas se dieron así. Sólo necesito pedirte algo.
—Dime, Tomy. Lo que quieras.
—Necesito que esta tarde vayamos al médico. Tú y yo. Debo comprobar que de veras estás embarazada.
—¿No me crees?
—No es por eso. Es porque…ya sabes, los test y todo eso…pueden fallar. Es sólo para corroborar. No perdemos nada ¿no?
—No. Está bien, Tomy. Lo haremos. Te pasaré a buscar hoy por tu casa. ¿A qué hora te parece?
—No sé. Saca turno y me avisas ¿sí?
—Listo.
—Yo me voy, Mel. Nos vemos —la quise besar en la mejilla, pero me dio vuelta la cara y me besó en los labios. 
Me fui callado, no dije nada. Ni yo sabía qué pensar acerca de ese beso. Me dirigí hacia casa, ya rendido, esperando los retos de Bill. Y me retaría con toda la razón del mundo, yo tenía la culpa de no saber decir que no a una mujer; de hacerle caso a mis necesidades particulares y de no pensar jamás en mi hermano. De todas formas, eso nunca había sido tan así, siempre me había interesado Bill y lo que le pasaba. Era mi gemelo y no lo cambiaría por nada ni por nadie.

Capítulo XIV: “Cadena de mentiras”

Mientras iba caminando, intentaba taparme el ojo morado. Si me veía algún paparazzi, sería noticia para un escándalo. Gracias a Dios, al parecer, nadie me tomó ninguna foto en el camino a casa.
Llegué allí. Golpeé la puerta con miedo. Salió Bill.
—¿Hola? —dije en tono de pregunta.
Ninguna respuesta recibí por parte de mi hermano. Pensé que me pegaría o me revolearía cosas; pero no lo hizo. Simplemente me miró un poco sorprendido al ver mi cara, pero luego se fue de la puerta sin decir palabra alguna. No hacía falta ser mago, sólo bastaba con conocer un poco a Bill para saber que estaba enojado. Y que no me hablaría por un buen rato.
Respiré profundo y entré a casa. Me fui para mi habitación y me quedé pensando en que, seguramente, mamá esperaría que la llamara para pedirle perdón. Y así lo iba a hacer. Marqué su número y atendió.
—¿Hola?
—Hola, mamá. Soy Tom.
—Ah, te acuerdas de mí. Yo creía que ni te acordabas que existo.
—Ay, mamá. No seas exagerada. Sólo una vez falté a tus cenas familiares.
—Pero sabes lo sagradas que son.
—Perdóname. No quise…
—Está bien. Al menos te hubieras molestado en contarme que tienes novia.
—No es así, mamá. No tengo novia. Solamente conocí a una chica…
—Pronto será tu novia. Y ni siquiera me la has presentado.
—Pero, mamá, no sé si será fijo esto…
—Tú me la tienes que presentar igual.
—Está bien. ¿Me perdonas por no ir ayer?
—Sí, sí. Mas que no vuelva a pasar.
—OK. No volverá a suceder.
—Mañana pregúntale a tu chica si quiere venir a cenar y la presentas a la familia.
—¡No! —grité sin pensarlo.
Si Bill la conocía, comenzarían los problemas.
—¿Por qué no?
—Es que…trabaja todos los días ella.
—Bueno, arreglamos para que venga cuando pueda ¿sí?
—Está bien —mentí.
Jamás la verán, pensé. Sólo cuando fuera el momento eso ocurriría.
—Hijo, te dejo. Tengo que ir a hacer las compras para el almuerzo.
—Bueno, mamá. Te amo. Nos vemos.
—Te amo también, hijo. Nos vemos. Mándale saludos a tu hermano —cortó el teléfono.
Tenía una excusa para hablar con Bill. Me dirigí hacia su habitación. Golpeé la puerta de la misma.
—¿Quién es? —preguntó mi hermano.
—Yo, Tom.
—No pases.
—¿Por qué? —pregunté sorprendido.
—Porque no tengo ganas de verte ni de hablar contigo.
—Perdóname nuevamente, hermano. Por favor.
Lentamente vi que la puerta se abría. Salió Bill.
—A mí, ya me hartaste. ¿Crees que cada macana que te echas la tengo que perdonar? Tú, no me hables más —dijo tocando mi pecho con su dedo para señalarme—. Y si crees que te voy a preguntar qué te pasó en la cara, no lo voy a hacer —se atajó Bill.
—Sólo venía a decirte que mamá te mandaba saludos. Nada más —expliqué ofendido.
—¡¿Y acaso no le dijiste lo que te pasó?! —gritó, ya que yo me estaba yendo para mi cuarto.
—¡No! ¡Espero que no seas buchón!
Cerré la puerta de mi cuarto con todas mis fuerzas.
A Bill le importaba lo que me había pasado. Sólo que no quería preguntarme a mí porque estaba enojado. Y cuando se hablaba de rencorosos, mi gemelo era el primero en levantar la mano.
Decidió llamar a Andreas para saber qué me había pasado. Igual, eso era en vano porque mi mejor amigo no sabía nada del tema.
—¿Hola?
—Hola, Andy. Soy Bill.
—Ah, ¡hola, amigo! ¿Cómo andas?
—Un poco preocupado, ¿tú?
—Bien. ¿Qué le pasó a Tom ahora? —preguntó Andreas, ya sabiendo que siempre que mi hermano estaba preocupado, era por mí.
—Tiene un ojo morado. No sé con quién se habrá peleado. Necesito que me averigües.
—No puede ser. ¿Está completamente loco tu hermano?
—No lo sé. ¿Me podrías hacer ese favor, Andy?
—Sí, claro, Bill. Pero ¿tú por qué no le preguntaste?
—Porque estoy enojado con él.
—Bueno hoy voy a tu casa y me cuentas. Aparte necesito ver a Tom en persona, así no sospecha que me preguntaste tú lo del ojo morado —excusó Andreas.
—OK. ¿Cómo a qué hora vienes?
—Como a las cinco ¿sí?
—Listo. Te espero.
Melany me llamó para avisarme si venía a buscarme con el objeto de hacerse los análisis. Me dijo que vendría a las seis ya que había sacado turno por teléfono.
Me pasé la tarde practicando con la guitarra. Cuando terminé de practicar, sonó el timbre de casa. Bill salió de su habitación para ver quién era y yo también lo hice.
Ambos nos miramos con cara de enojados; aún seguíamos enfadados.
—¿Es para ti? —pregunté en tono desafiante.
—Sí, ¿algún problema?
—No, sólo quería saber —dije bajando las escaleras rápido, no quería que Bill viera a Melany, si es que era ella quien venía.
—No es para ti, no sé por qué vas tan rápido. ¿Tienes miedo de algo?
Bill salía beneficiado si yo abría la puerta, ya que Andreas me vería el ojo morado e inmediatamente me preguntaría qué me había pasado. Yo, por el contrario, no quería que Bill descubriera quién era la chica con la cual “estaba teniendo algo”.
Mi hermano me dejó ir rápido hasta la puerta a propósito, pero disimuladamente, por supuesto.
Abrí la puerta y me sentí un poco aliviado cuando vi a Andreas allí.
—Hola, Tomy —saludó.
—Hola, Andy.
—Te ves realmente espantoso. ¿Qué le pasó a tu cara?
Lo miré como diciendo que no podía hablar porque Bill estaba ahí, al lado de ambos. Afortunadamente, mi mejor amigo se dio cuenta de la seña que le había realizado a través de la mirada. Nos conocíamos demasiado. Mi hermano no se dio cuenta, sólo a él le importaba mi respuesta.
—Nada. No puedo contarte, Andy —mentí tan sólo por la presencia de Bill.
—¿No puedes contarle o no puedes contarle ahora? —preguntó mi hermano sospechando todo.
—No puedo contarle —mentí nuevamente.
—Ah, pensé que no podías contarle ahora porque estaba yo. Pasa, Andy —respondió Bill.
Andy entró a casa y se fueron con Bill para su habitación. Me dijeron que tenían que hablar. No sabía de qué, por lo que no se me ocurrió mejor idea que la de escuchar por detrás de la puerta lo que hablaban. 

Capítulo XV: “Desilusión”

https://www.youtube.com/watch?v=Oc—AaPuLvLI

—Cuéntame, Bill. ¿Por qué se pelearon con Tom?
—Porque ayer tenía que ir a casa de mamá y no fue…Sólo por salir con una chica.
—¿Y tú que tienes que ver? En todo caso quien se tendría que haber enojado sería tu mamá. Aparte, tú sabes como es tu hermano. Con tal de pasarla bien con una chica, es capaz de todo.
Gracias; no me defiendas tanto, amigo, pensé.
—Sí, lo sé. Pero la otra vez faltó al ensayo por eso. Y quién sabe si anoche se fue a ver a la chica, si tiene un ojo morado. ¿Sabes qué me molesta? Que ni siquiera es capaz de contarme nada, sabiendo que yo siempre le conté todo y cada una de las cosas que me pasaban. Lo más importante de mi vida, aparte de él y mi familia, es la banda. Y él la viene a cambiar por una chica.
—Tienes razón. Sin embargo, no te enojes por eso. Creo que a ambos les hace mal estar peleados.
—A él lo único que le importa es su chica.
—No, Bill. Estás equivocado, a él le importas muchísimo. Y lo sabes. Sino no se hubiera preocupado por ti cuando te vio llorando.
—Ah, entonces si había sido él quien te dijo.
—Sí, ¿quién más sino?
—No sé. De todas formas, siempre termina prometiendo que va a ir a algún lado y nunca va.
—Déjalo. Él solo se perjudica. Prométeme que no estarás preocupado ni por él, ni por su ojo morado.
—Está bien. Gracias por todo, amigo —abrazó a Andreas.
—De nada. Luego cuando Tom me diga que le pasó en su ojo te cuento —le explicó en secreto a Bill—. Ya que aquí, las paredes pueden estar escuchando.
Seguramente Andreas sospechó que yo iba a estar escuchando la conversación. Escuché todo menos esa última frase que mi mejor amigo susurró.
Me fui rápido para mi habitación por las dudas que ya salieran del cuarto. Y así sucedió. Andreas se dirigió hacia mi pieza y golpeó.
—Pasa, Andy.
Entró y se sentó al lado mío.
—Ay, amigo, amigo. ¿En qué lío te metiste ahora?
—En ninguno. Te voy a contar la verdad, Andy. ¿Recuerdas que me fui a encontrar con la rubia de Bill?
—Sí.
—Ella no quería verme. Lo que quería, en realidad, era decirme algo.
—¿A ti? ¿Qué cosa te quería decir?
—Que la noche de la fiesta tuvimos relaciones.
—¿Y eso qué tiene de malo?
—Que está embarazada —respondí directamente con la verdad.
—Dime que no es cierto —tartamudeó Andreas pálido de la sorpresa.
—Sí, Andy. Lamentablemente, es cierto.
—Tom…Me imagino cómo debes estar…
El rubio me abrazó haciendo una pequeña mueca de felicidad.
—Me siento deprimido, Andy. Todas las esperanzas de formar una vida y de seguir disfrutando la soltería se han ido.
—No te puedo imaginar a ti casado o con alguien en pareja.
—Ni sueñes que me voy a casar. Solamente cuidaré de mi hijo como debo hacerlo. Nadie me va a obligar a casarme, mucho menos me casaré con Melany. No sabes lo mala persona que es.
—¿Por qué lo dices?
—Me amenazó con abortar al bebé si, ayer, no iba a su casa.
—¿Está completamente loca? ¿Y para qué quería que fueras a su casa?
—Para decirle a sus padres lo del bebé…Quería que yo les dijera la verdad. Y tuve que hacerlo, sino abortaba…
—No puedo creerlo. Esto es horrible.
—Y cuando dije la verdad, el padre me pegó una trompada. A Melany también le pegó.
—¡No! ¡Esto es el colmo! ¿Y no los denunciarás? ¿Ahora como saldrás para los conciertos sin que se te vea el rostro?
—No lo sé. Mas no gano nada con denunciarlo. Sólo arruinarle aún más la vida a Melany.
—Puede ser…Pero tan sólo mira tu cara, Tom…
—Encima, ya me sacaron una foto con Melany. Espero que no la publiquen en ningún lado que Bill la vea, sino se me armará más lío aún.
—Sí, eso es verdad.
—Ahora a las seis vendrá ella para ir al médico. Le pedí que se hiciera análisis para corroborar lo del embarazo. Imagínate si está fingiendo. Me moriría.
—Sí, estás haciendo lo correcto.
—Gracias por escucharme, Andy. Te juro que necesitaba contarle esto a alguien. Nadie sabe esto más que tú.
—Gracias a ti por confiar en mí.
—Como no confiar en mi hermano de toda la vida.
—¿No quieres que te acompañe al médico con la chica?
—No, no. Gracias pero creo que ella se enojaría si sabe alguien ajeno al tema.
—Está bien, no hay problema. Yo me voy, amigo.
—OK.
—Sólo vine a hacer de psicólogo de mis mejores amigos.
—Muy gracioso.
Andreas se fue. Unos segundos después, sonó el timbre. Corrí a atender, no quería que Bill viera a Melany. Gracias a Dios, mi hermano se estaba bañando, por lo que ni siquiera escuchó que venía alguien. Le grité desde afuera del baño que me iba, supuse que había escuchado, aunque no me contestó.
Bajé, saludé a Melany y ambos nos subimos en el Cadillac. Ya en el médico, le sacaron sangre y nos dijeron que los resultados estarían para dentro de dos días. No sé si aguantaría tanto para saber la verdad. Era demasiado tiempo. En dos días, podía suceder cualquier cosa.
Melany me comentó que en su casa no se volvió a hablar del tema del embarazo. Seguramente, los padres harían de cuenta que jamás ella les mencionó nada del tema. No sé si eso era bueno o malo. Por el momento, preferí no pensar en ello.
Bill aprovechó mi ausencia en casa para ir a ver a Andreas y que este le contara la verdad sobre mí.
Andreas comenzó…
—Bill, es algo grave lo que le pasa a Tom. Te pido por lo que más quieras que no vayas a abrir la boca. Seguro no lo harás, confío en ti y por eso te cuento.
—Claro que no contaré nada, Andy. Pero, cuéntame que me preocupas.
—Tom se acostó con una chica en la fiesta de la amiga de Georg.
—¿Y eso qué tiene de malo? Siempre lo hace.
—Que ambos se acostaron cuando estaban borrachos.
—Reitero, ¿eso qué tiene de malo?
—Que la chica está embarazada.
Bill quedó en estado de shock. No podía creer que fuera a ser tío, que yo me hubiera descuidado tanto como para tener relaciones sin protección a pesar de que hubiese estado borracho. Mi gemelo no pudo evitar que algunas lágrimas se deslizaran por sus mejillas.

Capítulo XVI: “No es tan sólo mi hermano”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=h4wTALlepqU ]

—Bill, ¿por qué lloras así? —preguntó Andy sorprendido y preocupado.
—De alegría lloro. ¡No puedo creer que vaya a ser tío! —gritó Bill con una sonrisa fingida.
—Por favor, Bill. No tengo dos años como para creerme ese cuento. ¿Qué te pasa? Dime la verdad porque sé cuando mientes —dijo Andreas enojado.
—Andy, es sólo que…Tú no sabes…
Bill abrazó a nuestro mejor amigo llorando inconsolablemente.
—Ay, Bill. Sí que sé. Te conozco. Estás celoso por Tom ¿verdad? No quieres que él tenga novia, ni una familia, ni mucho menos un hijo.
—¿Tú cómo…?
—Se nota, Bill. Se nota que no lo amas solamente como a tu hermano. Como lo miras, como lo observas cuando te habla, tus ojos no son los mismos cuando lo miras a él que cuando miras a otra persona. Seguramente cuando lo abrazas, es como si quisieras tenerlo siempre así de cerca.
—Lo amo, Andy. Y eso está mal, mal, muy mal…Ahora él va a ser padre y nunca podré decirle lo que siento. Ni me digas que no me ama, Andy, porque lo sé. Es mi hermano y todo esto es una locura. Ni siquiera yo sé como pude llegar a estar enamorado de él.
—No sé, Bill. Tom nunca me dijo nada. Perdóname por lo que te voy a decir, Bill, pero me parece que lo mejor va a ser que lo olvides. No te hace nada bien amarlo.
—No tienes por qué disculparte, Andy. Lo que acabas de decir es exactamente lo que quiero hacer. Sin embargo, espero que entiendas que no es para nada fácil olvidarse de la persona que más amas en el mundo. Además, la noticia que me acabas de contar no era algo que yo esperaba.
—Me imagino, Bill.
—Las palabras que dijiste, Andy, suenan como si te hubieras enamorado alguna vez. Tú nunca me contaste que amabas a alguien. ¿Lo hiciste?
Andreas se quedó pensativo sin saber qué responder.
—No, jamás me enamoré —mintió nervioso.
—Vamos, amigo. Yo también te conozco y sé que es imposible que alguien tan enamoradizo como lo eres tú, no se enamore.
—En serio lo digo, Bill —dijo el rubio con un tono que terminó por convencer a mi hermano.
—Está bien. Te creo, Andy.
—Gracias.
—No tienes por qué agradecer. Gracias a ti.
—¿Por qué?
—Porque sé que vas a guardar un secreto tan grande como el que te acabo de contar.
—De nada. Yo te conté lo de Tom ya que pensé que no afectaría en tu vida, pero me equivoqué. De todas formas, sabes que no soy de contar secretos, ni mucho menos secretos tan grandes como el tuyo.
—Lo sé. Y por eso te lo cuento.
Un ruido interrumpió la conversación. El teléfono celular de Bill estaba sonando. Era mamá y quería saber si yo estaba en casa. Mi hermano le contestó que no, que seguramente me había ido con mi chica.
Nuestra madre quería invitarnos a ambos a su casa. Rezongó un buen rato porque yo no había presentado aún a la chica. Finalmente, Bill decidió quedarse a dormir en casa de mamá como en los viejos tiempos y, de paso, evitaba verme. Mi gemelo sabía que si me veía, no podría aguantar las ganas insultarme por lo del embarazo de Melany. Más allá de que yo tuviera la culpa o no.
—Andy, me voy a casa de mamá y de paso me quedaré a dormir.
—Tú nunca te quieres quedar a dormir allí —dijo el rubio sorprendido.
—Pero ahora lo haré.
—Por Tom ¿no?
—Sí, no quiero verlo.
—Entiendo. Lo único que te pido es que intentes actuar como si no supieras lo del embarazo. Tom jamás volverá a confiar en mí si sabe que te conté.
—Sí, lo sé. No te preocupes, Andy. De todas formas, yo ya estoy enojado con él.
—Bueno. Nos vemos, amigo. Pero, espera, Billy.
—¿Qué pasa?
—¿No se te olvida preguntar algo antes de irte? —dijo Andy con cara de sospechoso.
—Sí, cierto. Casi lo olvido. ¿Por qué tiene la cara morada Tom?
—La chica está media loca. Quiso que tu hermano le contara a los padres de ella lo del embarazo.
—Pero si es ella quien debe hablarlo con ellos. Son sus padres, no los de Tom.
—Sí, lo sé.
—¿Tom le hizo caso? ¿Habló con sus padres?
—Déjame terminar. Ella le dijo a tu gemelo que si no hablaba con sus padres, abortaría.
—Dime que no es cierto. ¿¡Está completamente desquiciada o qué!?
—Más que desquiciada. ¿Cómo puede jugar con eso?
—No lo sé. Continúa porque sino voy y la mato.
—Y a Tom no le quedó más remedio que contarle a sus padres. El padre de ella fue quien le pegó una trompada a tu hermano, y a su hija también.
—¡Ah, no! ¡A mí me da un paro! Ya mismo Tom tiene que denunciarlo, ¿qué espera?
—No sé. Dice que no quiere.
—Yo que tú mataría a Tom. ¡¿Cómo no lo va a denunciar?! ¡No entiendo!
Bill se quedó un momento pensativo.
—Andy…
—Dime, Bill.
—¿No será por todo lo que le pasó a Tom por lo que faltó al ensayo y a la casa de mamá?
—Quizás sea por eso.
—Me gustaría hablar con él sobre todo esto. Me gustaría ayudarlo, preguntarle todas mis dudas…Y me hubiese encantado que mi gemelo confiara en mí.
—No te aflijas, Billy. Ya te contará.
—Pero, ¿por qué no me contó nada? Sólo quiero una razón. ¿Tú no lo sabes?
—No, no tengo idea —mintió Andreas.
—Ojalá algún día me cuente. Me voy a casa de mamá.
—Okay, Billy. Nos vemos.
—Nos vemos, amigo.
—Suerte —saludó Andy abrazando a mi gemelo
Bill se fue para la casa de mamá y yo volví a la nuestra. Melany insistió en quedarse a dormir conmigo, pero le dije que no podía porque debía irme a otro lado. Obviamente era mentira, ya que no podía dejar que Bill la viera. Igualmente, mi gemelo ni siquiera estaba en casa, así que lo que hice fue en vano.
A la mañana siguiente, Bill caminó hacia casa. Todas las mañanas, nos dejaban en periódico en la puerta de nuestro hogar, por lo que Bill lo primero que hizo al llegar a allí fue alzarlo.
Entró a casa y dejó el periódico en la mesa. Inmediatamente me levanté para confirmar que era Bill quien había llegado. Me asomé por mi cuarto y mi gemelo estaba sentado allí abajo en la mesa. No lo quise saludar, ya que supuse que aún seguía enojado. Entré a mi cuarto y me acosté nuevamente.
Bill tomó el periódico y vio que, en primera plana, salía una foto mía con Melany que decía de título: “La nueva pareja de Tom Kaulitz”. Luego observó más detenidamente la foto y quedó paralizado cuando vio que era ella, su chica, la chica con la cual se había emborrachado.


Capítulo XVII: “Más líos”

[ https://www.youtube.com/watch?v=sgEupQUoA7c ]

Su primer pensamiento giró en torno a mí, su hermano, su gemelo, quien no fue capaz de decirle la verdad, de decirle que salía con una chica a la cual él había besado. Y, aunque nuestro primer beso también fue con la misma chica, esto era distinto. Aquí yo no le había contado nada, ni mucho menos que ella esperaba un hijo mío.
Luego pensó en Andreas. ¿Cómo podía ser que su mejor amigo no le había dicho la verdad?
Todas las dudas de Bill se borraron en ese instante. Todo cerraba. Yo no le había contado nada porque ella era Melany, la chica de la fiesta que conoció mi hermano esa noche.
Mi gemelo estaba enojado, enfadado y todas las cosas que se le parecían. Subió las escaleras con el diario en mano y abrió la puerta de mi habitación.
Yo estaba acostado, enfocando mi mirada hacia la pared y apenas sentí el ruido de la puerta, miré hacia allí.
Bill revoleó el periódico encima mío. Alcancé a ver la foto y supe que mi gemelo no entró exactamente a mi pieza para pedirme perdón.
Se paró en el marco de la puerta con una cara que provocó en mí  escalofríos.
—Esa es tu novia ¿no? Gracias por contarme, hermanito —agradeció sarcásticamente Bill.
—Bill…p…puedo explicarte —tartamudeé.
—¿Qué cosa me vas a explicar, Tom? Ya sé todo —dijo mi hermano con el objeto de despistarme.
—¿Todo qué? —pregunté algo pálido del miedo.
—Que sales con ella.
—Ah, eso.
—Sí, ¿de qué otra cosa estaría hablando?
—De nada. Déjalo. Estás equivocado, Bill. Yo no salgo con ella.
—Ah, ¿no? ¿Y qué me vas a decir? ¿Que es tu amiga?  Por favor, Tom. Somos grandes.
—Está bien. Como tú digas. Estamos saliendo —mentí para que Bill dejara de fastidiarme.
Mi hermano se fue de mi habitación. Seguramente, la noticia no le había caído para nada bien. No sabía por qué tenía que enfadarse. Y eso que no sabes lo del embarazo, Bill, pensé para mis adentros.
Bill estaba molesto y triste. Ya había confirmado que, según mi palabra, yo salía con Melany.
Habrá pasado un rato, cuando me sonó el teléfono.
—¿Hola?
—¡Tomy! Soy yo Georg.
—¡Hola, amigo! Tanto tiempo.
—Sí, por eso te llamaba. No supe nada de ti desde que faltaste al ensayo. Estás desaparecido.
—Sí, perdón, amigo.
—¿A qué se debe tu desaparición?
—A Melany. La rubia con la cual tuve la cita.
—Ah, sí. La amiga de mi amiga, valga la redundancia. Y ¿estás enamorado?
—No, no, Geo.
—Ja, ja. Es verdad. Tú nunca te enamoras —río Georg.
—Jamás —reí con él.
—Cambiando de tema, la banda está abandonada.
—Sí. Debemos ensayar.
—Pero no faltes, Tom.
—No lo haré.
—Entonces, ¿cuándo nos juntamos?
—¿Esta tarde te parece?
—Dale. Genial. ¿En su casa o en la mía?
—Vénganse para acá —contesté.
—Listo. Entonces nos vemos ahí. Avísale a Bill.
—Pero no me hablo con él.
—Avísale, Tom. ¿Y por qué no se hablan?
—Se enteró que salía con Melany.
—Uh, te metiste en un lío.
—Sí, ni me lo recuerdes.
—Bueno, pero igual, avísale. No creo que te vaya a pegar.
—Eso espero. Está bien, le avisaré.
—OK, Tom. Te dejo, nos vemos.
—Cuídate, Geo. Nos vemos hoy.
Corté el teléfono. Bajé para tomar algo y vi que el teléfono fijo estaba siendo utilizado. Seguramente, Bill estaba hablando por teléfono desde su habitación. Lo primero que se me pasó por la cabeza fue escuchar la conversación. Y como me gustaba hacer lo que se me daba la gana, lo hice. Tomé el teléfono y, al parecer, Bill recién estaba marcando el número de quien iba a llamar.
—¿Hola? —se escuchó la voz de Andy.
—Hola. Soy Bill.
—¡Amigo! ¿Cómo estás?
—Mal, mal. ¿¡Por qué no me dijiste que la chica de Tom era la de la fiesta?! —gritó mi hermano.
—Perdón, Bill. Pero no podía decirte…Iba a ser peor contarte eso…Perdóname, por favor.
—No. Todos me toman el pelo acá. Estoy harto de las mentiras, de las cosas que me ocultan, de los misterios. ¿Acaso nadie puede confiar en mí? ¿Tanto mal les hago? Ya me bastó como para que Tom me ocultara lo del embarazo como para que ahora me ocultes tú las cosas. Confiaba en ti, Andy. Creí que me habías dicho toda la verdad, mas no fue así.
No podía creerlo, no podía creer que Andreas le hubiese contado lo del embarazo a Bill. Y mi hermano no me había dicho nada, seguramente, porque yo me daría cuenta que había sido Andreas quien le había contado. Me quedé boquiabierto. Corté el teléfono. No quería escuchar más.
La conversación siguió.
—Perdóname en serio, Bill. No lo hice para lastimarte, lo que menos quiero es hacerte daño. Lo hice para que no te pusieras mal también por eso…
—Si sabes que no me pondría mal por eso. Pero ahora sí lo estoy. Encima que me entero que el amor de mi vida va a ser padre, me entero que va a ser padre de una chica a la cual besé. Las cosas no podrían estar peor. Gracias por contarme todo, Andy, de verdad lo agradezco, no obstante no me hubieses contado nada, porque para contarme la mitad de las cosas prefiero no saber nada.
—Perdóname, Bill. Por favor…No quiero que te enojes conmigo.
—Lo hubieses pensado antes —cortó el teléfono mi hermano.
Apenas vi que la llamaba había terminado, llamé a Andreas. Debía arreglar algunos asuntos pendientes.
—¿Bill?
—No, Tom.
—Amigo, recién termino de hablar con tu hermano.
—¿Y qué quieres que haga? ¿Que te felicite?
—No hace falta. Ja, ja. Muy gracioso, Tomy —dijo el rubio en un tono burlón.
—No estoy hablando en broma. Así que le contaste todo a Bill…Pues, gracias, Andy. Yo confiaba en ti, mas ahora no lo hago. Me puedes explicar ¿qué necesidad tenías de publicar mi vida?
—¿Y tú cómo sabes? ¿Acabas de escuchar la…?
—Sí, la conversación. ¿Me vas a contestar?
—Primero, no publiqué tu vida, sólo le conté a tu hermano, a tu gemelo, con el cual se supone que compartes todo, la verdad. Y por lo que sabes, Bill jamás te ocultó nada, nunca. Segundo, tienes que aprender a dejar de escuchar las conversaciones ajenas, porque sé muy bien que la otra vez estabas espiando. Tercero, ¿hasta qué parte de la conversación con Bill escuchaste?
—¿Por qué la pregunta?
—Tú sólo dime.
—Escuché hasta que Bill dijo que pensó que le habías dicho toda la verdad. Me vas a decir ¿para qué quieres saber?
—Ah, menos mal —susurró Andreas respirando profundo—. Por nada, sólo quería saber si te perdiste mucho de la conversación.
—Pensé que eras mi mejor amigo. Vete y quédate con Bill nada más. Aunque mi hermano ni siquiera te quiere ver. Consíguete alguien más a quien engañar —dije cortando el teléfono.


Capítulo XVIII: “Un error, lo cambia todo”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=UblpcpsbobE ]

Inmediatamente fui a buscar a Bill. Abrí la puerta de su habitación sin siquiera golpear. Estaba enojado.
—Parece que a los dos nos ha engañado la misma persona —dije apenas Bill me miró.
—¿Qué? ¿De qué hablas?
—De Andreas. A ti te ocultó algo y a mi secreto lo publicó por todos lados.
—¿Cómo sabes tú? —tartamudeó Bill sorprendido.
—Escuché algo de la conversación que tuviste con Andreas por teléfono. Bill…perdón por no contarte. No pienses que no confío en ti. No sabes lo difícil que fue saber que voy a ser padre.
—Me imagino. Si la noticia fue un shock para mí, no me quiero imaginar lo que fue para ti. Soy yo el que debe pedir perdón. Te traté mal sin saber por qué.
—No. Tenías toda la razón. Tendría que haberte explicado todo desde un principio. Cuando falté al ensayo, recién me enteraba de la noticia. No podía ni hablar, te lo juro. Y luego falté a la casa de mamá porque Melany estaba golpeada y yo también. Ambas veces me quedé a dormir en su casa, pero no pasó nada. Créeme.
—Está bien, Tomy. Te creo. Aparte, no necesito explicaciones, es tu vida.
—Pero tú eres la otra mitad de mi vida. Eres mi hermano gemelo y la persona con la que más confianza tengo.
En ese momento, Bill estaba dispuesto a confesarme todo lo que sentía por mí. Más allá de cómo pudiera reaccionar yo.
—Tú también eres la otra mitad de mí. Eres mi…
El sonido del teléfono interrumpió la conversación.
—¿Soy tu qué Billy?
—No, nada. Era una pavada, nada más. Atiende el teléfono.
—OK —dije haciéndole caso a Bill.
—¿Hola?
—Tom…
—Hola. ¿Todo bien? —dije reconociendo la voz de Melany a través del teléfono, pero quise disimularlo.
Me fui de la habitación de Bill para poder hablar mejor.
—Mi vida eres, Tom —susurró mi gemelo para cuando yo no estaba en el cuarto.
Mientras, mi conversación con Melany siguió.
—No. Todo mal, Tom. Está todo cada vez peor. Necesito que nos veamos para contarte algo.
—No puedo hoy. Tengo ensayo con la banda.
—¿Te importa más una miserable banda que lo que me pase?
—Y, sinceramente, sí. Tú no eres nada mío ¿sabes? Que vayas a tener un hijo mío no quiere decir que te ame ni que deba compartir una vida contigo.
—Está bien. De eso exactamente es de lo que te quiero hablar. ¿Mañana me acompañarás a retirar los análisis?
—Sí, ¿a qué hora?
—A la mañana, como a las ocho. Ahí te cuento todo porque se ve que no te interesa nada.
—Sí, como tú digas. Mañana te paso a buscar.
Corté el teléfono y volví para la habitación de Bill.
—Era ella ¿no?
—Sí. Mañana están los resultados de los análisis.
—¿Cómo? ¿Aún no saben si está embarazada o no? —preguntó mi hermano con una leve sonrisa que no alcancé a notar.
—No. O sea, Melany se hizo un test nada más, pero no está cien por ciento corroborado que esté embarazada.
—Ojalá que no lo esté, hermanito. No puedo imaginarte con una familia, ni mucho menos quiero que por ello dejes la banda.
—No, Bill. Yo seguiré en la banda, jamás la dejaré. Dejarla implicaría terminar con mi propia vida.
Si tan sólo hubiera recordado para siempre esas sabias palabras, muchísimas cosas hubiesen salido mejor.
—Bueno, hermano. Sé que la banda es todo tanto para ti como para cada uno de los tres.
—Entonces, ¿todo bien entre nosotros?
—Eso creo.
—Bill, por favor. No te hagas el duro.
—Sí, Tom. Todo bien —me abrazó.
—Ah, me olvidé de decirte, Georg y Gustav vendrán para ensayar hoy.
—No te irás ¿no?
—No, no.
—Entonces si quieres encargamos pizzas.
—Por supuesto, cómo resistirse.
—Ya sé de qué quieres. Jamón y queso ¿verdad?
—Más que acertada la respuesta.
Así pasó el día. Me sentía feliz por haberme reconciliado con Bill. Los chicos vinieron y estuvimos toda la noche comiendo, ensayando y riéndonos. Fue una de las mejores noches de esa semana. Aparte, debía aprovechar los últimos días —o meses— que me quedaban sin hijo.
Esa noche, con suerte, habré dormido dos horas. Nos acostamos tarde. Me levanté medio zombie y me vestí. Le avisé a Bill que iba a buscar los análisis y me dirigí a la casa de Melany.
—Tengo miedo, Tomy.
—Yo también —respondí mientras íbamos en mi auto.
—Si estoy embarazada, no hay vuelta atrás.
—Lo sé. ¿Qué me querías decir ayer por teléfono?
—Te digo cuando sepamos si vamos a tener un hijo o no, ¿OK?
—Okay.
Llegué al hospital pálido del miedo, al igual que Melany. Le pedimos a la secretaria los análisis, y mi acompañante los tomó.
—Por favor, sácalos de una vez y listo. Que sea lo que Dios quiera —dije para terminar con todo el suspenso.
—Lo haré.
Melany tomó el sobre, lo abrió y lentamente fue sacando los resultados.
—¿Qué, qué dice? —pregunté tartamudeando, al ver que Melany ya había leído el resultado.
Me dio el sobre. Decía positivo. Yo sería padre, ella madre, ambos jóvenes y padres, sin saber nada de la vida, sin saber siquiera las responsabilidades que acarreaba ese puesto. Estaba anonadado.
Aunque antes de leer los resultados no tenía muchas esperanzas de que Melany no estuviera embarazada, aún quedaba una mínima parte de mi mente que pensaba que podía tener la suerte de no ser padre.
La noticia me impactó más que al principio, no sabía por qué. Sin embargo, si mi destino era tener un hijo con Melany, lo aceptaría. No había nada más que hacer al respecto.
Mamá…¿qué diría? Ni siquiera le había presentado a Melany y ya iba a tener un nieto. Los chicos…Georg, Gustav, Bill…seguramente pensarían que los cambiaría por mi familia. Ojalá nunca suceda eso, pensé.
Abracé a Melany. Ella estaba tan sorprendida y afligida como yo.
Durante el camino a casa, me dijo lo que me tenía que decir.


Capítulo XIX: “Algo que no estaba en mis planes”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=AKtuj8WcUoA ]

—Tom…ahora que está confirmado lo de mi embarazo, quiero decirte una cosa.
—¿Qué cosa?
—Mis padres ayer hablaron conmigo. Por ello fue que te llamé por teléfono. Perdón si te traté mal, es que la noticia que me dieron no fue muy buena.
—¿Cuál fue la noticia? ¿Qué te dijeron?
—Que debemos casarnos.
Detuve el auto de golpe y me estacioné a la orilla del camino.
—¿¡Cómo que quieren que nos casemos!? ¿¡Esto es algún tipo de broma o qué?!
—No, Tom. Quieren que, si vamos a tener un hijo, nos casemos.
—Pues, dile a tus padres que no pienso casarme.
—Tom, me matarán.
—Lo siento mucho, Mel. Pero no me puedo casar. Tengo una vida aparte de mi hijo. Yo sólo me casaré con alguien a quien ame, con alguien a quien haya elegido. Y formaré una familia con quien sienta que lo tengo que hacer. Tus padres no son nadie para decirme lo que tengo que hacer o dejar de hacer.
—Está bien. Me bajaré acá —dijo ella intentando bajarse del auto.
—Melany…no te enojes. Por favor, sólo quiero que me entiendas. No me casaré con alguien a quien no amo.
—Pensé que aunque sea me querías.
—Eso no es suficiente como para casarnos…Creo que no entiendes. No entenderás. Tienes sólo dieciséis años.
—¿Me estás diciendo inmadura?
—No, Melany. Sólo que quererse no es suficiente para casarse.
—Me bajaré aquí.
—Pero, ¿por qué te enojas?
—Sabes, yo sí te amo.
Se bajó del auto y me bajé por detrás de ella. Logré acorralarla para que no se fuera, me miró fijamente y nos besamos.

—¿Te quedarás?
—Está bien —respondió ya más convencida de su decisión.
La llevé hasta su casa y me fui para la mía. Debía hablar con mi familia, debía decirles que iban a ser tíos, abuelos, etc. El primero que se enteraría de que la noticia estaba confirmada sería, sin lugar a dudas, Bill.
Abrí la puerta de casa con miedo. Bill estaba sentado en el sillón del living.
—¡Tom! ¡Al fin! ¿¡Qué pasó!? ¿¡Vas a ser padre o no?!
Miré a Bill con cara de depresión.
—Sí. Lo seré. Melany está embarazada.
Mi gemelo cambió su cara de ansiedad a la de tristeza. Sospeché que Bill estaría mal por mí, porque sabía que yo no quería tener un hijo. Y porque sabía que, más allá de que yo lo negara, un hijo cambiaría las cosas. Nada sería igual. Inconscientemente cambiaría todo. Pero yo no lo quería así.
Mi hermano saltó el sillón corriendo y me abrazó.
—Sé que no lo quieres —dijo Bill con tristeza.
—No, hermanito. Y tampoco me quiero casar.
—¿¡Te casarás!?
—Melany dice que sus padres quieren eso. Yo no quiero, por el amor de Dios. Me quiero casar con alguien a quien ame, con alguien a quien quiera lo demasiado como para pasar toda una vida con ella. Creo que me entiendes, porque sé que tú también quieres eso para tu vida.
—Te entiendo, hermano. Y claro que lo que quiero es eso.
—Gracias, Billy, por todo.
—De nada, Tomy. Sabes que siempre estaré para apoyarte. Pero aún no me has respondido si te casarás o no.
—No lo haré. Eso no está en mis planes.
—De todas formas, te recomiendo que le cuentes lo del embarazo a mamá, porque cada segundo que pasa es un día más que ella se enoja.
—Lo sé. Tengo que contarle pronto. A todos tengo que contarles. En un rato iré a casa de nuestra madre así le confieso todo de una vez. ¿Me acompañarías?
—Sí, obvio.
—OK. Me voy a bañar y vamos ¿dale? —pregunté encaminándome hacia el baño.
—Bueno. Yo me iré a cambiar —afirmó mi hermano dirigiéndose hacia su cuarto.
Bill estaba a punto de hacer lo que había dicho, cuando escuchó sonar el timbre.
—Tom, ¡¿esperas a alguien?! —gritó mi gemelo para que escuche su voz desde el baño.
—No, ¿¡por qué!?
—¡Porque golpean la puerta!
Bill fue a atender. Abrió la puerta y alguien lo abrazó tan fuerte que casi le quita la respiración.
—¡Gustav! ¡Qué raro que vienes a visitarnos! —exclamó mi hermano viendo que era Gustav quien había tocado timbre.
—Sí. Cuando vengo, sólo lo hago para ensayar. Por eso quise pasar a saludarlos.
—Sí. Me di cuenta —dijo Bill en tono de chiste.
—¿Y Tom? ¿Dónde está ese mujeriego barato?
—Está bañándose.
—¡Corre! ¡Un tsunami se acerca! —gritó Gustav irónicamente—. ¿Y a qué ocasión tan especial se debe el baño de Tom?
—Vamos a la casa de mamá.
—¿Para qué? ¿A visitarla?
—No. Tom le tiene que contar algo. Ya te enterarás de qué se trata.
—¿Qué es, qué es?
—Tom ya te contará. A mí no me corresponde hacerlo.
—Oh, Bill. ¿Qué te cuesta contarme? Dale di que sí. ¿Sí? Después él me contará y yo haré de cuenta que no sé nada.
—Está bien. Te cuento pero luego yo jamás lo habré hecho ¿OK?
—Bueno.
—Tom va a ser papá.
Gustav se quedó completamente anonadado. No sabía cómo, cuándo, dónde ni por qué. Georg apenas le había mencionado algo acerca de la chica de la fiesta. Sin embargo, ninguno de los dos —ni Georg, ni Gustav— se hubiesen imaginado que Tom sería padre. Y mucho menos que fuera a ser padre del hijo de una muchacha a quien había conocido borracho y a quien había visto, supuestamente, dos veces nada más.
—¿Estás hablando en serio, Bill? —preguntó Gustav aún atónito.
—Sí, estoy hablando más en serio que nunca.
—No lo puedo creer. ¿Cómo? ¿Cómo fue que pasó? ¿Quién es la madre del niño?
—A todo eso te lo contará Tom. Es una larga historia. Lo único importante en ella, es que la muchacha es una loca desquiciada. Yo la llego a ver ahora, y la mato.
—Apenas salga Tom del baño me va a tener que contar absolutamente todo.
—Yo le voy a decir que te cuente. No te preocupes por ello.
—Bueno, dile.
—Gus, cambiando de tema, espérame un segundo. Voy al patio a darle de comer a Scotty —nuestra mascota— y vuelvo.
—Dale, Bill. Te espero.
Cuando Gustav estaba esperándonos a Bill y a mí, sonó el timbre de casa. Nuestro amigo se preguntó si atendía la puerta o no. Yo atenderé,  no creo que le haga daño a nadie, pensó Gustav.

Capítulo XXI: “Tomando una decisión”

[ https://www.youtube.com/watch?v=pxZfEB8U6EI  ]

—Eres la peor basura que he conocido en toda mi vida.
—Y la basura que pronto se convertirá en tu mujer. Ja, ja. Aunque aún no me has respondido, sé que elegirás casarte conmigo porque no puedes vivir ni un solo día sin Bill. ¿Tengo o no tengo razón?
—Tienes razón.
No me quedaba otra opción que acceder al chantaje de Melany. Debía casarme con ella sino Bill iría a la cárcel.
—Así me gusta. ¡Qué lindo! Serás mi esposo. Te amo, Tom. Gracias por proponerme matrimonio.
—Estás loca de remate. Me voy de aquí.
—Okay. Mañana te paso a buscar así vamos al registro civil a ver qué fecha elegimos para casarnos. ¿Sí? Si te niegas, recuerda lo que puede pasarle a Bill.
—Te contradices tú sola. Ni siquiera has ido a buscar fecha y hace cinco minutos dijiste lo contrario. Y tendré en cuenta lo de Bill.
—Intenta no esconderte en tu casa y hacer mentir a los demás.
—¿Qué? —pregunté desconcertado.
—Al menos no metas la pata, así no me entero que mientes.
—¿De qué hablas, maniática?
—Sé que hoy estabas en tu casa. Si eres tan inconsciente que atendiste el teléfono fijo.
—¿Y quién dijo que no estaba allí?
—Gustav. Sé que hiciste que él simulara que te fuiste.
—¿Acaso tú sabes lo que hago yo? Tú no sabes nada —respondí a mi propia pregunta enojado.
Me fui del lugar y caminé hacia casa.
No podía creer aún que me tuviera que casar. Y por amenaza. Eso era el colmo. Aparte de decirle a mamá que sería abuela, le tenía que decir que fuera mi madrina de bodas. Le daría un paro cardíaco. ¿Algo peor que eso podía pasarme? Hasta el momento, no.
Por otro lado, también estaba Bill. Me mataría cuando le dijera que me iba a casar. Pero supuse que estaría feliz de que lo hiciera por él, por salvar su reputación y su libertad. Su reputación se salvaría también ya que, aparte de ir a la cárcel, se podría armar un gran escándalo con ese tema. ¿Cómo Bill Kaulitz golpearía a una mujer? Las fanáticas estarían decepcionadas y sobre todo, si se enteraban que “supuestamente” Melany era una de ellas. A menos que le creyeran a Bill que no tuvo nada que ver. Mas a ello lo harían algunas nada más.
De todas formas, eso era lo que menos me importaba. Llegué a casa y Bill estaba cambiado esperándome para ir a ver a mamá.
—¿Qué quería la loca? —preguntó Bill ansioso por saber qué había pasado en el bar.
—Bill, me voy a tener que casar.
—¡¿Qué?!
—Lo que escuchas. Me voy a tener que casar.
—Dime que es mentira y que Melany no te lavó el cerebro.
—No me lo lavó, Bill. Me amenazó, que es distinto.
—¿Con qué te amenazó?
—Contigo.
—¿Qué? ¿Cómo que conmigo?
—Me dijo que te mandaría a la cárcel.
—Ja, ja. ¿Y qué hice? ¿Maté a alguien? ¿O qué crimen he cometido? —preguntó Bill sonriendo, aún sin creer lo que yo decía.
—No. Dirá que le pegaste —respondí muy serio por toda la situación.
—¿¡Que le pegué!? Esto es una broma ¿verdad?
—No, Bill. Estoy hablando en serio. Ella está golpeada; su padre le pegó. Y está aprovechando toda esta situación para amenazarme. Si no me caso con ella, te mandará a la cárcel.
—¡No puedo creerlo! ¿¡Está completamente loca o qué!? ¿¡Qué le pasa?!
—No sé. Lo único que sé es que no quiero que te pase nada. Y mucho menos que te acusen injustamente.
—Pero le estás errando, Tom. Esa no es la decisión correcta, es la equivocada. ¿Cómo vas a sacrificar tu futuro y el resto de tu vida por mí? No, no. No puedes casarte.
—Creí que estarías feliz por salvarte la vida.
—Yo sólo voy a estar feliz si tú lo estás. ¿Cómo piensas que voy a ser feliz si sé que te dejé arruinar tu futuro? Jamás me lo perdonaría. Y me parece estúpido que te dejes llevar por las amenazas de una niña malcriada. No me puede hacer nada, Tom. Ni siquiera pruebas tiene de que supuestamente le pegué.
—Me dijo que tenía testigos.
—¿Y tú le creíste? Apuesto a que ni siquiera le preguntaste quiénes eran.
—No…Pero supongo que es verdad —dije sabiendo que debí preguntarle eso a Melany.
—Ay, Dios, Tom. Me haces poner nervioso. No te casarás y punto. Te mataré si lo haces.
—Lo haré, Bill. Te guste o no. No irás preso por mi culpa. Fin de la discusión.
—No puedo creer que estés dispuesto a casarte con alguien a quien no amas.
—Es mi problema. No voy a ser tan egoísta de pensar solamente en mí, Bill.
—La única vez en la vida que te voy a pedir que seas egocéntrico es ahora. Piensa en ti, Tom. Lo de la cárcel…después veremos qué pasa, mas no te casarás con una extorsionadora.
—Repito, lo haré, Bill. Nada podrá hacerme cambiar de opinión.
—¿Ni siquiera aunque arruine tu boda?
—¿Eres capaz de eso?
—Y si no me queda otra alternativa…
—Bill, deja de intentar darme miedo. No lo lograrás.
—Ese casamiento jamás va a hacerse —amenazó mi gemelo subiendo las escaleras.
¿Alguien más estaba dispuesto a amenazarme? Ya lo habían hecho Bill y Melany.
—Bill, ¡vamos a la casa de mamá! —grité para que me oyera mi gemelo desde arriba.
—¡Contigo no voy a ningún lado! —exclamó mi hermano golpeando la puerta de su habitación como siempre lo hacía.
—Oh, Bill…sé lo que piensas —susurré subiendo las escaleras para ir a buscar a mi gemelo.
Entré a su cuarto lentamente. Bill se encontraba sentado en la cama, seguramente estaba pensando en todo lo que habíamos discutido.
—Billy…es por lo de la playa ¿no? —me senté a su lado.
—Sólo que…jamás podrás…—comenzó a llorar—. Oh, no quiero, Tom…—dijo abrazándome más fuerte que nunca.
—Hermano…
Bill no quería que me casara y estaba claro, según mi punto de vista, que eso se debía a la promesa. Esta era una que habíamos hecho cuando teníamos quince años en una playa a la que, siempre que mamá tenía dinero para llevarnos de vacaciones, íbamos. Esos viajes habían sido tan emocionantes…
Y lo que habíamos prometido fue no casarnos con alguien a quien no amábamos y menos casarnos sin que el otro aprobara a su cuñada. A todo eso lo hicimos porque no podríamos vivir sin el otro, y era injusto separarse, cambiarse de casa, formar su propia familia, sin siquiera amar a tu esposa. Y eso era justamente lo que tenía planeado hacer yo.
Por ello fue que Bill lloraba. No quería que me case, ni mucho menos con esa loca. Además, él me amaba. Pero yo no lo sabía.


Capítulo XXII: “Más peleas”

[  https://www.youtube.com/watch?v=cYCCn4dDUlg ]

—¿Romperás nuestra promesa?
—Bill…sólo fue una tonta promesa que hicimos cuando éramos chicos. Ninguno de nosotros sabía que iban a aparecer razones de fuerza mayor para casarme. Entiende que a ese hijo debo darle lo mejor que pueda. Jamás me perdonaría ser un mal padre.
—Dime cuántos hijos tienen los padres separados y viven felices.
—¿Acaso nosotros somos felices con padres que se separaron cuando éramos niños? Al menos yo, no lo soy. Obvio que después de tanto tiempo, uno se acostumbra a vivir en presencia de un solo padre. O de tu padrastro.
—Es distinto. Ellos se quisieron casar, tú no lo quieres hacer.
—No, pero es mi deber.
—No lo es. Puedes ser un excelente padre sin estar casado y sin vivir con Melany.
—Sin embargo, no es lo mismo. Bill, déjame en paz. Es mi vida y romperé la promesa si eso implica ser feliz.
—Está bien. Te dejaré de molestar. Haz lo que quieras. Vete de aquí.
Me arrepentí de lo que había dicho y me fui de la habitación de Bill mirando hacia el piso. Cerré la puerta del cuarto de mi hermano y me apoyé en ella con las manos en el rostro como signo de preocupación. Luego, me dirigí hacia mi habitación y lo primero que hice al llegar a ella fue estrellar el velador contra el piso.
Estaba harto. Todo lo malo me pasaba junto. Y sabía lo mal que había tratado a Bill; estaba consciente de ello. Nunca debí decirle que me dejara en paz. Yo realmente apreciaba todo lo que hacía él por mí y jamás me había molestado. Bill sólo intentaba ayudarme. Así como yo también lo quería hacer casándome con alguien a quien no amaba, con alguien a quien apenas conocía hacía unas semanas. Pero ambos —Bill y yo— terminamos enojados por ser caritativos el uno con el otro. 
No tenía ganas de ir a casa de mamá. Me acosté, aunque fueran las nueve de la noche.
Bill lloró y lloró. Realmente estaba confirmado que yo me iba a casar y se sentía completamente solo. No tenía nadie con quien compartir lo que sentía ya que él y su mejor amigo estaban peleados. Además, yo lo había tratado muy mal.
Una hora después de que yo me acosté, sonó el timbre. Bill tardó unos segundos en bajar, ya que tenía que lavarse la cara y delinearse un poco porque tenía los ojos más hinchados que nunca. Volvieron a tocar el timbre. Mi hermano bajó rápido las escaleras y abrió la puerta. Era mamá quien venía.
—Mamá, ¡qué sorpresa!
—Sí, hijito. Quise sorprenderlos. ¿Y Tom? —preguntó saludando a mi hermano y entrando a casa.
—En su habitación, supongo que durmiendo. ¿Y Gordon?
—Ya viene. Fue a hacer unas cosas. ¿Por qué está acostado tan temprano Tom?
—Se enojó conmigo. Nos peleamos. Yo también me enojé con él.
—¿Por qué?
—Problemas, mamá. Ya te enterarás.
—Bueno. Voy a despertar a tu hermano porque quiero verlo y saludarlo.
Mamá vino hasta mi habitación y me movió un poco para despertarme.
—Oh…¿quién molesta? —pregunté sin abrir los ojos.
—Soy yo, Tomy —contestó mamá.
—Hola, mamá —saludé viendo que era ella—. ¿Qué haces aquí?
—Soy tu madre. ¿Acaso no puedo visitarte?
—Sí, claro. Solamente que no puedes despertarme.
—Ay, Dios. Qué niño dormilón.
—Mamá, ya no soy un niño.
—Siempre serás un niño para mí. Y dime, Tom, ¿por qué se pelearon con Bill?
—Debo contarte algo, mamá.
—¿Qué cosa, Tom?
—Varias cosas. ¿Me dejas cambiarme y ya bajo?
—Okay. Te espero abajo con Bill.
Me cambié y bajé. Estaba nervioso. No sabía cuál sería la reacción de mamá sobre lo del embarazo y sobre lo del casamiento. Bill estaba sentado en la mesa y mamá se encontraba al lado de él. Me senté al frente de ambos. Mi hermano se hacía el indiferente, miraba para cualquier lado menos a donde estaba yo.
—Comenzaré, mamá.
—No, no. Espera a que venga Gordon.
—¿Por qué no ha venido contigo?
—Porque les va a traer una sorpresa.
—¿A ambos? —preguntó Bill sorprendido.
—Sí.
—Está bien, esperaré —contesté también sorprendido.
Esperamos un rato y sonó el timbre. Por supuesto que debía ser Gordon con su “sorpresa”. Bill fue a atender, detrás fue mamá y yo me quedé sentado en la mesa.
Mi hermano abrió la puerta y estaba nuestro padrastro. Lo sorprendente fue que apareció alguien al costado de él. Era Andreas.
—Pasen, muchachos —dijo mamá como si fuera su casa.
—Hola, Bill…—saludó Andreas.
—Hola —contestó mi hermano seriamente, dándole a ambos la mano.
Los dos entraron a casa. Yo me puse de pie para chusmear cuál era la sorpresa que traía Gordon. Y vaya sorpresa me esperaba. Me quedé paralizado cuando vi que Andreas estaba al lado de mi hermano. Este demostraba en su rostro que feliz no estaba por la visita inesperada de nuestro mejor amigo. Y sinceramente, a mí tampoco me había agradado la sorpresa de Gordon y mamá. Seguro había sido idea de esta última traerlo a casa. Andreas era casi parte de la familia y quizás había ido a contarle a mamá que nos peleamos. Lo único que esperaba, era que ella no supiera nada del por qué de la pelea.
Todos se sentaron en la mesa después de que yo saludé a mi mejor amigo y a mi padrastro.
—Continúa, hijo. Ahora sí, cuéntanos lo que quieres decir —dijo mamá.
—Andreas, no le contaste ¿no?
—No, Tom. No soy traicionero.
—Ja, ja. ¿Y te da la cara para decirlo? Bueno…mejor te contaré, mamá.
—No lo trates así a Andreas —me retó mamá.
—Sí, sí —respondí irónicamente—. Iré directamente al grano, madre. Vas a ser abuela.
Mamá se quedó atónita. Gordon también lo hizo. Bill y Andreas sólo miraban la cara de ellos dos.
—¿Qué acabas de decir? —tartamudeó.
—Que voy a ser padre y tú serás abuela.

Capítulo XXIII: “¿Servirán las disculpas esta vez?”

[ https://www.youtube.com/watch?v=ANHzU2Gwu20& ]

Mamá no contestaba y los segundos se hacían eternos. De pronto, unas pocas lágrimas comenzaron a recorrer sus mejillas. No sabía qué pensar; no sabía si lloraba de alegría o de tristeza. Y sabía que Bill también estaba tratando de descifrar lo mismo que yo.
—Mamá, dime algo…—dije completamente nervioso.
—¡Dios! ¡No puedo creerlo! ¡Estoy tan feliz, hijo! —gritó mamá con una sonrisa de oreja a oreja.
Inmediatamente se levantó corriendo para abrazarme. Respondí a su abrazo. Debo admitir, que casi lloro, ya que me emocionó ver a mamá tan feliz.
Bill, al parecer, se enojó por la felicidad de mamá o quizás por el apoyo de ella a la noticia e instantáneamente se levantó de la mesa de manera agresiva. Se dirigió hacia su habitación.
Gordon se acercó a mí y también me abrazó.
—Te felicito —dijo igual de contento que mamá.
—¿Qué le pasó a Bill? —preguntó ella desconcertada.
—Ya sabes…no le gustó mucho la noticia de que voy a ser padre.
Andreas se levantó también de la mesa sin decir palabra alguna y fue a buscar a Bill, quien estaba acostado boca abajo en la cama.
Nuestro mejor amigo entró lentamente a la habitación. Bill no dio señal alguna que simbolizara que sabía de la llegada de Andreas a su habitación.
—Bill…
—¿Qué quieres, Andreas? —contestó Bill de mala manera y sin moverse de la posición en la que se encontraba.
Andreas se sentó en la cama. Quería consolar a mi hermano, se sentía mal porque estaban peleados y también porque Bill estaba mal.
—Sólo quería…Perdóname. Y no me gusta que estés mal. Quiero verte bien, Billy.
—Déjame en paz.
—Perdóname ya, Bill. Somos amigos desde los cinco años, no nos vamos a pelear por esa pavada. Sabes que fue para ayudarte, jamás quise hacerte mal. Perdóname, en serio.
Bill se levantó y se sentó al lado de Andreas.
—Está bien. Te perdono. Pero nunca más vuelvas a mentirme y mucho menos ocultarme cosas, porque eso es lo peor que me puedes hacer.
—Entiendo. No volverá a ocurrir. Estás mal por el bebé que tendrán Tom y Melany ¿verdad?
—No sólo por ello. Ojalá fuera sólo eso lo que me entristece.
—¿Qué más sucedió?
—Se va a casar. Tom se casará con esa niñita caprichosa.
—No puede ser…¿fue su decisión casarse? ¿Por qué lo va a hacer? Él me dijo que no quería contraer matrimonio y mucho menos con Melany.
—Lo sé. Pero se casará por amenaza. Juro que esa loca no sé saldrá con la suya.
—¿Por amenaza? ¿Cómo que por amenaza?
—Sí, por amenaza. El padre le pegó a ella nuevamente y si Tom no se casa, me echará la culpa de que yo le pegué y me mandará a la cárcel.
—Pero ¡¿está completamente loca esa maniática?! No puede hacerte eso, Bill.
—No puede hacernos esto —corrigió mi hermano—. Tom no se puede casar por salvarme a mí, por mi culpa.
Andreas fingió que no estaba sorprendido. Mas lo estaba, porque pensó que Bill se sentiría feliz de que yo me casara por defenderlo, por salvarlo de la cárcel.
—Ah…y ¿tú te enojaste con él? —preguntó Andreas intrigado por el asunto.
—Por supuesto que me enojé. ¿Cómo se va a arruinar la vida, el futuro, por defenderme? Aparte, Melany no tiene pruebas de que fui yo quien le pegó.
—¿No las tiene? Entonces es una tonta. ¿Cómo va a amenazar, sin siquiera tener pruebas de que lo va a hacer?
—No sé. Pero Tom, al parecer se tomó muy a pecho lo del casamiento. Ahora seguramente les estará diciendo a mamá y a Gordon que se va a casar.
Y tal cual como lo había afirmado Bill, yo estaba diciéndoles a ambos de la boda.
—Me voy a casar, mamá.
—Ay, hijito…me vas a hacer morir de felicidad hoy. No puedo creer que hayas crecido tan rápido. Yo siempre pensé que Bill se casaría primero que tú y que él tendría una familia primero, pero no fue así.
—Yo también pensaba que pasaría eso. Sin embargo, no hay que anticiparse a las cosas.
—Claro que no, Tom. Y dime, ¿cuándo la presentarás? —preguntó mamá ansiosa por conocer a su futura nuera.
—No sé, mamá. Ya le diré alguna noche que nos juntemos. Lo más antes posible.
—Sí, por favor.
Mientras, Bill y Andreas seguían hablando de mí.
—Quédate tranquilo, Bill. Tu hermano no se casará, te lo aseguro.
—Ojalá que no, Andy.
—Me aseguraré de que no lo haga. Hablaré con él. Sólo necesito que me perdone. ¿Tú podrías ayudarme?
—Pero, Andy…yo ni me hablo con Tom. Dile a mamá, seguro ella te ayudará.
—Está bien. Gracias, Billy, por perdonarme. Te quiero muchísimo, amigo.
Abrazó mi gemelo a Andreas. Pero además de hacerlo, Bill le quiso dar un beso a Andreas en la mejilla, por supuesto. El problema fue que, Andreas corrió la cara en un intento de besarlo en los labios.
Mi hermano se hizo el indiferente, lo besó en el cachete y asunto acabado. Nada había ocurrido para él. Para Andreas…quién sabía…
Andy se fue de la habitación de mi hermano y bajó hasta donde estábamos los demás. Ni siquiera hizo falta que mi mejor amigo le dijera algo a mamá de que la ayudara a reconciliarnos, ella comenzó a hablar sola.
—Tom, ¿por qué están peleados con Andreas?
—Que te diga él.
—Está bien, yo tengo la culpa. Pero perdóname, Tom. Con Bill ya está todo bien, sólo necesito que tú me perdones.   
—¿Lo escuchaste, Tom? Debes perdonarlo —se entrometió mamá.
—Sí, mamá. Escucho. Tengo oídos. Lo que pasó fue que Andreas le contó a Bill del embarazo de Melany, y yo confié en él.
—Andreas. ¿tú hiciste eso?
—Sí, pero me arrepiento. Por favor, perdóname, Tom. Jamás volveré a hacerlo. Sólo lo hice porque tu hermano quería saber lo que te pasaba, no era justo que tú le ocultaras todo. Él estaba realmente muy mal, y bueno…quise ayudarlo. Sé que no era la forma, pero en ese momento no se me ocurrió otra cosa. Perdón.
—Está bien, Andreas. Te perdono. Pero quiero que sepas que no me va a ser tan fácil confiar en ti como lo hacía antes.
—Comprendo. Gracias, Tom.
Nos abrazamos.


Capítulo XXIV: “Continuar, aunque no lo queramos así”

[  https://www.youtube.com/watch?v=lQ2aN3HUAtc ]

Mamá y Gordon se fueron de casa ya que era algo tarde. Andreas y yo nos quedamos solos en el comedor porque Bill seguía encerrado en su habitación; seguía ofendido.
—Tom, debo hablar contigo —dijo Andreas.
—Ya está todo bien, Andy. No sigas con el tema de pedir perdón y eso.
—No, no es eso de lo quiero hablar.
—¿No? ¿Entonces de qué?
—Bill me dijo que te casarás. ¿Es cierto?
—Sí, ¿por qué? Espero que no vengas a darme el sermón de que no debo hacerlo y todas esas cosas…
—No, no. Vengo a felicitarte. Me parece que es la mejor decisión que podrías haber tomado. Imagínate si Bill cae preso culpa de esa maniática…
—Bueno, gracias, Andy. Me alegra que me apoyes.
—Y sí. Yo creo que me moriría un par de días lejos de Bill.
—¿Y de mí?
—También, claro. Aparte, no eres tan chico para casarte, ni menos para formar una familia. Para mí, está bien lo que vas a hacer. Has hecho lo correcto. También has hecho lo mejor para el niño que va a nacer porque hay que pensar en él, ¿no? No creo que sea de su agrado cuando sea más grande el tener a sus padres separados, o a su padre lejos.
—Sí, tienes toda la razón. Por eso me voy a casar. Además, si Bill va a la cárcel me muero. Me sentiría la persona más culpable del universo. Melany jamás lo tendría que haber metido a él en este lío. Él no tiene nada que ver.
—Y no.  Pero ya está, no hay vuelta atrás. Melany nunca se retractará de haberte amenazado. Así que, ahora vas a tener que mirar hacia adelante, hacia el futuro, hacia tu casamiento con Melany, hacia tu vida sin Bill…
—¿Cómo que hacia mi vida sin Bill? —pregunté sorprendido.
—Claro. Cuando te cases, tendrás que irte a vivir a otro lado. Aquí Bill te matará si te quedas con la loca. Debes comenzar una vida nueva a partir del casamiento. Créeme que nada será igual que antes.
—Lo sé. No hace falta que me lo recuerdes, Andy…No me quiero casar. Me quiero morir —dije expresando en mi cara la angustia que sentía.
—Te entiendo, Tom. Sin embargo, no debes decir eso. Todo será mejor después, tendrás tu propia familia, jugarán juntos, saldrán juntos… —intentó consolarme Andreas.
—Siento que no estoy preparado para eso…Pensé que aún me quedaba muchísimo tiempo para vivir la vida, pero no es así. Sólo me quedan unos meses, o quizás unas semanas.
—Lo único que te pido es que no canceles ese casamiento por nada del mundo, no sabemos qué es capaz de hacer Melany. Esa chica realmente me atemoriza.
—¿Me crees si te digo que a mí también me da miedo? Si fue capaz de amenazarme y mentirme, es capaz de mucho más.
—Sí. Y no quiero que le pase nada a Bill. Y a ti tampoco, por supuesto. Son mis mejores amigos y me moriría si algo les pasara.
—Yo también, Andy. Gracias por aconsejarme y escucharme.
—De nada, amigo —respondió él y después de una pausa dijo—: Tom, yo me voy. Me voy a despedir de Bill y luego bajo, ¿sí?
—Okay. Ve.
Andreas se dirigió hacia arriba, en donde se encontraba mi hermano.
—Bill…he hablado con tu hermano.
—¿Y? ¿Qué te dijo? ¿No se casará?
—Sí, se casará. Le dije de mil maneras que no lo hiciera, pero no me hace caso —mintió Andreas—. Esta vez no hay forma, Bill. Debemos aceptarlo, se casará y no cambiará de opinión. Lo siento tanto, amigo…
—Entiendo. Se ve que voy a tener que renunciar a su amor. Lo único que gano con amar a Tom es sufrir, sufrir y sufrir. Es mi hermano, es imposible olvidarlo. Sería como olvidar a un padre, o a un hijo…pero peor es en mi caso. Ojalá sólo fuera mi hermano. Mas no, también es el amor de mi vida.
—Me gustaría poder hacer algo para que deje de ser el amor de tu vida, para que dejes de amarlo. No me gusta verte así, amigo.
—Gracias por todo, Andy. No hay manera de que me sienta mejor. Lo único sería que no se case, pero esa boda ya no se puede evitar.
Andreas se fue de casa. Quedamos mi hermano y yo solos en ella, pero ninguno de los dos vio al otro por el resto de la noche.
Luego de un rato de tocar la guitarra, me acosté y me dormí.
¿Recuerdan mis pesadillas? Bueno, esa noche regresaron. Seguramente lo hicieron para torturarme nuevamente. Al menos ya estaba acostumbrado. En mi sueño, volvía a aparecer la misma iglesia, la misma escena; volvíamos a aparecer Bill y yo besándonos…
Cuando uno tiene más ganas de despertarse de un sueño, más difícil se hace salir de él. Quería despertarme, quería acabar con aquello que me atormentaba, ya no soportaba más.
Finalmente, me desperté. Estaba llorando. ¿Por qué?, me pregunté. Pero la respuesta estaría frente a mí unos segundos después de acabar con aquella pesadilla. Me levanté y me fui para el baño. Allí se encontraba mi hermano. Al parecer, nuestra “conexión de gemelos” había actuado esa noche. Estaba seguro de que Bill había tenido un sueño en el cual lloraba. Por ello fue que me levanté llorando. Aunque supiera todo eso por el sólo instinto de hermanos, quise corroborarlo. Le hablé aunque estuviéramos peleados.


Capítulo XXV: “Estaré esperando por ti”

[ https://www.youtube.com/watch?v=ynjlvP5DBo4 ]

—¿Qué te pasa, Bill? —pregunté haciendo de cuenta que no sabía nada.
—Vete, Tom. No quiero hablar contigo. Siempre que hablamos, terminamos peleados.
—Sólo quiero saber por qué lloras.
—¿Y tú cómo sabes…?
—¿Tuviste un sueño en el cual llorabas y te despertaste llorando?
—Sí. ¿Eso fue intuición de gemelos?
—Al parecer, sí. ¿Por qué llorabas en el sueño?
—No te importa.
—Sí que me importa, Bill.
—No te importa. A ti no te importa nadie más que tu hijo y esa maniática de cuarta que jamás…
—¿Que jamás qué?
—Que nada. Adiós, me voy a seguir durmiendo.
—Espera, Bill, no te vayas. No entiendo nada.
—Me voy —dijo mi hermano intentando pasar por mi lado.
—No, espera, por favor. Déjame hablar un segundo contigo, Bill.
—¿No entiendes que me hace mal hablar contigo? —preguntó Bill dolido.
Al preguntarme esto, mi hermano se acercó a mí de tal manera que quedamos enfrentados y nuestros labios quedaron a tan sólo centímetros de distancia. Me alejé de él cuidadosamente. ¿Qué era eso de estar a punto de besarse con un hermano? Eso era imposible. Esa escena de mi vida me hizo acordar tanto al sueño que produjo en mí un sentimiento escalofriante.
Bill se fue del baño. Yo me acosté y él también. Ambos estuvimos sin dormir toda la noche. Mi hermano se había quedado pensando en el beso que casi me da, en nuestra pelea, en lo mucho que me iba a extrañar cuando me casara, en cuándo sería el día que me dejara de amar. Ambos estábamos tristes. Yo no quería en absoluto casarme, pero debía hacerlo por mi gemelo y por él era capaz de todo.
Andreas, un rato antes de irse, me dijo una cosa que no podía dejar de dar vueltas en mi mente. Me dijo que Bill me odiaría si iba a la cárcel por mi culpa y yo sabía que si eso pasaba, me podría llegar a odiar a mí mismo. Jamás me perdonaría que mi gemelo estuviera en la cárcel por errores míos. Así que, antes de que ocurrieran todas esas catástrofes juntas, decidí casarme.
Al día siguiente, me levanté temprano producto de la falta de sueño. Me acerqué a la habitación de Bill. Este estaba durmiendo profundamente.
No tenía ni la más mínima gana de hacer de comer. Pero al final, tuve que hacerlo. Con la excusa de hablar a Bill, fui a llamarlo para que viniera a almorzar. Entré a su cuarto y le hablé para despertarlo.
—Bill…Ven a comer —dije viendo que abrió los ojos como señal de que me había oído.
—No tengo hambre —se dio vuelta para seguir durmiendo.
—Tienes que comer. ¿Hasta cuándo vas a seguir enfadado conmigo?
—Hasta que acabe toda esta pesadilla.
—¿Te crees que yo estoy contento con la idea del casamiento?
—Y sí, por algo te casas.
—Estás equivocado, Bill. Lo que menos quiero en este mundo es casarme. No lo hago porque quiero, debo casarme. ¿Cuándo entenderás que no amo a Melany?
Esas palabras alegraron un poco a mi hermano. Le hacía feliz saber, al menos, que yo no estaba enamorado de esa loca.
—No sé. Quizás cuando no te cases con ella.
—Bill, por Dios…Dime ¿qué harías tú en mi lugar? Si tuvieras que defenderme de la cárcel, dime, ¿te quedarías de brazos cruzados?
—Pensándolo así...Me casaría…Pero, ¿tú que harías si yo me querría casar con una loca solamente por defenderte?
—Te diría que no lo hicieras. Bill, creo que es inútil pelearse solamente por esa pavada. ¿Me perdonas? Me casaré igual, pero perdóname por tratarte como lo hice ayer.
—Está bien, Tom. Te perdono. No quiero que te cases.
Bill me abrazó.
—Te extrañaré aquí en casa, nada será igual. Me quedaré solo.
—No digas eso. Sabes que por más que la distancia nos separe, siempre estaré contigo.
—Eres tan tierno —dijo Bill a punto de comerme.
—Tú más —contesté feliz por haberme arreglado con Bill.
Realmente, de nada servía que estuviéramos enojados. Ni mucho menos cuando ambos sabíamos que nada ganaríamos con ello.
A los pocos segundos sonó el timbre. La felicidad no podía durar. No en mi vida. Seguramente quien venía era la loca que arruinaba mi existencia.
—Bill, seguramente es Melany. Dijo que vendría a buscarme para ir al registro civil a ver las fechas de la boda.
—¿Quieres que le diga que no estás y de paso la mato? —preguntó mi hermano.
—No, no. Me dijo que tenía que ir sí o sí o sino, ya sabes…de nuevo volvió a amenazarme con lo de la cárcel.
—¡Ay, Dios mío! ¿Cuándo dejará de molestarte? ¿Aunque sea puedo bajar contigo para matarla?
—Enterraremos el cadáver en el patio, ¿quieres? —pregunté bromeando.
—Dale. Nadie sabrá nada —afirmó Bill malévolamente.
—Bueno, Billy. Si quieres bajar, ven.
—No, está bien, hermanito. Prefiero no verla hasta la boda.
—Okay.
Bajé y abrí la puerta. Me llevé una sorpresa al ver que no era Melany quien venía. Era Andreas.
—Hola, Andy.
—Hola, Tom. ¿Cómo andas, amigo?
—Mucho mejor. ¿Tú?
—Bien. ¿A qué se debe tu mejora de estado de ánimo?
—A Bill. Ya está todo bien con él.
A Andreas la noticia no le cayó para nada bien, más allá de que fuera nuestro supuesto “mejor amigo”. Pero digamos, que al papel no lo cumplía muy bien. Nos mentía, no ayudaba para que nos reconciliáramos, nos traicionaba…
—Ah, me alegro —mintió sonriendo falsamente.
—Pasa, pasa, Andy.
Andreas entró a casa y preguntó por mi hermano. Le contesté que estaba en su habitación. Antes de que nuestro mejor amigo pudiera subir las escaleras, sonó nuevamente el timbre. Mi gemelo salió de su habitación para atender la puerta, creyendo que yo me había ido con Melany. Se encontró con la sorpresa de la presencia de Andreas y con la sorpresa de que yo no me había ido.
Bill bajó las escaleras y saludó a nuestro mejor amigo mientras yo atendía la puerta. La abrí y, esta vez, sí era Melany quien venía.
Ambos —Andreas y Bill— se quedaron mirándola anonadados, atónitos. Yo no entendía por qué la miraban tanto, pero pronto lo sabría.
—Hola, Bill. ¿Y tú eres Andreas? —preguntó la rubia disimulando que estaba nerviosa.
Bill cambió su cara de sorpresa a la de bronca. ¿Con qué cara Melany le decía hola? Después de haberle arruinado su vida, de habérmela arruinado a mí, era capaz de decirle hola y encima sonreír. Por supuesto que, su sonrisa, no era la más sincera del mundo. Era imposible que lo fuera.
—Vámonos, Melany —ordené saliendo de casa.
—Déjame saludar a los chicos —dijo ella sin querer moverse de la puerta.
Mi hermano quería matarla. No sólo por el hecho de que ella estuviera ahí ni por nada de lo que acababa de hacer, sino por otra cosa…Por lo mismo que se había quedado sorprendido junto con Andreas. Ambos subieron las escaleras, yéndose para la habitación de Bill.
Yo me subí con Melany a mi Cadillac. Conduje hasta el registro civil sin decir palabra alguna. Estacioné.
—¿Estás segura de que tienes pruebas contra Bill? —pregunté para encontrar alguna posibilidad de no casarme.
—Sí. ¿Aún no crees que si no te casas lo mandaré a cárcel? Ja, ja. Tom, te conviene creerme. Si quieres pruebas, pregúntale a Gustav si fui con una amiga a tu casa.
—¿Y eso qué tiene que ver? En todo caso me ayudaría a mí, a decir que Bill no le hizo nada.
—¿Y piensas que ella va a estar de tu lado o del lado de su mejor amiga? No me hagas reír, Tom. Bajémonos y busquemos fecha de casamiento que estoy ansiosa.

Capítulo XXVI: “Doble amor”

[ https://www.youtube.com/watch?v=b6CvAlB266U ]

Bajamos del auto. La única fecha disponible que habíamos encontrado para casarnos era el primero de septiembre, día en el cual Bill y yo cumplíamos años. Estábamos a veintitrés de agosto. Si no nos casábamos el día de nuestro cumpleaños, la otra fecha disponible era recién para dentro de dos meses, es decir, en octubre. Yo quería que la boda fuera en ese mes. O mejor dicho, nunca. Que lástima que no estaba jamás para elegir, porque lo hubiese elegido.
Melany volvió a amenazarme al oído, diciéndome que el casamiento debía ser el primero de septiembre.
—Pero cumplimos Bill y yo.
—Lo sé. Por eso, justo. Doble fiesta. Doble alegría.
—¿A casarse por amenaza le llamas alegría? Yo no estoy feliz ¿sí? Y tú estás muy loca si crees que me voy a casar el día del cumpleaños mío y de mi hermano. No le arruinaré el día. Este siempre ha sido nuestro, de nadie más.
—O le arruinas el cumpleaños o lo mandas a la cárcel. Ya me harté de decírtelo, pero tú eliges.
—No lo haré. No escogeré ninguna de las dos opciones. No me casaré ese día.
El hombre del registro nos miraba a través de los lentes de lectura con cara de desconcierto. Y de impaciencia. Estaba a punto de pegarnos.
—Elegimos ese día. El primero de septiembre —le dijo Melany al pobre infeliz que no entendía nada de lo que sucedía.
—No, no —me negué.
—¿Sí o no? —preguntó el hombre confundido.
—Sí y se acabó —confirmó Melany sacándome a las rastras del lugar, como si fuera su hijo.
—¿¡Cómo le vas a decir eso!? No me casaré ese día.
—Ay, pobre de ti, Tom, si me dejas plantada en el altar. Pobre de ti. Realmente no quisiera estar en tu lugar si eso llegara a pasar.
—¿Tú me crees tan basura? Te aviso que no me llamo Melany.
—Estás acabando con mi paciencia. Llévame a casa ya.
—Con mucho gusto.
Llevé a Melany a su casa. La dejé allí y me fui para mi hogar, en donde todavía estaba Andreas. Habían estado hablando con Bill, ambos muy nerviosos.
Entré a la habitación de Bill y parecía como si los dos hubieran visto a un fantasma entrar. Se quedaron paralizados al verme. Y dejaron de hablar de lo que hubiese sido que estaban hablando. Pareció a propósito. Justo cuando entro al cuarto, dejan de hablar. ¿De qué hablarían? ¿Tan secreto era como para dejar de hablar cuando yo entraba? Se ve que sí.
—¿Hola? —pregunté por sus caras de sorpresa.
—Hola, Tom —tartamudeó Bill.
—¿Pasa algo?
—No, no. ¿Por qué va a pasar algo? No pasa absolutamente nada. Nada de nada —contestó Andreas.
—¿Qué traman?
—Ay, Tom. Deja de hacer preguntas. Me pones nervioso. ¿Qué quieres? —cuestionó mi gemelo.
—Nada. ¿Por qué iba a querer algo? Sólo vine a ver qué hacían. Si les molesta mi presencia, me voy.
—Está bien, Tom. Quédate.
—¿No me van a preguntar cómo me fue?
—Ah, claro —dijo Bill como si hubiera olvidado por completo que yo me hubiese ido alguna vez—. ¿Cómo te fue? 
—Lo preguntas por compromiso, ¿no?
—Tom, cállate y cuenta —dijo Andreas.
—Tengo malas noticias. Nuevamente.
—Durante este último tiempo, me he ido acostumbrando a las malas noticias. Dime, Tom…—afirmó mi hermano agachando la cabeza, para oír lo malo que yo estaba por decir.
—La boda…
—¿Qué pasa con la boda? —preguntó Andreas ansioso por saber lo que iba a decir.
—Será el día de nuestro cumpleaños, Bill. Me casaré el día de nuestro cumpleaños —repetí para torturarme a mí mismo.
—¡¿Es una broma?! —preguntó mi hermano con cara de asesino.
—Perdóname, Bill. Perdóname. Algún día le devolveremos a Melany la maldad que se merece por amenazarme.
—¿¡No había otro día?! —me gritó Bill acercándose como para pegarme.
—Espera, déjame explicarte, Bill. Sólo había fecha para ese día o sino, dentro de dos meses. Sabes que no me quiero casar y que hubiera escogido hacerlo en octubre, pero Melany volvió a amenazarme. De por vida me amenazará, creo.
Bill se tragó las palabras. Si decía algo, sabía que no sería para alabarme o para felicitarme. Todo lo contrario. Sólo quería no pelear conmigo, no quería armar otro escándalo como siempre.
—Bill…dime algo.
—¿Qué quieres que te diga el pobre hombre? —opinó Andreas defendiendo a mi hermano.
—No sé. Aunque sea que se enojó. ¿Te enojaste?
—Por supuesto que se enojó —volvió a opinar nuestro mejor amigo.
—No me enojé, Tom. Está bien. Sé que existen otras prioridades antes que yo.
—Soy una basura. ¿Cómo puedo hacer que vayas el día de tu cumpleaños a mi casamiento? Encima que tú ni siquiera quieres que me case.
—Ya está, Tom. No hay problema.
—¿De verdad?
—Sí, en serio.
La cara de Andreas cambió por completo. Lo único que no cambió este y en Bill, fueron los nervios. Seguían como alterados, nerviosos, algo así como si les incomodara algo. A mí me incomodaban ellos.
Saqué mis propias conclusiones. Ambos andaban en algo raro. Y yo sabía exactamente qué era. No quise apresurarme a pensar cualquier cosa, por lo que debía ir despacio y sacando conclusiones solamente con pruebas.
—Gracias por no enojarte, Billy.
—De nada.
—Yo me voy, chicos, a llamar por teléfono. Ustedes sigan hablando de lo que hablaban cuando llegué. Prometo no interrumpirlos más —dije yéndome ofendido de la habitación.
Me fui a hablarle a Gustav. Quería averiguar acerca de lo que me había dicho Melany. Necesitaba saber si ella había venido a mi casa, y si era verdad que lo había hecho con una amiga. De todas formas, eso no me era de mucha ayuda. Pero igual llevé a cabo la llamada.
—¿Hola?
—Gus, soy Tom.
—¡Hola, Tomy! ¿Cómo estás, amigo?
—Acá andamos, tratando de sobrevivir. ¿Tú?
—Todo bien. Ey, ¿por qué dices eso? ¿Qué pasó, Tom?
—Me voy a casar, Gus.
—¿Tan pronto? Pero si apenas te enteras que serás padre.
—Lo sé. Dime una cosa y luego te cuento bien todo…
—Pregunta.
—¿Melany vino a casa cuando tú estabas aquí? Respóndeme con la verdad, Gus.
—Sí. Perdón, Tom, porque no te avisé.
—Está bien, amigo. Sólo necesito que me digas si venía sola o con alguien.
—Con una amiga, ¿por qué?
—Mm…entonces la maniática tenía razón —pensé en voz alta.
—¿Qué pasó?
—Melany me amenazó para casarme.
—No puedo creerlo. ¿Cómo que te amenazó?
—Es una larga historia. Después te la cuento.
—Listo.
—¿Y Geo?
—Está en el gimnasio.
—Qué raro él matándose allí —exclamé sarcásticamente, ya que mi amigo vivía en el gimnasio.
—¿Quieres que hoy vayamos a tu casa? Así de paso nos cuentas todo con lujo de detalles.
—Dale, Gus. Y si quieren traigan sus instrumentos y ensayamos. Está abandonadísima la banda.
—Listo. Como digas. Y sí, ahora tendrás tu familia. La banda quedará en último plano en tu vida y tienes todo el derecho del mundo. Hay cosas más importantes.
—Lo sé. Sin embargo, es mi única distracción de todos los problemas.
—La mía también. Solamente que mis problemas no son nada comparados con los tuyos.
—Gracias, amigo.
—De nada —rió Gus—. Bueno, te dejo, Tom, porque el baño me llama. Vamos más tarde. Saludos a Bill.
—Igualmente, Gustav. Cuídate y tú dale saludos a Georg.


Capítulo XXVII: “Pequeños detalles”


[ https://www.youtube.com/watch?v=UxOrE5-9zxE ]

Al finalizar la llamada, pensé en ir a decirle a Bill que había hablado con Gus y que, más tarde, este vendría con Georg a casa pero lo medité antes de hacerlo. ¿Y si estaba tan ocupado mi hermano con Andreas que no querría que fuera a avisarle? Fui igual. No me importaba que estuvieran hablando de cosas “privadas”.
Entré a la habitación y volvió a pasar lo mismo que antes, solamente que me miraron en menos proporción. O al menos trataron de hacerlo.
—Bill, más tarde vendrán Gus y Geo. Vamos a ensayar y se quedarán a la noche a comer y hablar, como siempre —mencioné malévolamente.
—Bueno, Tom.
—Yo me voy entonces —agregó Andreas.
—¿Por qué, amigo? —preguntó mi hermano.
—Porque se juntaran con sus amigos. Yo no tengo por qué estar aquí.
—No, no. Quédate —pidió Bill.
—Tú que dices, Tom, ¿me quedo o me voy?
—Haz lo que quieras, Andy —sonreí fingidamente.
—Bueno. Me quedaré por ti, Bill.
—Sí, hace tanto que no nos ves ensayar —añadió mi gemelo.
—Sí. Es que sólo viene a molestar —expliqué riendo.
—¿Cómo? —preguntó Andreas molesto.
—Nada, nada.
Andreas se quedó todo el día en la habitación con Bill. Yo fui a ensayar con la guitarra un buen rato hasta que vinieran los chicos.
Se hicieron las ocho de la noche y por fin vinieron. Andreas bajó con mi hermano y comenzamos a ensayar.
Cantamos Scream, Ready, set, go! Y Bill empezó a cantar Monsoon.
Supuestamente, mi hermano en la parte de “Just me and you”, siempre debía acercarse a mi guitarra y cantar juntos, por más de que yo nunca tuviera micrófono. El problema no sólo fue que no se acercó a mí, sino que se acercó a Andreas.
Dejé de tocar la guitarra y me la saqué con bronca. La revoleé en donde estaba sentado nuestro mejor amigo y me fui para la cocina.
Todos los de la banda se quedaron mirándome de la misma manera: sorprendidos. El único que no miró así, fue Andreas. Él hizo una cara de ganador con maldad y felicidad. Los tres gestos, en la misma mirada.
Georg fue el primero que vino a preguntarme qué me había ocurrido a la mitad de la canción.
—Tom, ¿qué pasa? —preguntó entrando a la cocina paralizado aún por lo que había pasado.
—¿Qué? ¿No viste lo que hizo Bill?
—No. ¿Qué hizo? —cuestionó Georg todavía más desconcertado.
—¿En serio me lo dices? ¿Acaso fui el único que se dio cuenta? —pregunté enojado.
—¿De qué, Tom? ¿De qué nos teníamos que dar cuenta?
—Bill se acercó a Andreas donde dice “Just me and you”. Sabes que siempre se acerca a mí. Se tiene que acercar a mí. No es justo.
Bill se colocó detrás de la puerta. Quería escuchar qué era lo que me había pasado.
—Tom, dime que es una broma. ¿No te parece que estás exagerando? ¿Cómo se te ocurre dejar de tocar a mitad de un ensayo, solamente por una pavada tan grande como esa?
—¿Para ti es una pavada? Bien, para mí, no lo es.
—Creo que para cualquiera es una pavada. ¿Quieres que le preguntemos a Gustav a ver si es una pavada que Bill se te acerque o no?
—¿Que yo me le acerque o no? ¿Quién me explica eso? —se entrometió Bill en la conversación.
—Me puedes explicar, ¿qué te hice ahora? —pregunté intrigado por la respuesta de mi hermano.
—¿Tú? ¿Por qué ibas a hacerme algo?
—No lo sé. Dime tú qué es lo que te hice.
—No entiendo nada, Tom. Primero explícame, ¿cómo es eso de que es una pavada que me acerque a ti? ¿A qué se refirió Geo cuando dijo eso?
—Se refirió a lo que hiciste recién. ¿Acaso tú tampoco te diste cuenta?
—¿De qué cosa me tenía que dar cuenta?
—De que no te acercaste a cantarme. Te acercaste a Andreas.
—¿Te enojaste por eso? —preguntó Bill abriendo los ojos más grandes que dos huevos fritos.
—Créele. Para él es muy importante eso —afirmó irónicamente Georg, poniéndole énfasis a la palabra “muy”.
—Dejen de burlarse ya —rezongué.
Bill le guiñó el ojo a Georg acercándose a mí.
—Hermanito, ¿estás celoso? —preguntó Bill sonriendo.
—¿Yo? ¿Celoso de Andreas? Ja, ja. No me hagan reír. Yo soy más hermoso que él, más talentoso y más ganador si nos referimos a las muchachas.
—Vamos, Tom. Te conocemos —afirmó Georg.
—Y yo me conozco más. Si digo que no, es no.
—Como tú digas —respondieron Georg con mi hermano al unísono.
—Vamos a ensayar ya. Déjense de pavadas —se entrometió Gustav.
—Sí, vamos mejor, antes de que Gustav entre en pánico —opinó Georg.
Fuimos todos hacia donde estábamos ensayando. Allí sentado estaba Andreas. Yo hice de cuenta que no se encontraba nadie más en el lugar.
—Tomy, ¿qué te pasó? —preguntó Andreas simulando estar preocupado y simulando no saber la razón por la cual había abandonado la canción.
—Nada, nada. Fue una pavada.
—Prosigamos —dijo Gustav un poco molesto por interrumpir el ensayo.
Ensayamos, esta vez, sin ningún inconveniente. Es más, Bill se acercó para remediar lo que había hecho, en la mitad de otra canción. Cuando terminamos de ensayar todas las canciones que normalmente cantábamos en vivo, fuimos para la cocina a cenar.
Comimos pizza, como siempre lo hacíamos. Le conté a Georg toda la historia mía y de Melany. Y a Gustav le conté por qué me casaría y cuál era la amenaza que había recibido. La noche terminó tranquila. Todos los invitados se fueron y, por fin, estábamos mi hermano y yo solos en casa. Digo por fin ya que, todo el día había estado repleta de visitas la misma y no habíamos podido hablar tranquilos desde el día anterior.
Habrá pasado una semana y se me ocurrió decirle a Melany que debía presentarla a mi madre. Todos, en realidad, debían conocerla. En esa semana transcurrida, había pensado mucho. En mí, en Melany, en nuestra familia. Intenté entender por qué mi futura esposa estaba tan loca. Y lo supe con claridad, es decir, nadie necesitaba pensar mucho para saber la razón. Sus padres jamás le habían dedicado el tiempo que ella necesitaba, y todo empeoró cuando me conoció. No me quise imaginar lo traumático que debía ser, para cualquier mujer, estuviera loca o no, quedar embarazada sin querer. O sea, esperar un hijo producto de un embarazo no deseado. Me imaginé a mamá o a cualquier mujer de dieciséis años embarazada. Podría ser totalmente ilógico asociar la locura de Melany al embarazo, pero gran parte de ella, para mí, era debido al hijo que llevaba en su vientre. Quizás a cualquier fanática de cualquier banda le hubiese gustado tener un hijo de un miembro su grupo musical favorito, sin embargo, no era nada lindo. A lo mejor, a Melany o a otras personas les gustaría y de paso eso les serviría para ganar fama u otras cosas, mas a mí me disgustaba por completo. Y ni les cuento a mi hermano.

Capítulo XXVIII: “Enfrentándola”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=38V79ZPWXKQ ]

Fue por todo aquello que había pensado, que me reafirmé, nuevamente, a mí mismo, la idea de casarme, pero esta vez, con más ganas.
Melany, con respecto a presentarla a mi padrastro y a mi madre, respondió que sí. Dijo que a la noche vendría a buscarme para ir a casa de mamá.
Antes de presentarle a Melany a mamá, tuve que avisarle a mi hermano.
—Bill…
—¿Qué pasa, Tomy?
—Esta noche le presentaré a mamá su futura nuera.
—¿Le presentarás a Melany?
—Y sí. ¿Quién más sería su nuera sino?
—¿A esa loca le presentarás? Cuánto te apuesto a que a mamá le caerá mal.
—No me digas eso, Bill. Yo no tengo la culpa de que Melany esté loca.
—Lo sé. Pero sería mejor que mamá la conozca el día de la boda si no se decepcionará de ti con anticipación.
—Gracias, hermanito, por el aliento y la buena onda —contesté irónicamente.
—Es que es en serio…
Bill tenía miedo. Miedo de que mamá aprobara a Melany como su nuera oficial. Mi hermano pensaba que ella no era apta para ser mi esposa. Y no lo era, en absoluto. Mas yo estaba ciego, ciego por la culpa de haber dejado embarazada a Melany, ciego por el miedo de ser un mal padre, por la angustia de serlo, y por el arrepentimiento de haberme emborrachado y acostado con cuánta mujer se me vino en gana.
—Sigues sin querer que me case ¿verdad? —pregunté sabiendo de antemano la respuesta.
—¿Y cómo voy a cambiar de opinión? Por supuesto que no quiero que te cases.
—No quieres que lo haga porque Melany está loca. Sin embargo, ¿hay alguna otra razón para que no quieras que la boda se lleve a cabo?
—¿Aparte de la promesa?
—Sí, aparte de ella.
—No. No hay ninguna otra razón —contestó Bill nervioso—. ¿Por qué lo dices?
—Pregunto. A lo mejor me vas a extrañar cuando me vaya de casa para formar una familia.
—Sabes que lo haré. Así como tú me extrañarías si yo lo hiciera.
—¿Quién dice que te extrañaría? —pregunté sonriendo.
—Tú. Siempre lo has dicho. Sé que me quieres mucho. Y si yo no viviera más contigo puedo apostar que, al menos, te sentirías solo y extrañarías mis peleas y mis gritos.
—Me conoces ¿eh?
—No es cualquier cosa compartir veinte años con alguien. Eso no pasa ni se vive todos días.
—Te extrañaré, Billy —dije abrazándolo.
El abrazo tierno de Bill me llenó de angustia, de nostalgia. Por más que habían sido más de veinte años los compartidos con mi gemelo, sentí que no eran suficientes. Quería más salidas con él, más comidas con él, quería seguir viviendo con él.
Yo no había nacido para casarme joven, ni mucho menos para formar una familia a los veinte años.
Basta de lamentos, me dije. Era hora de que me pusiera los pantalones del hogar de una maldita vez.
—Entonces, ¿quieres ir esta noche a la casa de mamá? —pregunté sonriendo para que mi hermano diera una respuesta afirmativa.
—¿Para ver a Melany? No, gracias. Paso —contestó Bill odiosamente.
—Vamos, Billy. Dale. Necesito apoyo psicológico —traté de convencer a Bill haciendo carita de perrito mojado.
—Oh, está bien. Sólo lo hago por ti.
—Gracias, hermanito.
—De nada.
Así, pasó la tarde y llegó la hora en que Melany debía ser presentada a mi madre y a mi padrastro.
Cuando estaba listo para salir, sonó el timbre. Tenía que ser Melany.
—Bill ¿estás listo? —pregunté pasando por su habitación.
—Sí. Creo.
—¿Por qué creo?
—Porque tengo miedo.
—¿No se supone que yo soy quien debe tener miedo?
—Yo tengo miedo de que Melany nos mate.
—Bill, deja de decir pavadas y camina.
Mi gemelo y yo bajamos las escaleras y abrí la puerta.
—¿Listo? —preguntó la rubia.
—Listos —respondí dejando salir primero de casa a mi hermano.
—Hola —saludó Melany.
—Yo conduzco, Tom —avisó mi hermano, sin darle la más mínima importancia al saludo de Melany.
Subimos al Cadillac. No recuerdo bien si era el de Bill o el mío. Aunque eso carecía de importancia.
Mi hermano se subió adelante para conducir y Melany y yo, atrás.
Si digo que hablamos dos palabras en el camino, estoy exagerando. Los tres fuimos completamente callados en el auto. Yo tenía miedo, Bill estaba nuevamente con bronca y nervioso, como aquella vez en la que vio a Melany en la puerta de casa. Y esta, también estaba nerviosa y orgullosa; no podía creer que conocería a la madre de los gemelos Kaulitz.  
Llegamos a destino. Bajamos del auto y golpeamos la puerta. Salió mamá.
—¡Buenas noches! —exclamó emocionada nuestra madre.
—Buenas noches, señora Kaulitz —saludó educadamente Melany.
—Hola, mamá —respondí con la voz entrecortada de los nervios.
—¡Mamá! —gritó mi hermano abalanzándose sobre nuestra madre y dándole un gran abrazo para llamar su atención, como si fuera un niño de siete años.
Entramos a casa y saludamos a Gordon.
Durante la cena, todo estuvo tranquilo y normal. Para cuando terminamos de comer, los nervios y el miedo me habían abandonado por completo. Respiré aliviada y profundamente. Mamá me llamó para mostrarme unas cosas. Fuimos hacia arriba con Gordon.
Bill se quedó con Melany en la cocina. Mi hermano no sabía qué hacer. No sabía si gritarle, matarla, retarla, amenazarla, pegarle o maltratarla. Decidió no hacer nada. No quería hacerle perder el hijo que llevaba en el vientre. Aparte, él no era de esa clase de personas. No era un asesino.
Sin embargo, no hizo falta que Bill hiciera algo en contra de Melany. Ella comenzó a agredirlo.
—Te quedarás sin hermanito —afirmó la loca sonriendo.
—¿Qué? ¿Lo matarás, loca? —preguntó Bill respondiendo agresivamente.
—No. Me lo llevaré lejos. Tendremos nuestra propia casa, nuestra propia familia. En otras palabras, seremos felices.
—Tom jamás será feliz contigo. Y menos cuando se entere que eres una mentirosa y estafadora.
—¿De qué hablas? —mintió Melany haciéndose la desentendida.
Ella sabía exactamente de lo que Bill hablaba.
—¿Piensas mentirle toda la vida a mi gemelo?
—Así que lo sabes. Yo no le miento a Tom, sólo le oculto la verdad. Esas son dos cosas completamente diferentes.
—Eres una perra. Ojalá todos se enteren de lo bajo que has caído ocultándole cosas a mi hermano.
—Abres la boca y te juro que te mato.
—No te tengo miedo. No lo haré porque sé que… ¿Qué hago dándote explicaciones a ti? —se interrumpió Bill a sí mismo.
—Dime, ¿por qué no le contarás la verdad a Tom?
—Qué te importa.
—Más te vale que no abras la boca porque, repito, te mato y a tu hermano también. Dos pájaros de un tiro. Dos gemelos de un tiro —rió Melany como loca.
La maniática de Melany vio que Tom estaba bajando las escaleras junto con su madre y con Gordon.

Capítulo XXIX: “Esperando ese terrorífico día”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=LxBN433Uh0c ]

Melany inmediatamente se quedó callada. Pero Bill no sabía por qué; no se dio cuenta que yo estaba bajando las escaleras.
—Yo seré quien te matará a ti —amenazó mi hermano.
—¿Qué dices, Bill? —me entrometí en la conversación.
—¿Por qué no le dices a Tom lo que acabas de decir? —preguntó Bill dirigiéndose a Melany.
—¿Qué dijiste, Melany? —le pregunté intrigado.
—Nada. Es sólo que Bill me está tratando mal, me está amenazando.
—Bien merecido lo tienes —respondí dándole a Melany una respuesta que no esperaba.
Bill sonrió al ver que yo lo defendí.
Finalmente, nos fuimos de la casa de mamá. Por suerte, todo había salido bien. Ni mamá ni Gordon se dieron cuenta de lo loca que estaba Melany, es más, a ellos les había caído bien.
Llegamos con Bill a casa y nos fuimos a dormir.
A la mañana siguiente, me despertó el teléfono. Me levanté medio dormido y atendí.
—¿Hola?
—¡Hola, amigo! ¿Te desperté? —cuestionó Georg del otro lado del teléfono.
—Sí —respondí algo molesto.
—Perdón —río—. Son las doce, ya es hora de levantarse. Bueno, Tom, tengo que informarte acerca de algo que te va a infartar.
—¿Qué cosa? —pregunté preocupado.
—Hoy tenemos un concierto a la noche.
—¿¡Qué?! ¿¡Un concierto!? ¿¡Cómo que un concierto?! ¿¡Estás hablando en serio?!
—Sí. Nos llamaron de los premios MTV.
—Ay, Dios. Nunca avisen antes. No hemos ensayado casi nada.
—Lo sé. Sin embargo, creo que basta con lo que hemos ensayado, Hace mucho ya que venimos ensayando. Aparte, necesitamos dar un último concierto antes de que sea tu casamiento. Y sólo nos queda hoy o mañana. Creo que mañana vas a estar ocupado planeando y organizando todo.
—Tienes razón. Melany ya tiene todo organizado. Sólo falta que yo mañana retire mi traje. No puedo creer que falte tan poco. No quiero hacerlo, Geo…Bueno, no me quiero poner mal, así que dime, ¿a qué hora es el concierto?
—A las nueve. Tenemos tiempo para un ensayo más.
—Sí, lo tenemos. ¿A qué hora nos juntamos? ¿Vienen ustedes o vamos nosotros?
—Vamos nosotros. Nos juntemos a las siete ¿quieres?
—Dale. A esa hora los esperamos.
—Bien. Nos vemos, Tomy.
—Nos vemos, Geo —corté la llamada.
Bajé para la cocina y Bill ya se había levantado.
—Hermanito, ¿cómo has amanecido? —pregunté.
—Bien. ¿Tú, Tomy?
—También. Excepto por una noticia que me acaba de informar Georg.
—¿Qué noticia?
—Esta noche tenemos un concierto de MTV.
—Estás haciéndome una broma, ¿verdad? —preguntó Bill pálido por la noticia.
—No, es verdad. Me acaba de avisar Georg.
—Y supongo que le dijiste que no tocaremos ¿no?
—Pero, ¿por qué? —dije sorprendido.
—Yo ni loco toco así, sin previo aviso. Ni siquiera nos avisaron con una semana de anticipación; esto es una locura.
—Bill, por favor. Si estamos preparados. ¿O me vas a decir que hace más de un mes que no ensayamos? Además, hoy ensayaremos antes de ir.
—¿Y eso que tiene? Yo no pasaré vergüenza frente a nuestras fanáticas.
—Bill, deja de ser tan chiquilín. Cantaremos y listo.
—¿Y sin mí quien cantará? ¿Tú? —me preguntó Bill malévolamente.
—Sí. ¿Qué tiene?
—Está bien. Iré al concierto. Pero sólo para que tú no arruines la banda cantando —afirmó mi hermano riendo.
—Te odio —dije mirando para otro lado.
Así pasó la tarde y se hicieron las seis. Bill se fue a bañar. Justo sonó el timbre. Me pregunté quién podía ser. Abrí la puerta y era Andreas.
—Amigo, ¿cómo estás? —dijo nuestro mejor amigo entrando a casa.
—Yo bien, ¿tú?
—Todo bien. ¿Y Bill?
—Sabía que venías a verlo a él…—dije cambiando inmediatamente mi buen humor.
—Vengo a verlos a los dos. Ambos son mis mejores amigos. ¿Qué te pasa, Tom?
—¿A mí? Nada. ¿Por qué me iba a pasar algo?
—No sé. Pregunto nada más —respondió Andreas sospechando algo raro en mí—. ¿Sigues enojado conmigo?
—¿Yo? No, nada que ver —mentí.
—Ah, bueno, mejor. Y me vas a responder, ¿dónde está Bill?
—Está bañándose. ¿Vas a ir a buscarlo al baño? —pregunté sin el más mínimo sentido del humor.
—Sí. Ahora voy a entrar con él —bromeó Andy riendo.
—Muy gracioso —dije sin hacer media mueca de sentido del humor.
—¿Y se van a algún lado que Bill se está bañando?
—No —mentí, pero luego me arrepentí—. Mejor dicho, sí. Tenemos ensayo y después un concierto. ¿Vienes? —comencé a ser más amable con Andy.
Ni siquiera sabía por qué estaba tan malhumorado con él. No podía evitarlo. Era algo que me salía desde adentro y todo tenía que ver con Bill, pero ¿por qué? ¿Acaso estaba celoso de que Andreas estuviera todo el día con mi hermano? No, no podía ser eso. ¿Por qué estaría celoso de mi gemelo? Eso no tenía lógica. Nada podía siquiera asemejarse a mis sueños, ya que eso me daba terror; me sonaba escalofriante.
—Por supuesto. Para ver a Bill cantar. Y a ustedes tocar.
—Okay.
Bill salió de bañarse, bajó y saludó a Andreas. Le dije que este se iba a quedar a nuestro ensayo y que luego iría para el concierto.
Cuando se estaban haciendo las siete, sonó nuevamente el timbre. Pensé que, seguramente, eran Gustav y Georg. Aunque me pareció raro, ya que ellos jamás habían sido puntuales. Y lo que sospeché, fue un acierto. No eran ellos quienes venían, era Melany, como siempre. Seguramente venía a molestar.
—¡Tomy!
—¿Melany? ¿Qué haces aquí?
—¿No te puedo visitar a dos días de nuestra boda?
—Ni me lo recuerdes.
—Aparte, vengo porque me enteré que tienen un concierto ahora a las nueve. Me van a dejar entrar gratis ¿no?
—Si no queda otra. Solamente estarás en la primera fila, no pidas más.
—OK. ¿Me puedo quedar hasta que sea la hora y me voy con ustedes?
—Está bien. Pero nosotros vamos a ensayar —contesté sin saber qué responder.
Quise ser amable con Melany, hacía como una semana que ella venía haciéndolo conmigo, así que preferí seguirle la corriente. No perdería nada dejándola ir al concierto gratis.
—No hay problema. Mejor aún.
Bill la vio entrar y cambió su cara por completo. Andreas miró la cara de mi hermano. Y yo observé como ambos miraban.
—¿Hola? —dijo Melany sintiéndose observada.
—¿Qué hace esta loca aquí, Tom? —me preguntó Bill—. Te dije que la quería ver solamente en la boda.
—Vine a ver como ensayan y después iré a su concierto. ¿Tienes algún problema?
—Sí, muchos. Que a ti, no te importan.
—No, la verdad, no me interesan.
—¿Pueden dejar de pelear? —les pregunté a ambos.
—¿No te das cuenta que es ella quien empezó a pelear a Bill? —opinó Andreas.
—No, déjalo. Él sabe bien que yo no soy, pero no sé por qué defiende a esta loca —respondió mi hermano.
Gracias a Dios, sonó el timbre. Eran Gustav y Georg. Y digo gracias a Dios, sino mi gemelo y Melany seguirían peleando. Melany y Andreas se sentaron en el sillón mientras nosotros ensayábamos.
En el medio del ensayo, nuevamente pasó lo de la semana anterior: Bill se acercó a Andreas. Creo que sólo Melany y yo notamos eso. Ella inmediatamente pensó muchísimas cosas al ver cómo mi mejor amigo miraba a Bill. Una de las muchas cosas que pensó fue un plan. Decidió preguntarle a Andreas una cosa. Algo que no era para hacer bondades, sino maldades.


Capítulo XXX: “Varias sorpresas en un mismo día”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=fRcTaPiC8a0 ]

Mientras nosotros estábamos muy entretenidos tocando, Melany le habló a Andreas.
—¿Vamos a hacerles algo de comer a los chicos? —preguntó la rubia guiñándole el ojo a nuestro mejor amigo.
este, inmediatamente se dio cuenta de que la loca algo tramaba, pero aún así fue junto con ella a la cocina.
—¿Qué quieres? —preguntó Andreas sabiendo que esa guiñada de ojo no era para ir a hacernos comida.
—Estás enamorado de Bill, ¿verdad? —cuestionó ella sin dar muchas vueltas.
—¿Qué? ¿Yo? ¿Enamorado de Bill? —mintió el rubio haciendo de cuenta que no sabía nada sobre el asunto.
—Sí. Por favor, ¿acaso me vas a decir que sólo lo quieres como a tu mejor amigo? No soy estúpida.
—Sí, lo eres. Porque Bill es mi mejor amigo y jamás podría enamorarme de él —mintió nuevamente.
—Bueno…Ya sé por qué mientes. Tú crees que le contaré a alguien ¿no? Bien. Pues te cuento que no estoy aquí para hundirte junto con Bill y Tom, sino para ayudarte. Ambos nos ayudaremos.
—¿De qué hablas? ¿Tu piensas que te ayudaré, siendo que quieres mandar a Bill a la cárcel?
—Sí. Porque te ayudaré a que lo tengas para ti solo. Debemos unirnos, Andreas. Tú te quedarás con Bill y yo con Tom. Ambos seremos felices. ¿Qué dices?
Andreas estaba pensando seriamente en lo que la rubia acababa de decirle. No sonaba para nada mal. Sería una excelente idea para librarse de mí y para quedarse con mi hermano.
—¿Cómo sabes que estoy enamorado de Bill? —admitió nuestro mejor amigo.
—Creo que todos son ciegos. ¿Cómo nadie puede darse cuenta? Te pierdes en sus ojos cada dos por tres. Lo miras como si fuera tu enamorada.
—Es mi enamorado…
—Aún no me has respondido, ¿aceptas ser mi asociado o no?
—Por supuesto. Juntos haremos grandes cosas —respondió sonriente Andreas.
—Chicos, ¿qué hacen? —pregunté entrando a la cocina porque ya habíamos terminado de ensayar.
—Nada. Intento llevarme bien con esta loca. Pero es imposible —mintió Andreas.
—Yo sólo quiero hacerles de comer y este no quiere —mintió también la rubia.
—Ay, Dios. Déjense de comidas que ya son las ocho y media. Tenemos que ir yendo.
—¡Sí! ¡Qué emoción! —exclamó Melany.
Guardamos los instrumentos y nos organizamos para ir al concierto. Bill iría en su Cadillac con Andreas y con Georg. Yo iría en el mío con Melany y Gustav.
Llegamos allí y Andreas y Melany se fueron a sentar en la primera fila. Continuaron hablando.
—Debemos hacer de cuenta que nos llevamos mal, así no sospecharán nada —afirmó Melany.
—Lo sé. ¿Cuál es tu plan para que Tom se quede contigo?
—Lo único que tengo planeado hasta ahora, es el casamiento. Con eso, ya gano muchísimo. Ya no hay forma de que sea cancelado; Tom sabe lo que haré si eso pasa.
—Tienes razón. El casamiento se hará cueste lo que cueste.
—Sólo hay un problema…
—¿Cuál?
—Bill sabe la verdad. ¿Tú la sabes?
—¿Qué verdad?
—¿Sabes lo que realmente pasó la noche de la fiesta?
—Sí. Me acordé cuando te vi.
—Entonces a Bill le debe haber pasado lo mismo. Sabe todo…Sólo espero que se calle y no diga nada.
—No puedo creerlo…No me dijo nada.
—¡Tú!
—¿Yo qué?
—Tú debes convencerlo para que no abra la boca antes de la boda.
—Ni antes ni después. Tom no se puede enterar de ello. Sin embargo, yo sé exactamente lo que hacer. Tú deja esto en mis manos. Yo me ocupo.
—Listo. Espero que no salga nada mal. Sino, serás el único responsable.
—Entendido.
Terminaron de hablar debido a que el presentador del concierto salió a presentar a Tokio Hotel.
Comenzamos a tocar las primeras canciones que habíamos ensayado hasta llegar a “Monsoon”. Allí, Bill se acercó a mí, pero no tal cual lo habíamos ensayado, sino que mi hermano, se colocó más cerca de mí que lo programado. Cualquier mente enamorada, podría haber pensado que entre nosotros pasaba algo. Sin embargo, debo admitir que me encantó estar así con mi gemelo, sentí que ambos estábamos solos en el escenario, sin nadie de público y como decía la frase “Just me and you”.
Cuando Andreas miró a su lado, Melany no estaba. Al parecer, se dio cuenta del “amor” que Bill tenía hacia mí. Subió por detrás del escenario y nos espiaba a través del telón. Pensó que algo fuera de lugar iba a pasar entre mi gemelo y yo e inmediatamente se asomó por el telón; salió a la vista de todos.
Yo estaba muy concentrado en mi mundo con mi hermano, por lo que ni me di cuenta por qué todos miraban detrás de mí. Creo que a Bill le pasó exactamente lo mismo. Ambos miramos al costado nuestro, en donde estaba Melany aplaudiendo y gritando como loca.
—¡Bravo! ¡Bravo! ¡Son los mejores!
Luego, le arrebató el micrófono a mi gemelo para informar algo. esta dice algo sobre nuestro casamiento y la mato, pensé.
Bill se quedó tan anonadado como yo y los demás miembros de la banda. Está de más decir que todo el público se quedó sorprendido junto con nosotros. ¿Quién era esa loca que aparecía en el medio del escenario, interrumpiendo el show? Se preguntaba la gente.
—Voy a decir algo que deben saber acerca de Tom Kaulitz —dijo Melany en frente de todo el mundo, tan rápido que no me dio tiempo ni de reaccionar—. Quería avisarles que pasado mañana nos casamos.
Me quedé boquiabierto mirando a la gente. Todas las personas allí presentes me miraban. No sabíadónde meterme, no sabía qué hacer. ¿Desmentía lo que acababa de confirmar Melany? ¿O sólo sería en vano? No me importaba que quedara como idiota al hacerlo, lo haría.
Me acerqué a tomar el micrófono que tenía Melany en sus manos, pero fue en vano. esta, tomó mi mano y me besó desaforadamente. En una décima de segundo, me puse a pensar qué hacer. ¿La sacaba para que dejara de besarme? ¿O continuaba besándola? Ya está, no hay vuelta atrás, pensé, sin dejar de besarla.
Al terminar esta horrorosa situación, todos nos dirigimos hacia atrás del escenario, sin decir por el micrófono palabra alguna.
Bill estaba mal, triste. Sentía impotencia. ¿Quién se creía esa loca para interrumpir un momento “íntimo” entre ambos, en el escenario? No sabía.
Andreas supo cómo se sentiría Bill, aparte de que ya lo había visto salir rápido del escenario. Por ello fue que, mientras yo y Melany fuimos a los camerinos para hablar, ya que debía retarla, nuestro mejor amigo subió por donde mismo lo había hecho esta y fue a parar justo en donde estaba Bill.
—¿Bill?
—Déjame solo, Andreas.
—¿Cuántas veces te tengo que decir que dejes de sufrir por Tom?
—Jamás lo podré hacer. Lo amo demasiado —miró mi hermano a su mejor amigo, a punto de dejar caer algunas lágrimas.
—No digas eso, Billy. Sí que puedes…A lo mejor debes dejar que alguien más aparezca en tu vida y te haga olvidar por completo a tu hermano.
—¿Tú dices? Lo que pasa es que no puedo. Si no es con Tom, no quiero estar con nadie más.
—¿Y vivirás toda tu vida esperando a que te ame? Me parece que te equivocas, Bill. No llegarás muy lejos así.
—Puede ser. Pero no puedo olvidarlo…
—Deja de decir eso, hazme el favor —abrazó Andreas a su mejor amigo.
—Gracias por todo, Andy.
—De nada, amigo. Te quiero muchísimo. Necesito contarte algo, Billy.
—Dime —dijo Bill algo nervioso.
—¿Tú sabías que no sólo Tom se acostó con Melany el día de la fiesta? También lo hicimos tú y yo.

Capítulo XXXI: “¿Volveré a ser feliz?”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=s68kK7GyPD8 ]

Bill no se sorprendió en absoluto, ya lo sabía todo. Se había acordado de la noche de la fiesta al ver a Melany, es decir, todo pasó tal cual ella dijo que hubo pasado.
—Ya lo sabía…—afirmó Bill.
—Lo supuse, porque tu cara no se modificó en lo más mínimo.
—Sólo quiero saber una cosa. ¿Cómo sabemos, Andy, que ese hijo que lleva Melany en el vientre no es nuestro? Dime, ¿cómo haremos para saberlo?
—No lo sé. Me parece que ella nos hubiese dicho si el hijo no es de Tom. ¿No crees?
—¿Cómo hago para confiar en ella? ¿Y si sólo está obsesionada con Tom y el hijo no es de él?
—No creo que mienta en eso, Bill. Sólo piénsalo, ¿por qué mentiría?
—Y por lo que te acabo de decir. ¿Qué tal si está obsesionada con él?
—No, Billy. No lo sé…Lo único que sé, es que Tom no debe enterarse de nada. Dime que guardarás silencio.
—Por un lado, quiero confesarle todo a mi hermano. Él no se merece un hijo que ni siquiera sabe si es de él o no, no le puedo arruinar la vida ocultándole la verdad. Pero por otro lado, debo dejarlo ser feliz, tengo que permitir que se case para así olvidarme de él para siempre. Y dejar de pensar sólo en él. Eso sería pensar sólo en mí, lo sé, sin embargo, creo que para él también sería positivo. Formar una familia, ser feliz. No sé qué hacer —dijo Bill lamentándose.
—Tranquilo, amigo. Ya verás que todo se solucionará. ¿Te puedo dar un consejo que también me servirá para mí? Debemos guardarnos para nosotros esto. No tenemos que decirle nada a Tom. ¿Sabes cómo nos odiará por no habérselo dicho antes? Se enojará con nosotros y…ninguno de los dos quiere eso, ¿verdad?
—Es verdad. No aguanto estar peleado con Tom. Creo que tienes razón, te haré caso.
—¿Será un secreto entre ambos quieres?
—Está bien. Lo guardaremos.
—¿Lo prometes?
—Por supuesto, amigo.
Mientras, yo hablaba con Melany.
—¿¡Cómo se te ocurre decirle a todo el mundo que nos vamos a casar?! No, no…—dije lamentándome—. He confirmado que contigo no puedo ser bueno. Es imposible. Me doy vuelta, y ya me traicionas. Te odio con toda mi alma.
—Me encanta ser así. Me siento orgullosa.
—Pues me alegro —dije yéndome de los camerinos.
Cuando llegué a donde estaban Bill con Andreas, ambos se estaban abrazando.
—Otra vez ustedes tan…tan “románticos” —rezongué recibiendo la mirada de ambos.
—¿De qué hablas? —preguntó mi hermano.
—De nada, de nada —respondí odiosamente.
—Vámonos a casa que es tarde y me quiero ir de este espantoso lugar —rezongó mi gemelo.
—Sí, tienes razón.
—No puedo creer que tu “noviecita” haya dicho eso frente a todo el público. Nos arruinó el show.
—Lo sé, Bill. Quise matarla.
Georg y Gustav se fueron para su casa. Yo subí a mi Cadillac con Melany y la llevé a su hogar, y Bill llevó a Andreas hasta el de él.
Mi gemelo llegó primero a casa y fue directo a acostarse. Yo también hice lo mismo apenas volví de dejar a la loca en su hogar.
A la mañana siguiente, me desperté con la voz de mi hermano.
—Tom…debo decirte algo.
—Dime, Bill —contesté aún sin despabilarme por completo.
—¿No notaste algo en Melany anoche?
—No, ¿qué debía notar?
—Ay, eres tan tonto. Yo la vi una vez golpeada y luego dos más, e inmediatamente me di cuenta, y tú ni siquiera eres capaz de hacerlo.
—Dime ya, ¿qué le viste? —pregunté seriamente.
—Los moretones…se le están yendo. Ya no tiene con qué amenazarte para que te cases. Eres libre, Tom. ¿Cómo no te vas a dar cuenta de eso?
Me quedé anonadado. Bill tenía toda la razón del mundo. ¿Cómo iba a ser tan idiota como para no darme cuenta de ello? La amenaza de Melany no duraría mucho tiempo. Sólo debía decirle que no me casaría y listo. Todos mis problemas estarían solucionados. Ella ya no puede hacer nada más para obligarme a que me case, pensé. Me volví a repetir que mi gemelo tenía toda la razón del mundo, yo sería libre. Dentro de un día tenía que casarme, pero, ¿qué más daba? Si ni siquiera lo haría. No me casaría.
—¿Me puedes pegar? —pregunté por lo idiota que había sido.
—Está bien —Bill me pegó una pequeña trompada que ni siquiera sentí.
—Listo, listo —dije haciéndome el dolorido.
—Ya mismo llama a esa loca y dile que no te casarás —dijo Bill completamente emocionado y feliz.
—Lo haré, lo haré, hermanito —contesté con el mismo ánimo que mi gemelo.
Marqué el número de Melany, puse el teléfono en altavoz para que Bill oyera, ya que él me lo había pedido y esperé que atendiera…
—¿Tomy?
—Hola, loca.
—¿Qué te pasa, idiota? —respondió completamente alterada por lo que yo había dicho.
—¿No te parece lo suficientemente cariñoso decirte loca, para lo que te mereces por lo que hiciste ayer? Ni siquiera te mereces que te llame. Pero lo hago porque solamente quería decirte que no me casaré —le xpliqué sonriendo junto con mi hermano.
—¿Escuchaste, maniática? Tom no se casará contigo —se entrometió Bill sintiendo una gran satisfacción por pronunciar esas palabras.
—Muy graciosos. ¿Están hablando en serio? ¿Acaso se olvidaron de la amenaza? Oye, Billy, ¿tú realmente quieres ir a la cárcel?
—No iré a la cárcel —contestó mi hermano muy convencido.
—Tú ya no tienes ni moretones para denunciar a Bill.
Se escuchó un pequeño sonido en la comunicación, así como si Melany estuviera insultando en silencio, y la llamada se cortó. O mejor dicho, fue cortada por la loca.
—Ganamos, Billy. Ganamos. No me casaré.
—No puedo creerlo. ¡Estoy tan feliz, Tomy! —exclamó Bill completamente emocionado—. Feliz por ti, claro. Y por nuestra promesa.
—Créeme que yo también lo estoy. Te quiero muchísimo, hermanito —abracé a mi gemelo.
Me alegraba estar feliz y ver a mi hermano también con el mismo ánimo que yo. Supuse que ya nada podía volver a dejarme en el estado de tristeza que estaba antes. Y nada se compararía con la felicidad que tenía en ese momento.
Mi hermano más feliz estaba. No sólo yo seguiría viviendo con él, sino que podíamos salir juntos como antes, seguir con la banda, y lo más importante: yo no me casaría sin saber si el hijo era mío o no. Y por más que yo fuera a ser padre, no era lo mismo estar casado que serlo. Sólo había dos cosas negativas en todo esto. Por un lado, Bill jamás podría olvidarse de mí. Con mi presencia en casa, eso se le haría imposible. Mas a él no le importaba, sólo le bastaba con tenerme a su lado para ser feliz. Pero por otro lado, mi gemelo debía ocultarme lo del hijo de Melany. Había prometido algo y para él, con las promesas, no se jugaba. Debía cumplirlas o cumplirlas. No le quedaba más remedio que no contarme lo de mi hijo. Para Bill, eso era un detalle más, no importaba mucho. Sin embargo, no sabía, mi hermano, lo que significaría saber que el hijo podía no ser mío.

Capítulo XXXII: “Un plan”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=8TCOGcDmsPw ]

—Llamaré y avisaré a todos que no hay boda, que se suspendió. El primero en enterarse será Andreas —dije malévolamente—. Porque es nuestro mejor amigo, claro.
—Sí, ya lo sé. ¿Por qué lo aclaras?
—No sé. Decía nada más.
Marqué el número de Andreas pero me daba ocupado.
—Qué raro —dije haciendo cara de que había pasado algo extraño—. Andreas nunca usa su teléfono.
No era exactamente algo “extraño” lo que pasaba, sino que mi mejor amigo estaba hablando con Melany.
—¿Hola?
—Hola, ¿Andreas?
—Sí, soy yo, Melany.
—Andy, necesito tu ayuda.
—Por supuesto. ¿Qué pasó?
—Tom me acaba de llamar para cancelar el casamiento.
—¿¡Qué?! —exclamó Andreas exaltado.
—Lo que oyes. Yo tampoco puedo creerlo.
—Pero, ¡¿cómo?! ¿No lo tenías amenazado con lo de los moretones?
—Sí. Mas se dio cuenta de que los mismos se están yendo.
—No puedo creerlo. ¿Y qué haremos ahora? Tú te tienes que casar sí o sí mañana.
—Sí. Sin embargo, para ello necesito una nueva amenaza. ¿No se te ocurre nada? —preguntó Melany impaciente.
—Creo que tengo algo en mente…Solamente que voy a necesitar tu ayuda.
—Por supuesto. Dime, ¿cuál es tu plan?
—Es algo muy arriesgado. Nada puede salir mal. Mira, debemos drogar a Bill. Yo me acuesto con él y tú nos sacas una foto. Luego, con ella amenazamos a Tom. No creo que él quiera que su hermano salga por todos los medios, en una foto acostado con su mejor amigo. ¿Qué te parece?
—Genial. ¿Cómo hiciste para pensar la solución tan rápido?
—Ya lo tenía todo pensado. Siempre hay que tener, por las dudas, un plan B.
—Eres fantástico.
—Gracias —agradeció Andreas orgulloso de pensar las cosas con anticipación.
—Ahora, el problema es, ¿cuándo hacemos todo eso?
—Tiene que ser hoy. Cosa de más tarde amenazar a Tom.
—Necesitaríamos a alguien que se lleve a Tom para que Bill quede solo y así realizar todo el plan.
—¿Tú podrías llevártelo?
—Seguro. Pero, ¿quién tomará la foto?
—De eso me encargo yo.
—No podremos, Andy. Quizá tengamos que posponer el casamiento un día más.
—¿Por qué lo dices?
—Por el traje de Tom…Él hoy tendría que retirarlo —dijo la rubia preocupada.
—Mela, eso es lo de menos. Yo voy y lo retiro. Todos saben que soy su mejor amigo.
—Tienes razón. Entonces, ¡mañana me casaré! —exclamó ella emocionada.
—Exactamente. Todo debe salir tal cual lo hemos planeado.
—Dime una cosa, Andy. ¿Convenciste a Bill para que no le cuente a Tom que él y tú también se acostaron conmigo?
—Indudablemente. Estás hablando con Andreas, Melany. Y tú, contestame algo.
—¿Si?
—¿Sabes quién es el padre de tu hijo?
—No. Todavía no he hecho los análisis. Lo que pasa es que necesito una muestra de ADN de cada uno.
—Okay. Lo único que quiero es que realmente ese hijo sea de Tom.
—Yo también. A ambos nos conviene. Ojalá sea de él. Bueno, Andy, te corto. Debo conseguir la droga que dormirá a Bill.
—Listo. Apenas la tengas me llamas ¿si?
—Perfecto. Lo haré —cortaron la llamada.
Yo, mientras, estaba por llamarle a Gustav y a Georg para informarlos acerca de la buena noticia. Primero llamé a Georg.
—Hola, Geo.
—Hola, Tomy. ¿Cómo estás, amigo?
—Mejor que nunca, Geo. ¿Tú?
—Todo bien. ¿Por qué tan feliz? ¿Suspendieron el casamiento o algo por el estilo? —preguntó Georg en forma de broma.
—Mm, sí. Algo así. En realidad, yo lo suspendí. No puedo creerlo. Me siento tan bien.
—Pero, ¿cómo? ¿No te tenía amenazado la loca con que metería a Bill a la cárcel?
—Sí. Sin embargo, los moretones se le están yendo. Es por eso que le dije que no me quiero casar.
—Buenísimo. ¡Te felicito, amigo! Me imagino que estarás súper feliz.
—Pues claro. ¿Cómo no estarlo ante tal noticia?
—Entonces no prepararé el traje para mañana.
—No lo hagas. ¿Y Gus está contigo?
—No. Se fue para casa. ¿Le avisas o le digo yo?
—Avísale y dile por qué se suspendió la boda. Ah, y perdón, Geo, por lo que pasó ayer, amigo. Realmente me sentí muy mal por la cancelación del concierto. Pídele perdón a Gus de mi parte.
—Está todo más que bien, amigo. No tienes la culpa de nada, fue todo por la loca.  Seguramente Gus ni se molestará. Pero le mandaré disculpas de tu parte.
—Gracias, Geo. Nos vemos, amigo. Cuídate.
—De nada. Mándale saludos a tu hermano. Suerte.
Corté el teléfono. Le dije a Bill que Georg le mandaba saludos. Luego, me hizo acordar que debía avisarle a mamá de la suspensión del casamiento.
—A la noche le aviso. Se molestará cuando le cuente —respondí un poco preocupado.
—Y seguramente que sí.  Pero no te puedes casar si tú no quieres y ella sí. Ya no tiene por qué decidir lo que debes querer o no.
—Es verdad. Sobre todo no me tiene que obligar a casarme con una maniática. Eso es una locura.
—Sin embargo, estabas dispuesto a cometer esa locura.
—Por ti. Y lo haría una y otra vez si tuviera que salvarte de la cárcel.
Bill se sintió más feliz aún de lo que estaba cuando mi respuesta fue aquella. Me amaba todavía más. Estaba harto de ocultarme esa gran verdad. Pero debía hacerlo. ¿Qué tal si yo lo rechazaba? ¿Y si yo no sentía lo mismo? Bill pensaba que quizás la relación de hermanos cambiaría. Cuando me fuera a contar la verdad, tenía que estar 100% seguro de hacerlo. Él jamás lo haría con dudas.
Al terminar de hablar, cada uno se fue para su habitación.
Alrededor de las seis de la tarde, Melany le llamó a Andreas para avisarle que ya había conseguido la droga que haría dormir a mi hermano. Él le dijo que debían poner en marcha su plan. Melany iría en un rato a casa y me llevaría a algún lado para distraerme y para que así, Bill quedara sólo en nuestro hogar.
Escuché sonar el timbre. Justo había bajado para la cocina, tenía hambre. Me pregunté quien sería. Mi hermano estaba durmiendo. Abrí la puerta y me encontré con Melany allí. Había venido en su auto, cosa que era muy rara. Ella siempre caminaba hasta mi casa. Sólo quedaba a unas cuadras.
—¿Hola?
—Tomy…debemos ir al médico. Creo que tuve una pérdida —mintió la rubia.
—¿En serio? Vamos, rápido —dije saliendo de casa con prisa.
Realmente me preocupé por el bebé. Le pregunté a Melany por qué no me llamó y la pasaba a buscar. Me respondió que, seguramente, yo le cortaría el teléfono. Podía ser tan cierto como no serlo.
Llegamos al hospital y nos dijeron que debíamos esperar. Eso era aún mejor para Melany. Más tiempo para que Andreas sacara la foto. este llegó a casa y tocó el timbre. Bill ni se enteró que yo me había ido. Bajó y pensó que yo estaba en el baño o algo por el estilo y le abrió la puerta al rubio.


Capítulo XXXIII: “Volviendo al comienzo”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=lb7RWE_QUeg ]

—Hola, Billy —saludó Andreas cuando Bill le abrió la puerta.
—Hola, Andy. ¿Cómo estás? Pasa —dijo mi hermano para que Andreas entrara a casa.
—Bien, ¿tú? —preguntó este ingresando a nuestro hogar.
—Muy feliz. Tom no se casará. Hablando de eso, ¿en dónde está él?
—Recién lo vi irse con Melany. Así que no se casará… ¡Qué bien por él! Pero, ¿por qué no lo hace? —preguntó disimulando que lo sabía todo.
—Porque los moretones de Melany están desapareciendo. Me siento tan bien. Por otro lado, nunca me avisó que se iba con ella. Lo mataré cuando venga.
—¿No te avisó? Qué mal. Yo pasé por aquí para saludarte y quedarme un rato.
Ambos entraron a casa y se sentaron en el living.
—Te pediré un pequeño favor, Billy.
—Dime.
—¿Me puedes traer jugo que estoy cansado? Vine caminando.
—Por supuesto, Andy. Hubieras avisado antes.
—Es que no quise ser molesto —mintió el rubio.
—No seas tonto. ¿Desde cuándo eres modesto? —preguntó Bill bromeando.
—Desde hoy —rió Andy.
Bill fue para la cocina y sirvió dos vasos de jugo, tal como quería Andreas. Luego volvió al living y dejó ambos vasos en la mesa. Nuestro mejor amigo no alzó su vaso con la bebida.
—¿Me matarás si te pido otro favor?
—Claro que no. Dime.
—¿Tienes hielo?
—Ahí te traigo, amigo. Pero la próxima avisas así traigo todo junto —dijo Bill mitad en serio y mitad en broma.
—Sí. Lo que pasa es que quiero hacerte caminar.
Estaba más que claro que cada detalle se encontraba planeado. Cuando Bill fue a la cocina por segunda vez, Andreas debía aprovechar para verter la droga en la bebida de mi hermano. Y así lo hizo. Luego mi gemelo regresó, colocó en el vaso de nuestro mejor amigo los hielos y tomó asiento. Ambos tomaron un trago de jugo. Bill lo saboreó y sintió algo extraño. Sin embargo, no le prestó demasiada atención.
Andreas le habló a mi hermano por unos segundos haciendo tiempo para que este se durmiera.
—Bill, ¿te sientes bien? —preguntó nuestro mejor amigo, aunque supiera el por qué de que mi hermano no respondiera.
—Estoy un poco mareado —contestó Bill para después caer acostado en el sillón.
Para Andreas, era momento de actuar. Tomó a Bill de la cintura y lo llevó alzado hasta arriba. Lo acostó en la cama.
Luego, bajó para buscar la cámara fotográfica y volvió a subir. La acomodó en donde se enfocara toda la cama.
Andreas desvistió lentamente a mi hermano. Disfrutó un poco mirando la naturaleza que traía Bill consigo y luego se desvistió él.  Activó la cámara para que se sacara la foto sola y se acostó rápidamente al lado de mi gemelo. Intentó abrazarlo un poco para que pareciera que realmente estaba pasando algo entre ellos, mas aparte de eso, no hizo nada extraño. La foto se sacó correctamente. Él, se levantó, se vistió, corroboró que dicha foto estuviera bien y vistió a mi gemelo.   Luego, lo dejó a mi hermano ahí durmiendo y se fue de casa.
Yo en ese momento estaba con Melany, a quien justo acababa de llamar el médico. Me tuve que quedar afuera del consultorio porque no me dejaban entrar. Estaba preocupado. ¿Qué tal si algo le había sucedido a mi supuesto hijo? Podía llegar a morirme.
Cuando salió el médico, sentí que dejaba de respirar.
—¿Usted es el padre del bebé?
—Sí, sí. ¿Pasó algo con él? —pregunté ansioso por obtener una respuesta.
—No, no. Todo está en orden con él. Sólo fue un pequeño susto psicológico de su novia. Nada grave.
—¿Y ella cómo está?
—Bien. Ahora le daré algunas recomendaciones para que no ande en permanente movimiento.
—Listo. No sabe el alivio que me resultó escucharlo —dije respirando profundamente.
Andreas fue hasta la casa de Melany y dejó la foto por debajo de la puerta. Luego, le mandó un mensaje de texto a ella mientras yo hablaba con el doctor.
—¿Puedes manejar tú? —me preguntó la rubia cuando salió del consultorio.
—Sí. Tú no debes esforzarte para nada. Le pasa algo al niño y me muero.
—Yo también.
Llevé a Melany hasta su casa. Como el auto no era el mío sino de ella, tenía que irme caminando hasta mi hogar.
—Espera, Tomy. ¿Seguirás diciendo que no te casarás conmigo?
—Sí. Porque no lo haré. Ya es un hecho.
—Está bien. ¿Puedes entrar un segundo a casa? Quiero mostrarte algo y te vas si quieres.
Tenía miedo. No podía creer que ella no me hubiese insultado o algo por el estilo porque le dije que no me casaría. En ese momento, pensé que quizás ella quería que entrara a su casa para matarme o algo así. Entró primero y vi que alzó algo del piso. Después entré yo con más miedo aún.
—Mira —me dio en la mano la foto de Bill con Andreas.
Quedé anonadado, sorprendido, atónito. No podía creer lo que estaba viendo en esa foto. Sentí que en cualquier momento me desmayaba. Nunca había visto a mi hermano en una situación parecida, mucho menos con un hombre. Y muchísimo menos con nuestro mejor amigo. Bueno, es decir, con mi mejor amigo y pareja de Bill, si es que lo era. O qué sabía yo que relación tenían.
Creo que, al ver esa foto, casi me había dado un miocardio. Estaba furioso. ¿Qué hacía Andreas acostado con mi hermano?
—¿Esto es real? —tartamudeé para cuando pude hablar.
—Sí. Y si quieres que esa foto no sea publicada por todos los medios existentes, tendrás que casarte conmigo —amenazó quitando la foto de mi mano.
—Estás bromeando, ¿verdad? No puedes, no puedes, ¡no puedes! ¡No puedes seguir amenazándome, loca maniática! ¡Te odio con toda mi alma! Esto no se va a quedar así…
—Mañana nos vemos en el altar, Tomy —dijo riendo y empujándome para que saliera de su casa.
Me cerró la puerta. La pateé con todas mis fuerzas. Me senté ahí, en la verja de su casa. Piensa, piensa, Tom, me decía a mí mismo. No me podía casar. No podía hacerlo, no quería. Solamente quería que la tierra me tragara. Y, ¿de dónde sacaría otra solución? Yo no podía dejar que Melany publicara esa foto por todos lados. Mi hermano me mataría y Andreas también. Aunque fue su culpa, no quería que esa foto fuera publicada. Me haría enfadar aún peor. Y ni siquiera sabía por qué me daba tanta rabia que hubiesen hecho el amor. Con sólo pensarlo, me daban escalofríos. Pero, ¿para qué se sacaban una foto? ¿Acaso eran idiotas? No. Pensé que, seguramente, Melany había sacado la foto. Sino, ¿por qué la tendría? Ella era la creadora del plan. De eso estaba seguro.
Fui para casa caminando lentamente. Quería morir. Tantas ilusiones de no casarme, ¿para qué? ¿Para que a todas se las lleve el viento? No, mejor dicho, quien se las había llevado, había sido Melany.
Lo pensé muy bien y me dije de no contarle nada a nadie, principalmente a Bill. Él se había acostado con Andreas y culpa de ello, me debía casar. Encima de todo esto, mi hermano era capaz de decirme que confiara en él, cuando él no empezaba por confiar en mí. Sabiendo que yo lo entendería, sabiendo lo mucho que lo quería, no era capaz de contarme que salía con Andreas. O peor aún, no era capaz de contarme que le gustaban los hombres. Quizás era eso lo que me hacía estar enojado. Quizás no.

Capítulo XXXIV: “Nada será como antes”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=2OXm_lMF7Rg&NR=1 ]

Llegué a casa y entré. Bill se asomó desde su habitación debido a que ya se había despertado y vio que era yo quien venía. Bajó las escaleras para retarme.
—Nunca me avises que te vas. Y encima, no me acuerdo en qué momento se fue Andreas —dijo mi hermano con voz y cara de dormido.
—¿Cómo no te vas a acordar de él? Si es la única persona a quien quieres —dije indirectamente por lo que me acababa de enterar.
—¿Qué? ¿De qué hablas, Tom? —preguntó mi hermano confundido.
—De nada, de nada —respondí tratando de tranquilizarme—. Bill, tengo que decirte algo muy malo. No voy a poder ser feliz. No puedo vivir feliz. Se ve que mi destino es y será estar triste —rezongué con cara de depresión.
—¿Qué dices? ¿Por qué? ¿Qué pasó? —preguntó Bill un poco preocupado.
—Me voy a casar. Tengo que hacerlo.
—No puedes decirlo en serio. ¿Qué clase de broma es esta?
—Ojalá fuera broma, Billy. Ojalá. Estoy hablando en serio.
—¿Y ahora por qué te casarás? ¿Con qué te amenazó? ¿Se tirará a un pozo si no te casas con ella? —dijo mi hermano ya un poco indiferente a la situación.
—Con abortar —mentí—. Sabía que no se quedaría de brazos cruzados mientras yo festejaba el ser libre.
—¿Sabes qué? A mí me tiene harto, podrido, cansado. Agarraría un cuchillo y la destriparía lo más sangrienta y violentamente posible.
—No la mato porque tiene a mi hijo en su vientre.
Bill no estaba tan molesto como antes por el casamiento.  Quizás estaba resignado a perderme, a perder siempre contra Melany. Y por otro lado, el casamiento lo alejaría de mí. Le serviría muchísimo para así, como mencioné anteriormente, olvidarme.
—Menos mal que no se me ocurrió avisarle a mamá que el casamiento se suspendía. Sino, hubiese armado lío totalmente en vano —le dije a mi hermano.
—Sí. Tienes toda la razón del mundo. Ahora debes avisarle a Gustav y a Georg que se hará esa falsa y fingida boda —rezongó mi hermano.
—Lo haré. Pero antes, quiero preguntarte algo.
—Dime, Tomy.
—¿Aceptarías ser el padrino de bodas? —pregunté pensando que, seguramente, Bill no querría serlo.
Sin embargo, lo pregunté para hacerlo molestar, ya que pensaba que esa boda era un completo engaño. Y lo era. En ello no se equivocaba.
—Está bien, hermanito —dijo Bill después de pensarlo apenas unos instantes.
—Gracias, Billy. Perdón por decirte un día que me caso y otro día que no, otro día que sí, y otro que no, y así sucesivamente. Me alegra que no te hayas molestado porque me voy a casar —mentí.
No me alegraba en lo más mínimo. Lo que quería era que se molestara y así, yo le diría todo lo de Andreas. No aguantaba más. Quería abrir mi gran bocota y decirle que confiara en mí, que no era un desconocido, que era su gemelo y hermano de toda la vida. Pero, principalmente, quería saber por qué. Por qué no me había contado nada de su vida íntima. Entendía completamente que no debía ser fácil decir algo como eso, mas yo lo aceptaría tal cual y como era. No era homofóbico, ni mucho menos discriminador de gays.
—¿Por qué me tendría que molestar? Tú no tienes la culpa de las amenazas de la loca. Aparte, sé que siempre se saldrá con la suya. Siempre terminará ganando —se lamentó mi hermano.
—¿Ganándole a quién? ¿Qué quieres decir con eso? —pregunté, ya que esa frase de Bill me había quedado un poco confusa.
—Nada, nada. Déjame. Son sólo ocurrencias mías —mintió Bill.
Luego de hablar con mi gemelo, le llamé a Gus y a Georg para avisarles lo del casamiento. Les mentí con respecto a lo del aborto, tal como lo había hecho con Bill.
Y también le llamé decepcionado a Andreas para informarle mi mala noticia. Que era buena para él. Eso me pasaba por haberme hecho el malo. Todo mi plan maligno me había salido mal. Y en buena hora, ya que me pregunté qué era lo que estaba haciendo. No podía creer que estuviera intentando hacerle daño a mi mejor amigo, que era como un hermano más para mí. Lo peor era que, no sabía por qué sentía esas ganas inmensas de hacerle daño. No hacerle daño como lo quería hacer Melany con Bill, sino otro tipo de daño. El más sano, por así decirlo.
De todas formas, Andreas se puso absolutamente feliz por la noticia y no se molestó en ocultarlo. Parecía que quería irse a vivir en ese mismo momento con mi gemelo. Por poco, no me había dicho: “Ya déjame la casa para vivir con el amor de mi vida, tú vete con Melany”. También estaba feliz porque el plan de ambos les había salido a la perfección. Melany había cumplido con su tarea correctamente.  
—¡Maldición! —exclamé hablando solo cuando finalicé las llamadas telefónicas.
Había olvidado por completo el traje  creo que mi hermano también lo había hecho. Al día siguiente debía ir a retirarlo con urgencia ya que supuestamente era ese día que estaba transcurriendo, en el cual yo tenía que haber retirado mi traje de bodas.
Cuando le hice acordar a mi hermano del traje, casi le da un paro cardíaco. Él ni siquiera lo había encargado. A la mañana siguiente, debía ponerse las pilas y buscar un lugar en donde le vendieran uno que se ajustara a su medida y a su gusto. 
Lo que quedaba del día, se pasó rápido. Eso era una cosa negativa para mí, por supuesto, ya que cada vez faltaban menos horas para mi casamiento.
Finalmente, llegó la hora de dormir. Creo que fue la primera y única vez, que padecí insomnio de esa manera. Jamás me costaba dormirme, por lo que esa noche, fue la excepción.
Bill tampoco pudo pegar un ojo en toda la noche. Sería tonto pensar que no lo había hecho por un instinto de gemelos, sino que fue por la misma razón que yo no podía conciliar el sueño. Al igual que yo, no quería que se llevara a cabo mi boda. Estaba triste. Está de más decir, que yo también lo estaba. Ambos sabíamos que a partir del día siguiente, nada sería igual.
Por esta razón fue que, a la madrugada, mi hermano se acercó a mi habitación para averiguar si yo estaba durmiendo o no. Claramente, yo no lo estaba haciendo.


Capítulo XXXV: “Habrá que elegir correctamente”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=dPO73fKq_YE ]

—¿Tú tampoco puedes dormir? —preguntó mi gemelo entrando a mi habitación y sentándose en la cama junto a mí.
—No, no puedo. Por más que lo intento, no consigo conciliar el sueño. Es inevitable no pensar en el cambio radical que dará mi vida a partir de mañana.
—Ay, hermanito. Tienes razón. Tantas cosas no serán igual luego de la boda… —suspiró mi gemelo melancólicamente.
—Lo sé. Me aterra todo esto. Y ojalá pudiera hacer algo para impedirla, para que no se realice la boda. Ojalá pudiera volver el tiempo atrás. Cambiaría tantas cosas…
—No digas eso. No tengas miedo, Tomy. Dicen que no hay mal que por bien no venga, ¿verdad?
Por supuesto, que Bill había mencionado esa frase por él. Le ayudaría tanto alejarse de mí, que al pasar el tiempo, sería algo completamente positivo que yo me hubiese casado.
—Tú mismo lo acabas de decir. Eso es lo que dice la gente a la cual, luego de las crisis, le ha tocado suerte. Pero, ¿y si hay? ¿Y si hay males que vengan porque sí? En mi caso, sé que es así. Melany es un castigo, un mal que hasta ahora, lo único que me ha traído, fueron desgracias. Dime, ¿qué tiene de positivo casarse con ella?
—¿Y si te enamoras de ella en un futuro? A lo mejor, puedes llegar a tener una familia, muchos hijos que te amen, y puedes llegar a ser feliz —dijo Bill para yo tuviera una visión positiva de la boda.
—Vamos, Bill. Eso sería enamorarse por acostumbramiento. Y el amor así, no existe. ¿Amor por costumbre? No. Puede ser que no sepa nada del amor, que nunca me haya enamorado, pero si hay algo que sé y te lo puedo confirmar, es que no existe el amor por costumbre. Aparte, seamos realistas, hermanito, ¿quién querría enamorarse de una loca como Melany? ¿Y quién formaría una familia con una esposa que es capaz de asesinarte?
—Tú. Es lo que estás haciendo. Estás casándote con alguien a quien nunca has amado y según tú, nunca amarás. Estás contrayendo matrimonio, como si fuera un cumpleaños, como si fuera algo que pasa y nada más. No es así, Tom. ¿Tú sabes todo lo que implica un matrimonio? ¿Eres consciente de ello?
—Sí. Lo sé, Bill. Sé que nada será igual, que no podré salir más de fiesta, que mi hijo/a necesitará que le dedique tiempo, que debo pasar a segundo plano mis ganas de tener sexo con otras mujeres, que debo reemplazar ese sexo perdido por Melany, mi banda, nuestra banda será puesta en segundo plano por una persona a quien me dan ganas de matarla y a quien, sinceramente, odio con todo mi ser. Pero tendré que aceptarlo, jamás voy a tener la opción de elegir con quién casarme y si lo quiero hacer o no. ¿Y sabes por qué jamás tendré esas opciones de vida? Por culpa de las amenazas de una nenita caprichosa e inmadura, en quien lo único que fluye por las venas es veneno, maldad. Por culpa mía, también. Por hacerle caso, por dejar que me maneje como a una media…Y todo eso por el maldito miedo de perder a un hijo, a mi hijo.
A Bill, lo primero que se le vino a la mente cuando dije esa última oración, fue la verdad. La verdad de que no sabía si el hijo era de él, de Andreas o mío. Sin embargo, no podía, no podía decirme: “Ey, Tom, el hijo puede ser que no sea tuyo. Yo lo sabía desde el principio”. Si eso salía de su boca, me enojaría como nunca antes lo había hecho con mi hermano. Y Bill era consciente de ello. Prefirió seguir guardando la verdad para él, aunque ese fuera el acto más narcisista del mundo.
—Bueno, hermanito. Si tú piensas que casarte sin amar está bien, no puedo hacerte cambiar de opinión. Ojalá algún día me des la razón.
—Lo sé, Bill. Sé que me arrepentiré y te doy toda la razón, pero es lo único que puedo hacer.
—Comprendo. Luego te divorcias —dijo mi hermano mitad en broma y mitad en serio.
—Y, seguramente tendré que hacerlo. Bueno, Billy, ahora sí me dio sueño. Muchas gracias por todos los consejos. Repito nuevamente, sé que tienes razón mas soy un hombre moral, debo hacer lo correcto.
—Entiendo. Me voy, entonces, a mi habitación. Adiós, Tomy. Hasta mañana y que duermas bien. Mañana será un día agitado y deprimente. Y tendremos un año más de vida.
—O de muerte. Qué feo comenzar así nuestro cumpleaños, ¿no crees? Bueno, antes de que te vayas, quiero preguntarte algo.
—Dime, Tomy.
—¿Quieres quedarte a dormir conmigo? Como cuando éramos chicos —pregunté algo avergonzado—. Luego extrañaré vivir contigo.
—Está bien —respondió Bill sonriendo feliz—. Me encantaría.
Mi hermano se acostó a mi lado, pero ambos quedamos dándonos la espalda. La cama era de dos plazas. Yo me dormí al instante, mas Bill se quedó pensando en todo lo que habíamos hablado. Después de un rato, se durmió.
A la mañana siguiente, ambos nos levantamos a las ocho. Debíamos buscar nuestros respectivos trajes.
—Feliz cumpleaños, hermanito —me saludó primero Bill.
—Feliz cumpleaños, Billy —nos abrazamos.
—¿Vamos, Tomy? —preguntó mi hermano contento por haber dormido junto a mí y por el abrazo que había recibido.
—Vamos, Billy.
Fuimos los dos en mi Cadillac. Primero, pasamos a retirar mi traje y al llegar a la tienda, la vendedora me informó que un muchacho rubio llamado Andreas ya lo había retirado luego de insistir que era mi mejor amigo. Ya tenía suficientes problemas como para preocuparme por una cosa así. Luego ajustaría cuentas con Andreas. Bill su traje.
El casamiento por civil era a las seis y por iglesia a las ocho, es decir apenas salía de un lugar, tenía que ir al otro. Melany debía cambiarse, peinarse y recién ir a la iglesia acompañada por Bill. No sabía cómo harían ambos para llevarse bien sólo por ese momento.
Volvimos a casa y mamá me llamó para felicitarme por mi cumpleaños y para felicitar, por supuesto, a mi hermano también. Aproveché que tenía a mamá en el teléfono para decirle que quería que fuera mi madrina de bodas. Ella aceptó más que encantada de ser alguien importante en el casamiento. Creo que era la única persona que tenía ganas de que yo me casara además de Melany.
Yo no podía creer que faltaran apenas unas horas para que mi vida cambiara por completo. Bill, por su parte, con cada segundo que pasaba, se entristecía más aún.
Eran las cinco y algo cuando tocaron el timbre. Supuse que sería Andreas. Atendió Bill la puerta y tal como lo imaginé, era nuestro mejor amigo quien había llegado a casa.
—Hola, Billy. ¡Feliz cumpleaños! —abrazó el rubio a mi hermano—. ¿Y Tom? ¿Ya está listo para ser el esposo de Melany? —preguntó Andy entrando a casa con un traje en la mano.
Seguramente, era mi traje.
—No me fastidies, Andreas. Sabes que no quiero que se case Tom.
—Lo sé. No te enojes, Billy. Ya te olvidarás de él para siempre.  No quiero verte mal, ¿sí?
—¿Cómo quieres que no lo esté? Voy a perder al amor de mi vida para siempre —dijo mi hermano abrazando a Andreas nuevamente.
—Sólo quiero que me prometas una cosa.
—¿Qué cosa? —preguntó Bill intrigado.
—Prométeme que por nada del mundo impedirás la boda de tu hermano.
—Lo haré. Te lo prometo, Andy. He llegado a la conclusión de que lo mejor es que mi hermano se case, para así, poder olvidarlo. Pero tú dime, ¿por qué quieres que se case Tomy?
—No, no quiero eso yo. ¿Qué te hace pensarlo? —mintió Andreas—. Sólo quiero que no te entrometas en la vida de Tom, él sabrá lo que va a hacer. Aparte, quién sabe lo que puede llegar a hacer la maniática si el casamiento se suspende. No quiero ni imaginarlo. Y tampoco quiero imaginar qué podría llegar a hacer Tom si pierde a su hijo culpa de ella. Creo que puede llegar a morir. ¿Acaso eso es lo que quieres?
—No, por Dios. Me moriría si esa loca le hace algo a mi sobrino y/o a mi hermano. Tienes toda la razón del mundo en que Tom debe casarse.
—¿Por qué debo casarme? —dije bajando las escaleras, entrometiéndome en la conversación.

Capítulo XXXVI: “No falta nada”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=YXUOMLIde4c ]

—Intento convencer a tu hermano de que te debes casar porque si le pasa algo a tu hijo por culpa de la suspensión del casamiento, te podrías llegar a morir. ¿Verdad? —contestó Andreas.
—Sí, es verdad.
—¡Feliz cumpleaños, Tom! —Andreas se acercó a mí, me abrazó y me entregó algo que parecía ser un regalo de cumpleaños.
El supuesto regalo, resultó ser mi traje.
—Muchas gracias, Andy, por robarte mi traje. Pero me puedes explicar, ¿por qué lo tienes tú?
Andreas se quedó un largo rato pensando qué contestar. Nunca se había esperado esa pregunta y mucho menos había formulado una respuesta para la misma.
—Pasé a retirarlo para aliviarte una tarea. Sólo eso, amigo, no pienses mal de mí.
—Está bien. No te hagas problema —respondí aunque en realidad no había creído ni una sola palabra de lo que había dicho.
Sabía que algo tramaba.
Me fui a cambiar y apenas terminé, bajé.
—¿Todavía sigues con la idea de arruinarme la boda, Bill? —pregunté sorprendido.
—Tom, ¿tú de verdad piensas que decía en serio lo de arruinarte el casamiento? —preguntó mi hermano sonriendo—. Ojalá pudiera.
—Bill, no hagas nada —dije enojado.
—Por Dios, Tom, no voy a hacer nada. ¿Me crees capaz de eso? —preguntó mi hermano también enojado.
—No lo sé. Pero será mejor que no hagas nada. ¿Qué tal me queda el traje? —pregunté haciéndome el lindo.
—Genial —contestó Andreas.
Bill hubiese dicho que me quedaba hermoso, mas se tuvo que guardar esas palabras sólo para él.
—Bien…—dijo intentando disimular sus sentimientos para conmigo.
—¿Sólo bien, hermanito? —pregunté esperando una respuesta más convincente por parte de mi gemelo.
—Te queda genial, como dijo Andy. ¿Y a mí? ¿Qué tal me queda? —preguntó Bill.
—Perfecto —contestó Andreas rápidamente sin dudar un segundo de la respuesta.
—Te queda justo —contesté sin saber bien qué decir—. Bueno, vámonos —dije sin creer todavía que jamás volvería a entrar a casa soltero.
—Vamos —dijo Andreas, apurado porque yo me casara.
—En mi auto iremos —ordené a ambos.
Subimos los tres a mi auto y cuando estaba a punto de ponerlo en marcha sonó mi teléfono celular. Era Melany, así que atendí por las dudas que fuera algo importante. Y lo era.
—¿Hola? ¿Qué pasa, Melany? Estoy saliendo con los muchachos para el registro civil. ¿Tú ya llegaste?
—Primero que nada feliz cumpleaños, amor. Y te tengo malas noticias. Muy malas noticias —agregó ella para asustarme—. ¿Viste que tenía que ir al registro civil para confirmar nuestra boda?
—Sí. ¿Qué pasó?
—Me dijeron que no podemos casarnos por civil hasta que yo tenga dieciocho años. Les dije que en unos días los cumpliría, por lo que podemos casarnos por iglesia nada más. Y luego nos casaremos por civil cuando ya sea mayor de edad.
—Ay, Dios. ¿Tanto lío por un casamiento falso? Aparte, ese problema es una muy buena noticia para mí, lástima que tiene solución. Entonces, ¿ahora nos casaremos nada más que por iglesia? —pregunté contento.
—Sí, lamentablemente, sí.
Bill, al igual Andreas, me miraba con cara de sorpresa. ¿Cómo que me casaría por iglesia nada más? Era imposible.
—Está bien. Entonces nos vemos en la iglesia a las ocho. Adiós.
—Sí, más te vale no plantarme. Nos vemos, futuro esposo —cortó el teléfono.
—¿Qué acabamos de escuchar? —me preguntó Bill desconcertado.
—Bajémonos del auto y les explico.
Nos bajamos y entramos a casa. Aún, mi hermano y Andreas traían cara de no entender nada.
—¿Puedes contar que me muero de los nervios? —preguntó Bill.
—Lo que pasa es que Melany es menor de edad. Esto significa que no nos podemos casar por civil.
—¿¡Cómo que no pueden!? —preguntó Andreas alteradamente.
—Eh, ¿por qué me gritas? —cuestioné desconcertado—. Y sí, no podemos. Debemos esperar a que ella cumpla dieciocho años para poder hacerlo.
—No puede haber mejor noticia que esta. Es decir, ¿no se casarán? —respondió mi hermano sonriendo felizmente.
—Sí, lo haremos. Por iglesia nada más pero al fin y al cabo, lo haremos. Melany dentro de unos días cumple los dieciocho años. Nos dieron permiso para casarnos por iglesia y luego por civil.
—¿¡Cómo!? ¡Esto es inaudito! ¿¡Cómo que pueden hacer los trámites al revés!? Claro, nunca se puede pero para mi mala suerte esta es la excepción. Para la mala suerte de ambos, digo —se corrigió a sí mismo Bill.
—Coincido con Bill —mintió Andreas.
—¿Te das cuenta de la suerte que tengo, hermanito? —pregunté sin prestarle la más mínima atención a mi mejor amigo.
—Sinceramente, sí, Tom. Entonces, estamos en la misma. Debemos ir al casamiento por iglesia igualmente.
—Así es.
Llamé a mamá para avisarle lo que Melany me había informado. Ella era la única que iba a ir, aparte de nosotros al registro civil ya que era la madrina de bodas.
Luego, nos sentamos allí un rato, en el living de casa, para charlar con Bill y nuestro mejor amigo de cosas que no tenían nada que ver con la boda, claro. Ninguno de los dos, ni Bill ni yo, queríamos recordarla. Queríamos hacer de cuenta que era un día normal, aunque eso fuera casi imposible.
Cuando miramos el reloj, eran las ocho menos veinte. Yo debía irme para la iglesia ya que debía estar temprano junto con mamá.
Salí de casa y estaba subiendo al auto en el momento en que vi venir a Gustav y a Georg en el auto del primero. Ambos se bajaron y se dirigieron hacia mí.
—¡Feliz cumpleaños, Tom! —me abrazaron Georg y Gustav—, ¿Ya te vas, hombre casado? —preguntaron ambos creyendo que yo recién venía del registro civil y que ya había firmado mi matrimonio. O mejor dicho, mi sentencia de muerte.
—Todavía no estoy casado, hombres solteros —respondí orgulloso de poder pronunciar esas palabras.
—¿Cómo que no? —preguntó Gustav desconcertado, mirando a Georg que tenía la misma cara de sorpresa.
—No me casé todavía. Como Melany es menor de edad, nos casaremos primero por iglesia y luego por civil cuando ella cumpla los dieciocho años. Es decir, hasta entonces, seré un hombre sólo casado por iglesia.
—Eso deja abierto un final feliz para tu vida. En estos días que esperas que ella cumpla dieciocho, las cosas pueden cambiar. Puedes hacerlas cambiar, Tom —respondió sabiamente Georg.
—Tienes toda la razón del mundo. Pero aún así, me tengo que casar por iglesia. Eso implica un compromiso, chicos. A Dios no puedo engañarlo. ¿Comprenden?
—Entendemos —respondió Gustav por ambos—. Bien, ¿tan temprano te vas tú?
—No es temprano, chicos. Que a ustedes les guste llegar tarde a todos lados, es otra cosa muy distinta. Aparte, tengo que ir unos segundos antes porque Melany debe entrar cuando yo esté en el altar esperándola.
—Qué feo —rió Georg—. Bueno, amigo. Te dejamos ir. Bill está adentro, ¿verdad? Debemos decirle que ya es viejo.
—Sí, sí.
—Suerte, Tomy —saludó Gustav.
—Sí, suerte —agregó Georg.
Arranqué el auto y salí en camino a la iglesia. Llegué y estaba casi repleto de gente. Entré con mamá del brazo. Todo el mundo se dio vuelta para mirarnos, por supuesto. Gente famosa, no había mucha. No me gustaba eso de hacer público el casamiento, ni mucho menos eso de hacer público un casamiento forzado.
Luego de que Bill fue saludado por los dos miembros de la banda que no lo habían hecho, Andreas salió de casa con ambos. Ellos se fueron en el auto de Gustav, mientras que Bill debía pasar a buscar a Melany en su Cadillac. ¿Cómo haría mi gemelo para aguantarla dos segundos? No lo sabía. Ni él tenía idea.
Pasó a buscarla y salió la novia con su gran vestido blanco. Bill, sintió rabia, bronca. ¿Cómo podía ella, llevarse lo mejor? ¿Cómo podía casarse conmigo en un abrir y cerrar de ojos? Esas, y más preguntas, eran las que mi hermano se hizo en una décima de segundo.
Melany entró al auto. Ambos se saludaron, pero sin decir palabra alguna. Y mucho menos palabras de felicitación de parte de Melany para Bill por su cumpleaños. Eso no importaba. Ahora, debían dirigirse a la iglesia. 


Capítulo XXXVII: “La tristeza se vuelve alegría.”

[ https://www.youtube.com/watch?v=hDHEGZePSfA ]

Manejó mi hermano hasta la puerta de la iglesia. este y Melany se bajaron del auto. Los dos estaban completamente nerviosos.
—¿Estás nerviosa? —preguntó Bill cuando estaba a punto de agarrarla del brazo para entrar, sin saber si sentir felicidad o tristeza.
—Más que nerviosa —contestó ella sonriendo.

Las puertas de la iglesia fueron abiertas por un asistente de la misma. Todo el mundo se dio vuelta para ver al padrino de bodas y a mi futura esposa. Yo también lo hice. Ella estaba bellísima; Bill, muy elegante.
Ambos caminaron a lo largo del pasillo. Melany sonreía mirando a toda la gente que estaba reunida allí, pero distinto era el caso de Bill. Pues claro, ¿cómo iba a sonreír ante un casamiento que se realizaba por una amenaza? Y, ¿cómo iba a sonreír cuando el amor de su vida estaba a punto de contraer matrimonio?
Mi hermano no miraba a los invitados, sólo me miraba a mí. Sentí que en su mirada reclamaba amor, reclamaba tantos por qué, reclamaba una simple promesa que estaba a punto de ser rota, la cual para mí sólo era un juego, mientras que para él, significaba casi su vida entera. En esos cruces de miradas, nadie más existió para mí. Sólo él, mi gemelo, mi hermano, la persona que más sentido le daba a mi existencia.
Andreas se dio cuenta de ese cruce tan intenso de miradas e inmediatamente quiso matarme. O mejor dicho, quiso que ya terminara la ceremonia. Para entonces, yo estaría casado y jamás podría volver el tiempo atrás.
Afortunadamente, la novia ni se dio cuenta de las miradas. Sin embargo, vio que Andreas estaba allí. Se miraron con cara de felicidad. Nadie los había descubierto y nadie había podido impedir mi boda con ella.
Mi hermano y la loca llegaron al altar. Ella se colocó al lado mío y mamá al otro lado mío. Bill se paró al lado de Melany.
El sacerdote empezó a hablar. «Este es el momento de la parte aburrida», me dije. Evité sonreír.
Después de que el cura había estado hablando como una hora, llegó la parte decisiva.
—Melany Austen, ¿acepta por esposo a Tom Kaulitz Trümper, para amarlo, respetarlo y cuidarlo, hasta que la muerte los separe? —preguntó el sacerdote haciendo que mi piel se erizara.
—Sí, acepto —dijo ella mirándome y sonriendo, muy convencida de lo que acababa de decir.
—Tom Kaulitz Trümper, ¿acepta por esposa a Melany Austen, para amarla, respetarla y cuidarla, hasta que la muerte los separe?
Me hubiese gustado hacer como en las películas en las que los novios salen corriendo o responden que no a esa pregunta y dejan plantada a la que iba a ser su futura esposa. Sin embargo, ese no era mi estilo de hacer las cosas. Por más que fuera un hombre que se guiaba muchísimo por lo instintivo, hacía unos meses que había cambiado. Nada era lo mismo cuando debías ser padre y mucho menos cuando debías casarte.
—Sí, acepto —sonreí fingidamente.
Bill sintió cómo su corazón se rompía en mil pedazos. Hasta antes de mi respuesta, mi hermano tenía la esperanza de que yo no me casase. Pero ya estaba, yo ya había dado el sí y nada quedaba por hacer. Sólo debía aceptar la realidad. «Esto es por tu bien, Bill», se decía él a sí mismo. Aunque no se convencía del todo.
—Por último, si hay alguien que se oponga a esta unión que hable ahora o calle para siempre.
«Bill eligió callar para siempre, al igual que Andreas, Georg y Gustav», pensé en ese momento.
Yo creía que Andreas era una buena persona, y que como mi mejor amigo, seguramente tenía que querer que yo no me casara. Mas no era así. Él no era quien yo pensaba. Y quería que ese casamiento se llevara a cabo, aunque eso tuviera que costarle la vida.
Unos segundos pasaron y nadie respondía.
Bill se preguntaba qué estaba haciendo. ¿Cómo era capaz de dejar que su hermano arruinara su vida, por salvarse él mismo? Como ya había dicho antes, ese era el acto más egoísta del mundo que él podía realizar. Estaba condenando su propia muerte, y la mía, también. Y estaba impidiéndose ser feliz por el resto de su vida. ¿Qué clase de idiota dejaría al amor de su vida casarse con otra? Y sobre todo, ¿quién lo haría sabiendo que podía impedir esa boda? Si él abría la boca sobre lo del niño de Melany, esa boda jamás se llevaría a cabo sin antes saber quién era el verdadero padre del bebé. Eso implicaría más tiempo para él de estar junto a mí pero, a su vez, implicaba un gran riesgo. ¿Y si Bill descubría que el hijo era de él? En ese caso, no iba a ser a mí a quien le cambiaría la vida, sino a mi gemelo. Mas, ¿si era de Andreas? Allí, todo cambiaría. Bill podía ser feliz junto a mí, más allá de que yo lo amara como algo más que hermanos o no. Al menos por un par de años más estaríamos juntos viviendo en casa.
—Entonces, los decla… —alcanzó a decir el sacerdote, para cuando mi hermano, interrumpió.
Tomó su decisión final: confesar la verdad.
—¡No! —gritó Bill desesperado—. Esta boda es una farsa. Ella es una farsante —acusó señalando a Melany—. Dile la verdad a Tom, loca. Dile que te acostaste también con Andreas y conmigo la noche de la fiesta. Dile que no sabes de quién es el hijo que llevas en el vientre. 
Está de más decir que no hubo invitado de la boda que no se quedase sorprendido y boquiabierto. El sacerdote, Melany, Andreas y yo, éramos quienes más paralizados nos habíamos quedado.
Yo no lo podía creer. ¿Cómo que el hijo de Melany, podía no ser mío? Eso era imposible, increíble. Una ola inmensa de alegría me inundó el cuerpo, por lo que me fue inevitable no sonreír.
—¿¡Qué es lo gracioso, Tom!? ¡¿No ves que este está mintiendo?! —preguntó Melany señalando a Bill, al igual este, lo había hecho con ella.
Se pensó que todo el mundo le iba a creer. Como si mi hermano fuera capaz de detener la boda, por inventar una mentira tan grande como esa.
—Claro, le voy a creer a una desconocida y no a mi hermano que ha estado conmigo toda la vida —respondí sarcásticamente.
Creo que todos los invitados estaban odiando a Melany y, por supuesto, me daban a mí la razón. Sólo quería saber por qué mi hermano no había sido capaz de decirme antes la verdad. Pero lo único importante en ese momento era que la boda se había detenido.
—Señores y señoras, me veo imposibilitado de unir a esta pareja en sagrado matrimonio —dijo el sacerdote.
—¡No! ¡Esto no puede estar pasando! ¡No puede detener la boda por una mentira! —gritó Melany desesperada.
—Andreas, di lo que sabes —dijo mi hermano mirando a donde, se supone, estaba nuestro mejor amigo.
Sin embargo, Andreas no estaba allí, se había ido. Melany quería morir. El único que podía salvarla era su cómplice, mas sin él, se veía sin recursos para defenderse.
—Debido a este inconveniente entre la pareja, no puedo proseguir. Con permiso —dijo el sacerdote, retirándose de la misa.
—Bill, debemos hablar —afirmé feliz y sonriente.
Ambos nos dirigimos hacia un pequeño cuarto, que se encontraba en uno de los costados de la iglesia.
Mientras, la gente comenzó a retirarse del lugar. Mamá, por el contrario, no se movió de la iglesia, sino que permaneció allí dentro con Gordon, esperando a que Bill y yo termináramos de hablar.
Melany salió corriendo entre la gente. Lloraba. No podía creer lo que había sucedido. Cuando su plan parecía marchar a la perfección, Bill se entrometió y le arruinó todo. No sólo a ella sino también a Andreas.
Yo tampoco creía lo que había sucedido, mas había algo más increíble aún: Bill, el sueño, la iglesia. Volvía nuevamente a pasar lo de la fiesta. El sueño estaba convirtiéndose en realidad.  Sin embargo, ¿pasaría lo de mi sueño? ¿O nuevamente las cosas cambiarían, como había sucedido con la fiesta? No lo sabía.

Capítulo XXXVIII: “¿Sueño o pesadilla?”

[ https://www.youtube.com/watch?v=4t4—xEfm6cg ]

—Hablemos —dijo mi hermano.
—Sí, hablemos —contesté nervioso.
—¿Qué pasa? ¿Te sientes bien, Tom? —preguntó Bill al ver que yo no me quedaba quieto.
—Sí, sí. Estoy un poco nervioso por lo que pasó. Nada más —mentí.
—Bueno…No sé qué decirte, Tom. Empezaré por pedirte perdón. Perdóname por no contarte antes lo del hijo de Melany, hermanito. Sé que te enojarás y tienes todo el derecho del mundo a hacerlo.
—No lo haré, Billy. Mejor tarde que nunca, ¿verdad? Sólo quiero saber por qué no me contaste antes la verdad.
—Pues…Verás…Quiero decirte la verdad, Tomy. Ya basta de ocultar mis sentimientos.
Por un momento pensé que mi hermano me diría que amaba a Andreas. Pero no fue exactamente eso lo que dijo.
—Te amo, Tom —confesó mi hermano luego de tomar fuerzas, como lo hacía en el sueño.
No sabía qué hacer, qué responder. ¿Por qué yo también desde hacía unos días sentía algo extraño hacia Bill? ¿Por qué me ponía celoso cuando él hablaba con Andreas o de Andreas? Y ¿por qué me puse celoso cuando vi la foto de mi hermano con su mejor amigo? No lo sabía. O quizás, lo sabía, pero no quería aceptar lo que sentía.
Jamás hubiese siquiera sospechado que mi hermano sentía algo por mí. Siempre pensé que sentía amor, pero de hermanos. Nunca me imaginé un amor superior a ese. Era todo tan extraño…
—Bill… ¿estás hablando en serio? —pregunté al no saber qué responder—. No sé qué decir.
—Sí. Mas no hace falta que digas nada, Tom. Sé que no sientes lo mismo que yo y que jamás lo sentirás. Eso sólo en los sueños podría pasar. Sin embargo, me gustaría que nada cambiase entre nosotros. Quiero que sigamos siendo los hermanos que siempre fuimos. Y también quiero que sepas que esa fue la razón por la cual no te conté lo de tu hijo. Quería que alejarme de ti, quería que te casaras para poder olvidarme de ti. Pero me di cuenta que ese era el acto más egoísta que podía cometer. Por ello, fue que conté la verdad. Sé que amarte está mal, es un error. Y también sé que ni estas palabras ni nada podrá justificarme, sólo quiero que me entiendas.
—Te entiendo, Bill. ¿Sabes? No sé si será amor lo que siento por ti, pero estoy seguro de que no te quiero como a un hermano, como a mi gemelo. Mi cariño hacia a ti va mucho más allá de eso. Me pone celoso saber que tienes algo con Andreas y no me quiero separar de ti jamás, Billy.
Nunca pensé que diría una cosa como esa. Pero fue porque nunca había sentido algo como eso.
—Te amo, Bill —confesé lo que sentía y lo que nunca creí que sentiría.
Para cuando terminé de confesar mi amor, pasó lo inimaginable, lo increíble; lo besé, nos besamos. Me había besado con mi hermano, con mi gemelo, con esa persona a quien nunca pensé que amaría. Por más increíble que fuera, lo amaba. Aunque lo hubiese negado durante muchos días, o quizás durante muchas semanas, amaba a Bill. Y aunque muchas veces había intentado creer que no lo hacía, en el momento del beso me sentí la persona más feliz del mundo. Me sentía un idiota por no haber abierto la boca antes; por no haberle confesado lo mucho que lo amaba.

Pero quizás mis miedos eran exactamente los mismos que los de Bill: miedo al rechazo, miedo a lo prohibido, miedo a que nada fuera como antes. Sin embargo, ninguno de los dos se imaginó que el otro lo amaba, que no importaba lo que estaba prohibido o permitido y que todo podía ser aún mejor que antes.
¿Quién se hubiese imaginado que seríamos felices besándonos, amándonos? Nadie lo habría hecho.
Bill tampoco podía creer lo que había sucedido. Todo parecía un sueño para él. Era tan increíble lo que había ocurrido: Primero, la cancelación de la boda, luego, mi confesión. Todo pertenecía al paraíso, al cielo para ambos. El sueño de Bill se había hecho realidad, el mío, también. O, como hubiese dicho antes, mi pesadilla se había convertido realidad. Pero con el tiempo, todo se tornó un sueño que parecía inalcanzable. Aunque, no tan inalcanzable que digamos.
Cuando terminados de besarnos, ambos sonreímos y nos abrazamos.
—No puedo creerlo, Tomy. Pellízcame —pidió Bill sonriendo.
— OK —dije pellizcándole el brazo suavemente.
—Entonces, ¿no es un sueño más?
—Al parecer, no.
—¿Sabes cuánto hace que estoy esperando este momento?
—Mm, no exactamente.
—No importa. Eres mi regalo de cumpleaños, eres el amor de mi vida, Tom. Jamás podré olvidar este maravilloso día.
—Tú eres el mejor regalo que la vida me podría haber dado jamás.
En ese mismo instante, sonó mi teléfono celular para interrumpir ese fantástico momento romántico.
—Es el teléfono de Melany. Seguramente quiere amenazarme de nuevo —dije al ver su número en la pantalla.
—Atiende. A ver qué te dice.
—¿Hola? —atendí el teléfono.
—¿Tom? —preguntó una voz masculina del otro lado de la línea.
—Sí, soy yo. ¿Quién habla? —pregunté desconcertado.
—Hola. Soy un policía. Encontramos a una adolescente que chocó contra un árbol y que iba en su auto. Ya la llevamos de urgencia al hospital. Al parecer, no presentaba heridas profundas. ¿Usted es algo de ella?
—¿¡Cómo!? ¿¡Y su hijo!? ¿¡No saben cómo está!? ¡Yo soy ex novio de ella! —mentí porque no sabía qué decir de lo nervioso que estaba.
—¿Estaba embarazada ella? ¡No teníamos idea! Ahora mismo avisaré al hospital —contestó el policía preocupándose,
—Por favor, ¿me puede decir en qué hospital se encuentra?
—Claro. Está en el Hospital “Krankenhaus Leipzig”.
—Muchas gracias. Le agradezco la información. ¿Alguien sabe de esto?
—No, no. Es a la primera persona que le aviso.
—Bien. De nuevo, gracias.
—De nada. Adiós. Suerte con su hijo y su ex novia.
Me hubiera gustado contestarle que no sabía si era mi hijo. Pero no tenía ganas ahora de esas pavadas. Lo único que me importaba era saber si era realmente hijo mío y si le había pasado algo a el niño/a. Estaba preocupado. De un momento a otro, me había cambiado el humor. No podía ser feliz tan sólo un segundo porque ya la mala suerte golpeaba a mi puerta otra vez.
—¿Qué pasó, Tomy? —preguntó Bill preocupado, viendo lo histérico que me había puesto mientras hablaba por teléfono.
—Malas noticias, malas noticias, Billy… —dije moviendo la cabeza como señal de perdición.
—Me di cuenta. Pero, ¿qué malas noticias?
—Melany está en el hospital. Chocó contra un árbol con mi auto y nadie sabe cómo está el bebé…Me siento mal, Bill —abracé a mi hermano—. Si le pasa algo a ese niño me muero. Por más que el padre seas tú o Andreas. Sería todo mi culpa.
—¿Por qué dices eso? En todo caso mi culpa sería. Yo fui quien detuvo el casamiento. Y con respecto al niño, tengo miedo. ¿Qué haré si es mío?
—¿Qué haremos si es tuyo? Yo también estoy metido en todo esto.
—No lo sé, Tomy. No quiero que ninguno de nosotros sea el padre de la criatura. Debemos hacer una prueba de sangre urgente.
—Sí. Apenas Melany se reponga del choque le diremos que haga la prueba. Ahora debo ir al hospital, necesito saber cómo está mi niño o el niño de quien sea.
—Vamos, hermanito. Te acompaño.
Salimos ambos del cuarto de la iglesia y vimos a mamá y a Gordon allí sentados.
—¿Qué pasó, hijos? ¿Han hablado? Yo no puedo creer lo que dijiste tú, Bill. Es increíble —dijo mamá aún asombrada.
—Lo sé, mamá. Lo sé. Menos mal que abrí la boca, de no hacerlo me hubiese arrepentido toda mi vida —respondió Bill mirándome.
—Ahora, mamá, el problema es otro. Estoy preocupado. Melany ha chocado contra un árbol y no sé qué pudo haber pasado con el bebé.
—¡Dios mío! —exclamó mamá horrorizada—. No puede ser…Vayan al hospital, hijos. Yo pediré disculpas a todos por hacerlos venir al casamiento en vano.
—Gracias, mamá. Nos vamos.

Capítulo XXXIX: “La verdad continuará oculta”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=nDVvuWiy6cg ]

Bill y yo salimos de la iglesia y vi que a mi auto realmente se lo había llevado Melany debido a que no se encontraba donde yo lo había dejado.
—Vamos en mi auto, Tom —dijo Bill para que después ambos subiéramos a su Cadillac.
Manejé yo a pedido de mi gemelo.
Cuando llegamos al hospital, preguntamos dónde se encontraba una chica llamada Melany Austen. Nos dijeron que estaba en la sala de urgencias.
Fuimos allí y justo salía un médico.
—Perdón, soy el padre del bebé de Melany —dije señalándola—. Quiero saber cómo están ambos.
—Melany está bien. Tiene algunas heridas, pero nada grave.
—¿Y el bebé?
—Lamento muchísimo lo que pasó. Tengo que informarle que, debido a la intensidad del choque, Melany ha perdido el bebé.
Ni mi hermano ni yo podíamos creer lo que acabábamos de oír. No podía ser cierto. Me quedé sin habla, no podía pronunciar palabra alguna. Estaba destrozado. Si ese hijo que había perdido Melany era mío, apenas me enterara, era capaz de largarme a llorar.
—Tomy, no puedo creerlo —dijo Bill tan anonadado y angustiado como yo.
—Yo tampoco —tartamudeé abrazando a mi hermano.
—Lamento muchísimo la pérdida —repitió el médico.
Sentía un gran vacío en mi alma. Ahora sólo quería saber de quién era realmente el niño.
Bill y yo nos sentamos en la sala de espera.
—Debe enterarse Andreas de esto. Debemos hacer la prueba lo más antes posible —dijo Bill.
—Sí. Lo sé. Muchas gracias por estar aquí conmigo, Bill.
—No seas tonto, Tom. ¿Cómo no voy a estar cuando me necesitas? ¿O cuando ambos nos necesitamos?
—Tienes razón. Dios…Necesito saber de quién era ese hijo… —rezongué odiosamente.
—Créeme que yo también.
—Llamaré a Andreas.
—Bueno. Es lo mejor.
Marqué el teléfono de Andy.
—Hola, Tom —atendió él del otro lado del teléfono.
—Andy…
—¿Qué pasa, amigo? ¿Qué pasó con la boda? Nunca pensé que Bill fuera a confesar la verdad.
—Tú me tienes que dar serias explicaciones con respecto a ello. Ahora quiero hablar de otra cosa.
—¿De qué quieres hablar? —preguntó Andreas con miedo.
—Melany tuvo un accidente.
—¿¡En serio!? ¿¡Cómo que tuvo un accidente?! —exclamó nuestro mejor amigo exaltado.
—Sí. Subió a mi coche y se fue cuando yo aún permanecía dentro de la iglesia y chocó contra un árbol.
Un silencio se produjo en la línea y finalmente, Andy contestó.
—No puede ser…—dijo falsamente Andreas—. No puedo creerlo.
—Yo tampoco. Pero aún hay más.        
—¿Sí? ¿Qué paso? —preguntó el rubio, nuevamente con miedo.
—Melany está bien. Sólo se hirió un poco. Mas el bebé…
—¿Qué pasó con el bebé? 
—Melany perdió el bebé.
—¿¡Qué!? ¡¿Cómo?! ¡No puede ser!
—Estoy con Bill. Somos tres los que estamos mal. Ven para el hospital.
Andreas inmediatamente cortó el teléfono. Estaba tan sorprendido como nosotros. Y a su vez, estaba preocupado. ¿Por qué estaría preocupado? Sólo él sabía. 
Antes de que él fuera al hospital, me dejaron entrar a ver a Melany. Ella ya estaba consciente. Los médicos no le habían dicho nada aún de su hijo, porque creían que lo mejor era que yo le contara sobre lo sucedido.
—Hola, Mel —saludé amablemente.
—No puedo creerlo… —tartamudeó ella ya que apenas podía hablar
—¿Qué cosa no puedes creer?
—Me quisiste matar.
—¿Yo? ¿De qué hablas?
—Tú fuiste quien cortó los frenos del auto.
—¿Ah? ¿Estás bromeando? ¿Te piensas que soy un asesino o qué?
—Si tú no fuiste, fue Bill.
—¿Puedes dejarme hablar? Bien. No tengo idea quién fue el que cortó los frenos del auto. Ahora hay algo mucho más importante de lo que hablar.
—¿Qué pasa, asesino?
—El bebé, Melany…
—¿Qué pasa con nuestro hijo? ¿Qué…? No me digas que…No, Tom. Dime que no es lo que estoy pensando…
Indudablemente, mi silencio delató la mala noticia.
—¡No! —exclamó Melany con todas sus fuerzas largándose a llorar.
—Lo siento tanto, Mel —la abracé, poniéndome mal también yo.
—¡Todo culpa de él! ¡Del asesino de tu hermano! —gritó llorando aún con más fuerza.
—Eso sí que no te lo voy a permitir, Melany. Bill no hizo nada. Estuvo conmigo después de la iglesia, aparte es imposible que él haga una cosa como esa.
—Eso es lo que pensabas, que era un santo y ya viste tú la foto que tiene con Andreas. 
—Es distinto. Cállate, Melany. Hazme el favor. Tenemos que apoyarnos en un momento como este, y tú sales con el tema de quién te cortó los frenos. Creo que eso está en segundo plano.
—¿Está Bill afuera? —preguntó ya más calmada.
—Sí, ¿por qué?
—Dile que apenas salga yo de aquí él morirá. Y no es una amenaza, realmente lo haré. ¡Asesino! ¡Asesino! —gritaba la loca mirando por la ventana, con el objeto de que mi hermano la viera o la escuchara.
—Colmaste mi paciencia —salí de la habitación—. Cada día más loca —rezongué ya estando fuera del cuarto.
—¿Qué pasa, Tom? —preguntó Andreas saludándonos a Bill y a mí, ya que acababa de llegar—. Lamento tanto lo que pasó —dijo Andy mientras me abrazaba.
—Yo digo lo mismo. Pero lo que más lamento es que Melany crea que fue Bill.
—¿Qué pasa conmigo? —preguntó Bill.
—¿Cómo que Melany cree que fue Bill? ¿Qué fue Bill el que hizo qué cosa?
Nos sentamos los tres para poder hablar.
—Alguien le cortó los frenos a mi auto. Melany cree que fuiste tú, Bill.
—¿Que fui yo? ¿Es una broma? —inquirió Bill desconcertado.
—¿Cree que fue él? —preguntó Andreas señalando a mi hermano.
—Sí. Creo que el accidente empeoró su locura.
—¡Esto es inaudito! —gritó Bill sin prestar atención a que estaba en un hospital—. Lo único que falta es que me mande a la cárcel por esto.
—Está cada día más loca —añadió Andreas—. Ahora me va a escuchar —dijo dirigiéndose al cuarto de Melany.
Entró allí y se encontró con la loca llorando.
—Ey, Mel.
—Andy —dijo abrazándolo—, no puedo creerlo. Bill va a pagar por esto. Arruinó nuestro plan. ¿Qué haremos ahora?
—Espera, Mel. Bill no hizo nada. Fui yo quien cortó los frenos del auto de Tom.
—¿Estás bromeando, Andreas?
—No. Perdóname. No fue esa mi intención. Yo qué sabía que tú te ibas a subir al auto de Tom. Sólo quería darle una lección por no creerte a ti y por suspender el casamiento.
—Pero ¡¿eres idiota?! ¡¿Cómo que fuiste tú?! ¡Te voy a matar, Andreas! ¡Todo fue culpa del estúpido de Bill! ¡Tom no tuvo nada que ver con la suspensión del casamiento! —gritó Melany tan fuerte que dejó aturdido a nuestro mejor amigo.
—Perdóname, Melany. Pero fue culpa de Tom el no creerte a ti. Bill es sólo un pobre inocente en todo esto.
—¡Cállate ya! ¡¿No te das cuenta que arruinaste nuestro amado plan?! ¿¡Ahora con qué amenaza tendré a Tom junto a mí durante toda mi vida?! ¡¿Le tengo que decir que tengo cáncer, o qué, idiota?! —siguió agrediendo Melany a Andreas.
—¡Tranquilízate, loca! Yo te diré lo que haremos. Creo que puede ser aún mejor para nuestro plan lo de la pérdida de tu hijo. O no mejor pero algo parecido.
—Habla rápido porque sino te mato.
—Y…es muy fácil. Amenazas a Tom con que te quieres suicidar y esas cosas. La muerte de un hijo no es algo fácil de superar. Le sigues echando la culpa a Bill de lo de los frenos y todo saldrá bien. Debes convencer a Tom de que su hermano es malvado.
—Me gusta, me gusta. Igual, nada se compara con el plan de antes, Andreas. Te estoy odiando. O, al menos, lo estaba haciendo.
—Ya está, no te hagas tanto problema. Confía en mí. Todo saldrá tal cual lo queremos. Bill será mío y Tom, tuyo. Hay gemelos para ambos —rió Andreas malévolamente.
—Listo. Ya me tranquilicé. En lo posible, comienza ya con el plan. Yo también lo haré.


Capítulo XL: “Siguen las maldades”.

Andreas salió del consultorio.
—¿Y? ¿Qué pasó? —pregunté intrigado.
—Nada. Acabo de comprobar que es verdad lo que tú dijiste. El accidente afectó aún más su cerebro —me respondió—. Y sí, cree que eres tú, Bill, quien cortó los frenos del auto —afirmó Andreas dirigiéndose a mi hermano.
—Yo llego a entrar ahí y la mato —respondió Bill enfadado—. Ustedes no creerán que fui yo, ¿no?
—Bill, por Dios. ¿Cómo tú harías una cosa como esa? —pregunté.
—Jamás lo haría. Pero quizás le crees a Melany. Tú, Andy, ¿me crees?
—Por supuesto, Bill. Jamás desconfiaría de ti.
Inmediatamente, me puse celoso.
—¿Seguro? —pregunté para contradecirlo.
—Sí, obvio. Más que seguro.
—Cambiando de tema, creo que olvidé decirle algo a Melany —dije para después entrar nuevamente en su habitación.
Andreas y Bill quedaron solos. Era el momento justo para hablar acerca de lo que había pasado entre nosotros.
—Andy, antes que me enterara de lo del hijo de Melany, era la persona más feliz del mundo.
—¿Por qué? ¿Por la suspensión del casamiento?
—Aparte. No sabes lo que pasó.
—¿Qué pasó? —preguntó él intrigado.
—Tom y yo nos besamos. Él dijo que me amaba. ¿Lo puedes creer? Yo aún pienso que sólo fue un sueño más. Es una locura.
Andreas no sabía si buscarme para matarme o matarse él. Inmediatamente se puso triste y celoso. No podía creer que yo amara a Bill, y tampoco no podía creer lo que había pasado.
—¿¡Cómo!? ¿¡Cuándo?! —preguntó un poco alterado, subiendo el tono de su voz.
—En la iglesia. Estoy tan feliz. ¿No te parece increíble que Tom sienta lo mismo que yo?
—Sí. Pero me parece que está mal, muy mal.
—¿Por qué? —preguntó Bill sorprendido.
—Bill, son hermanos. Es imposible amarse. No pueden hacerlo.
—No podemos, mas lo hacemos. ¿Acaso no quieres que seamos felices? —preguntó mi hermano aún en estado de perplejidad por la opinión de nuestro amigo.
—Claro que lo quiero. Y por eso me parece que lo mejor es que sólo sean hermanos. ¿Qué pasaría si se entera Simone de lo que pasa entre ustedes?
—Mamá no tiene por qué enterarse. Y si se entera, tendrá que entender qué es lo que sentimos. Sin embargo, no te entiendo a ti, Andy. Pensé que estarías feliz por nosotros.
—Intento, mas no puedo hacerlo, Billy. Perdón, en serio, pero no creo que sea lo mejor y lo más sano para ambos estar juntos. De todas formas, soy tu mejor amigo y sabes que estaré para escucharte.
—OK. Respeto tu opinión, Andy. Entiendo. Sé que no está bien lo que hacemos y que nos quieres proteger, pero tú sabes lo mucho que amo a Tom y nada puede contra ese amor.
—Comprendo. Sé lo que es estar enamorado de alguien. Yo no sé que haría si la persona a quien amo, me amara. Creo que estaría con ella aunque fuera el amor más prohibido que existiera en todo el universo. Así que te entiendo, Billy.
—Nunca me dijiste que estabas enamorado, amigo. Me he quedado sorprendido. Cuéntame todo. ¿Quién es? ¿Dónde la conociste? ¡Qué emoción! —exclamó Bill feliz por Andreas.
—No la conoces. Se llama Michelle y la conocí en…La conocí porque me la presentó un amigo —mintió Andreas tartamudeando nervioso.
—Buenísimo, Andy. ¿Y por qué dices que no te ama? ¿Ella te lo dijo?
—No. Pero espero que nunca me lo diga. Sé que debo ir despacio, mas la amo demasiado como para hacerlo.
—Entonces hace mucho que la conoces.
—Digamos que sí.
—¡Y nunca me contaste nada! —reclamó Bill.
—Sí, lo sé. Perdóname. No sé por qué no te conté.
—Está bien. Aparte, sospeché que estabas enamorado la otra vez, cuando me diste muy buenos consejos de amor. Espero que confíes más en mí de ahora en más. Soy tu mejor amigo, Andy.
—Lo haré. Perdóname, nuevamente, Billy.
—Te quiero, amigo —lo abrazó.
—Yo también.
Mientras, yo hablaba con la loca.
—Deben hacerle unos análisis al niño para saber de quién sería. ¿Tú sabes ya, quién era el padre de la criatura?
—Eras tú, Tom. Lo sé.
—No te creo. No perdemos nada con hacerle unos análisis. Así que los haremos igual.
—¿¡Y se puede saber para qué me preguntas, si vas a hacer lo que se te dé la gana?!
—Sí, la verdad. No tienes ni derecho a que yo te pregunte algo. Después de lo de la foto de Bill con Andreas…Dime, loca, ¿esa foto es falsa?
—Si quieres te la muestro en mi cámara. Allí tengo el día y la fecha en la que fue tomada.
—De todas formas, no me interesa.
—¿Puedes dejar de tratarme así, Tom? ¿No te das cuenta de que estoy mal? He perdido a un hijo… —dijo ella rompiendo en llanto nuevamente.
Recapacité y ella tenía razón. Si había algún momento en el cual debía tratarla bien, ese era el correcto.
—Está bien. Perdóname. Tienes razón. Lo que pasa es que lo único que quiero saber es quién iba a ser padre de tu hijo.
—Ya lo sabremos. ¿Me puedes abrazar?
Fui tan tonto que la abracé. Salí de la habitación y le pedí al médico que hiciera unos análisis para saber de quién sería el niño. Me dijo que con un cabello de cada uno de los supuestos padres del bebé, era suficiente. Así que Bill, Andy y yo, nos sacamos un cabello para la muestra de ADN. En un par de días, sabríamos la verdad.
Luego de ello, Bill y yo nos dirigimos a casa. Andreas, hizo de cuenta que se iba a su casa, pero en realidad, lo que hizo fue despistarnos para luego volver y hablar con Melany.
—No sabes lo que ha pasado. Te querrás matar al igual que yo —afirmó Andreas.
—¿Qué pasó? —preguntó Melany sorprendida—. Me asustas, Andreas.
—Bill y Tom se besaron.
—¿¡Qué!? ¿¡Estás bromeando!? —exclamó Melany a punto de morir—. ¡Sabía que esto pasaría!
—Yo también. Era de suponerse que pasaría algún día y que Bill no se quedaría de brazos cruzados viendo cómo el amor de su vida era feliz sin él.
—Bill lo ama ¿no?
—Y sí. ¿Acaso nunca lo mencioné?
—No. ¡Olvidaste ese pequeño detalle! Andreas, estás haciendo todo mal. Ponte las pilas o me enojaré.
—Está bien. Lo haré. Ahora contestame, ¿qué haremos? Ellos no pueden ser felices.
—Deben pelearse.
—¿Y la foto? ¿Tom no se enojó con la foto?
—Sí. Le molestó. Sin embargo, seguramente no le contó nada a Bill, pero ¿por qué no lo haría?
—No le conviene. Debo decirle a Tom que yo y Bill estamos saliendo.
—¡No, idiota! No metas la pata. Vamos a ir despacio —explicó Melany con cara malévola—. Déjame pensar…
—No hay nada que pensar, tontita. Mira, sólo tienes que convencer a Tom que su hijo fue quien murió. Debemos cambiar los análisis si el hijo sale que es mío o de Bill. Lo demás, vendrá solo. Tú, estás mal, Tom es tu consuelo. Debe inundarlo el sentimiento de culpa, al igual que a Bill.
—Es verdad. Tú que puedes moverte y que tienes más influencia sobre ambos debes comenzar a convencerlos. Dentro de dos días están los resultados.
—Tienes razón. Tú déjame a mí, yo me encargo de lavarles el cerebro. Aparte, no podemos permitir que estén juntos. Va contra la ley natural y contra la ley mía y tuya.
—Sí. Debes evitar todo tipo de contacto entre ambos…Espera, espera, Andy. No te vayas. Tengo otro plan.
—Escucho.
—Cuando Tom sepa que era su hijo quien murió, lo amenazo con contarle a todo el mundo que él me obligó a abortar. Así, se deberá quedar conmigo por siempre porque de no aceptar, contaré a todo el mundo que “Tom Kaulitz obligó a su novia a abortar a su hijo”. ¿Qué te parece la idea?
—Fantástica. Eso es lo que harás. Por lo pronto, me encargaré de lo que resta. Bueno, Mel, me voy. Adiós. —la saludó Andreas.
—Adiós, Andy. Suerte. Cualquier cosa, llámame.

Capítulo XLI: “Confiésalo”

[ https://www.youtube.com/watch?v=E0B0Q2g_HbM ]

Bill y yo llegamos a casa. Ambos estábamos felices y tristes a la vez. Felices por lo nuestro, por el amor de nos daríamos de allí en adelante. Y tristes por el niño de Melany. Era increíble que ella ya no estuviera más embarazada.
Ambos nos sentamos en el sillón del living.
—Saldremos de esta juntos, ¿no, Tomy?
—Sí, Billy. Gracias por alegrarme un día tan triste como hoy.
—Yo digo lo mismo —dijo acariciándome las mejillas para luego besarme.
Lo amaba tanto, más que a nada. Era todo para mí. No sé como hubiese superado ese momento si no hubiera estado él allí conmigo.
Al día siguiente, Andreas fue al hospital, ya que Melany lo había llamado.
—Hola, Mel —entró Andreas al cuarto del hospital.
—Hola, Andy. Tengo malas noticias.
—¿Qué pasó ahora?
—El niño…era tuyo. Y mañana lo sabrán Tom y Bill. Pero, por supuesto, debemos evitarlo.
—No puedo creerlo, Mel. Íbamos a ser padres. Menos mal que ya no está más. No quería tener un niño.
—Y de todos modos, harías de cuenta que era de Tom. Así que, jamás te hubieses hecho cargo de él.
—Es verdad. ¿Qué debo hacer para cambiar los análisis?
—Quédate aquí hasta la noche. O vete y luego vuelves. Como quieras. A la noche no anda nadie por aquí. Si quieres te ayudo, ya me puedo mover. Debemos ir a la sala de pruebas y allí se encuentran todos los análisis. Ponemos el que dice que es 100% positivo con el pelo de Tom y problema solucionado.
—Bien. Nada difícil. Mira, yo me voy a ir a ver qué hacen aquellos dos y luego vuelvo. ¿Sí?
—Listo. Nos vemos a la noche entonces.
—Nos vemos.
Al parecer, a Andreas ni le había importado la noticia de su hijo. Lo único que le importaba era su propia felicidad, al igual que a Melany. Ninguno de los dos estaba realmente mal por perder a su hijo. Eran dos personas completamente desalmadas, de eso no cabían dudas.
Eran como las cuatro de la tarde, cuando Andreas se dirigió a casa. Llegó y tocó el timbre.
Bill se encontraba en la cocina y yo estaba arriba en el cuarto. Así que, mi hermano fue quien atendió.
—Hola, Andy —dijo él al abrir la puerta.
—Hola, Billy. ¿Cómo estás? —preguntó entrando a casa.
—Bien. Ansioso y nervioso por saber la noticia de mañana. Tengo miedo.
—Sí, la verdad que yo también quiero saber quién era el padre del niño —mintió Andreas.
—Sí, lo sé. ¡Tom! —gritó Bill para que yo bajara a ver a Andreas.
Bajé las escaleras y vi a mi supuesto mejor amigo allí.
—Hola —saludé seriamente.|
—Hola, Tomy —contestó Andreas falsamente.
—¿Están peleados ustedes? —preguntó Bill, ya que sintió que había cierta tensión en el aire.
—No. ¿Por qué? —pregunté haciendo de cuenta que nada había sucedido.
—No sé. A lo mejor soy yo quien siente algo de tensión en el aire. Será mi imaginación.
—Quizás. Porque está todo bien con Tom, ¿no, Tomy? —preguntó Andreas.
—Claro, claro —mentí.
—Tomy, Andreas ya sabe todo.
—¿Todo qué? —pregunté algo sorprendido.
—Lo nuestro. Sabe que nos amamos.
—¿Lo sabes? —le hablé a Andreas.
—Sí. Bill me acaba de contar —mintió.
—Lástima que no compartas nuestra alegría, Andy —se lamentó Bill.
—¿Por qué no lo haces? —lo miré con cara de asesino.
—Ya sabes…No me parece que sea correcto. Creo que esto les traerá muchos problemas. Pero, si ustedes son felices, me alegro muchísimo.
—Eres adorable —dije sarcásticamente, pero nadie notó mi sarcasmo.
—Sí, lo eres —afirmó Bill—. Chicos, me iré a bañar. En un rato regresaré.
—OK —respondimos Andreas y yo al unísono.
Bill se fue y nosotros dos nos sentamos en el sillón del living.
—Así que no estás feliz por nosotros… ¿Por qué será? —pregunté.
—Ya te lo dije, Tom. Me parece que esto les traerá muchos problemas.
—¿Y tú cómo sabes? Aparte, es nuestro problema, ¿no? —seguí agrediendo a Andreas.
—Sí. Pero ambos son mis amigos y… quiero lo mejor para ustedes.
—A otro perro con ese hueso, Andreas.
—¿¡Qué te pasa, Tom?! ¡¿Me puedes explicar qué te hice para que estés tan agresivo conmigo?!
—¿¡Quieres que te diga, realmente, lo que me hiciste?! —pregunté en el mismo tono de alterado que él.
—Sí, dime, por favor. No entiendo nada —dijo Andreas haciéndose el desconocedor del tema.
—Amar a Bill, eso hiciste —afirmé totalmente convencido.
—¿Qué? ¿Estás loco? ¿De qué hablas, Tom? —intentaba despistarme.
—Repito, a otro perro con ese hueso. A mí, no me engañas. Somos amigos hace más de quince años y me vienes a querer engañar. A mí, justo a mí. Bill puede ser que crea tus mentiras, pero yo no. Mi hermano es una persona inocente, que cree que eres mejor amigo del planeta. Y no es así. Tú lo amas. Lo sé.
—¿Qué te hace pensar eso?
—Muchas cosas. Vamos, Andreas. Acéptalo. No pierdes nada. Bill está conmigo y no te amará, así que no pierdo nada confirmando tus sentimientos hacia él.
—Está bien, lo amo. ¿Y qué? ¿Me vas a matar o qué?
—Lo sabía. Serías buen amigo si no te entrometieras entre nosotros. Sin embargo, lo haces. Te metes y piensas que Bill me va a odiar por algún motivo. Bill me ama y yo a él, y sabes que nada podrá separarnos.
—A eso lo veremos.
—Ja, ja. Nunca pensé estar recibiendo amenazas de mi propio mejor amigo. Ex mejor amigo, digo —sonreí malévolamente, pero en realidad, estaba triste.
Aunque disimulara muy bien mi tristeza, me sentía mal. No podía creer que Andreas, mi mejor amigo de toda la vida, me hubiese amenazado. Y mucho menos podía creer que amara a Bill. Mas de eso, no podía reclamarle nada, él podía amar a quien quisiera; no se puede elegir a quién amar. Lo que realmente me había molestado era su actitud. Seguramente, él haría lo imposible para quedarse con Bill y eso no me gustaba para nada. Bill me amaba a mí y yo a él. Andreas no podía separarnos, debía dejar que fuéramos felices, como buen amigo que era.
—Mejor que sea tu ex mejor amigo. Yo ya te dejé de considerar como tal hace bastante tiempo. Ahora somos enemigos. Dos enemigos que luchan por su amor. Al final veremos quién ganará.
—Si así lo deseas, así será. ¿Quieres guerra? Pues la tendrás.
—Bien.
Bill justo bajó por las escaleras y nos vio a ambos enojados. Nuestro mal humor, se había reflejado en nuestras caras.
—¿Estuvieron discutiendo o es mi imaginación, otra vez? —preguntó mi hermano, algo sorprendido.
—No, no. Estábamos hablando de Melany. Por eso tenemos estas caras —mentí.
—Ah, bueno. Andy, ¿por qué no invitas a tu enamorada a cenar esta noche con nosotros? Así de paso, te ayudamos con ella.
Yo miré a Andreas con cara de desconcertado. Entendí que, seguramente, Andreas le había mentido a Bill que estaba enamorado de una chica.
—Mm, no, no. Ella no puede esta noche. Me dijo que estaba ocupada. Lo que pasa es que tiene a su abuela enferma, entonces debe cuidarla —mintió mi ex mejor amigo—. Y aparte, yo debo acompañarla, así que esta noche me iré con ella.
—Oh, qué lastima. Nosotros cenaremos juntos. ¿No, Tomy?
—Sí. Siempre lo haremos —me paré y me dirigí hasta donde estaba Bill—. Te amo, hermanito —lo besé apasionadamente.

Capítulo  XLII: “La verdad convertida en mentira”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=CxxDWIURjjQ ]

Andreas se quedó mirándonos sorprendido. Estaba muriendo de celos y también de las ganas de matarme. No sabía qué hacer. Yo, me sentía poderoso, poderoso de haberle ganado a mi nuevo enemigo y ex mejor amigo.
Por otra parte, decidí no contarle nada a Bill de que Andreas lo amaba. Y tampoco le contaría de las maldades que este había hecho. No ganaría nada con contárselo. Sólo dejaría que se diera cuenta solo.
—Te amo también, Tomy —me abrazó Bill al terminar de besarme.
—Se me hace tan raro todo esto, pero, la verdad, siento que son felices —opinó Andreas con cinismo.
—Y lo somos. Gracias, Andy —agradeció Bill.
Cuando se hizo de noche, Andreas se fue de casa. Debía ir al hospital para cambiar los análisis que decían que el niño de Melany era de él. Yo sentí un gran alivio cuando este se fue de casa. No aguantaba un segundo más su presencia.
Andreas fue para el hospital. Ya casi nadie había en los pasillos del mismo, pues era más o menos tarde. El cómplice de Melany entró en la habitación de ella.
—Llegó la hora de la maldad.
—Sí. Debes hacer tu trabajo.
—Entonces ahí vengo —dijo Andreas dirigiéndose hacia la puerta.
—Espera, Andy.
—¿Qué pasa, Mel?
—¿Fuiste a la casa de los gemelitos?
—Sí. No sabes lo que pasó.
—¿Qué pasó?
—Tom se dio cuenta de que yo estoy enamorado de Bill.
—Es que…es muy tonto quien no se da cuenta.
—¿Por qué lo dices?
—Es muy obvio. Haces que se note demasiado.
—El caso es que Tom y yo somos enemigos. Terminamos peleados y Bill no lo sabe.
—Bill no debe saber que tú lo amas. Eso no ayudará.
—Para nada. Aparte, no quiero que lo sepa. No estoy preparado.
—No creo que Tom le cuente. No le conviene. Pero por las dudas, mantenlo amenazado.
—¿Y con qué lo amenazaré?
—No sé. Luego pensaremos en eso, ahora tú ve a hacer tu trabajo.
—Sí, sí. Después te termino de contar todo.
Andreas se retiró de la habitación de Melany y fue para la sala de pruebas, en donde se encontraban todos los análisis que realizaban los médicos.
Empezó a hurgar en el cajón que tenía todos los papeles con los resultados de los ADN para ver cuál era el que correspondía a los análisis que estaba buscando. En el primer cajón que buscó, no obtuvo éxito, mas en el segundo, encontró el sobre con lo que necesitaba.
Andreas, en su casa, había impreso un papel exactamente igual al que decía que él era el padre de la criatura, solamente que decía que yo era el padre de la misma.
Intercambió el papel original por el falso y listo: todo estaba solucionado. Un problema menos, se dijo.
No salió de allí sin asegurarse de que no hubiera nadie afuera que pudiera verlo. Por suerte para él, nadie se percató de su presencia.
Llegó sano y salvo a la habitación en donde estaba Melany.
—¿Qué pasó? ¿Pudiste? —preguntó ella totalmente intrigada.
—¿Cómo le vas a preguntar eso a Andreas?
—Perdón. Buenísimo. Tenemos un problema menos.
—Sí. Perfecto.
—Ahora, Andy. Sígueme contando. Estoy intrigada.
—Bueno. Resulta que para Bill, supuestamente, yo estoy enamorado de una chica, así que me invitó a cenar, y en esa cena, estaríamos él, Tom, mi chica y yo. Obviamente, que la chica no existe y no sabía qué decirle. Así que dije que saldría con ella porque su abuela estaba enferma, algo así. Bill contestó que bueno, que él cenaría en pareja con Tom. Este último, mi archi—enemigo, respondió que siempre cenaban y cenarán juntos, se acercó a mi Billy y lo besó. Yo no podía creerlo, no sabía qué hacer. Y, por supuesto, estaba muriendo de celos.
—¿Y qué hiciste? —preguntó Melany totalmente emocionada por la historia que estaba contando Andreas.
—Nada… ¿Qué podía hacer, Mel? ¿Meterme ahí entre ambos, para que dejaran de besarse? No, mi venganza implica mucho más que eso. Tom se arrepentirá de todo.
—Ambos se arrepentirán de todo. No te pongas del lado de Bill, por favor, que no quiero pelearme con mi cómplice.
—Está bien. Tienes razón. Debemos luchar para que ellos jamás estén juntos.
—Es que…Jamás lo estarán. ¿No es así, compañero?
—Claro, compañera. Viva la maldad.
—Viva —dijo ella sin gritar porque era de noche y todos estaban durmiendo en el hospital.
Por más cruel que sonara, así era como Andreas y Melany disfrutaban de nuestro sufrimiento.
—Mel, acabo de pensar la amenaza para que Tom no le cuente a su hermano sobre mis sentimientos. Y también para que no le diga sobre las cosas malas que he hecho.
—¿Qué amenaza?
—¿Aún tienes la foto?
—Sí. Está en casa. ¿Esa será tu amenaza?
—Sí. ¿Por qué? ¿Te parece mala idea?
—No, no. Al contrario; es buena idea.
—Bueno…Eso es lo que haré.
Esa noche Andreas se fue del hospital. Se hubiese quedado si no fuera porque a la mañana siguiente, Bill y yo iríamos a ver cuál había sido el resultado de los análisis de ADN.
Nosotros, dicha noche, nos quedamos a comer juntos, en pareja, por más que no estuviéramos de novios oficialmente.
Al día siguiente, nos levantamos temprano, al igual que Andreas. Este estaba emocionado, ya que quería ver mi cara cuando yo supiera que el hijo era mío. Bill y yo estábamos ansiosos, nerviosos, aterrorizados de saber la verdad.
Desayunamos y subimos a mi Cadillac. Bill me dijo que pasáramos a buscar a Andreas. Yo no tenía ni la más mínima gana de hacerlo, pero lo hice por Bill. Él no podía sospechar, ni siquiera imaginar que estuviéramos peleados. 
Estacioné en casa de Andreas y toqué bocina. Salió él.
—Chicos, tengo miedo —expresó sentándose en los asientos de atrás del auto y cerrando la puerta del mismo.
—Somos tres —respondió Bill.
—Espero que diga la verdad el análisis —dije indirectamente porque sospechaba algún plan maligno por parte de la loca.
Me parecía imposible que ella se hubiese quedado de brazos cruzados si podía el hijo no ser mío.
—¿Por qué lo dices? Es obvio que va a decir la verdad —preguntó Bill.
—No sé. Quizás puede pasar como en las películas…que cambian los análisis —reí para disimular.
—¿Estás loco? —rió también Andreas.
—Quizás.
Llegamos al hospital. Entramos y fuimos a la habitación de Melany. Nos dirían la noticia a los cuatro: a Andreas, a Bill, a Melany y a mí. Todos estábamos nerviosos. Por distintos motivos, por supuesto.
Entró a la habitación el médico con el sobre en mano. Creo que fue la única vez en mi vida que había sudado tanto de los nervios. No aguantaba un segundo más. Quería saber la verdad, pero a la vez, no.
—El padre del niño es —comenzó el médico— Tom Kaulitz.

Capítulo XLIII: “Bienvenida tristeza”


En aquel momento, quise creer que sólo era una pesadilla lo que acababa de oír. No podía creer que el niño que había perdido Melany, al parecer, hubiera sido mío. Es decir, había perdido a un hijo, a mi hijo.
—Siento muchísimo lo que pasó —añadió el médico, siendo consciente de que nada podía hacerme sentir mejor.
Algunas lágrimas se deslizaron por mis mejillas. Bill esperó unos segundos hasta salir de shock para acercarse y abrazarme.
—Todo por mi culpa, Billy —me lamenté inundado por la tristeza de aquella noticia.
Andreas inmediatamente miró a Melany. Estaban felices. Su plan había salido a la perfección y para colmo, mi sentimiento de culpa los alegraba aún más. Nada podía estar mejor, o quizás sí, para ellos.
Pero para mi gemelo y para mí nada podía estar peor.
—¿Por qué, Tom? Todo fue mi culpa —me contradijo Bill.
Él creía, al igual que yo, que culpa de la suspensión del casamiento, Melany había perdido a nuestro hijo. Y qué mal que hacíamos al pensar eso, ya que toda la culpa la tenía Andreas, quién había cortado los frenos del auto. Sin embargo, el objetivo de este y de Melany era destruirnos, vernos débiles, para así poder manejarnos y hacer lo que quisieran con nosotros.
—Si yo no hubiese evitado jamás su boda, nada de esto estaría pasando. Soy un idiota —continuó diciendo Bill.
—Sí, lo eres. ¿Y, Tom? ¿Quién tenía razón al final? ¿Ahora creerás que el bebé es tuyo o seguirás desconfiando?
—Cállate, loca. No es momento para echar en cara las cosas —opinó Andreas.
—Cállense ambos —ordené odiosamente.
—¿Acaso no ves el dolor de un padre? ¿No sabes respetar los momentos, loca? —preguntó Bill enojado.
—Esto no es asunto tuyo. No sé qué haces aquí metido —respondió Melany.
—Estoy aquí porque tu hijo podría haber sido mío.
—Pero es de tu hermano. Y tu hermano es mío —añadió Melany, por más que eso no tuviera nada que ver con el tema de conversación.
—¿Qué? Ja, ja. Tom no es tuyo. Y no sé que tiene que ver esto con lo que estábamos hablando.
Ya no soportaba más en esa habitación. Melany me estaba hartando. ¿Acaso nadie se daba cuenta que yo estaba mal? Al parecer, ni siquiera Bill lo hacía. Ninguno paraba de hablar y eso me estaba poniendo histérico.
Sin decir media palabra, me levanté de la silla en la que estaba sentado y salí de la habitación. Bill inmediatamente salió detrás de mí.
—Perdón, Tomy. Perdón —pidió Bill dándose cuenta de que yo realmente estaba mal.
—¿Por qué? —pregunté seriamente.
—Por no dejar de hablar y ponerme a discutir con esa loca, a quien ni vale la pena nombrar.
—Está bien, Bill…Sé que no lo hiciste a propósito —dije mientras ambos nos sentábamos en la sala de espera—. Sólo estoy mal por…Ya sabes, por lo del niño.
—Aunque no me creas, yo también estoy mal. No puedo verte así. Y cada minuto que pasa me doy más cuenta de que es mi culpa todo esto. Sé que no puedo sentir la tristeza que tú tienes, pero me pongo en tu lugar y…sería todo tan horrible.
—Sí, no te imaginas cuánto. ¿Vamos a casa, por favor?
—Sí, hermanito. Vamos. Creo que no te hace bien estar aquí.
Manejó mi hermano hasta casa. No tenía ganas de hacer nada. Mientras iba en el auto, me encontraba apoyado en la ventanilla con las manos en mi rostro.
—No puedo verte así, Tomy. Te juro que si pudiera ayudarte lo haría.
—Y lo sé, mi Billy, lo sé…Gracias por estar aquí conmigo. Te amo demasiado.
—Yo también. Yo también…—repitió Bill poniéndose realmente mal por mí.
Llegamos a casa. Eran la dos de la tarde. Cuando mi hermano quiso darse cuenta, yo estaba acostado durmiendo. No aguantaba un segundo más en pie, sentía que me caería en cualquier momento desmoronado por la tristeza, la cual era más fuerte que yo.
Bill sabía que no le correspondía a él avisarle a los demás de la pérdida. Por lo que esperaría a que yo lo hiciera.
No habrá pasado ni media hora, cuando Andreas volvió a casa. A causa de su plan, debía interrumpirnos a Bill y a mí constantemente, debía estar la mayoría del tiempo con nosotros, para que así, nos mantuviéramos lo más lejos posible. Y también, para enterarse de cualquier cosa que pasara.
—¿Andy? —preguntó Bill al atenderlo en la puerta.
—Sí. ¿Molesto?
—No, no. Pasa. Tom está dormido.
Menos mal, pensó Andreas. Aunque después, este me querría despierto, ya que tenía que comenzar con su plan de amenaza.
Así, se mantuvo toda la tarde con mi hermano, hablando.
Me levanté a las seis de la tarde, ya un poco harto de tanto dormir y con dolor de cabeza por la misma razón. Bajé las escaleras y allí estaba mi pesadilla.
—¿Ya terminaste tu siesta, dormilón? —preguntó Andreas haciéndose el amable.
—Sí —contesté adormecido.
—¿Te sientes mejor, hermanito?
—Sí, mi Billy. Gracias por preguntar. No estoy perfectamente bien, pero me hizo bien dormir.
—¿No habrás soñado con que Bill te besaba y por eso estás bien? —se entrometió Andreas a la conversación.
—Quizás. Pero generalmente no sueño con ángeles.
—Te amo, ¿sabes? —preguntó Bill con cara de recién enamorado.
—Lo sé. Y yo a ti.
Andreas se moría por pelearme, insultarme y pegarme. Sabía que yo lo hacía para molestarlo. Y debía admitir que eso me encantaba.
—Lamento interrumpirlos, amigos, pero debo hablar contigo, Tom.
—¿Conmigo? —pregunté haciendo de cuenta que no sabía de qué tema hablaríamos.
—Sí, contigo.
—Está bien. Los dejo solos. Yo iré arriba a arreglar un poco mi habitación que es un desastre —explicó mi hermanito algo sorprendido porque yo y Andreas teníamos que hablar a solas.
Siempre que teníamos charlas eran de a tres, pues se suponía que los tres éramos mejores amigos. Por ello, era que Bill estaba algo sorprendido y desconcertado. Mas él sabía, o al menos suponía, que yo le contaría de lo que hablaría con Andreas.


Capítulo XLIV: “Algo que nunca se detendría”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=yeUIUMBBQCQ ]

—¿De qué quieres hablar conmigo? —pregunté sin el más mínimo interés en saberlo.
—Quiero hablar de nuestro único tema de conversación, es decir, de Bill.
—¿Qué pasa con él?
—Esto pasa.
Andreas sacó la foto de él con mi hermano, ambos acostados, la misma con la cual Melany me había amenazado.
—¿Sabes dónde puedes guardar esa foto? En la caja de los recuerdos, porque eso es pasado, y ni me interesa saber qué fue lo que pasó entre Bill y tú.
—Y si viste esta foto, ¿por qué dudas que Bill tiene un amor especial para conmigo? Tú sabes bien, al igual que yo, que Bill no lo haría con cualquiera.
—Dudo porque es una foto y puedes haberle hecho cualquier cosa.
Me quedé pensativo unos segundos y al hacerlo, me di cuenta de que Andreas y Melany eran cómplices. No había otra forma para que ellos tuviesen la misma foto. Se habían complotado para separarnos a Bill y a mí; de eso estaba seguro. Pero no lo lograrán, pensé.
—Así que eres cómplice de ella…Mira tú, nunca pensé que mi ex mejor amigo fuera a hacerse cómplice de una loca desquiciada que quiere hacerme la vida imposible.
—Pues créelo. Con tal de quedarme con el amor de mi vida, haré lo que sea.
—Cómo me encantaría que Bill escuchase esta conversación.
—¿No tienes miedo?
—¿Miedo? ¿De qué tendría que tener miedo?
—De que Bill se quede conmigo.
—Por favor, Andreas. Sé muy bien que Bill me ama.
—Pues no estés tan seguro. Bien, volviendo al tema, aléjate de Bill, sino le mostraré a todo el mundo esta foto.
—Muéstrasela. Bill será quién te odiará.
Andreas no podía hacerlo, no podía mostrarle esa foto a todos los medios de comunicación porque, por un lado, Bill nunca realmente se había acostado con él. Y por otro lado, Bill se enojaría con Andreas por mostrar una foto falsa y, encima escasos de ropa.
Andreas no sabía qué hacer, qué responder, ya que yo tenía la razón.
—De alguna forma u otra, terminarán separándose —advirtió Andreas.
—Jamás lo haremos, Andreas. Ni Melany, ni tú, ni nadie podrá separarnos.
—Vuelvo a repetir, no estés tan seguro de ello.
—Lo estoy y lo estaré por siempre.
Como si el destino quisiera que Andreas se callara de una buena vez y dejara de pelearme, sonó el timbre.
Fui a atender la puerta.
—¡Tomy! —exclamó Melany.
—¿Ya te dieron el alta?
—¡Sí! Ahora me quedaré contigo, debemos apoyarnos y estar juntos, ya que hemos tenido una gran pérdida.
—Pasa —dije con cara de nada.
La loca entró a casa y vio que Andreas estaba allí.
—¡Compañera! ¿Ya saliste del hospital? —preguntó Andreas sonriente.
Melany se quedó sorprendida y miró a Andreas con cara de “¿Qué dijiste?”.
Claro, ella creía que yo no sabía que eran cómplices.
—¿Qué? —preguntó ella haciéndose la desconcertada.
—Sé la verdad, Melany. No fijas más que se llevan mal.
—¡¿Quién era, Tomy?! ¡¿Ya puedo bajar?! —preguntó Bill desde su habitación.
—¡Sí, baja! —grité para que mi hermano fuera a hacerme compañía, ya que no podía estar con dos locos.
Mi gemelo bajó y vio que era Melany quien había llegado a casa.
—¿Qué haces tú aquí? —preguntó Bill enojado.
—Vengo a hacerle compañía al padre de mi hijo —respondió la loca.
“No tienes ningún hijo con él”, hubiera deseado responderle mi hermano a ella. Pero sabía que eso me lastimaría, así que no lo dijo.
—Tom no necesita tu compañía, loca.
—Ah, ¿sí? ¿Por qué? ¿Tiene la tuya? —rió malévolamente ella.
—Sí, lo tengo a él —me entrometí en la discusión.
—Sí, lo tiene a Bill —repitió Andreas para quedar bien con mi hermano.
—Me parece que nosotros tenemos que hablar —dijo Melany dirigiéndose a mí.
—¿Vamos, Billy? Dejemos que hablen —añadió Andreas llevando a mi hermano hacia arriba.
—¿De qué quieres hablar? Entre tú y Andreas me tienen harto.
—Vamos a hacer algo, mi querido Tomy —me dijo la loca sonriendo de forma malvada.
Se sentó en el sillón al lado mío y comenzó a acariciarme el rostro.
—Suéltame y habla —le pedí para que dejara de fastidiarme.
—Tú, te separarás de Bill, ¿verdad?
—No. Jamás lo haré. Lo amo con todo mi ser. ¿A ti qué te importa si me separo de él o no?
—Bueno…Digamos que si te separas de él, saldrás ganando.
—¿Ah, sí? ¿Y por qué?
—Porque si no, lo pagarás caro. Sepárate de él, y no le diré a nadie que culpa tuya, perdí a mi hijo. Tú te quedas con Bill, y todo el mundo se enterará que me hiciste abortar. Eso arruinará la reputación de Tom Kaulitz, ¿verdad? Entonces me encanta —se respondió ella sola.
—No lo harás. No lo haré. No me separaré de Bill por tus amenazas estúpidas. Estoy harto de ellas ¿sabes? ¡Me hartaste, Melany! ¡Me hartaste!
Realmente estaba totalmente cansado de sus amenazas. Ni un segundo ella me dejaba vivir en paz. Aparte, ¿quién me confirmaba que, verdaderamente, ella diría a todo el mundo que yo la había obligado a abortar? Nadie. No le pensaba hacer caso. Seguiría con Bill, así me costara la vida.
Mi hermano, mientras tanto, estaba con Andreas.
—Cálmate, Billy.
—No puedo, no puedo. ¿No entiendes que me tiene harto? Siempre que está todo bien, aparece ella y me arruina la vida —contestó mi gemelo completamente nervioso y alterado.
—Tranquilo, amigo. Todo estará bien.
Andreas abrazó a Bill.
Justo entré a la habitación y los vi así, a ambos abrazados. Bill no oyó que yo había entrado pero Andreas sí, ya que él abrazaba a mi gemelo mirando en la dirección de la puerta. Mi ex mejor amigo me miró con cara de malévolo y sonrió de la misma manera.
—¿Qué hacen? —pregunté molesto.
—Tomy, ¿qué te dijo la loca? —preguntó Bill nervioso, dejando de abrazar a su mejor amigo.
—¡La odio, la odio! —le metí una patada a la mesa de luz que había en la habitación de Bill.
—¿Qué pasó, Tomy? Tranquilízate —dijo Bill sosteniéndome de los hombros.
—¡Otra vez! ¡Otra vez volvió a hacerlo! —grité sacado, sentándome en la cama con mis manos en la cabeza.
—¿Qué volvió a hacer? —preguntó Andreas, haciéndose el desconocedor del tema.
—¡Tú, vete! ¡Cállate y vete! ¡Déjame solo con Bill!
—¿Qué te pasa, Tom? No trates mal a Andreas, él no te hizo nada.
—¿No? Ah, claro. No, no me hizo nada —respondí sarcásticamente, mas Bill no se dio cuenta.
—Cuéntame, ¿qué te hizo Melany?
—Me amenazó. ¿Puedes creerlo? Otra vez me amenazó. Andreas, te lo pido de buena forma, ¿puedes dejarnos hablar solos? —pregunté falsamente.
—Okay. Los dejo.
El rubio salió de la habitación con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Con qué te amenazó, hermanito? —preguntó Bill sentándose a mi lado, preocupado.
—Quiere que nos separemos, Billy —lo miré a los ojos y añadí—: No lo voy a hacer porque te amo. Creo que mis fans me creerán y no pensarán que la obligué a abortar si ella abre la boca.
—¿Eso hará? ¿Le dirá a todo el mundo que la obligaste a abortar? —preguntó Bill anonadado.
—Sí. ¿Puedes creerlo? Y lo peor es que… —me interrumpí—. Nada, nada.
—¿Qué es lo peor?
—Nada, Bill. Nada.
—Tom, contestame. ¿Qué ibas a decir?
—Por favor, mi vida. No me quiero pelear contigo. Sólo eso me dijo.
—Está bien. Sabes que te creo. Pero, ¿qué pasó con Andreas? No soy tan tonto como para no darme cuenta de que pasa algo entre ustedes.
—Estoy enojado con él.
—Sí, me di cuenta. Mas, ¿por qué?
—Porque está enamorado de ti.
Bill no pudo evitar reírse a carcajadas.
—¿Estás loco? Ja, ja, ja —seguía riéndose.
—Estoy hablando en serio, Bill.
—No, no. Esto es demasiado para mí. Me vas a hacer morir de la risa.
Después de que Bill terminó de reírse, se puso serio. Comenzó a creer que yo lo decía en verdad, ya que mi cara estaba completamente seria, no había ni media mueca de risa en ella.
—¿En serio lo dices? —preguntó él seriamente.
—Sí, Bill. Él mismo me lo ha dicho.
—No te creo, Tomy. Perdóname, pero es imposible.
—Está bien. No importa. ¿Me amas?
—Te amo.
—Yo te amo más —lo besé.

Capítulo XLV: “Confía en mí”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=O5y5HUsIlXM&feature=fvst ]

Cuando lo eché de la habitación, Andreas bajó sonriente hasta el living, en donde se encontraba Melany.
—Lo has amenazado con lo del aborto, ¿verdad? —preguntó Andreas contento.
—Sí, sí. Estaba completamente loco cuando se fue de aquí.
—Lo está. Y para colmo, entró al cuarto y Bill y yo estábamos abrazándonos.
—Somos geniales —rió malévolamente Melany.
—Claro que sí. Dime, ¿Tom, el tontito, va a quedarse contigo por siempre?
—No lo sé. Me dijo que no se separaría de Bill. Ya sabe lo que le depara si no lo hace. Le daré plazo hasta mañana para que lo decida. Veremos si gana Bill o yo.
—Tom se va contigo y yo, inmediatamente, me quedo a vivir aquí con Bill.
—Choque, compañero —le dijo Melany estirando su mano y chocándola con la de su amigo.
—¿Vámonos? —preguntó Andreas.
—Espera, debo decirle a Tom que tiene tiempo hasta mañana para decidir.
Ambos subieron las escaleras y golpearon la puerta de la habitación de Bill.
—¿Interrumpimos? —preguntó Andreas desde afuera.
Bill se dirigió hacia la puerta y la abrió. Yo me quedé allí, sentado en la cama.
—Nos vamos, Billy —dijo Andreas.
Yo festejé en mi interior. Esos últimos días que el mejor amigo de Bill había estado yendo a casa, se hacían interminables e inaguantables. Y está de más decir que también quería que Melany se fuera de casa. Debía evitar ver a esa amenazadora mujer lo más que se pudiera.
—Tienes plazo hasta mañana para pensarlo. Quiero una decisión concreta —susurró ella en mi oído, entrando a la habitación.
Creo que Bill se molestó por el acercamiento de Melany hacia mí. Yo me molesté por la amenaza nuevamente. No podía creer que me dijera que tenía hasta mañana para pensarlo. De todas formas, no me hacía falta pensar mucho. Ya sabía que decisión iba a tomar. Me quedaría con Bill, aunque eso implicara toda mi carrera, toda mi fama, todo aquello que me había costado años conseguir. Nada de eso se comparaba con el amor que me quedaba vivir con mi gemelo. Aparte, no creía que Melany fuera capaz de decir por todos los medios de comunicación que yo la había obligado a abortar. Eso implicaría, para ella, que la odiara más de lo que lo hacía hasta ese momento.
—¿Tú por qué te vas con esta loca, Andy? —preguntó Bill bajando las escaleras para cerrarles la puerta.
—¿Yo? ¿Con esta loca? No me estoy yendo con ella, antes muerto. Sólo subimos los dos juntos para que nos cerraras la puerta y para avisarles, a Tom y a ti, que nos íbamos —mintió Andreas.
—Ah, menos mal. Si tú fueras amigo de Melany, no sé lo que pasaría con nuestra amistad.
Andreas creo que se quedó un poco traumado por esas palabras. ¿Qué pasaría si yo llegaba a decirle a Bill que su mejor amigo era cómplice de la loca? Toda la amistad entre Bill y Andreas, cambiaría por completo. El problema era que, así como mi hermano no me había creído lo que le había dicho acerca de los sentimientos de Andreas, tampoco me creería si le decía que mi ex mejor amigo era cómplice de Melany. 
—Cállate, Bill —se entrometió Melany, que también bajaba las escaleras junto con Bill y Andreas.
Mi hermano les abrió la puerta a ambos y se fueron uno para cada lado, para disimular que se irían juntos.
Apenas Bill cerró la puerta, Andreas se fue con Melany.
—¿Sabes una cosa, Mel? Me gustó la noche que pasamos cuando estábamos borrachos —expresó Andreas.
—¿Estás loco? —preguntó ella sorprendida.
—¿Acaso a ti no te gustó?
—Pues…Claro. Pero, no sé. Yo amo a Tom y tú a Bill.
—¿Y eso significa…?
—Que no podemos repetir una noche como esa.
—Vamos, Mel. Sólo para pasar el rato. ¿No podemos repetirla?
Andreas no recibió respuesta alguna por parte de Melany. Ambos siguieron caminando a la casa de ella.
Yo, mientras, seguía maldiciendo a Melany.
—¡Lo único que quiere es verme arrastrándome en el piso y llorando! —grité.
—¿Y la harás feliz haciendo lo que ella quiere? —inquirió Bill preocupado.
—No. Por supuesto que no.
—¿Qué te dijo cuando se acercó a tu oído?
—Que tengo hasta mañana para pensarlo. Ni siquiera hace falta pensar lo que voy a hacer.
—¿Qué harás?
—Bill, por supuesto que me quedaré contigo. Deberías haberlo adivinado.
—Pero…Tomy, ¿qué pasará si ella le dice a todo el mundo que la obligaste a abortar?
—Nadie le creerá —contesté seguro de mi respuesta.
—Gracias, Tomy.
—Billy, no tienes por qué agradecer. Es lo que debo hacer. Además, apuesto a que tú harías lo mismo.
—Pues, claro. Te amo.
Bill se acercó y me besó. Últimamente estábamos muy unidos con Bill, y debíamos mantenernos así. Eso me haría olvidar rápido del hijo que había perdido, y también de las amenazas de Melany. Debíamos ser, ahí más que nunca, fuertes. Andreas y Melany estaban en contra nuestro y apostaba a que mucha gente más adelante, lo haría también. Un amor como el nuestro, no era algo fácil de aceptar, o de apoyar. Estábamos metidos en una relación incestuosa, que debía llevar consigo toda la fuerza que se necesita para salir adelante y triunfar.
—Bill, debo contarle a todos del niño. Seguramente, esto me pondrá mal.
—Te ayudaré hermano, no estás sólo en esto.
—Lo sé. Te tengo a ti. Empezaré por mamá. Ella debe ser la primera en saberlo.
—¿Quieres que esta noche vamos a su casa?
—Buena idea. También tengo que contarles a Gus y a Geo.
—Cierto que ellos no saben nada.
—Me siento un estúpido.
—¿Por qué? —preguntó Bill sorprendido.
—Porque debía primero haberle contado a mamá, a Geo y Gus, antes que contarle a Andreas la noticia del niño.
—¿Por qué lo dices? ¿No lo consideras más tu amigo a Andreas?
—No, Bill. Él no es un buen amigo. Ni siquiera una buena persona. Debes alejarte de él, lo digo por tu bien, mi Billy. No te obligaré a que lo hagas, pero me encantaría que eso pasara.
—No entiendo. ¿Por qué dices todo eso?
—Ya te lo dije y no me crees.
—¿Qué cosa me dijiste? ¿Que él me ama?
—Exacto.
—Es algo tan difícil de creer.
—No lo es, Bill. Es mucho más difícil que tú lo creas, que es distinto. Si tan sólo tuviera pruebas...
—Pero, en el caso de que Andreas me amara, ¿qué tiene eso de malo?
—Eso no tiene nada de malo, lo sé. Lo malo es que nos quiere separar.
—¿Y cómo lo sabes?
—Bill, ¿tanto te cuesta confiar en mí? —pregunté algo desilusionado.
—Perdóname, sólo que…
—Sólo respóndeme una cosa. ¿Por qué no puede ser posible que Andreas sea una mala persona?
—Quizás porque lo conozco desde hace quince años.
—Los años muestran quiénes son realmente las personas. A lo mejor todos esos años sirvieron para que ahora te des cuenta de la verdad. ¿No?
—Sí… Sin embargo…
—Está bien, Bill. Créele —interrumpí—. Es inútil intentar convencerte. Seguirás confiando en él, como un niño encaprichado que no quiere ver la realidad —dije saliendo de su cuarto, algo molesto, para ir al mío.
Bill se quedó preocupado. No quería que yo me enojara. Pero a su vez, no quería aceptar la realidad, tal como yo le había dicho. No sólo se le hacía inimaginable que Andreas estuviera enamorado de él, sino que el sólo pensar que este era malo, se le hacía aún más increíble.
Yo me acosté en la cama. Estaba dolido. Por más que siempre hubiese sabido que Bill era terco, me dolía lo que estaba haciendo. No le estaba pidiendo nada de otro mundo, sólo quería que confiara más en mí. Me ponía mal saber que no lo hacía, o que confiaba más en Andreas que en mí. Me hubiese encantado poder decirle que este, era cómplice de Melany, pero si no me creía lo anterior, ¿cómo iba a ser capaz de creerme eso? Todo para Bill parecía una locura. Y si mi gemelo no me creía de palabra, tal vez lo haría con pruebas. Debía hacerlo, debía mostrarle a mi hermano que yo no mentía. Otro problema surgía nuevamente: ¿cómo haría? No lo sabía. Me dije que esperaría ya que eso no era primordial para mi existencia. O quizás lo era.


Capítulo XLVI: “ Mentiras”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=FlL2LmYUqQ0 ]

Había algo que no le había mencionado a Bill. Y era la foto de él con Andreas. ¿Por qué no le había dicho nada? Pues, porque había una razón obvia. Una o varias, quizás. Bill, en toda la conversación que habíamos tenido, jamás dudó de lo que él pensaba acerca de que Andreas no lo amaba. Jamás se puso nervioso ni tartamudeó diciendo algo así como: “¿él amarme? ¿Tom, estás loco? ¿Cómo me va a amar? ¿De dónde sacaste eso?”. Jamás me gritó, o me hizo creer que lo de la foto hubiese sido real. Yo creía y estaba en lo cierto, que Bill por más que hubiera conocido hacía mil años a Andreas, se hubiese acostado con él. 
Bill se recostó en su cama y se puso a pensar. ¿Y si yo tenía razón? Trató de recordar aquellos momentos vividos con Andreas para poder creerme. Por supuesto que, el primer momento que se le vino a la cabeza, fue cuando el rubio quiso besar a su mejor amigo en la mejilla y este le corrió la cara, en un intento de besarlo en sus labios. Por más que Bill jamás le hubiese dicho nada de esto a Andreas, lo sabía. No era ningún tonto y se había dado cuenta de ello, mas nunca pensó que fuera por “amor” que Andreas lo hubiese querido besar.
Mi hermano decidió hacer algo. Le preguntaría a Andreas si él realmente lo quería más que a un amigo y listo. Se sacaría todas las dudas de la manera más fácil y accesible.
Andreas estaba en casa de Melany, cuando le sonó el celular. Estaban hablando, quién sabría de qué. Seguramente de sus planes malignos.
—¿Bill? —preguntó Andreas.
—Sí, Andy. Soy yo. Necesito preguntarte algo.
—Dime, Bill.
—No, no. Por acá no. Debe ser en persona. ¿Podemos vernos?
—¿Ahora?
—Sí, ¿por qué? ¿Estás ocupado?
—No, no —mintió Andreas.
—Entonces te veo en el bar de la esquina de casa dentro de media hora. ¿Sí?
—Bien, nos vemos, Billy.
Cortó Andreas el teléfono. Bill se fue a bañar para luego ir al bar. Este, no sabía si avisarme que se iba o no. Si me decía, tenía que mentirme. No podía avisarme que se iba con Andreas ya que yo me enojaría. Y mucho más lo haría si me decía que iba para confirmar si yo decía la verdad o no.
—Tomy… —dijo mi hermano cuando ya estaba listo para irse, empujando la puerta de mi habitación que estaba entreabierta.
—Dime —contesté seriamente, algo molesto aún por lo que había pasado y viendo que mi hermano estaba vestido muy formalmente como para quedarse en casa.
—Saldré —dijo él nervioso—. Voy a la farmacia a comprar algo para el dolor de cabeza —mintió.
—¿Te sientes bien? —pregunté sospechando que mi hermano se traía algo entre manos.
—No, me duele un poco la cabeza.
—Cualquier cosa que necesites, avísame —intenté ser amable.
—Estaré bien, sólo necesito tomar algo.
Mi gemelo se fue de mi habitación. Por supuesto que no le creía nada. Sabía que saldría con alguien. Había demasiadas cosas en casa para tomar, como para que quisiera tomarse el trabajo de ir a la farmacia. Además, siempre que a Bill le dolía la cabeza, no le importaba. Él sabía que se le pasaría en un rato. No voy a decir que no me intrigaba saber con quién saldría mi hermano, todo lo contrario, pero confiaba en él y sabía que nada haría para lastimarme.
Andreas, cuando cortó el teléfono con mi gemelo, se preocupó un poco por lo que este le tenía que decir.
—No creo que sea algo muy importante —trató de tranquilizar Melany a su cómplice.
—¿Y si Tom le contó que soy tu cómplice?
—Se le vendrá la noche a Tom si fue eso lo que hizo. No te preocupes, la gente genial como nosotros, siempre tiene un plan “B”.
—Tienes razón.
Luego de un rato, Andreas decidió irse para el bar, sino se le haría tarde. Este fue el primero en llegar allí.
—Hola, Andy —saludó Bill apenas llegó, para luego sentarse.
—Hola, Billy —respondió al saludo—. Tanto tiempo —dijo sarcásticamente.
—Sí. Hace como dos horas que no nos vemos —sonrió Bill nerviosamente.
—Y… ¿qué querías preguntarme? —preguntó Andreas intrigado.
—Seré directo, Andy. ¿Tú me quieres más que a un amigo?
Andreas se quedó completamente anonadado. No sabía qué responderle a mi gemelo. Pero había una cosa que sí sabía: me mataría.
—Sí, Bill —contestó sorprendido—. Te quiero como a un hermano, como a mi mejor amigo. Pero, si tú te refieres a si estoy enamorado de ti, la respuesta es no. No te amo, Bill. ¿De dónde sacas cosas, o esas barbaridades, debería decir, Bill?
La respuesta del rubio había sido muy convincente para Bill.
—Sólo fue imaginación mía. Sin embargo, al parecer, me equivoqué —mintió Bill—. Perdóname, Andy, si te molestó mi pregunta, mas quería sacarme todas las dudas. Pensé que no perdería nada con preguntártelo, por eso lo hice. De todas formas, ¿sabes? Me alegra que no estés enamorado de mí. No sé que hubiese hecho si eso era verdad.
—No te preocupes, Bill. No estoy enamorado de ti —mintió Andreas nuevamente—. Perdóname, amigo, pero me tengo que ir a ver a Michelle.
—Está bien, Andy. No hay problema. Solamente eso te quería preguntar.
—Nos vemos, Bill —saludó Andreas a mi hermano.
—Suerte, Andy.
Bill se quedó por un rato en el bar, pensando. Si era verdad lo que Andreas había dicho, ¿por qué yo diría una mentira como esa? ¿Por qué inventaría que su mejor amigo estaba enamorado de él? No tenía lógica. A menos que, pensaba Bill, yo hubiese tenido celos de Andreas y hubiese querido que ellos no fuesen más mejores amigos. Pensar eso, era una cosa tonta, pero no lo era para Bill.
Luego de un rato, mi hermano volvió a casa. Para entonces, ya eran como las nueve de la noche. Yo estaba cambiado y listo para ir a casa de mamá a cenar y a contarle la triste noticia de mi hijo.
Bill entró en mi habitación con cara de enfadado. Sin embargo, no sólo estaba enojado, sino también estaba triste porque pensaba que yo le había mentido.
—¿Por qué, Tom? —preguntó Bill en tono desafiante.
—¿Ah? ¿De qué hablas?
—¿Por qué me mientes?
—¿Qué? Reitero, ¿de qué hablas? —repetí desconcertado.
—Andreas no está enamorado de mí, me lo acaba de confirmar. Y tú lo sabes.
—Así que ahora yo soy el mentiroso. No puedo creerlo —dije moviendo la cabeza para ambos lados, como señal de perdición.
—Sólo quiero saber por qué me has mentido.
—Bill, por Dios. No te mentí. Estoy diciendo la verdad, Andreas está enamorado de ti. Encima, ¿fuiste a preguntarle a él? Mira hastadónde ha llegado tu desconfianza. Pensé que confiabas en mí. Creo que me equivoqué al hacerlo. Y también me equivoqué al intentar que me creyeras…
—¿Hasta cuando lo negarás?
—Sabes que no te mentiría, Bill —intenté contestarle bien, con toda la paciencia del mundo—. Tú si lo has hecho conmigo. ¿Cuál era la necesidad de simular que ibas a la farmacia, cuando en realidad ibas a verte con Andreas?
—¿Acaso no te hubieses enojado si te decía la verdad?
—Me hubiera molestado, pero no en la proporción que lo estoy ahora, por culpa de las mentiras.
—Bien, pues, yo no te hubiera mentido, si tú no lo hubieses hecho primero.
—Al parecer tienes muchas ganas de pelear. Avísame cuando quieras hablar tranquilamente y en paz —dije saliendo de la habitación—. Ah, y me voy a casa de mamá, no vaya a ser que creas que me voy con alguna chica —añadí asomándome a mi habitación, a donde se había quedado Bill, para luego irme enojado.


Capítulo XLVII: “No mentía”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=Kc—42nSgHAQ ]

Salí de casa y me fui para la casa de mamá. Estaba molesto, enojado, triste. ¿Cómo podía ser posible que mi propio hermano no confiara en mí? Para colmo, Andreas me mataría por contarle a Bill que él estaba enamorado de mi gemelo. Este último me había metido en serios problemas.
Llegué a casa de mamá.
—¡Hijo! ¡Qué sorpresa!
—Sí. Perdón, mamá, por no avisarte que venía. Me quedaré a cenar, tengo que contarte algo.
—Hijo, no hay problema. Sabes que siempre eres bienvenido aquí. ¿Y tu hermano?
—Se quedó en casa. Le dolía un poco la cabeza —mentí.
—Pobre mi Billy, ya lo llamaré.
Entré a casa y saludé a Gordon, quien estaba viendo televisión. Mamá hablaba conmigo mientras hacía la cena.
—Tomy, no me has contado nada. Melany, ¿cómo está? ¿Le pasó algo en el accidente?
—No, mamá. Ella está bien.
—Y supongo que mi nieto también. ¿No?
Inmediatamente se me llenaron los ojos de lágrimas.
—Mamá…—dije con la voz entrecortada— Melany ha perdido a su bebé. Que es mío, según los análisis de sangre. He perdido a un hijo, madre.
Mamá al instante rompió en llanto. Cuando me abrazó conmovida, yo también me largué a llorar. Debo admitir que, fue su llanto, sobre todo, lo que me hizo llorar. Creo que ella no tenía palabras que decir para consolarme.
Luego de un rato, mamá pudo hablar.
—Me imagino cómo estarás, hijo —dijo secándose las lágrimas, al igual que yo.
—Sí, mamá. Perdón porque no te conté antes, no me sentía bien.
—Está bien, Tomy. Entiendo.
Gordon había escuchado toda la conversación, ya que él también estaba presente cuando yo le dije a mamá lo que había pasado.
—Sabes que, aunque no seamos padre e hijo, te quiero como si lo fueras, así que puedes contar conmigo si necesitas algo —dijo Gordon acercándose a mí y abrazándome.
Él no era una mala persona y la verdad, me arrepentía de haberlo tratado mal alguna vez.
—Gracias, Gordon —respondí a su abrazo.
Para cuando estaba la comida, los tres nos sentamos en la mesa a cenar. Creo que mamá aún seguía impactada por la noticia de mi hijo, e incluso estaba angustiada. Y no era para menos. Había perdido a un nieto. A su supuesto nieto.
Bill estando en casa solo se acostó temprano. Estaba mal por la pelea conmigo y porque seguía convencido de que yo le había mentido.
Yo volví a casa como a las tres de la mañana. Nos habíamos quedado viendo películas con mamá y Gordon.
A la mañana siguiente, me despertó el teléfono.
—¿Hola? —atendí dormido.
—Tomy, ¿cómo has amanecido? —preguntó Melany del otro lado de la línea.
—Bien, ¿tú?
—Bien. ¿Ya tomaste una decisión?
—¿Qué decisión?
—¿Seguirás con Bill, o permitirás que todo el mundo se entere de algo que no hiciste?
¿Melany cada día se estaba volviendo más loca? ¿Acaso no era obvia la respuesta? Por supuesto que me quedaría con Bill, por más que estuviésemos peleados. Lo amaba con todo lo que era, con todo mi corazón. Nada podría separarme de él, mucho menos las tontas amenazas de Melany, que ya ni miedo causaban en mí. Ni siquiera creía que fuera capaz de decirle a todo el mundo que la obligué a abortar. Y si lo hacía, mis fanáticas me apoyarían y creerían en mí, estaba seguro.
—¿No escuchaste lo que te dije ayer? Yo me quedaré con Bill, cueste lo que cueste. Así me cueste la fama, me quedaré junto a él. ¿No entiendes que es el amor de mi vida?
—¿Y tú no entiendes que eres el amor de mi vida? De todas formas, tú te lo pierdes. Te arrepentirás tanto de la decisión que has tomado, que me pedirás perdón de rodillas. Pero…Si esa es tu última palabra, la respeto.
—Haz lo que quieras, Melany. ¿Ya no entiendes que tus amenazas no dan miedo? Me tienes harto de amenazarme con ellas. Ya nada me importa, sólo estar con Bill.
—Ja, ja. Bien, pues tú sufrirás las consecuencias. Nos vemos, Tomy. Espero que no me odies por lo que voy a hacer —dijo Melany riendo malévolamente y luego cortó el teléfono.
El que ríe último, ríe mejor, pensé. Nada haría que yo cambiara de opinión.
Bajé a la cocina y Bill estaba allí, desayunando.
—Ya le dije a Melany que me quedaría contigo. No me importa lo que ella haga, sólo sé que quiero estar contigo. Aunque no me creas… —añadí, creo, que para arruinarlo todo.
—¿Cómo pretendes estar conmigo si me mientes? Quizás nos apuramos al tomar la gran decisión de estar juntos.
—No te miento, Bill. Y no nos apresuramos, tú me amas y yo te amo y eso es lo que importa, ¿verdad? Bill, por favor. Perdóname —pedí sin siquiera saber por qué pedía perdón—. No quiero estar peleado contigo.
—Yo tampoco… —respondió él agachando la cabeza.
—¿Entonces? ¿Me perdonas? —insistí.
—No sé, Tom. Me mentiste.
—Por favor —rogué haciéndole cara de perrito mojado.
—Okay. Te perdono, pero no lo vuelvas a hacer.
—No lo haré.
Sonreí y le acaricié su rostro. Bill se acercó y me besó. Me alegraba que nos hubiésemos arreglado. El problema era que, aún, mi hermano, no me creía. Sólo creía que yo le había mentido. Con el tiempo, iría buscando pruebas y le demostraría a Bill quién era, en realidad, Andreas. Mi gemelo se arrepentiría de haberme tratado de mentiroso.
Ese día estuvimos cada segundo del mismo como una feliz pareja enamorada. A cada hora, nos besábamos, nos demostrábamos cuánto nos amábamos. Nunca me imaginé estando así con alguien que no fuera una mujer. Y mucho menos con mi hermano. Al principio, todo eso parecía una locura, pero si no hubiese sido con Bill, jamás me hubiese enamorado. Él era el único que debía hacerme feliz y alegrar mis días. Las mujeres no lo hacían. Sólo habían sido una diversión más en mi vida, por más cruel que sonara.
A la noche, nos acostamos cada uno en su habitación. Yo no podía dormir, así que fui a su habitación a buscarlo.
—Billy… —susurré, después de entrar a su cuarto, en el oscuro.
—¿Qué, Tom?
Alcancé a distinguir su figura acostada en la cama y me acosté junto a él, zambulléndome por debajo de las colchas.
—Nada. Quiero dormir contigo —expliqué dándome vuelta, ya acostado, para tener en frente el bello rostro de mi hermano.
—Bien, pues quédate —respondió percatándose de mi rostro enfrentado a él.
Abracé a mi hermano por la cintura; él me tomó por el cuello y comenzamos a besarnos. Nos dormimos así, abrazados y besándonos.
Por la mañana, comenzó a sonar mi celular, por lo que me desperté.
—¿Hola? —contesté aún medio dormido.
—Tom, tienes que prender el televisor. Pon algún canal de noticias —ordenó David, nuestro manager, del otro lado de la línea.
—¿David? ¿Para qué quieres que prenda el televisor?
—Tú sólo préndelo. Y siéntate, porque te caerás de espalda. Luego hablamos —dijo él y luego cortó el teléfono.
Me levanté de la cama, intentando no despertar a mi hermano y prendí la televisión. No podía creer lo que estaba viendo. Melany estaba en la misma y no precisamente porque fuera modelo, o algo por el estilo, sino para armar lío. Estaba en un programa de cotilleos, sentada en frente del conductor del programa, con unos lentes negros y cara de depresión.
—Ya volvimos del corte y tenemos aquí a Melany Austen, quien ha testificado en contra de Tom Kaulitz, guitarrista de Tokio Hotel y joven muy famoso alrededor del mundo entero. Así que, ¿su ex novio la ha obligado a abortar? —preguntó el conductor, al parecer, muy intrigado por lo que fuera a decir la loca.
—Sí, lo ha hecho. Tom no es la buena persona y amable que dice ser. Es increíble que me obligara a hacer un aborto —afirmó ella rompiendo en llanto.
Está de más decir que me había quedado perplejo. Y también que quería matar a Melany. Nunca había pensado que esta, fuera capaz realmente, de hacer lo que me había advertido. No tenía miedo de sus amenazas porque, sinceramente, no le creía nada de lo que decía. Pensaba que solamente usaba las amenazas como modo de defenderse y de ganar siempre pero por lo visto, no era sólo eso por lo que las usaba. A partir de allí, empecé a creer que lo que decía, lo decía en verdad.


Capítulo XLVIII: “ Algo que no podré soportar”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=91fTNsUyhAI ]

Bill se despertó con el sonido del televisor.
—¿Qué haces con eso prendido a esta hora? —preguntó entre dormido.
—Bill, moriré. Tienes que ver esto —dije señalando la televisión.
Mi hermano se levantó de inmediato y vio la pantalla.
—Esa… ¿Esa es Melany? —preguntó completamente sorprendido.
—Sí.
—¿Qué está haciendo allí?
—Arruinando mi vida. Acaba de hacer que medio mundo crea que yo la obligué a abortar.
—¿Estás hablando en serio?
—Sí. Mi vida no podría empeorar —afirmé tirándome hacia atrás en la cama.
—¡La mataré! ¡Qué perra! Francamente, no pensé que realizaría lo que te había dicho que haría.
—Yo tampoco.
—Tendrías que haberte ido con ella.
—¿Qué? —pregunté después de levantarme de la cama sobresaltado, frunciendo el ceño como señal de confusión.
—Y sí. Si no fuera por mí, tú no estarías en serios problemas.
—¿Quieres decir que tienes la culpa de todo? No, Bill. Yo tomé la decisión de estar junto a ti porque te amo y porque sin ti no puedo vivir. Aparte, no hice caso a lo que ella dijo también debido a que ya estaba harto. ¿Quién era ella para amenazarme día y noche? Nadie. De todas formas, no me arrepiento. Jamás me arrepentiré de no haberle hecho caso. Quiero estar contigo y sólo contigo ¿sabes? —le dije a mi gemelo de una forma cariñosa y sonriente.
—Te amo, Tomy. Gracias por todo.
—A ti. Gracias por ser la persona que más feliz me hace en este mundo. Te amo, Billy —me acerqué a él y lo besé.
Me encantaba hacerlo, me encantaba besarlo. Nunca pensé enamorarme alguna vez, pero lo había hecho. Me había enamorado de mi hermano. Además, me sentía fuerte besándolo, él hacía que mis preocupaciones se esfumaran, al menos por un rato.
Interrumpiendo nuestro beso, sonó el teléfono. Atendí, ya que era Georg.
—¿Viste la televisión, Tom?
—Ni lo menciones. Aún no puedo creerlo.
—Pero, aún sigue embarazada ¿verdad?
—No. Tenía que contárselos, a ti y a Gus…Tenía que decirles que ella perdió al bebé en un accidente, el día de la boda. Y también se hizo los análisis, para saber de quién era la criatura. ¿Adivina qué? Era mío. Perdóname por no contarte…Lo cierto es que ella me amenazó con lo de decir que yo la había hecho abortar, y creí que no lo haría. Pero ahora mira hastadónde ha llegado todo esto. Dile a Gus que me perdone por no contarle nada.
—Amigo, está todo bien. Te entiendo. No puedo creerlo, al igual que tú. Me imagino cómo estarás. Se ve que a esa perra de Melany no le importó para nada haber perdido a su hijo.
—Y, no. Ahora no puedo ni salir a la calle por su culpa. En qué líos me he metido… ¿Gus está contigo? —pregunté cambiando de tema.
—Sí, sí. No es tu culpa todo lo que pasó, amigo. Gus y yo estamos contigo, Tom. Sabes que puedes contar con nosotros para lo que sea y mucho menos te abandonaremos ahora.
—Gracias, en serio, chicos. Los quiero muchísimo.
—Nosotros también. ¿Quieres que vayamos esta noche a su casa a visitarlos y de paso a ensayar?
—Sí, Me va a hacer bien. Necesito descargarme a través de lo que me gusta hacer.
—Bien. A las nueve iremos a su casa.
—Listo. Gracias por todo, amigos —repetí—. Ustedes sí que son verdaderos amigos, no como otros —hablé por Andreas, por supuesto.
Bill se quedó mirándome con cara de “¿qué quisiste decir, Tom?”. No me importaba, yo no disimularía en frente de Bill que Andreas era mala persona.
—¿Ah? —preguntó Georg desconcertado—. ¿Por qué lo dices?
—Luego te contaré. Tengo muchas cosas que contarte.
—Bueno. Nos vemos, amigo, esta noche. Suerte y no salgas a la calle.
—No lo haré —reí, creo que para no llorar.
—Saludos a Bill.
—Saludos a Gus.
Cortamos el teléfono.
—¿Sigues con la loca idea de que Andreas es malo?
—No es una idea, Bill. Es malo. Por favor, no quiero discutir. Haz de cuenta que no escuchaste lo que dije.
—Bien, bien. Sí, eso es lo mejor.
No habrán pasado ni diez segundos desde que había cortado el teléfono, que nuevamente volvió a sonar.
—Ahora quién molesta —rezongué para luego atender—. ¿Hola?
—Tom, soy yo, nuevamente. Viste todo ¿verdad? —respondió David del otro lado de la línea de comunicación.
—Sí. Dime, ¿cómo haré para salir a la calle? Hasta la policía me buscará… ¡Entraré en pánico! —exclamé sobresaltado.
—Esto es serio. No entiendo cómo esa mujer pudo haber dicho semejante cosa.
—Créeme que yo tampoco lo entiendo.
—Bueno, Tom. Yo haré algunos llamados para ver cómo puedo solucionar todo esto y me estaré comunicando contigo.
—Gracias, David. Te lo agradezco. No puedo soportar semejante escándalo.
—Ni tú ni Tokio Hotel lo puede soportar.
—Es verdad. Bueno, te dejo, David, así realizas tus llamadas. Nos vemos.
—Suerte, Tom. Nos vemos. En unas horas te llamaré —finalizó la llamada.
—¿Qué te dijo David?
—Que verá la forma de arreglar esto. Ojalá se pueda solucionar.
—Nuestras fanáticas nos creerán, Tomy. Quédate tranquilo.
—Dios te escuche, Billy —lo abracé—. Gus y Geo vendrán esta noche.
—Ellos están con nosotros en esto. Somos una banda y como tal debemos apoyarnos.
—Lo sé. Jamás terminaré de agradecerles todo lo que hacen y han hecho por mí.
—Eres tan tierno —me sonrió Bill con su particular cara amorosa.
—Tú lo eres.
Por más increíble que fuera, volvió a interrumpirnos el teléfono.
—¿Por qué presiento que este será el peor día de mi vida? —le pregunté a Bill harto de las llamadas telefónicas.
—Atenderé yo. Dame tu celular —dijo Bill, al parecer, también cansado de que sonara el teléfono para recordarme una y otra vez lo que había sucedido.
¿Justo esa llamada tenía que atender Bill? Era Melany.
—¿Hola? ¿Hablo con el asesino? —preguntó la loca.
—No. Con el que se va a convertir en un asesino por matarte, perra —respondió Bill más enojado que nunca.
Yo sólo me reía.
—Ay, habló el noviecito gay de Tomy. A nadie le importa lo que pienses, Bill. Pásame con Tom. O pregúntale si le gustó la sorpresa.
Bill quería traspasar el teléfono y destriparla con sus propias manos. Era una loca desquiciada que quería arruinarnos la vida. Por lo visto, ese era su único objetivo. Mi hermano se preguntó en ese momento, cómo había hecho Melany para saber que Bill y yo éramos salientes.
—¿No te das cuenta, nena, que jamás podrás contra nosotros? Somos miembros de Tokio Hotel, mira si lo van a mandar a la cárcel a Tom Kaulitz, por favor. Ja, ja —rió Bill—. Si es eso lo que piensas, estás equivocada.
—No me interesa que lo manden a la cárcel. Lo único que quiero es que se separe de ti. Sigan molestándome, y lo único que lograrán es que me enoje más y publique que ustedes son novios.
—Hazlo. Así como a Tom no le importó que mintieras con respecto a lo del aborto, mucho menos le importará que todo el mundo sepa la verdad sobre nosotros, ¿verdad, Tomy? —me preguntó Bill, después de una gran cadena de mentiras, para hacer enojar a Melany.
—Mm, ¿seguro? ¿No te arrepentirás de lo que acabas de decir? —le preguntó Melany a Bill.
—¿Qué buscas? ¿Para qué llamaste?
—Sólo quiero saber si a tu hermano le agradó la sorpresa. ¿Me vio por televisión?
—Ya contesté tu pregunta. Ahora deja de molestar —cortó Bill el teléfono—. Está de más decir que la odio, ¿verdad? —me preguntó mi hermano.
—Ambos la odiamos. Gracias por hacer lo que acabas de hacer, Billy.
—Se merecía eso y muchos insultos más, pero no quise caer tan bajo como ella. ¿Cómo sabe lo nuestro, Tom? Dijo que yo era tu novio.
Amagué a decirle que Andreas había sido el que había divulgado que teníamos una relación, mas mi hermano no me creería nada y decirle eso sería para peleas. Así que me ahorraría todo aquello.
—¿Ah? ¿Ella te dijo eso? ¿Y cómo sabe lo nuestro? —pregunté intentando simular sorpresa.
—No sé. Eso es lo que te estoy preguntando. ¿Tú no le dijiste nada?
—No, Bill. No soy tan tonto como para contarle algo así, como si fuera mi amiga. No tengo idea de dónde pudo haberse enterado —mentí.
—No sé, pero ahora también nos amenazará con eso, Tom. Si le cuenta a alguien de esto, estaremos en serios problemas.
Era verdad. No había pensado en eso; sin embargo, Bill tenía razón. Estaríamos en el horno si a Melany se le ocurría amenazarnos, o decirle a alguien que nosotros éramos más que hermanos, que nos amábamos.
—Tienes razón. No había pensado en ello. Melany llega a decir algo y me muero.
—Por más que nos amemos, nadie debe enterarse de esto.
—Lo sé.

Capítulo XLIX: “Por tu culpa, lacra alienígena”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=qT—esp65gWs ]

Las molestias aún no terminaban. Sólo faltaba una cosa para completar mi estado de mal humor. Y esa cosa era la presencia de Andreas. Definitivamente, ese no iba a ser un buen día.
Cuando sonó el timbre pensé que, quien venía, sería una visita que me aliviara, como Gus, Geo, o mamá; pero no, era Andreas.
Bill, apenas sonó el timbre, bajó a atender, ya que pensó que alguien más quería molestarme. Y aunque así lo era, mi hermano no lo sabía.
—¡Bill, déjame entrar! —gritó Andreas entrando a casa alterado.
—¿Qué pasa, Andy? —preguntó Bill desconcertado.
—Esa multitud me viene corriendo desde que salí de casa —dijo Andreas señalando a una gran cantidad de gente que estaba afuera de nuestro hogar, para después cerrar la puerta—. Quieren saber si es verdad lo que Melany dijo sobre Tom.
Apenas escuché esa frase y la voz de Andreas, bajé inmediatamente por las escaleras.
—¿Qué pasa conmigo? —pregunté, por más que ya hubiese sabido la respuesta, para entrometerme en la conversación.
—Hola, ¿no? —dijo Andreas haciéndose el malo.
—No. Dije: ¿qué están hablando de mí?
—Afuera está lleno de fanáticas. Quieren saber si es verdad lo que dijo Melany de ti —contestó el mejor amigo de Bill.
—Ahora me van a escuchar —dije abriendo la puerta.
—¡No, Tom! ¡¿Estás loco?! —me preguntó Bill cerrando la puerta que yo había intentado abrir.
—¿Por qué?
—¿Cómo vas a salir con todas esas fanáticas locas, que te quieren violar? —me retó mi gemelo.
—Celosito, sólo quiero aclararles las cosas.
—Para eso tienes la televisión, Tom —contestó mi hermano enojado.
—¿Y si la policía me está buscando? ¿Y me encuentra por televisión? —pregunté preocupado.
—Tienes que tener cuidado, Tom. No sabes qué pasará por la mente de la policía cuando escuche la historia de Melany. Por el momento, debes quedarte aquí —se entrometió Andreas.
—Nadie te ha pedido opinión —lo peleé.
—Tom, basta. Deja a Andreas en paz.
—Y tú deja de defenderlo, Bill. ¿No ves que quieres arruinarme la vida, al igual que Melany?
—Por Dios, Tom, él tiene razón. ¿Cómo Andreas pudo pasar de ser tu mejor amigo, a ser tu enemigo?
—Él lo sabrá.
—Ni siquiera sé por qué te has enojado, Tom. Lo único que me dijiste fue que creías que yo estaba enamorado de Bill. Y no sé de dónde habrás sacado semejante locura —mintió Andreas.
—¡Caradura! ¡Te romperé la cara! —caminé para abalanzarme sobre él.
—¡Tom! —gritó Bill, intentando separarme de Andreas—. ¡Tranquilízate, Tom!
Intenté calmarme y salirme de encima del mejor amigo de Bill pero mi bronca me lo impedía. Quizás, aparte de las ganas de pegarle que tenía, quería descargarme por todo lo que me había pasado en la mañana. A lo mejor, había encontrado como objeto para descargarme la cara del rubio, quien no se movió mientras yo intentaba pegarle.
Cuando quise acordar, mi hermano había dejado de jalarme para que me quitara de encima de Andreas. Estaba parado en frente mío, con cara de odio. Decidí guardar mis ganas de matar a mi ex mejor amigo por un momento. Bill se enfadaría. O mejor dicho, ya estaba enojado.
—¿Piensas que todo se solucionará peleando? —preguntó mi gemelo disgustado por el suceso de hacía unos segundos.
—Perdón, Bill. Es que sabes todo lo que me ha pasado…
—A él pídele perdón. Dejaré que arreglen sus diferencias y luego volveré —interrumpió mi hermano para luego subir a su habitación.
—Ves lo que logras. Sólo logras que me pelee con la persona que más amo en este mundo.
—Me alegro. Me encanta. No sabes lo feliz que me siento por hacerlo.
Me retuve para no pegarle, pero era lo que más deseaba en este mundo. Y las cosas no eran como Bill las planteaba; no me gustaba arreglar las cosas a través de la violencia. Sin embargo, Andreas hacía sacar lo peor de mí. Al igual que Melany. Pero ella estaba perdonada ya que no había sido nunca falsa conmigo, siempre demostró ser mala. Por el contrario, Andreas fingió ser mi mejor amigo por años, ¿y en dónde quedó todo eso? Él dejó ir años de amistad por el amor. Y por un amor que sabía que jamás sería porque yo amaba a Bill más que a nada en el mundo y no renunciaría por nada a él. Mucho menos sabiendo que me amaba y que consideraba a Andreas su mejor amigo y nada más.
Intenté calmarme, respiré profundo y continuaría la pelea verbalmente. No valía la pena pelear a través de golpes con un inmaduro.
—Algún día te arrepentirás, Andreas. Y ojalá no sea tarde cuando Bill se dé cuenta de la persona que eres.
—Él jamás lo sabrá. No te cree. Me cree a mí. ¿Qué tal se siente eso? Doloroso, ¿verdad?
—No. Él me ama a mí —reí—. A ti no —lo apunté con el dedo a propósito—. Tú te ilusionas sólo porque te cree una mediocre mentira.
Mi ex mejor amigo, al parecer, se ofendió muchísimo por mi comentario.
—Ahora yo te mataré —se abalanzó sobre mí.
—¡Bill! —grité intentando que mi hermano viera quién era realmente el peleador.
El miedo acorraló por completo al mejor amigo de mi gemelo. Reí nuevamente.
—Eres débil. Debilucho —continué riendo como loco.
—¿Cómo le vas a contar a Bill que lo amo, imbécil? —preguntó Andreas tardíamente.
—No sé. Sólo abrí la boca y le conté. Qué feo que se entere por otro lo que sientes.
—Como si te hubiera creído —dijo sarcásticamente.
—No importa. Al menos, tú harás algo raro y él inmediatamente comprobará lo que yo le he dicho.
—¿Piensas que no lo he hecho? —preguntó Andreas pícara y malévolamente.
—¿Qué hiciste, infeliz?
—Qué te importa. Que te cuente tu noviecito si tanto confías en él.
Bill abrió la puerta de su habitación, la cual era más ruidosa que la de una casa antigua, por lo que, instantáneamente, Andreas y yo nos callamos.
—¿Arreglaron sus problemas?
—Sí. Está todo bien —mintió Andreas.
—Está todo mal. No te seguiré el juego, Andreas.
—Tom, me hartaste. Deja a Andreas en paz.
—Y tú me hartaste a mí —dije subiendo las escaleras—. Avísame cuando dejes de defender a esta lacra alienígena.
Me encerré en mi cuarto, más enfadado de lo que estaba antes de que sonara el timbre.


Capítulo L: “Cuestión de confianza”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=cxIsha_WXyI ] 

Lo cierto es que no quería pelearme con Bill pero no soportaba que defendiera a Andreas. Sino hubiese sido por su culpa, Melany jamás hubiese mentido con lo del aborto, ya que ella nunca se hubiera enterado que yo salía con mi hermano.
Mientras hablaba con Andreas, él insinuó que ya había hecho algo raro con Bill. Quería saber qué era lo que había hecho. ¿Y si era lo de la foto? Me pregunté si ello sería verdad. No me quedaría con la duda. Apenas me arreglara con Bill, le preguntaría si Andreas lo había besado o si había pasado algo más entre ambos.
Estaba en mi mundo, pensando en todo lo que había sucedido con Bill, cuando el sonido del celular me hizo regresar a la realidad.
—Hola, David —contesté viendo que era él quien llamaba—. Dime que tienes buenas noticias.
—Las tengo. La cosa es así: esta tarde irás a un programa de televisión, en donde te harán una entrevista acerca de lo ocurrido hace algunas horas con Melany.
—Bien. Y, ¿qué se supone que debo decir? —pregunté tontamente.
—¿Cómo que vas a decir, Tom? —respondió David molesto—. Pues obvio que la verdad.
—Está bien. Creo que es la primera vez en mi vida que tengo miedo de ir a un programa. ¿Y si nadie me cree? ¿Y si la policía me saca de allí y me lleva directo a la cárcel?
—Ay, por Dios, Tom. Deja de ser tan negativo. No te preocupes, todo saldrá bien.
—Eso espero. Muchas gracias, David, por todo. No sé qué tienes que ver tú en todo esto, pero gracias. Me ayudaste muchísimo.
—No sólo soy el manager de Tokio Hotel, también soy el amigo de ustedes cuatro. Siempre que pueda ayudarlos, lo haré.
—Gracias, en serio.
—De nada.
—Y... ¿qué programa es?
—Oprah. ¿Lo conoces?
—Sí. Pero David, en ese programa ¿no se la pasan criticando a los artistas?
—No, Tom. Todo lo contrario. Los llaman y les enseñan a la gente lo que es el talento.
—Entonces debería llevar mi guitarra —bromeé.
—Tom, esto es serio.
—Debo ponerle algo de humor porque si no me muero hundido en la depresión.
—Sí, la verdad. Tom, te dejo. Te pasaré a buscar a las seis de la tarde, ¿quieres? ¿O vas tú solo?
—Voy solo, no hay problema. No quiero molestarte.
—Está bien. Así tendré tiempo de hacer algunas cosas. Nos vemos, Tom. Suerte. ¡Ah! Antes de colgar, te aviso que dentro de dos semanas tendrán un concierto. Prepárense.
—Bien. Si no estoy en la cárcel, ensayaremos. Suerte, David. Gracias, nuevamente —corté el teléfono.
Yo me quedé en mi cuarto un buen rato. Y Andreas hablaba con Bill de cosas que a nadie le importaban. Cuando llegó la hora del almuerzo, mi hermano invitó a su mejor amigo a quedarse a comer. Este, por supuesto, aceptó. El día que Andreas le dijera que no a Bill, se caería el cielo. Desde abajo, mi gemelo me llamó a comer. Creo que si lo hizo dos veces, exagero. De todas formas, no tenía hambre ni ganas de comer. Lo último que quería hacer era verle la cara a mi archi—enemigo, así que prefería morirme de hambre antes que verlo. A este era mejor perderlo que encontrarlo.
Como a las cuatro, por fin, decidió irse. Bill lo acompañó hasta la puerta, pidiéndole perdón por lo que yo había hecho. ¿Qué había hecho tan malo yo como para que Bill pidiera disculpas de mi parte? Nada. Sólo que Bill no confiaba del todo en mí. Quién sabía por qué.
Andreas se fue de casa. Mi gemelo, cuando estaba a punto de cerrar la puerta, miró hacia el piso y había algo allí tirado. Se agachó y recogió un sobre blanco. Lo leyó y decía Tom Kaulitz. Era para mí. ¿Quién sería? Se preguntó mi hermano. Inmediatamente, quiso dármelo y así ,de paso, seguía peleándome. Subió a mi habitación y golpeó la puerta.
—¿Qué pasa? —pregunté desde adentro amargamente.
—Tengo algo para ti —respondió mi hermano.
—Pasa —dije sacándole la llave a la puerta y abriendo la misma.
Bill entró a mi habitación.
—Esto es para ti —dijo dándome el sobre blanco.
Dio media vuelta para irse pero lo detuve.
—Espera, Bill.
—¿Qué? —preguntó dando nuevamente la vuelta para mirarme.
—Quiero preguntarte algo. Siéntate —le dije sonriendo, sin saber por qué.
Luego me senté en la cama y mi gemelo también lo hizo.
—Dime. Te escucho. Si quieres pelear, me voy —afirmó mi hermano seriamente.
—Sólo quiero preguntarte algo pero no sé si te enojarás. Lo único que quiero que sepas, antes de decirte lo que te preguntaré, es que no es mi intención que nos peleemos más de lo que ya estamos, ni nada de ello; sólo quiero sacarme una duda. Perdóname si te ofende —me adelanté a disculparme.
—Está bien. Espero que no tenga que ver con Andreas porque cada vez que hablamos de él, terminamos peor de lo que empezamos.
—Es sobre él…—afirmé con algo de miedo—. ¿No me dejarás hablar?
—Habla, Tom —contestó resignado.
—Quiero…Debo…Quiero saber si alguna vez pasó algo entre tú y Andreas.
—¿Estás hablando en serio? —preguntó Bill disgustado.
—Y sí, Bill. Por supuesto.
—Lo único que me faltaba era que pensaras que me gusta Andreas o algo por el estilo. ¿No te alcanzó con mentir diciendo que él me amaba?
—Voy a conseguir la foto —pensé en voz alta.
—¿Qué foto?
—La foto en la que salen acostados tú y Andreas. Te la mostraré y no podrás negar que pasó algo entre los dos.
—Esto es el colmo —rió Bill avergonzado de mí—. Hastadónde has llegado, Tom.
—Debí pensar que es imposible que tú me creas —sonreí sarcásticamente.
—No sé que te pasa, Tom. Quien tendría que desconfiar de ti sería yo. Tú nunca has tenido una relación seria con nadie y cada noche te acostabas con una chica distinta. ¿Y desconfías de mí? Como si no te amara lo suficiente como para saber que no debo hacer nada para perderte. Realmente, no pensé que fueras así —afirmó Bill levantándose de la cama en donde estaba sentado—. Ah, y no metas más a Andreas en lo nuestro —se retiró de mi habitación.
No intenté detenerlo. Quizás él tenía razón con respecto a lo de la confianza. Jamás tuve que haberle preguntado lo de Andreas si sabía que sería para problemas. La foto era trucada, estaba seguro. Y si mi ex mejor amigo me había dicho que algo había pasado entre ambos, había mentido. Me sentía un estúpido. De todas formas, no toda la culpa la tenía yo. Por supuesto que Bill era quien no me creía, y yo contra eso no podía hacer nada.
Por lo pronto, tomé el sobre y lo abrí. Era de la policía y no traía muy buenas noticias que digamos. Decía lo siguiente:

Señor Kaulitz, Tom:
                             Nos dirigimos a usted con el objetivo de comunicarle que hemos recibido una denuncia por parte de Melany Austen, testificando que la obligó a realizar un acto ilegal, tal como lo es el aborto. Necesitamos pruebas que confirmen lo causado, por lo que usted debe asistir a nuestra comisaría el día de la fecha, es decir, hoy nueve de septiembre del corriente año, a las seis y media de la tarde.
                                                 Saludos cordiales.
                                                                             Atte. Policía de Magdeburgo.  

Si los problemas perseguían a alguien, ese alguien era yo. Un problema tras otro, pensé. Para colmo, me obstaculizaba la ida al programa de televisión. No sabía qué haría. Tal vez iría media hora al programa, total, no debía ser mucho el tiempo que duraría la entrevista.


Capítulo LI: “Enfrentándome a toda la sociedad”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=7HQ2Bhvs6U8 ]

Con la carta documento de la policía, me fue imposible no pensar en que me mandarían a la cárcel culpa de la loca de Melany. Desde que la hube conocido, se había empeñado en hacerme la vida imposible. No aguantaba más, quería matarla, destriparla, asesinarla, y continuaría, pero sería en vano.
Permanecí encerrado en mi habitación hasta que se hizo la hora de ir al programa televisivo. Me bañé rápido. Pensé en salir sin despedirme de Bill, ni contarle nada, mas luego pensé: ¿y si me mandaban a la cárcel y no podía ver más a mi gemelo? Eso sería mi perdición, así que me dirigí a su habitación.
Estuve hasta último momento dudando qué debía hacer: no sabía si contarle a Bill o no. Estaba todo mal con él pero a pesar de ello, seguía siendo mi hermano y el amor de mi vida. «Ya está, entro», pensé.
Entré a la habitación de mi gemelo y él no se encontraba allí. Quién sabía adónde se había ido. No podía creerlo, yo molestándome en decirle las cosas y él se iba sin avisar. Salí de casa y me subí a mi Cadillac molesto. Le pegué un puñetazo al volante del mismo porque estaba harto, cansado de que siempre fuera lo mismo, de que siempre por hacer las cosas bien me saliera todo al revés.
Llegué al canal a las seis y algo, se me había hecho un poco tarde por decidirme si le contaría a Bill lo que haría o no. Me hicieron pasar rápido hacia el fondo y me dijeron que después del corte saldría yo. Estaba nervioso. Siempre lo estaba antes de salir a los conciertos, pero esta vez era distinto. Tenía miedo. ¿Y si entraba la policía cuando estaba hablando y me arrestaba? ¿Y si salía y todas las fanáticas me gritaban cosas negativas? Cualquier cosa era de esperar.
Me pasé los cinco minutos del corte transpirando del miedo. Estaba aterrado. Y encima, ni siquiera a Bill tenía para que, al menos, me hiciera compañía. Finalmente, pasaron esos minutos que se hicieron eternos, y salí.
Esa tal Oprah me saludó y me presentó. Nadie me tiró tomates, ni nada por el estilo. Todo el mundo estaba en silencio. Al parecer, estaban muy interesados en lo que yo fuera a decir.
—Bien, Tom, todo sabemos por qué estás aquí. Cuéntanos, creo que todas queremos escuchar lo que tienes que decir.
—Primero que nada, diré que no es cierto lo que Melany Austen ha dicho. Ella es una loca, que quién sabe si inventó el embarazo. Contaré bien la historia —dije mirando a todo el público, que enfocaba su mirada en mí atentamente—: Cuando me enteré que ella estaba embarazada, su padre nos obligó a casarnos. Por ello fue que, mientras estábamos en la iglesia, la boda fue suspendida.
—Dinos, ¿por qué fue suspendida? —preguntó Oprah sorprendida por la historia e intrigada por lo que se venía.
—Porque…Melany no sólo se acostó conmigo, sino también con mi hermano y con Andreas. Y no sabíamos de quién era el niño. Si yo me casaba era porque la criatura era mía, pero como no lo sabía, no me casé. Los análisis que se hizo Melany luego, indicaron que el niño era mío. Pero no sé si creerle o no. Me ha mentido tantas veces…
Hasta ese momento, creo que si una persona no estaba sorprendida, era mucho. Todos se habían quedado boquiabiertos. Yo, no sabía qué pensar. No sabía si la historia era creíble o no, o si pensaban que yo estaba mintiendo. Necesitaba algún comentario, alguna palabra.
—Creo que no lo podemos creer —aseveró Oprah—. Es todo tan increíble.
—¿En qué aspecto?
—Todo eso que te pasó y nadie estaba enterado de nada. Sólo sabíamos que estabas saliendo con alguien por esa foto que publicaron por todos lados.
—Pues…Mejor que nadie hubiese sabido nada, sino, hubiesen empezado los comentarios, las especulaciones, y los rumores. Y no me gusta para nada eso.
—Tienes toda la razón del mundo. Bueno, Tom. Y dinos, ¿cómo es eso que obligaste a abortar a tu ex novia?
—Es mentira, por supuesto. Soy un hombre de derechos y estoy en contra de eso. Melany perdió a su bebé…en un accidente.
—Es decir, ¿has perdido a un hijo? —cuestionó la mujer, totalmente perpleja.
—Sí —intenté no ponerme mal por lo dicho anteriormente.
—Bueno, muchas gracias, Tom, por el tiempo que nos has brindado. Un aplauso para Tom Kaulitz.
Yo fui quien se quedó totalmente estupefacto, al ver que nadie me aplaudió. Quizás no me habían creído. O quizás aún continuaban sorprendidos. No sabía ya qué pensar. Me fui e intenté no avergonzarme. Salí del estudio e inmediatamente, me subí a mi auto. Me quedé allí acostado en el volante, pensando. ¿Y si había metido la pata y nadie me había creído nada? ¿Y si luego Melany desmentía todo nuevamente?  Estaba a punto de entrar en pánico.
Miré el reloj y otro problema aparecía en mi cabeza. Eran las seis y veinticinco minutos. ¿Cómo haría para llegar a tiempo a la policía? Faltaba nada más que por llegar tarde, me arrestaran. Me reí solo. Creo que lo hice para no llorar.
Me dirigí a toda velocidad hacia la comisaría. No me interesaba chocar, iba sin el cinturón de seguridad, creo que a propósito. Estaba harto de mi vida. En ese momento, la mala suerte no estaba de mi lado. No me pasó nada. Llegué a la comisaría sin un rasguño.
—¿Usted es Tom Kaulitz?
«¿Quién más sino? ¿Acaso no me ha visto en todos lados?», me hubiese gustado contestarle al oficial. Estaba malhumorado, enojado, y molesto.
—Sí. Soy yo.
—Entre en esa habitación —me señaló el mismo hombre.
—Bien.
Me dirigí hacia donde me habían dicho y entré. Todo parecía como en las películas. Había una mesa, y dos policías sentados detrás de ella. Era un interrogatorio. Prácticamente me dirían te quedas aquí encerrado, o sino, estás libre. Eran dos opciones.
—Tome asiento —me indicó la policía mujer.
—Comencemos —opinó el hombre—. Nos dirá primero, ¿qué relación tiene usted con Melany Austen, quien testificó en su contra?
—Ninguna. La conocí una noche en una fiesta y tuvimos relaciones. Nada más.
—¿No fue su novia?
—No lo fue. En ningún momento.
La cosa empezaba mal. ¿Y si no me creían? Si me conocían, tenían que creerme. «Saben que no me pongo de novio con nadie, sólo me acuesto con las mujeres», pensé.
—Bien. Según nosotros nos hemos informado, usted estaba a punto de casarse por iglesia sin haberse casado antes por civil. Sabemos que en nuestra ley se permite eso, pero ¿nos puede especificar por qué no se casaron antes por civil?
No sabía qué responder. Si les decía que Melany era menor, sería aún peor para mí. Me castigarían con más razón. Sin embargo, si no les decía eso, ¿qué les diría? ¿Con qué mentira los engañaría?
—Surgió así… Lo decidimos así. Dijimos que sería lo mejor.
—Mm, qué raro —dudó el policía—. Prosigamos. ¿Usted qué hizo cuando se enteró que sería padre?
—Apoyé a Melany, en ningún momento la dejé. Le dije que estaría con ella, que era un error que ambos habíamos cometido ambos, y que debíamos enfrentarlo. Ella quería abortar pero la detuve. Luego, cuando los padres nos obligaron a casarnos, la boda se suspendió. Resulta que Melany se había acostado con mi hermano y con mi mejor amigo también. Después de la boda fallida ella, en un accidente, perdió al niño. Y dos días más tarde, me enteré que era mío.
Ambos policías me miraban como diciendo que dejara de mentir. Se miraban cómplicemente entre ellos, pero no me decían nada. «¡¿Por qué no me dicen que no les interesan mis razones y que me van a encerrar allí y listo?!», quise gritar. Sin embargo, intenté calmarme. Respiré profundo y esperé una pronta respuesta.


Capítulo LII: “Cosas que se encuentran en nuestro inconsciente”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=zwUaXe4R488 ]

—Bueno, tendrás que esperar unos minutos afuera hasta que deliberemos lo que haremos contigo —contestó la policía mujer.
Sin contestar, salí de esa habitación de interrogatorio. No podía creer que tuviera que esperar. Y encima, ¿quiénes se creían ellos para manejarme? ¿Qué tanto tenían que pensar? «Como si fuera culpable», pensé. Ya me estaba resignando a ser encarcelado injustamente.
Esperé ahí afuera sentado hasta que me hicieron entrar nuevamente.
—Tom, hemos llegado a un común acuerdo. Decidimos que estarás libre hasta que abordemos el caso más profundamente. Por lo pronto, nos mantendremos comunicados. ¿Te parece? —me cuestionó la policía, quien comenzaba a caerme bien.
—Okay. Muchas gracias, Adiós —saludé sonrientemente.
«Al fin una buena noticia», pensé. Ya era hora que no todas fueran malas. Inspiré profundamente y salí del lugar.
Ya afuera, alguien me tocó la espalda. Era la loca. Nuevamente mi pesadilla, ahí presente, en frente mío. Intentaría no cometer ningún crimen, al menos no frente a la comisaría.
—¿Te has arrepentido de haberte quedado con Bill? Porque, según me han contado, las cosas no están muy bien entre ustedes.
Seguramente, el boca grande de Andreas le había contado todo. Otro más a quien odiaba con toda mi alma y con quien debía intentar no cometer ningún crimen.
—Las peleas con él son peleas normales, de pareja. ¿Sabes? Me parece que envidias que no seas mi pareja y envidias esas peleas —debía hacer de cuenta que estaba tranquilo, para hacerla enojar.
—Por Dios, Tom —rió—. Si quiero que seas mi pareja, lo serás. No te preocupes por ello.
—Sí, creo que ni en tus sueños lo seré. ¿A qué vienes, loca?
—A ver si te habían encarcelado o no. Al parecer, todavía no lo han hecho. Pero ya lo harán. Despreocúpate también por ello.
—No sé qué mierda hago aquí hablando contigo.
Di media vuelta y me dirigí hacia casa. Al llegar a mi hogar, Bill fue quien abrió la puerta.
—Te vi en el programa —acotó mi hermano seriamente.
—Ah, me alegro. ¿Quién te avisó? ¿Tu novio Andreas? Porque cuando intenté contarte, tú, mágicamente,  habías desaparecido.
—Me fui con…
—Sí, con Andreas —interrumpí—. Lo sé. No hace falta que me lo digas —señalé molesto, en un tono muy desagradable.
—Contigo no se puede hablar. Eres la persona más odiosa que conozco —rezongó Bill, dando media vuelta. —Y para que sepas, me fui con mamá. ¿Sabes? —continuó su camino, hasta llegar a la habitación.
Me sentía estúpido. ¿Cómo podía ser tan enfermo de celos? Y, sobre todo, era desconfiado. Además, Bill había querido hablar lo más bien conmigo, y yo lo había comenzado a agredir.
Subí hasta su habitación y golpeé su puerta.
—Bill…Ábreme. Perdón…Ha sido un día horrible y me dejé llevar por mi mal humor…Perdón —dije a través de la puerta, apoyando la cabeza en esta.
Pero Bill jamás me escucharía, tenía los auriculares con la música a todo volumen. Esperé allí, en su puerta como cinco minutos y luego me fui.
Sábanas, CDs, púas de la guitarra, zapatillas, y algunas cosas más comenzaron a volar por mi habitación cuando entré. No aguantaba más un día viviendo rodeado de problemas. Quería irme a una isla desierta por un par de meses con Bill y nadie más, y así volver y tratar mejor a todo el mundo.
Me acosté y dos horas más tarde, me levanté por el sonido del timbre. Eran Georg y Gustav. Salí de mi habitación para atender y salió Bill también de la suya.
—Atiende tú —le dije mientras ambos bajábamos las escaleras.
Mi hermano no respondió nada, fue a la puerta y atendió.
—¡Bill! —exclamó Georg abrazándolo.
—Georgy… ¿Todo bien? —preguntó mi hermano.
—Sí, ¿tú?
—Sí —mintió Bill. —Pasa, Gus.
—¡Hola, amigo!
—Hola, Gus.
Saludé a mis amigos también. Entramos al living y nos sentamos allí para hablar.
—Tanto tiempo, amigos… —dijo Georg—. Ah, y a ti, Tom, te debemos un abrazo especial.
Se levantó Georg y me abrazó.
—Siento tanto lo que pasó.
—Está bien, amigo. Intentaré superarlo.
—Te queremos mucho —señaló Gus y se unió también al abrazo.
—Bill, faltas tú —le indicó Georg—. ¿No abrazarás a tu gemelo?
Probablemente, Bill no querría abrazarme. Lo supuse. Pero creo que no quiso quedar como si hubiésemos estado peleados.
—Claro, claro.
Bill se acercó a nosotros y estábamos los cuatro abrazados, como una gran familia, como una gran banda.
Gustav y Georg sí que eran amigos verdaderos, no como Andreas. Ellos siempre habían estado en los buenos y en los malos momentos.
—Tom, todavía no puedo creer lo que hizo Melany. Eso de mentir frente a toda la televisión fue horrible   —opinó Georg.
—Sí, realmente fue espantoso. Sin embargo, ¿me viste en el programa a mí?
—Sí, sí. Estuviste muy bien. Lástima que nadie te aplaudió —afirmó Georg y tenía razón.
—Nadie te creyó nada —enjuició Bill cruelmente.
—Ey, amigo, ¿por qué le hablas así a tu hermano? —cuestionó Gustav.
—Él tiene razón —contesté algo dolido por la respuesta de Bill pero sabía, sinceramente, que él no se equivocaba.
—Ustedes están peleados —cambió Geo, repentinamente, de tema.
—¿Ah? ¿Qué te hace pensar eso? —pregunté nerviosamente.
—Sí, estamos peleados —confesó Bill.
—Lo noté. ¿Qué pasó?
—Debemos hablar, chicos. Tenemos que contarles la verdad —aseveré en un tono preocupante.
Ya era hora que supieran la verdad. Bill tenía miedo, al igual que yo, y me miró como haciéndomelo saber. Me fui y me senté al lado de mi hermano, quien se alejó de mí lentamente.
—Bill…Por favor…Ayúdame —lo miré y él intentó esquivar mi mirada.
—Vamos, ¿qué pasa? Me preocupan —repuso Georg.
—A mí también. Abran su boca.
Bill se dio cuenta de que realmente estábamos los dos en eso y debía ayudarme.
—Lo que pasa es que… —introdujo Bill.
—Nos amamos —completé la oración.
Georg y Gustav se quedaron perplejos. Seguramente, no sabían qué contestar. Bill y yo, estábamos sudando a mares de los nervios, sin exagerar.
—Amarse... ¿cómo amarse? —preguntó Geo.
—Más que hermanos —contesté temblando.
—Vamos, ¿y qué esperan para reconciliarse? ¿Qué hacen ahí peleados? —preguntó el rubio pelo largo sonriente.
Los cuatro sonreímos. Bill y yo nos miramos alegres; nos sentíamos felices de que nuestros amigos nos aceptaran tal cual éramos.
—¿Por qué están peleados, niños del Señor? —cuestionó Gus balanceando su cabeza como señal de resignación.
—Andreas… —susurré, pero nadie me oyó.
—¿Qué? —quiso escuchar Georg.
—Nos peleamos porque estoy celoso…De Andreas… —confesé aunque sabía que no era así del todo.
—¿Celoso de ese rubio teñido? —bromeó Geo—. Tú tienes más onda.
—Lo sé —reí—. Pero quizás para Bill él es más cool.
—¿Es eso cierto, Bill? —preguntó Gus frunciendo el ceño.
—Eso es un invento de Tom. Si él está inseguro, no tengo la culpa —mi hermano hablaba como si yo no estuviera presente.
—Estoy aquí. Puedes hablar conmigo —me entrometí molesto.
—Nunca confías en mí —rezongó Bill.
—Te pedí perdón y ni siquiera fuiste capaz de responderme.
—¿Qué? ¿De qué hablas?
—Hace rato. Cuando te fuiste, te seguí y a través de la puerta te pedí perdón.
—Estaba escuchando música, Tom.
—Y bueno. ¿Soy adivino acaso?
—Basta de pelear, chicos. Ustedes mismos lo acaban de decir, se aman. Entonces, ¿por qué tanto lío? Bill, Tom ya te pidió perdón —opinó Georg.
—Perdóname. En serio, Bill. Te necesito ahora más que nunca.
—Okay —contestó mi hermano haciéndose el duro.
—Con más ganas, por favor —insistió Geo.
—Te perdono, hermanito —sonrió Bill—. Te amo, Tomy.
—Te amo más, Billy —lo tomé de su mentón y lo besé frente a mis amigos.
—¿Por qué presentí desde siempre que esto pasaría? —le preguntó Georg a Gustav—. Y eso que antes no me gustaba para nada.
—Yo no siento nada raro en esto. No sé por qué. ¿Será que siempre se han amado y en nuestro inconsciente lo sabíamos? —respondió Gus.
—Quizás.
—Ya basta de hablar a nuestras espaldas—bromeé terminando de besar a mi gemelo.
—Los felicitamos, chicos. Estamos emocionados —contestó Georg.
—Gracias, los queremos.
Luego, esta vez sí sinceramente, nos abrazamos los cuatro.


Capítulo LIII: “Lo esperado es inesperado”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=4TliHERvQXE ]

Esa noche hablamos, comimos pizza, la cual no podía faltar jamás en nuestras cenas o salidas y ensayamos.
En un momento de la noche, en el cual Bill se había ido al baño, aproveché para hablar con mis amigos. Necesitaba que aunque sea me escucharan.
—Sé que aún no está todo bien con mi gemelo.
—¿Por qué lo dices? —preguntó Georg.
—Es decir, Bill seguro que no tiene rencores ya, pero yo sí, Geo. Andreas, no es quien dice ser. Está engañando a mi hermano. Y no puedo permitir que eso suceda.
—No entiendo. ¿Cómo que engaña a Bill? Gus, tú avísanos si viene el gemelo de Tom por ahí. ¿Okay? —señaló Georg las escaleras.
—Bien. Continúa, Tom —contestó Gustav.
—Andreas es cómplice de Melany porque ama a Bill. Los dos están complotados para separarnos.
—Dime que no es cierto —pidió Georg.
— No puedo creerlo —opinó Gus—. Pero ¿no se lo has dicho a Bill?
—Eso es lo peor de todo. Le he dicho algo, pero no me cree. Solamente le dije que Andreas estaba enamorado de él, no que este era cómplice de Melany. Porque si no me creyó lo primero, ¿cómo me creerá lo segundo?
—Tienes razón… Yo te creo, amigo, por supuesto. ¿Para qué mentirías con algo así? ¿Quieres que hable con Bill, Tom? —preguntó Georg.
—No, no. Déjalo así, Georg. Yo le demostraré a mi hermano que no soy un mentiroso.
—Bien. Comprendo. Si necesitas algo, sabes que yo estaré.
—Igual que yo —dijo Gustav.
—Gracias, amigos.
—Ahí viene Bill, disimulen —susurró Gus.
—Y así es como Bill y yo nos enamoramos… —disimulé que terminaba el relato de nuestra historia con Bill.
—¿Cómo? —preguntó Bill sonriente.
—Bill, justo les terminé de contar a los chicos nuestra historia.
—Me parece perfecto —contestó mi hermano.
La noche siguió igual, hasta que como a las tres de la mañana, Georg y Gustav se fueron y nosotros nos acostamos a dormir.
No me pude dormir hasta después de dos horas desde que me había acostado, ya que me había quedado pensando en lo que habíamos hablado con los chicos. Y además, tenía miedo. ¿Y si la policía me encerraba? «No, eso no puede pasar», pensé. Pero quién sabía lo que me deparaba el destino al día siguiente.
Todas las mañanas había algo que terminaba por despertarme, ya fuera a mí o a Bill. Esa mañana, lo fue el timbre, tal como lo era la mayoría de las veces. A quien despertó esa vez, fue a mi gemelo.
—Ya voy, ya voy —contestó Bill mientras bajaba las escaleras, al oír que tocaban el timbre insistentemente.
Abrió la puerta y se quedó perplejo al ver a tres policías allí. Él sabía, indudablemente, cuál era el motivo por el que estaban en casa.
—¿Hola? —preguntó mi gemelo nervioso.
—¿Usted es…?
—Bill Kaulitz, gemelo de Tom Kaulitz. ¿Sucedió algo?
—¿Se encuentra su hermano aquí?
—Sí, está aquí. ¿Por qué? —cuestionó Bill curioso, sin dejar los nervios de lado.
—Quedamos en hacerle unas preguntas —sonrieron los policías falsamente.
—Bien, ya lo llamo. Si es que no se fue temprano, seguramente estará arriba.
Bill subió muerto del miedo a buscarme. Entró a mi habitación algo desesperado.
—Tomy… Tom… —me llamó moviéndome para despertarme.
—¿Eh? —pregunté dormido—. ¿Bill? Sueño contigo más real de lo que es un sueño —dije confusamente.
Bill no comprendió nada de lo que había dicho.
—¡Tom! —gritó en mi oído—. No es un sueño. Despierta. Vamos, levanta —ordenó mi gemelo.
—¿Qué pasó? —cuestioné ya más despabilado, por el grito de mi hermano en mi tímpano.
—La policía. Viene a buscarte para “continuar” con las preguntas. ¿En qué momento fuiste a la comisaría? —preguntó mi hermano sin tener idea del tema.
—Si me hubieras dejado contarte algo ayer...
—¿Ah? Si tú fuiste quien comenzó a agredirme.
—Como digas, como digas. Bajaré en un momento. Espera que me cambie —dije dándome cuenta de que estaba en pijama.
—Si quieres me quedo —me robó mi hermano el chiste que yo había hecho hace meses.
—Pues, quédate. No hay problema. Así admirarás mi belleza.
Me levanté de la cama haciéndome el sexy.
—Están mejores las de la revista Playboy —bromeó mi hermano rebajándome, para luego salir de la habitación.
Realmente quería que él se quedara. Y pensé que lo haría. Pero si había una cosa en la que no éramos iguales con mi hermano era que a mí me encantaba el sexo, a él, al parecer, aún no. Él era muy anticuado en ese aspecto; sólo tenía relaciones con alguien a quien amaba. Me amaba, así que en algún momento algo pasaría. Dejé de pensar en todo aquello y volví a la realidad. Temía por mi libertad. Nuevamente volvía a tener miedo de ello.
Mientras bajaba, mi corazón latía a mil por hora. Bill se quedó allí en la puerta, esperando a que yo atendiera a los policías. Además, él no se iría sin saber qué hablarían los policías conmigo.
—¿Sí? —pregunté mirando a los tres policías.
—Tom Kaulitz, debe ir con nosotros a la comisaría.
—¿Para continuar con el interrogatorio?
—No. Queda arrestado por obligar a una menor de edad a abortar.
Sin esperar respuesta, ellos me tomaron de los brazos y me los tiraron hacia atrás.
No intenté resistirme, era en vano. Asimismo, todavía estaba en shock. No podía creer que iría a la cárcel. Para colmo, sería por una mentira. Bill estaba en el mismo estado de perplejidad que yo. Todo parecía una pesadilla.
—Pero, ¡¿por qué?! —exclamó mi gemelo exaltado y no era para menos—. ¡Si no tienen ni pruebas que digan que él realmente hizo eso!
—Tenemos a un testigo. Con eso basta para mantener unas semanas a Tom Kaulitz en la cárcel, hasta que se demuestre que él es inocente.
—¡Esto es una injusticia! —grité esta vez intentando sacarme las esposas que me habían colocado.
—Cualquier cosa que diga puede ser usada en su contra. Debe guardar silencio.
Me callé la boca porque si seguía hablando, me dejarían en la cárcel un año como mínimo.
—Yo iré contigo, hermanito —me dijo Bill con cara de enojo por todo que estaba ocurriendo.
Me llevaron a la comisaría arrestado. Bill se fue en su Cadillac, siguiendo al patrullero. Lo único que me faltaba era que me viera algún paparazzi así, con las esposas en la mano, y ahí sí que me suicidaría. No quería más líos con la prensa, más líos con la policía, ni líos con nadie. Estaba completamente harto de las mentiras. Y sobre todo, harto de Melany y Andreas. ¿Cómo habían sido capaces de llegar al punto en el que me arruinaron la vida por completo? Repito, era increíble.
Llegamos a la comisaría y me metieron a la primera celda que estaba vacía. Bill, instantáneamente, comenzó a quejarse. Fue hacia donde estaban los policías.
—¿¡Cómo es eso de que tienen un testigo?! ¿¡Quién testificó en contra de mi hermano?!
—El testigo es de identidad reservada. No podemos decirle quién fue.
—¡¿Encima que encierran injustamente a mi hermano, les da la cara para decirme que el testigo es anónimo?! —mi hermano continuaba gritando y yo logré escuchar toda la conversación.
Lo primero que pensé fue: Quien me denunció ha sido Andreas. Seguramente, continuaría arruinando mi vida al igual que Melany. No cabían dudas, lo más probable era que fueran ellos dos.


Capítulo LIV:  “Cuestión de esperanza”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=uWxOjXy43UQ ]

Bill se acercó a mí molesto y enojado. Yo no podía describir mi estado de mal humor y bronca.
—Están todos locos aquí. No puedo creer esto, Tomy… —afirmó mi hermano.
—Me las pagarán. Es todo tan injusto. ¡Si por lo menos hubiera hecho algo malo como para estar aquí! Pero no; no lo he hecho. 
—¿Tienes alguna idea de quién podría haber testificado contra ti?
—Fue él, Bill —contesté refiriéndome a Andreas.
—Oh, Tom, no empieces otra vez con el tema de Andreas.
—Me las pagará… Me las pagará —repetía una y otra vez.
—¿Quieres que me vaya y te deje solo aquí?
—No, no, por favor, Bill.
—Quien testificó no fue Andreas… Fue, obviamente, un cómplice de Melany.
—Por eso.
—¿Por eso qué? —preguntó Bill desconcertado.
—Nada, nada…
—Ahora me dices, ¿por eso qué?
—Deja, Bill, deja. No dije nada. Hermano, ¿estás dispuesto a ayudarme para salir de aquí?
—Sí, por supuesto, Tomy.
—Entonces necesito que hagas algo.
—Dime. Haré lo que sea con tal de que salgas de aquí.
—Debes ir al hospital y pedirle al médico que atendió a Melany que me dé algún papel; algo que compruebe que ella perdió a su hijo en el accidente, no que yo la obligué a abortar. ¿Podrías?
—Muy buena idea, hermanito. Lo haré ahora mismo.
—Gracias, mi Billy. Te amo.
—Yo también —nos dimos la mano, simulando que éramos sólo hermanos, ya que todos los policías estaban mirándonos.
Bill se fue a hacer lo que debía hacer. La esperanza, sería lo último que perderíamos.
En la ausencia de Bill en la cárcel acompañándome, cayó el demonio a seguir torturándome.
—Tom Kaulitz, tiene una visita.
Sí, Melany había venido a continuar arruinando mi existencia. Entró por el pasillo. Podía ver en su rostro la felicidad de saber que estaba ganando, de saber que poco a poco yo iría cediendo a sus chantajes, de saber que estaba lastimándome en mi interior, al igual que a Bill, y eso era exactamente lo que ella deseaba, sobre todo para con mi hermano.
—Comienzas a creerme, ¿verdad? —me preguntó la loca sonriente.
—Eres una hija de… No vale la pena seguir.
—Una vez más te pregunto, ¿seguirás con Bill o te vendrás conmigo? Digo, si quieres quedarte en la cárcel por diez años más, no hay problema.
—Me pudriría aquí antes que volver contigo.
—¿Sí? Bueno. Sé que sueno repetitiva, pero te arrepentirás. Realmente lo harás.
—¿Quién mierda es tu testigo, infeliz? —pregunté totalmente calmado, pero la agresión de mis palabras, demostraron que no lo estaba—. Es Andreas, ¿no?
—¿Qué comes que adivinas? Vas a ser un gran detective cuando seas grande —bromeó Melany, sin tener siquiera un poco de sentido del humor.
—No se imaginan cuánto les deseo la muerte.
—Adiós, Tomy. Ya me dijiste lo que harás, así que no tengo nada más que hacer aquí —cambió de tema—. No me queda otro remedio más que acudir a lo último que me queda.
—Haz lo que quieras —contesté sabiendo que, realmente, no quería eso.
Melany se fue. Ahora sí, tenía miedo. ¿Con qué mentira me amenazaría? ¿Acaso mostraría la foto de Andreas con Bill? O se me ocurría algo peor que eso. Quizás le diría a todos de mi relación con Bill y allí sí que me moriría. Eso no podía pasar, no hasta que hubiese pasado un tiempo significativo para mi gemelo y para mí, para poder soportar las opiniones negativas de la gente y todo aquello que conllevaba una relación entre gemelos. Pero pensé que ni aunque fuera esa la futura venganza que planeaba la loca, cedería a sus amenazas. Nada me separaría del amor de mi vida. Ni mucho menos ella.
Y hablando de Bill, este, se encontraba en el hospital. Recién llegaba allí y se dirigió hacia la secretaria.
—Una pregunta, quisiera saber quién fue el médico que atendió a Melany Austen —le dijo mi gemelo a la secretaria.
—¿Melany Austen? Mm, no sé, tendría que fijarme.
—¿Puede fijarse ahora, por favor? —preguntó mi hermano haciendo cara de pobrecito.
—Está bien. Espéreme un rato —contestó amablemente la joven.
Bill se sentó a esperar en la sala. Aprovecharía para llamar a Andreas, Georg y Gustav, si es que estos dos últimos no estaban juntos, para avisarles acerca de lo que había sucedido conmigo. Pero primero, optó por llamar a Georg, ya que Bill sabía que no me gustaría para nada que él llamase a Andreas primero que a nadie.
—¿Hola? —respondió el rubio del otro lado del teléfono.
—Georg, no sabes lo que ha pasado —sonó preocupado Bill.
—¿Qué pasó, Billy? —preguntó Georg de la misma manera que mi hermano.
—Tom…
—¿Qué pasó con tu novio? ¿Qué te hizo ahora? —bromeó Georg.
—Está…Está encerrado. Está en la comisaría —contestó Bill sin hacer media mueca de risa por la broma de Georg.
—¡¿Encerrado?! ¿¡Cómo que encerrado?! ¿¡En la cárcel?! —preguntó Georg creyendo que podía ser un tipo de broma de mal gusto.
—Sí, en la cárcel, Geo. Debemos ayudar a Tom a salir de allí.
—¿Por qué lo han metido preso? ¿Por lo del aborto? ¿Al final lo llamaron los policías porque debían seguir con el interrogatorio? —yo les había contado, a él y a Gus, de lo sucedido la tarde antes de que nos viéramos.
—Sí, y se lo han llevado por lo del aborto y porque Melany colocó a un falso testigo en contra de mi gemelo.
—¿Diciendo…?
—Seguramente que Tom la había obligado a abortar.
—¿En dónde estás tú ahora, Bill?
—En el hospital. Luego te cuento bien por qué.
—Pero, ¿no te pasó nada a ti?
—No, no, Geo. Está todo bien.
—Bill Kaulitz, venga si quiere ser atendido —lo llamó la secretaria.
—Geo, te debo colgar. Luego hablamos.
—Espera, dime, ¿en qué comisaría está Tom? —preguntó nuestro amigo.
—En la de cerca de casa. Nos vemos, Geo.
—En un rato iré para allá con Gus. Nos vemos, Billy —cortaron el teléfono.
Bill se acercó a la secretaria.
—¿Encontró quién es el médico de Melany?
—Sí —asintió seriamente la señorita.
—¿Y su nombre es…?
—Alfred Gray. De todas formas, ni vale la pena decírtelo.
—¿Por qué? —cuestionó Bill desconcertado.
—Porque él ha muerto —respondió la joven con los ojos repletos de lágrimas.
A Bill también se le pusieron los ojos llorosos, pero no exactamente porque conociera a ese tan Alfred, sino porque lo perseguía la mala suerte. Es decir, nos perseguía la mala suerte. Mi hermano no podía creer la cantidad de desdicha que teníamos. ¿Acaso no habíamos tocado madera? ¿Acaso se nos habían roto diez espejos? ¿Acaso era martes trece? O quizás era el siglo o el año trece y no nos habíamos enterado, porque la mala suerte estaba, definitivamente, de nuestro lado. «¿Ahora qué haremos?», se preguntaba Bill. Quizás tirarse de un puente iba a ser la mejor solución. O matar a la loca y a Andreas. Nada de ello hubiese pasado si no hubieran estado entrometidos ellos dos en nuestras vidas.


Capítulo LV:  “Cuando pensaba que había tenido suficiente…”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=nKtz1ED9kkw ]

—¿¡Murió?! ¿¡Cómo que murió!? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde?! —exclamó perplejo mi gemelo.
—Tuvo un accidente la semana pasada. Muy extraño, por cierto. Es una lástima. Era tan buena persona…Tan todo… —afirmó la secretaria angustiada.
—¡Perra!
—¿Perdón? —preguntó la chica totalmente sorprendida y enojada.
—No era para usted, era para la persona que provocó el accidente. Perdón.
Bill especuló que, seguramente, Melany había matado al médico. ¿Quién habría pensado que la loca sería tan inteligente como para prevenir cosas como esas? Mi gemelo, al menos, no lo esperaba. Además, si no había sido ella la que había provocado ese accidente, ¿cómo por arte de magia, el médico había muerto? Todo coincidía. Melany predijo lo que nosotros haríamos para probar que ella realmente había perdido al niño; no que yo la había obligado a abortar. Y luego decidió matar al pobre hombre, que no tenía la culpa de nada.
—¿Seguro? —cuestionó la secretaria dudosa, pero sonriente.
Bill no podía creer que ella le hubiese aceptado decir semejante barbaridad, y que le creyera.
—Sí. Perdóneme, en serio. A veces me pasa eso de pensar en voz alta. Sólo le voy a pedir un favor más, ¿sí? —preguntó mi hermano —. Y le juro que no la molestaré más.
—Está bien. Dime, ¿qué debo hacer por ti?
—Sólo necesito que me diga si puede conseguir algún papel, algo que compruebe y confirme que Melany perdió a su hijo.
—Veré qué puedo hacer. Pero recién para dentro de tres semanas voy a tener alguna respuesta.
—¿¡Recién para dentro de tres semanas?! —exclamó Bill sin creerlo.
—Sí.
—Es que nosotros estamos maldecidos —rezongó Bill susurrando.
—¿Tú y Tom? —preguntó la secretaria entrometiéndose.
—¿Nos conoces?
—Ustedes sí que dan de qué hablar —sonrió ella.
—La loca esa metida da de qué hablar —contestó molesto Bill —. Bueno, yo me voy. Nos vemos.
—¿Te busco lo que me pediste?
—No hace falta. Yo sacaré a mi hermano de la cárcel como sea, en menos de tres semanas.
—Bien. Nos vemos, entonces, Bill. Ah, y me gusta su música.
—Gracias. Nos vemos —contestó mi hermano no de muy buen humor.
Bill salió del hospital molesto, enojado, decepcionado, desilusionado y desesperanzado. Lo invadía la tristeza, al igual que a mí. Pero yo, aún, no sabía lo peor. Quién se iba a imaginar que la única persona que podía salvarme de la cárcel, había muerto. Eso se llamaba tener demasiada mala suerte.
Bill volvió a la cárcel para hacerme compañía y para informarme de la mala noticia. Mejor dicho, de la malísima noticia. Entró a la comisaría y fue directamente para la celda en la que me encontraba.
Percibí que todo había salido mal, por la cara que mi gemelo traía consigo.
—No traes buenas noticias, ¿no? —pregunté esperando una negación como respuesta y fue justo eso lo que obtuve.
—No. Perdón, Tomy. Intentaré hacer todo lo que esté a mi alcance, y lo que no también, para sacarte de aquí.
—Pero… ¿Qué pasó? —cuestioné intrigado.
—Te arruinaré aún más el día con lo que tengo para decirte.
—Dime, Bill. Lo único que me falta es que se haya muerto el médico —bromeé. 
Mi hermano se quedó perplejo. No sabía cómo contarme que eso era lo que había sucedido. Mas, me di cuenta. Por la cara de mi gemelo pude saber exactamente qué era lo que tenía que decirme.
—¿No me digas que…? —interrogué más que sorprendido, esperando que lo que yo pensaba no fuera lo que hubiese pasado.
—Sí, Tom. Él realmente murió. Mejor dicho, fue asesinado. Tuvo un accidente “extraño”.
—¿Qué accidente? ¿De tránsito?
—Sí. Seguramente estarás pensando que fue Melany. ¿No?
—O fue ella o su cómplice.
—¿Qué cómplice?
—Andreas.
—¿Estás bromeando? —rió Bill tentándose.
Realmente me molestó esa actitud de mi hermano. No era momento para reír, sino para llorar. Y no era momento para volver a pelearse con él por lo de Andreas. No me creía absolutamente nada de lo que yo decía, y no solamente eso, sino que también se burlaba. No podía creerlo. ¿Cómo Bill era capaz de hacerme eso? De todas formas, no quería pelear con él, así que no le dije nada.
Me dirigí hacia el fondo de la celda en la que me encontraba y me senté en la cama precaria que había allí, con las manos en la cabeza, tapándome la misma.
—Quiero abrazarte, besarte —afirmó Bill prendido de la reja de la celda, con los ojos completamente tristes.
—Yo t…
—¡Tom! ¡Bill! —entraron Georg con Gustav gritando desesperados.
—Chicos, por Dios, ¿¡qué pasó!?
—No saben lo que acabamos de ver en la televisión.
—¡Hablen ya! —grité intrigado acercándome a las rejas de la celda—. ¿¡Qué pasó en la televisión?!
—Lo mismo de siempre: Melany.
—Dios. ¿Qué dijo ahora? —pregunté a punto del llanto, debido a todo lo sucedido en las últimas horas.
—La verdad. Que ustedes estaban de novios —susurró Georg para que nadie oyera.
Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. Y a su vez, me sentí descubierto. Fue como cuando descubren a un niño haciendo una macana, o quizás fue como si todo el mundo de enterara de la macana. A mí, me interesaba muy poco lo que la gente pensara acerca de mi relación con mi hermano, pero el problema principal era nuestra familia. ¿Qué pensarían acerca de una relación entre dos hermanos? Eso era inaudito para ellos. El incesto no era algo muy bien visto por nadie. Mucho menos por los padres de cualquiera en Alemania. Como todos sabemos, es uno de los países más estrictos del mundo.
Por otra parte, Bill estaba igual que yo. Perplejo, sorprendido, atónito, anonadado. Teníamos miedo. Miedo de la sociedad, de nuestra familia, de la loca de Melany; resumiendo, miedo de la vida. De todas formas, creo que ambos pensamos en negarlo, como todo lo que habíamos hecho hasta el momento. La única diferencia, era que esto era verdad. Lo demás era todo invención de Melany, pero eso era la realidad; la verdad era que Bill y yo nos amábamos más que como se aman dos simple hermanos. 
No pude evitarlo, no aguantaba más, no daba más; derramé algunas lágrimas. Mi hermano también lo hizo. Nos miramos y no necesitamos hablar. Sabíamos qué era exactamente lo que cada uno pensaba. Nos amábamos, sí, pero todo aquello, desde que había comenzado, nos había conllevado miles de problemas. De cualquier modo, jamás me alejaría de mi hermano, mi amor por él era más fuerte que nada y sabía que con él, llegaría a puerto seguro. No me interesaba ni la sociedad, ni la fama, ni el dinero, ni mi familia, ni Melany, sólo sabía que me interesaba estar con Bill hasta el fin del mundo, hasta el fin de mis días e incluso después de ellos. Y sólo esperaba que mi gemelo pensara igual que yo y soñara una vida junto a mí, al igual que yo lo hacía con él.

Capítulo LVI:  “No tenía dos opciones”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=w1CshVf—oCU ]

Georg y Gustav demostraban en sus rostros que estaban preocupados por nosotros.
—Amigos, deben salir a desmentir eso lo antes posible —afirmó Georg para ayudarnos.
—No lo haré. Nadie nos creerá. Bill, debo hablar contigo —lo miré preocupado.
—Nosotros nos vamos a sentar allí así hablan tranquilos —dijo Gustav señalando los asientos que se encontraban a unos metros de la celda en la que estaba.
—Tomy… —susurró Bill con la voz entrecortada.
—Nadie nos separará, te lo prometo. Prométemelo —le pedí a mi gemelo.
—Te lo prometo. Saldremos juntos de esto.
—Por supuesto —hice una pausa—. Te quiero decir algo, Billy.
—Dime, Tomy.
—La loca vino cuando tú te fuiste y me volvió a preguntar si me quedaría contigo o con ella. Obviamente, le respondí que contigo, y me dijo que haría lo último que podía hacer para separarnos. Por ello, fue que, seguramente, salió a decir que nosotros éramos novios.
—Debes quedarte con ella. No me importa que lo hagas, con tal de que acabe esta pesadilla para ambos. Sobre todo para ti. Te amo y quiero verte fuera de esta mierda de cárcel.
En ese momento, dejé de pensar que no le haría caso a Melany. Me retracté de lo que había dicho anteriormente.
—Haré de cuenta que estoy con ella y esta creerá en mi engaño. Pero, en realidad, nosotros seguiremos saliendo y seguiremos siendo amantes. No quiero perderte por nada del mundo. Te amo demasiado como para hacerlo.
—Yo también, Tomy. Estoy de acuerdo con la decisión que has tomado.
—No sabes cuánto me alegra que me apoyes. Tenía miedo a que te enojaras y miedo a perderte. Pensé que no estarías de acuerdo conmigo —tomé sonrientemente sus manos a través de las rejas—. Eres la única razón, aparte de los chicos y mamá, por la cual estoy vivo. Si hubiera tenido que afrontar todos estos problemas solo, creo que ya no estaría aquí.
—Sabes que siempre estaré y creo que si algún día no te tuviera, me moriría. Te amo, mi vida.
—Te amo, mi amor —juntamos nuestras cabezas, sin poder besarnos.
Luego, Bill, les hizo gestos con las manos a los chicos como señal de que ya habíamos terminado de hablar. Vinieron y se colocaron al lado de mi hermano.
—Ya sabemos lo que haremos —dije malévolamente.
—¿Qué harán? —preguntó Georg intrigado.
—Le diré a Melany que me quedaré con ella a cambio de que me saque de aquí y se retracte de todo lo que dijo en público. Va a tener que decir que era todo mentira. Ella pensará que no estoy más con Bill, pero, realmente, no será de esa forma. Yo seguiré con mi gemelo mientras ella cree lo contrario. 
—Me parece bien. Así, al menos, podrás salir de aquí —opinó Georg.
—Sí, estás en lo cierto.
—¿Quieres que llame a la loca? —me preguntó mi gemelo.
—No, no. Yo hablaré con ella. Pásame el teléfono.
Bill me pasó el teléfono celular a través de la reja, de contrabando, ya que los presos, no podían comunicarse por medio de aparatos electrónicos. Y si los policías me veían haciéndolo, tendría serios problemas.
—¿Hola? —preguntó Melany del otro lado de la línea de comunicación.
—Hola, Melany —saludé amablemente, ya que la engañaría y ella caería en mi juego—. Quiero llegar a un acuerdo contigo.
—Bien. Escucho tu propuesta.
—Me separaré de Bill y estaré contigo. Pero tú, debes, a cambio, sacarme de la cárcel y desmentir lo que le has dicho a todo el mundo sobre mí y también lo que dijiste sobre mi hermano y yo.
—Ah ¿ya te enteraste? —rió malévolamente, como siempre lo hacía.
—¿Qué dices? ¿Hacemos trato? —pregunté ansioso; quería una respuesta inmediata.
—Por supuesto. Cómo rechazar semejante propuesta.
—Empieza ya mismo a moverte.
—Espera, espera. Pongamos los puntos en claro. Tú te vendrás a vivir conmigo, como requisito básico. Mis padres se irán de viaje por unos meses, así que tendremos la casa para nosotros solos.
—Ni lo sueñes. Yo seguiré viviendo con Bill.
—Ah, ¿sí? ¿Y cómo sé yo que tú no te besas con él, o no sigues con él?
—Quizás confiando en mí —respondí dudando; ella tenía razón—. O pon cámaras de seguridad en casa, no sé, Melany. Ese es tu problema.
—Quédate allí encerrado —cortó el teléfono.
—¡Maldición! ¡Me tiene hasta el…! —grité indignado.
—¿Qué pasó, Tom? —preguntaron Bill y Georg al unísono, sorprendidos.
—¡¿Pueden creer que quiere que me vaya a vivir con ella?! ¡Está loca! ¡Completamente loca!
—Tranquilízate, Tom —pidió Gustav.
—Tomy, deberás…
—Oh, no, Bill. Ni lo sueñes —interrumpí—. Yo no me iré a vivir con esa loca. Y mucho menos dejaré que nos separe.
—¿Te creías que esa desquiciada te la iba a hacer fácil, Tom? —preguntó Georg.
—Debes hacerlo. Te lo pido yo, Tom —insistió Bill—. Debes salir de aquí y que todo el mundo deje de creer en lo que dijo ella. Por favor, deja tu orgullo de lado.
—Pero, Bill…
—Vamos, ¿no le harás caso a tu amado? Si él te lo pide, Tom… Aparte sólo será por un tiempo, luego te vuelves a tu hogar —dijo Georg.
—Para ti, Gus, ¿qué debo hacer?
—Haz lo que sientas —opinó Gus, el hombre de pocas palabras.
—Oh, no me ayudas, Gustav —contesté odiosamente.
—Quédate aquí por el resto de tu vida —ordenó Bill molesto, yéndose a sentar lejos de nosotros.
—Todo el mundo se ha puesto de acuerdo para decirme que me quede aquí encerrado. Terminaré por hacerles caso.
—¿Ves lo que logras haciéndote rogar, Tom? —reclamó Georg.
—Pero, pero… Está bien. Llamaré a la loca y le diré que me iré a vivir con ella, que tendré hijos con ella, y que me casaré con ella. ¿Contento? —cuestioné irónicamente.
—Tom, basta. Estás agotando mi paciencia —rezongó Gustav—. Llama antes de que te mate.
—Bueno, bueno. Lo haré. No me mates.
Marqué el número de teléfono de la loca, nuevamente.
—¿Ya pensaste lo que harás? —preguntó ella prepotentemente.
—Sí.
—¿Y? ¿Qué harás?
—Me iré a vivir contigo —respondí angustiado por lo que estaba haciendo.
—Bien. Así me gusta.
—¿Ya acabaste con las condiciones?
—No. Ten en cuenta que no has conocido del todo mi parte mala, así que me engañas, y terminarás por conocer lo que te falta de mí. Ni se te ocurra escaparte una vez que estés libre, y mucho menos se te ocurra salir con Bill mientras lo haces conmigo. ¿Entendido? Si no lo cumplirás, mejor quédate allí en la cárcel, porque estarás más seguro.
Debo admitir que sus palabras me hicieron estremecer, causaron miedo en mí, pero no daría marcha atrás. Haría lo que había planeado y punto. No me importaba nada más que estar con Bill.
—Entendido. Lo cumpliré.
—Bien. Creo en tu palabra. Dentro de unas horas estarás libre —cortó el teléfono.
No sabía si estar feliz o triste, si reírme o llorar, si suicidarme o vivir. Era todo tan confuso.
—Listo. No sé si estar feliz o triste.
—Yo lo único que te diré es que Bill está hablando por teléfono —añadió Georg.
Me asomé por la reja para ver si alcanzaba a ver a mi hermano y lo logré. Él verdaderamente estaba hablando por teléfono. Me pregunté quién sería. Si era Andreas, entraría en pánico. Y entraría más en pánico si Bill le contaba algo de mí a ese intruso malvado. Ya me alcanzaba con Melany, como para tener que aguantar a Andreas.
—Llama a mi hermano —le pedí a Gustav.
—¿Eh? ¿Por qué yo? —preguntó el rubio.
—Llámalo —ordené estrictamente.
—Me las pagarás cuando salgas de aquí —fue hacia donde estaba Bill—. Tu hermano te llama.
—Dile que estoy hablando por teléfono, que si tengo tiempo voy.
—Yo no soy mensajero de nadie.
—Gustav —mi hermano lo fulminó con la mirada.
—Okay, okay. Iré.
Gustav vino hacia mí y me dijo lo que mi hermano le había contestado. Esperaría hasta que Bill terminara de hablar por teléfono para ver qué hacía. Si no venía hacia mí, me encargaría de que lo hiciera. Mi gemelo me escucharía de una forma u otra.


Capítulo LVII: “Entre buenas y malas…”

[https://www.youtube.com/watch?v=vXOSXZiEUXs&feature=related ]

Cuando por fin Bill cortó el teléfono, lo miré como desafiándolo a que viniera. Y así lo hizo.
—¿Qué querías? ¿No ves que estaba hablando por teléfono? —me preguntó amargamente Bill.
—Me iré a vivir con Melany. ¿Contento?
—No. ¿Tú?
—Tampoco.
—Ay, Dios. ¿Pueden dejar de pelear? —preguntó Gustav perdiendo la paciencia.
Bill y yo nos miramos y comenzamos a reír. También lo hizo Georg. Realmente Gustav causaba mucha gracia cuando se enojaba. Y nosotros nos hacíamos los enojados, pero sabíamos bien que no lo estábamos. Cuando las peleas eran reales, eran cosas más serias, no pavadas como esa.
—¿Con quién hablabas? —le pregunté a mi hermano.
—Con Andreas.
Tragué saliva e intenté guardar para mí cualquier tipo de comentario.
—¿Le contaste algo de todo esto? —cuestioné tranquilamente.
—Ya sabía, obviamente, que Melany dijo por todos lados que salíamos. Lo de la cárcel, bueno… Se lo conté. Es tu amigo, a lo mejor quería ayudarte.
—Bill, no es más mi amigo. Es mi enemigo. Si tú lo quieres considerar tu amigo, bien por ti. Pero yo no caeré en sus trampas, no más. Haz lo que quieras con él, Billy, pero no le cuentes mis cosas, por favor —pedí intentando no parecer enojado.
—Está bien. No lo haré. Perdón —pidió Bill arrepentido.
—Ya está, Bill. No te preocupes. Te amo igual, ¿sabes?
—Yo también te amo, Tomy.
—¿Quieren besarse? —preguntó Georg.
—Sí —contesté avergonzado y sorprendido—. ¿Por qué?
—Los tapamos nosotros de los policías —afirmó Georg.
Bill y yo nos quedamos sorprendidos y sonreímos al oír semejante cosa. Nunca pensamos que estaríamos en una situación como esa. Y mucho menos que Georg diría algo así.
—Tú, al principio, no querías saber nada con lo nuestro, Geo —opiné—. Si cuando te conté del sueño, querías que me fuera de la fiesta para que no pasara lo mismo.
—Bueno…La verdad es que era todo muy raro. Pero, ahora, viendo lo mucho que se aman y lo felices que son, todo ha cambiado. Me encanta que hayan por fin encontrado a su media naranja. Realmente a ti, Tom, te hacía falta enamorarte, y a ti, Bill, te hacía falta que alguien te correspondiera en el amor.
—Gracias, Geo. Qué tierno eres —respondió Bill emocionado.
—Sí, gracias, Geo —agradecí al igual que mi hermano.
Nos quedamos allí en la cárcel los cuatro, hablando por horas. Esperábamos que Melany me sacara de ese lugar del demonio. Pero las horas pasaban y no había señales de la loca. Estaba entrando en pánico. ¿Y si ella no había creído en mi palabra y no me sacaba de allí jamás? Podría llegar a morir un día más en ese lugar.
Cuando estábamos muriendo del aburrimiento, sonó el celular de Bill.
—Atiende. A lo mejor es la loca —le dije a mi hermano.
Bill me hizo caso y atendió.
—¿Hola?
—¡No sabes cuánto me alegra que todo sea mentira!
—¿Mamá? —preguntó Bill dudando de la voz femenina que había hablado.
—Sí, Billy. No puedo creer hastadónde pueden haber llegado las mentiras de esa mujer —afirmó mamá refiriéndose a Melany.
—¿Qué mentiras? —cuestionó Bill nervioso, sabiendo a lo que se refería nuestra madre.
—¿No sabes lo que dijo esa mujer sobre tú y Tom? Dijo que ustedes… Ya sabes, que ustedes…
—¿Que salíamos? —completó Bill la frase.
—Sí. Sabías que lo dijo por televisión, ¿no?
—Sí. Aún no puedo creer que haya dicho semejante barbaridad —contestó mi hermano continuando con sus nervios.
—Realmente podía llegar a morir si eso pasara.
—Mamá, eso jamás pasará. Es imposible —engañó Bill desilusionado por mamá.
—Sí, lo sé. Además, ya Melany salió a decir que era todo mentira. ¿Quién la entiende? Se contradice sola.
—Yo sabía que estaba loca. Pero, ¿ella ya dijo por televisión que era mentira? —preguntó Bill intrigado.
—Sí. ¿No sabías? Acaba de salir en la televisión. ¿Qué están haciendo que no se enteran de nada? ¿Tom dónde está?
Mamá no podía saber que Tom estaba encerrado en un calabozo. Se moriría de un infarto, e iría personalmente, o mandaría a Gordon, a matar a Melany.
—Está aquí, mamá. Al lado mío. Estábamos ensayando. Por eso no sabíamos nada —mintió Bill.
—Ah, bueno. Más tarde los iré a visitar.
—¡No! No puedes, mamá. Es que…iremos a casa de Andreas —mintió nuevamente mi gemelo.
—Oh, bueno. Entonces mañana iré. Nos vemos, hijo. Saludos a Tom.
—Nos vemos. Adiós, mamá —cortaron el teléfono.
—¿Quién era? —pregunté curiosamente.
—Mamá. Tengo buenas y malas noticias, Tomy.
—Dime las buenas primero. Con lo que las necesito…
—Melany acaba de salir en la televisión y dijo que todo era mentira.
—Dios, ya era hora. Menos mal. ¡Qué alivio! Y yo que ya había pensado que no saldría más de aquí —respiré profundamente.
—Sí, Tomy. Estoy feliz por ti.
—Una buena que hace la loca —opinó Georg.
—¿Y cuál es la mala noticia? —pregunté con miedo.
—Mamá me llamó aterrada por lo que había dicho Melany sobre nosotros. Afirmó que cuando supo que era mentira, se sintió aliviada porque lo nuestro no era verdad. Jamás apoyará que nos amemos, Tomy.
—Será todo diferente cuando sepa que somos felices, tal como le pasó a Geo, Bill. No te preocupes, mi vida.
—¿Ahora sí nos pueden tapar para que nos besemos? —le preguntó Bill a Georg y a Gustav—. Pero ustedes miren para allá —sonrió avergonzado.
—Está bien —rió Georg conmigo por lo que acababa de decir Bill.
Los rubios se colocaron a unos metros delante nuestro, con su espalda enfrentada a nosotros, para taparnos de los policías. Lentamente, tomé por la cintura a mi hermano y él me tomó de mis hombros; todo a través de la reja, por supuesto. Nos besamos tierna y pasivamente, sin apuros. Poco a poco, pero sin querer hacerlo aún, separamos nuestros labios.
—Extrañaba tanto tus besos —susurré en su oído—. Creo que antes que estar un sólo día sin ellos, prefiero morir. Se han vuelto mi droga. Necesitaba esto, realmente lo necesitaba.
—Yo también; no te imaginas cuánto. No veo las horas de que estés fuera de esta reja maldita, y, así, poder abrazarte y besarte desaforadamente.
—¿Listo? —interrumpió Georg aún de espalda.
—Listo —contesté soltando la cintura de mi hermano; mientras él soltaba mis hombros.
Georg y Gustav no se dieron vuelta.
—Ey, chicos, dije que listo. Ya terminamos —insistí una vez más.
Ambos se dieron vuelta y dejaron a la vista la presencia de una mujer de espalda, que estaba hablando con los policías. Indudablemente, era Melany. Cuando esta terminó de hablar con dichos policías; estos se acercaron con la llave de la celda y me abrieron la reja.


Capítulo LVIII: “Con libertad pero esclavo”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=G67MkZv03x0 ]

—¿Tenías miedo de que no te dejaran salir más? —me preguntó la rubia sonriendo malévolamente.
—Perdón, señor. Ha habido toda una confusión —se disculpó el policía que me abrió la reja.
—Sí, una muy grave confusión —opinó Bill entrometiéndose.
—Perdón, Tomy. —me abrazó Melany haciéndose la víctima.
Lo cierto es que Bill esperó que yo reaccionara empujando a Melany, mientras esta me abrazaba, o algo por el estilo; pero no podía hacer nada. ¿Qué tal si los policías me volvían a encerrar, o si Melany se enfadaba y se le ocurría dejarme más tiempo allí en la cárcel? No podía exponerme a que me sucediera cualquiera de esas dos cosas, así que sólo me quedé así, sintiendo los brazos de la loca rodear mi cuello.
Cuando Melany se dio cuenta de que ya había estado demasiado tiempo abrazándome, me soltó. Para entonces, Bill ya había salido enojado del lugar, yéndose afuera por celos, por supuesto. Salí de la comisaría junto con Gustav y Georg. Mi hermano, al verme, comenzó a caminar más rápido.
—¡Bill! —exclamé mientras caminaba rápido para alcanzarlo.
Llegué a su lado.
—Mi amor, soy libre. ¿No me abrazarás y me besarás como dijiste?
—Ahora no tengo ganas —respondió mi hermano sin siquiera mirarme.
—¿Eh? ¿Qué pasa? —pregunté imaginándome el por qué del enojo de mi hermano.
—¿Y todavía lo preguntas? —contestó mi gemelo enojado—. Que te abrace Melany.
—Oh, Bill. Sabes que ella es la loca obsesionada conmigo. Y si…
—¿Acaso debías responder a su abrazo? —preguntó Bill interrumpiéndome.
—¿Y qué tal si me volvían a meter preso?
—Vamos, Tom. Ella aún te gusta, ¿verdad?
—Yo no te dije nada de que le llamaste a Andreas, no me enojé ni te lo reclamé.
—¿No? ¿Y acaso qué estás haciendo? —sonrió Bill sarcásticamente—. Tú no entiendes.
—¿Qué? Dime, ¿qué es lo que no entiendo?
—Nada. Sólo déjame. Ya se me pasará.
—Sí, la verdad, tienes razón. No entiendo, ¿por qué te enojas por esa pavada, Bill?
—Quizás porque siempre serás el mujeriego del que me enamoré. Tú no cambiarás —contestó Bill angustiado.
—Vamos, Bill. Tú sabes que por ninguna mujer he hecho cosas como las que hice por ti. ¿Acaso eso no es suficiente para demostrar que eres la única persona a quien he amado, a quien amo y a quien amaré?
—No. Lo siento mucho si para ti con eso alcanza, pero necesito que me demuestres amor.
—Bill, no puedo creer que estés diciendo eso. Dejé todo por ti y estoy orgulloso de haberlo hecho, pero no entiendo cómo puedes decirme que necesitas que te demuestre que te amo. Estoy enfrentando al mundo entero por ti, ¿y tú ni lo valoras? No es justo.
—Déjame solo, Tom —mi hermano caminó aún más rápido.
Yo me quedé atrás, hasta que Gus y Georg me alcanzaron.
—Ey, amigo, ¿por qué esa cara? —preguntó el rubio pelo largo.
—Bill…se enojó conmigo.
—¿Eh? ¿Y ahora por qué?
—Piensa que sigo siendo el mismo mujeriego que era antes de amarlo, tan sólo porque me vio abrazándome con Melany.
Georg me miró con cara de: “Tiene razón”.
—Georg, no me mires con esa cara. Está bien, entiendo que nadie confíe en mí porque siempre fui mujeriego, pero ahora no lo soy. Cambié, por Bill he cambiado muchísimo. Creo que se nota que lo amo. Si no lo hiciera y quisiera estar con Melany tan sólo por el hecho de tener sexo nada más, lo hubiese hecho. Y tú lo sabes, amigo. Sin embargo, tomé el camino más difícil. Y todo por Bill, porque lo amo y es la única persona con la cual quiero estar ahora y para siempre.
—Y a todo esto que me acabas de decir, tienes que decírselo, amigo.
—Sí, le dije algo recién…Mas, esperaré a que se le pase un poco el enojo.
—Es lo mejor —opinó Gustav.
—Yo me voy a casa, Tom. No sé, Gus, ¿tú que harás? —le preguntó Georg a Gustav.
—Me iré a casa de mi madre, mi hermana quiere verme.
—Bien. Entonces, nos vemos, muchachos —saludé a ambos.
—Nos vemos, Tom. Suerte con Bill —deseó Georg.
—Sí, suerte con ese asuntito —dijo Gustav para luego irse.
Bill, por supuesto, llegó a casa como cinco minutos antes que yo, ya que yo iba caminando lentamente debido a que mi gemelo me había dejado pensando en lo que me había dicho. Este se fue directamente hacia su habitación.
Entré a casa y no alcancé a cerrar la puerta, cuando de pronto apareció Melany.
—Ey, Tom, tú tienes que venir conmigo. ¿Acaso te olvidaste del trato? —me preguntó la rubia.
—No, sólo que me vas a dejar un día para llevar mis cosas hasta tu casa.
—¡¿Un día?! ¡¿Estás loco!? Tú hoy a la noche debes estar en mi casa. Quiero que ya te pongas en campaña para llevar todo, ¿okay? Te espero en dos horas. Como ya te dije, mis padres están de viaje así que tenemos la casa para nosotros solos por dos meses.
Y a mí qué me importa, pensé. Como si hubiese querido estar a solas con esa loca. Encima venía a mandarme a mí. La odiaba. Sólo tenía dos horas para despedirme del amor de mi vida. Es decir, para despedirme de casa, porque, obviamente, seguiría estando en algo con Bill. Digo estando porque todavía no éramos novios, ni habíamos hablado acerca del tema. Para mí, ya estábamos saliendo, o en una relación. De todas formas, lo que menos me importaba era ponerle un título a todo aquello que estábamos viviendo. Lo amaba y eso era lo único importante.
Debía recoger la mayoría de mis objetos personales y arreglarme con Bill, ya que hasta que no hubiese hecho esto último, no me iba a ir de casa.
—Está bien, loca. En dos horas estaré allí —contesté como si me hubiese gustado que las personas me manejen.
—Nos vemos, novio —respondió ella de una manera que provocó en mí un trascendente escalofrío.
Entré a casa mientras Melany se alejaba para dirigirse a la suya. Esta, decidió comunicarse con su cómplice, ya que no habían hablado en todo el día, y había demasiadas cosas para contarse.
—¿Mel? —contestó Andreas por teléfono.
—Sí, Andy. Soy yo.
—Estaba esperando tu llamada porque no tengo crédito en el celular. Bill me contó que Tom estaba en la cárcel, y me reí un buen rato cuando finalicé la llamada con él.
—No seas idiota, Andreas. Me dolió en el alma hacerlo, pero era necesario que sufriera un poco y aprendiera a hacerme caso.
—¿Sigue allí? Quiero ver cómo sufre.
—No, ya lo saqué. Dentro de dos horas estará Tom en mi casa, viviendo allí. Se irá de la casa de su hermanito.
—¿O sea que Bill queda para mí solo?  Perfecto, genial… ——afirmó Andreas emocionado.
—Es tu turno y tu oportunidad para atacar. Tom se vendrá a vivir conmigo y se separará de Bill para siempre. Debes irte a vivir a su casa, así no habrá posibilidad de que los gemelitos se vuelvan a ver, es decir, será imposible que me engañe Tom.
—Tienes toda la razón del mundo. Todos nuestros planes han salido a la perfección y todo debe seguir saliendo del mismo modo. Voy a hacer hasta lo imposible para que Bill me deje trasladarme a vivir en su casa.
—Sí, debes hacerlo. Será muy beneficioso para ambos.
—Bueno, Mel, me voy a bañar, para así, luego ir a la casa de Bill. Quiero que Tom no tenga oportunidad alguna de despedirse de su gemelo.
—Seguramente se despedirán, Andy. ¿Crees que a Tom le importará que tú estés allí? Al contrario, le encantará restregarte en la cara que está con Bill.
—Que estaba con Bill —corrigió Andreas —. De todas formas, iré. Quiero molestarlo.
—Okay. Te dejo ir a bañarte entonces. Nos vemos, Andy.
—Suerte, Mel —cortaron la comunicación.


Capítulo LIX: “¿La distancia será un obstáculo?”

[ https://www.youtube.com/watch?v=ouE7McAZpDw ]

Yo decidí ir a ordenar las cosas que me tenía que llevar. Esperaría a que a Bill se le pasara un poco el enojo para ir a hablar con él.
Acomodé mis gorras en un bolso, aparté mi guitarra eléctrica favorita —la blanca, por supuesto—, y también aparté una acústica. Lógicamente, no me quedaría sin ellas. Tenía un placard repleto de mi colección de zapatillas. ¿Cómo haría para elegir algunos pares solamente? Debía escogerlos de acuerdo a mi ropa, claro. Todo tenía que combinar.
Llené un bolso con zapatillas y otro con mi ropa. Sólo esperaba no olvidarme de nada importante.
Cuando estaba guardando mi ropa interior en el bolso, entró Bill lentamente a mi habitación.
—¿Puedo? —preguntó mi hermano mientras abría la puerta.
—Claro, pasa —contesté amablemente.
—Ya… ¿Ya te vas? —tartamudeó Bill casi sin poder hablar, mudo de la sorpresa, ya que observó que yo estaba haciendo los bolsos.
—Sí… La loca dijo que estuviera dentro…
—No importa —interrumpió Bill—. No quiero hablar de ella ahora. Perdóname, Tomy. —pidió Bill completamente arrepentido.
—No hace falta, Bill.
—Sí que hace falta. Perdóname por ser un idiota y enojarme por todo.
—Tienes todo el derecho de enojarte. Comprendo que no confíes en mí.
—Sí confío en ti, hermanito. Pero soy un idiota, inseguro. Sólo perdóname —insistió mi hermano acercándose a mí.
—Te perdono, Billy. Perdóname por no haber rechazado un abrazo que no valía nada a comparación de los tuyos —me acerqué más y lo abracé.
—Odio que estemos peleados, sobre todo cuando es mi culpa, porque te amo más que a nada en el mundo y no quiero sentir que te pierdo.
—Yo también, Billy, pero jamás me perderás. Te amo más que a todo —afirmé acariciando su rostro para luego besarlo.
—¿Esto será como una despedida? —preguntó mi gemelo al terminar de besarnos.
—No digas eso. Nosotros jamás nos despediremos. Vendré todos los días a verte, te lo prometo.
—Está bien, Tomy. Te esperaré.
—Yo te extrañaré —tomé sus manos—. Nadie nos separará.
—No. Nadie lo hará. Oh, Dios, es tan duro todo esto. Ojalá se muera Melany.
—Ojalá, mi amor, ojalá. Te amo, ¿sabes?
—Pero yo más.
—Oh, no. Yo más.
—Yo.
—Yo y punto final —dije callándolo con un beso.
El timbre nos interrumpió, como siempre. Mas esta vez, seguimos besándonos sin importar quién fuera la persona que había tocado el timbre. Habrá sonado como tres veces hasta que decidimos ir a atender.
—¡Dios! ¡Qué hartante! —rezongué molesto—. Seguro vienen a molestar.
—Seguro —afirmó Bill bajando las escaleras por detrás de mí.
Yo no me había equivocado, venían para molestar. O mejor dicho, venía para molestar.
—Buenas, buenas —saludó Andreas sonriente.
—Sólo esto me faltaba —miré hacia arriba blanqueando mis ojos debido a la insoportable presencia de mi ex mejor amigo.
—¡Andy! ¡Tanto tiempo! —saludó Bill sonriendo.
—¡Billy! —se abrazaron.
No aguantaba que Bill se pusiera feliz por ver a ese idiota. Yo no sólo deseaba que Melany estuviera muerta, sino que Andreas también lo estuviera. Pero según dicen, “hierba mala nunca muere”.
—¿Cómo estás, amigo? —le preguntó el rubio a mi hermano.
—No muy bien que digamos —Bill me miró—. ¿Tú?
—Bien. ¿Por qué no estás del todo bien?
—Tom…se va a ir a vivir con Melany.
—¿¡Qué!? —cuestionó Andreas haciendo de cuenta que no sabía nada.
—¡Ja! ¡Cómo finge la gente! ¿Desde cuándo te importa lo que haga o deje de hacer?
—Desde que fui tu mejor amigo —contestó Andreas falsamente.
—Como si alguna vez te hubiese importado que lo fuese —contesté de forma seria.
—¿Y tú qué sabes? Ey, ¿abandonarás a tu hermano por la loca? —preguntó Andreas para molestarme.
Respira, Tom, respira; sólo quiere ver hastadónde eres capaz de aguantar, pensé en mi interior.
—Me voy porque es parte del trato y Bill me comprende. ¿No, mi amor? —cuestioné calmadamente.
—Por supuesto que entiendo. Pero no quiero que te vayas, Tomy.
—Y yo no quiero irme —me acerqué a Bill para abrazarlo.
Antes de abrazar a mi hermano, Andreas se cayó al piso.
—¿¡Andy!? ¿¡Qué pasa!? —preguntó Bill arrodillándose y esquivando mi abrazo.
—Dios, este idiota —rezongué susurrando.
—Tom, ven, ayúdame —pidió Bill preocupado por la vida de su mejor amigo.
—Okay —me acerqué sin ánimos y me hice el interesado en lo que le pasara a Andreas.
La verdad era que no me importaba lo que fuera que le pasara a mi ex mejor amigo.
—Llevémoslo a mi cama —me dijo Bill.
—Ni lo sueñes, Bill. Lo tiremos aquí en el sillón, nada más.
—Tom, ayúdame a llevarlo hacia arriba.
—¡¿Estás loco, Bill?!  Mira si yo voy a subir las escaleras hasta arriba para llevarlo a este. Ya despertará. No te preocupes.
—¡Tom, por Dios!  Ayúdame si no quieres que me enoje.
—¡Pero, Bill…!
—¡Ayúdame, idiota! —me interrumpió agresivamente mi hermano.
No quería pelearme con Bill, pero realmente, repito, me importaba muy poco lo que pasara a Andreas. Además, quién sabía si este estaba fingiendo.
Y mucho menos quería subir las escaleras con esa lacra en mis brazos. ¿Y si me contagiaba?, pensé. Mas tenía que hacerlo por mi hermano. En un rato, yo estaría viviendo con Melany y no con Bill, la persona con quien había estado toda mi vida; por lo que debía aprovechar esos últimos ratos con él. Aparte, para ello, no dejaba de ser una suerte el desmayo de Andreas. Con él inconciente, sería todo mucho más sencillo.
Me agaché y tomé a Andreas de los pies y Bill lo tomó de sus brazos. Ambos lo subimos por las escaleras hasta acostarlo en la cama de mi hermano.
—¿Qué le habrá pasado? —me preguntó Bill preocupado.
—La maldad lo está matando —mi rostro demostró apenas una mueca de sonrisa.
—Estoy hablando en serio, Tom.
—Yo también hablo en serio.
—No parece —contestó Bill—. Traeré un vaso con agua para cuando Andy despierte. Ya vengo —mi hermano se fue hacia abajo.
Apenas este salió de la habitación, Andreas abrió sus ojos.
—Oh, qué lástima, Tomy. Bill se quedará conmigo por el tiempo que te vayas a la casa de Mel, porque hasta que tú regreses de allí…Bueno…Se le irá la vida esperándote.
—Idiota. ¿Puedes dejar de hacerte el desmayado?
—Mm, no. Creo que no podré.
—Y Bill no se quedará contigo. Es decir, mírate al espejo; no eres nada comparado con mi belleza.
—Sabes que Bill no se fija sólo en eso. Cuando vea que no vienes jamás a visitarlo, y se canse de esperarte, te dejará. Y allí estaré yo para consolarlo.
—No pasará un día sin que venga a verlo. Y cállate, porque a ti no te ama.
—Pero lo hará. Se olvidará de ti. Y para ello estoy yo.
—¿Andy? ¿Despertaste? —preguntó Bill entrando a la habitación con el vaso de agua en la mano.


Capítulo LX: “No exactamente una vida color de rosas”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=afdW59D—BFU ]

—Sí, Billy —contestó Andreas haciéndose el moribundo.
—¿Te sientes bien? ¿No sabes por qué te pudiste haber desmayado?
—A lo mejor es porque se me había bajado la tensión —mintió el rubio.
—Por Dios. Si tú estabas desmayado, yo soy el hombre más feo del mundo —opiné irónicamente.
—Entonces lo serás, porque Andy realmente se había desmayado —respondió Bill.
—¿Para ti soy feo? —pregunté a propósito, haciendo cara de perrito mojado.
—No eres feo, mi amor —se acercó mi gemelo—. Eres hartante y peleador. Además, si te dijera que eres feo, me estaría diciendo a mí mismo eso también. Somos gemelos idénticos.
—Pero soy más lindo que tú —respondí egocéntricamente.
—Ya lo tuviste que arruinar —contestó Bill—. Toma, Andy —le entregó el vaso con agua.
—Gracias, Billy.
Debía ir a continuar ordenando las cosas para irme. Pero, por otro lado no quería dejar solos a mi hermano y a Andreas. ¿Y si el traidor de mi ex mejor amigo quería ligarse a mi gemelo? No me arriesgaría, porque Bill era demasiado inocente como para darse cuenta de la maldad que tenía Andreas.
No podía aguantar demasiado tiempo hasta que Bill se diera cuenta de la clase de persona que era su mejor amigo. Quería que fuese en ese mismo momento. 
—Creo que tengo fiebre —acotó Andreas.
Bill acercó su mano como para tocar la frente de su mejor amigo, mas yo, inmediatamente, intervine deteniendo la misma.
—¿Qué haces, Tom? —me preguntó Bill desconcertado, mientras Andreas sonreía malévolamente.
—¿No ves que lo hace apropósito? —cuestioné enfadado, ya demasiada paciencia había tenido.
Qué sería si me hubiese ido, pensé.
—Tom, ¿no te das cuenta que eres enfermamente celoso? —contestó Bill agresivamente con otra pregunta.
—Sí, ya párale a los celos. Bill sólo quería saber si tengo fiebre —opinó Andreas.
—¿Sabes qué, Bill? Quédate con este rubio teñido, yo me voy con Melany —salí de la habitación completamente disgustado.
A Bill, por supuesto, le había molestado lo que yo había dicho. Además, mis palabras habían sido hirientes. Y yo lo sabía, pero Andreas me hacía sacar de quicio. Razonablemente, está de más decirlo. Él era la persona más hartante e insoportable que podía existir sobre la tierra. Y eso, aparte de molesto, dolía. Dolía saber que la persona en quién más confianza, además de mi hermano, había tenido, desde hacía más de quince años, me estaba apuñalando por la espalda. Estaba haciendo lo peor que pueden hacer los amigos: Traicionando.
Bill inmediatamente después de que salí de su habitación, se quedó allí con cara de depresión.
—No te pongas mal, Billy —Andreas intentó consolarlo.
—Es que me molesta que sea tan desconfiado. Aún sigue creyendo que me amas. Desconfía totalmente de ti, Andy.
—No le creas. Solamente dice esas cosas porque me odia.
—Pero no entiendo. ¿Qué le hiciste tan malo como para que pasaras de ser su mejor amigo a ser su enemigo?
—No lo sé, Bill. Créeme que hasta el día de hoy no lo sé.
—¿Te puedo hacer una pregunta, Andy?
—Dime, Billy.
—A ti… ¿A ti nunca te han atraído los hombres? —preguntó Bill curiosamente.
Andreas se quedó totalmente perplejo. No sabía qué responderle a mi hermano ni a qué iba la pregunta.
—¿A qué te refieres? —cuestionó Andreas tartamudeando nerviosamente.
—¿A ti nunca te ha gustado ningún chico?
—Digamos que sí. Es decir, estoy enamorado de uno —contestó Andreas sorprendido por la respuesta de él mismo.
—¿De verdad? —interrogó Bill más anonadado que su propio mejor amigo.
—Sí. Perdóname porque nunca te lo he contado. Lo cierto es que me daba mucha vergüenza.
—¿Vergüenza? Oh, Andy, ambos sabemos que es más normal enamorarse de un chico, es decir, ser gay, que enamorarse de un hermano, como en mi caso, y sin embargo, yo te lo confesé todo. Y tú, no lo hiciste. Vamos, ¿realmente lo hiciste por vergüenza, Andy?
—Sí, créeme, Billy.
—Está bien, te creo.
—¿Y recuerdas a Michelle?
—Sí, sí. ¿Qué pasó con ella?
—No existe. En realidad, te mentí para ocultar la verdad. Perdóname.
—Entiendo. ¿Y cómo se llama realmente la persona que amas?
—Michael —mintió Andreas nuevamente.
—¿Y en dónde lo conociste? Cuéntame toda la verdad, ya que lo has comenzado a hacer.
—Bien. Lo conocí por twitter. Él me siguió y comenzamos a hablar. Pero hay algo en lo que no te mentí acerca de Michelle. Es decir, sería en el caso de Michael ahora.
—¿En qué no me has mentido?
—En que no sé si él me ama. Es heterosexual.
—Debe ser duro, amigo. Me imagino que será casi lo mismo que me pasaba a mí. Quiero que sepas que estaré contigo pase lo que pase, ¿sí?
—Muchas gracias, Billy. Te adoro muchísimo, amigo.
—Yo también —ambos se abrazaron.
Yo, mientras, continuaba ordenando todas las cosas para irme de casa. Aunque no quería hacerlo, en ese momento sentí que debía irme de allí. Quizás fue porque estaba enojado con Bill, pero realmente no quería dejar la casa, nuestra casa; en donde Bill y yo habíamos pasado tantos momentos hermosos, y tantos tristes, por supuesto. Sin embargo, por más grande que fuera el enojo que tenía hacia Bill, lo amaba y no quería separarme de él por nada del mundo. Con sólo pensar que podía llegar a pasar lo que Andreas me había dicho, con respecto a que la distancia nos separaría, sentía una opresión inmensa en el pecho que me impedía respirar. Tenía miedo. Miedo a que ello pasara. ¿Y si Bill se cansaba de que yo no estuviera en casa y se buscaba otro/a? ¿O si me cambiaba por Andreas? Si este al fin lograba su maligno plan, mi vida estaría acabada.
Alisté las últimas cosas y estaba todo preparado para salir. Me senté en la cama mirando hacia mis pies, con los brazos en mi cabeza como señal de cansancio, de hastío. Realmente esa era mi vida. Hasta hacía algunos meses atrás, la misma, era perfecta. Tenía una banda, las mujeres que yo quería (que, por cierto, eran más de veinticinco a la semana) cuando yo quería, una casa para mí y mi gemelo, un mejor amigo y varios amigos más que lo eran todo para mí.
En ese momento, sólo me quedaba mi hermano, que aunque valiera mi vida entera, había algunas pequeñas cosas que continuaban fastidiándome. Y no hacía falta decir qué cosas eran, sólo bastaba con nombrar a mi ex mejor amigo y a la que iba a ser la madre de mi hijo: Andreas y Melany. Me habían hecho la vida imposible, y, al final, yo había terminado cediendo a la mayoría de sus amenazas. Y si no hubiese sido por el amor de mi vida, yo habría estado casado y con un niño a mi cargo.
Ahora debía irme de casa, abandonar a la razón de mi existir, vivir con el miedo de perderlo y convivir con una loca desquiciada que, al más mínimo detalle, podía llegar a asesinarme. Mi vida es de color rosa, pensé sarcásticamente. ¿Qué se vendría de ahí en más? No lo sabía. Debía dejar que las cosas fluyeran, porque si continuaba haciéndome mala sangre, todo terminaría peor de lo que estaba.
Tomé mis bolsos y comencé a subirlos al Cadillac. La expedición comenzaba. Ya era hora de irme; era tiempo de abandonar mi hogar. Un nuevo y desagradable viaje estaba a punto de ser vivido. Sin ganas, por supuesto.

Capítulo LXI: “Algunas cosas cambian, otras, no”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=04I9XCE4C5I ]

Subí hasta la habitación de mi gemelo para despedirme. Dudé de hacerlo antes de entrar a la misma, ya que estábamos peleados. De todas formas, lo quería y lo debía hacer. Era mi deber despedirme del amor de mi vida; ya no viviría más con él, al menos por un tiempo.
Entré y tal como había pasado hacía algunas semanas atrás, Andreas estaba abrazando a Bill.
—Me voy —avisé seria y tristemente, interrumpiendo el abrazo.
—Okay. Adiós —saludó Bill dándome la espalda, sin siquiera moverse del lugar en el que se encontraba.
Estaba enojado, por supuesto.
—Adiós, Tomy —sonrió felizmente Andreas.
—¿No me saludarás, Bill? —le pregunté ofendido a mi hermano, sin prestarle la más mínima atención a mi ex mejor amigo.
—Ya lo hice —contestó amargamente—. ¿Acaso eres sordo o qué? —cuestionó mi gemelo dirigiendo su mirada hacia mí.
Me fui de la habitación sin decir palabra alguna. Bajé las escaleras con los ojos empañados por las lágrimas. No aguantaba las ganas de llorar que tenía. Estaba más que amargado, deprimido.
Abrí la puerta y salí de casa. Cerré la puerta con todo, para luego subir al Cadillac. No puse en marcha el auto, sino que apoyé mi cabeza en el volante. No pude resistir más y derramé un par de lágrimas. Me preguntaba lo que se cuestiona todo el mundo cuando está mal: una lista interminable de porqués. Siempre he sido fuerte, pero esto es demasiado para mí, pensé sin saber que cosas peores podían suceder. Aunque toda la vida me hubiese hecho el que era inmune a los problemas, siempre me habían afectado de una manera u otra.
Limpié mis lágrimas y me dije: fui y voy a seguir siendo fuerte. Ya las cosas, tarde o temprano, se arreglarán, pensé.
Finalmente, arranqué el auto y me dirigí hacia la casa de Melany con todas las maletas y el equipaje cargados en el auto. Al llegar allí, toqué el portero.
—¡Tomy! —gritó la loca abriendo la puerta.
—Estoy aquí —contesté tontamente.
—Sí, te veo. Todavía no soy ciega. Bueno, amor, baja tus maletas y valijas, que yo te esperaré ansiosa en mi habitación.
—Espera, espera. ¿Cómo que en tu habitación?
—Sí, dormirás en la cama de dos plazas conmigo. ¿Alguna objeción?
—Sí, que te odio.
—Yo te amo. Ve y baja las cosas.
No fue por hacerle caso a ella, pero fui hacia mi auto y comencé a bajar las cosas. Melany me miraba apoyada en la reja que separaba el césped de la entrada de la casa. Esta, era realmente hermosa, de dos pisos y con un jardín impresionantemente grande. En el fondo, había una piscina que, al parecer, se limpiaba todas las semanas. Tenía garaje y se entraba por un gran portón de reja, que tenía las iniciales de los apellidos familiares. Por último, en frente, la casa tenía a la vista una ventana grande, que pertenecía a un cuarto en donde se guardaban cosas viejas y sin uso. El estilo de dicha casa era antiguo, pero denotaba que no era de ninguna familia de bajos recursos económicos.
Cuando terminé de llevar todas las cosas hasta el cuarto de Melany, ella entró a su casa y cerró la puerta.
—He soñado tanto con este momento.
—¿Por qué disfrutas tanto hacerme mal? Respóndeme con una mano en el corazón, Melany.
—Quizás porque si tú sufres, también lo hace tu hermano. Y amo que Bill sufra. Quiero verlo hacer lo peor por ti y que tú no lo hagas por él.
—Sabes que haría lo que sea por Bill.
—Y bueno…Yo haré lo que sea por verlo infeliz. Así que, supongo, estamos a mano.
—Es inútil intentar hacerte recapacitar. Pero quiero saber, ¿por qué lo odias tanto? ¿Qué te ha hecho Bill? ¿Qué te he hecho yo? ¿Qué te hemos hecho?
—Tú no me has hecho nada, Tomy. Sabes que te amo. Sin embargo, Bill…Es mi enemigo ¿lo entiendes? Él te ama, y es mi competencia. Y yo haré que eso cambie. Es más o menos lo que tú haces con Andreas. Lo odias porque ama a Bill, ¿o no es así? Te haces el bueno pero eres malo como yo.
—Melany, son dos cosas completamente diferentes. Yo lo odio porque quiere separarme del amor de mi vida, al igual que tú. Y eso es insoportable.
—Vamos, ¿acaso no odias que ame a Bill?
—Tú me quieres hacer pisar la piedrita…
Debía admitirlo: odiaba que Andreas amara a Bill. Este era sólo mío, y no de él. Mas no debía reconocer mis errores frente a Melany. Ella sólo quería que me uniera a su maldad, pero ello jamás pasaría. ¿Estaba completamente loca? Sí, por supuesto que lo estaba.
—Voy a dormir. No quiero verte por un buen rato —afirmé subiendo las escaleras.
No recibí respuesta alguna por parte de la loca. Ella sabía lo que haría.
Me acosté en la cama de la loca y me tapé. Quería dormir para olvidarme del mundo, para escapar de la realidad. Pero habré estado como media hora pensando antes de dormirme. Eran las siete de la tarde cuando lo hice.
Mientras, Andreas continuaba en casa de Bill.
—Billy…Quiero preguntarte algo.
—Dime, Andy.
—Pero no sé si querrás…
—Dime, vamos.
—Quería preguntarte si me dejarías venir a vivir aquí, a tu casa. Ya que Tom se ha ido…
Bill no tenía problema en que Andreas viviera en nuestra casa, el problema era que a mí me molestaría. Y claro, ¿a quién no le molestaría que la persona que amas viviera con alguien que lo ama también?
—Si no quieres, tan sólo dímelo —intentó hacerse el humilde Andreas, al ver que mi gemelo no respondía.
—Pues, amigo, claro que quiero. El problema es Tom. Porque encima que estamos peleados, que tú te vengas a vivir aquí, sería aún peor. No sé si entiendes…
—Entiendo. El problema es que Tom está equivocado. Si desconfía de nosotros, es su problema. Sin embargo, no hay drama, amigo, comprendo tu decisión.
—No, espera, Andy. Tienes razón. Él debe confiar en mí, no tengo la culpa de sus inseguridades. Puedes venir a vivir aquí conmigo. Lo único que si puedes esperar hasta mañana…
—No hay problema, Bill. Esperaré todo lo que quieras.
Andreas sabía que Bill iba a consultar conmigo, eso era más que obvio. Por más que estuviésemos peleados, mi gemelo lo haría.
—¿Puedo proponerte algo? —cuestionó Andreas.
—¿Qué cosa?
—Casamiento —rió Andreas disimulando—. No te asustes, fue broma, Bill. ¿Por qué no le ocultamos a Tom que me vendré a vivir aquí?
—¿Estás loco? —preguntó Bill sorprendido.
—¿Por qué?
—No lo sé…No le quiero ocultar cosas a Tom, Andy. Y mucho menos algo como esto. ¿Qué pasará si se entera? Allí desconfiará completamente de mí.
—Bueno, sí. Pero no tiene por qué enterarse. Yo no le diré nada.
—Andy, no. Quiero hacer las cosas bien. Perdóname, pero apenas nos arreglemos le diré que estás viviendo aquí.
—Está bien, Billy. Perdóname tú a mí.
La obsesión de Andreas con Bill iba más allá de lo que él podía controlar. Se dio cuenta de que jamás tendría que haber dicho lo de ocultarme la verdad. Eso podría haber sido un grave error. Sin embargo, no lo fue en absoluto. Bill aún seguía cegado por la amistad de Andreas, una amistad peligrosa.


Capítulo LXII: “Algún día llegaría el momento”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=zpNnUjDFzAU ]

—Está todo bien, Andy —mintió mi hermano—. Pero, ¿por qué estás tan empeñado en hacerle algo malo a Tom?
—¿Yo? Yo jamás querría hacerle daño a Tom. Él es quien lo quiere hacer conmigo —contestó Andreas nervioso, sabiendo que había metido la pata.
—Bueno… —contestó mi hermano dudando.
—Me voy, Billy. Mañana vendré y traeré todas mis cosas, ¿sí? Muchas gracias por dejarme vivir aquí, contigo.
—De nada —respondió Bill, arrepintiéndose del sí que le había dicho a Andreas—. Te acompaño hasta la puerta, amigo —afirmó saliendo de la habitación con su mejor amigo por detrás.
Andreas se fue de la casa que había sido de Bill y mía, pero que pronto se convertiría en la de Andreas y Bill.
Alrededor de las tres de la mañana, mi celular comenzó a sonar. A causa de ello, me desperté exaltado. Me di vuelta y Melany estaba dormida a mi lado. Me levanté intentando no despertarla, tomé el celular y salí de la habitación para hablar tranquilo. Quien llamaba era Bill.
—¿Hola? —atendí nervioso. 
—Hola. Sólo quería saber si habías llegado bien y si no te habían matado. Adiós.
—Espera, Bill. Yo creo que no llamas sólo para eso a las tres de la madrugada.
—No sé que harás despierto a estas horas de la noche. Y sí, sólo quería saber eso.
—No quiero que estemos peleados —repetí como lo había hecho en la pelea anterior—. Ya van como ochocientas veces, sin exagerar, que nos peleamos por culpa de Andreas.
—¿Estás seguro de que nos peleamos por su culpa?
—Sí. ¿Acaso me dirás que fue mi culpa?
—Y… El celoso eres tú, no Andreas.
—Mira, Bill, te aclararé las cosas. Yo no puedo seguir así. Una pareja no puede seguir así. Sin confianza, ¿de qué sirve que nos amemos? ¿De qué sirve que nos amemos si no me crees nada de lo que te digo? Tan sólo quiero que pienses, ¿qué ganaría yo con mentirte en que Andreas es malo?
Bill derramó algunas lágrimas, como señal de que realmente le habían dolido las cosas que le había dicho con tanta rudeza, pero aún continuaba pensando que él tenía razón.
—¿Estás ahí? —pregunté ya que Bill no había contestado más.
—Sí… —suspiró terminando de sollozar.
—Perdóname, no quise decirte las cosas de esa forma, pero así es como siento todo esto. Yo te amo y no quiero perderte por nada del mundo, mas si continuamos de esta manera, terminará todo mal.
—Perdóname, en serio. Sé que tienes razón en todo lo que has dicho y sobre todo en que Andreas es malo. Esta tarde comencé a darme cuenta de ello y no quise decirte nada, porque pensé que me tratarías como a un estúpido —mintió Bill —. Y lo soy, sé que soy y fui un estúpido. Perdóname, perdóname…
—No eres un estúpido, Billy. Lo que nos falta a ambos es confianza, ¿no crees?
—Sí, es verdad. Perdóname por no confiar en ti. Sé que siempre tengo la culpa yo de todo y siempre termino pidiéndote perdón. Debes pensar que con hacerlo siempre intento que me disculpes y listo, pero no es así. Te amo y no sé cómo decir lo mucho que lo siento. En verdad estoy arrepentido. Entiendo si no me quieres perdonar, sólo quiero que sepas que te amo más que a todo lo que soy. Y no quiero que digas que me perdonas tan sólo por compromiso ¿sí?
—Te perdono, mi amor. Pero no lo hago por compromiso. Lo único que te pido es que ambos pongamos de cada uno para seguir adelante; no debemos dejar que Melany y Andreas se salgan con la suya y nos destruyan.
—No, no debemos dejar que logren su objetivo —me apoyó Bill.
—No puedo creer que al fin te hayas dado cuenta de quién es en verdad Andreas.
—Y yo no puedo creer que ello sea verdad. Él realmente me ama; lo he comprobado —continuó mintiendo mi gemelo, para quedar bien conmigo.
—¿Te hizo algo? —pregunté celosamente y molesto.
Bill se quedó sin responder. Yo no entendía por qué lo había hecho.
—¿¡Sí!? —pregunté alterado.
—Pero tranquilízate, Tom, así te cuento bien las cosas. Y no grites, ¿dónde está Melany?
—Durmiendo.
—La despertarás, Tom.
—Bueno, sí. Cuéntame antes de que me muera de ansias —insistí.
—Es larga la historia…O no…No sé, pero, ¿puedo contarte cuando vengas mañana? —preguntó Bill sin pensar lo que decía—. No, no. Espera…No. —dijo cuando reaccionó.
—¿Qué pasa? —cuestioné confundido.
—Tengo miedo.
—¿De qué, Bill? No entiendo nada. Explícame, por favor, porque no entiendo nada de lo que dices.
—Tengo miedo de que te enojes. Oh, Dios, no puedo creer haber metido la pata así. Perdóname de nuevo. Te juro que lo cancelaré…
No entendía ni media palabra de lo que Bill hablaba.
—¡¿Puedes dejar de pensar en voz alta que me estás poniendo nervioso!? —cuestioné alterado nuevamente—. Dime, ¿qué pasa ahora, Billy?
—Prométeme que no te enojarás.
—No lo haré si hablas. Habla y no me enojaré, lo prometo.
—Andreas…me pidió venir a vivir aquí.
Estaba a punto de cortar el teléfono para salir corriendo e ir a ahorcar a ese infeliz. Ya sabía lo que me diría Bill. Seguramente, le había respondido que sí, por eso había pedido disculpas anticipadamente.
—No me digas que… —afirmé dolido—. ¿Y por qué lo hiciste, si sabías que me molestaría, Bill?
—Porque soy un estúpido. No digas nada. Te dejo en paz, soy un idiota —cortó el teléfono sorpresivamente.
Mi hermano sabía que en ello se había equivocado y no estaba arrepentido, estaba muriéndose del remordimiento. Sabía que se había metido en un gran lío, y pensó que yo no lo perdonaría jamás. Por ello, fue que había cortado el teléfono.
No lo pensé dos segundos y marqué su número.
—¿Por qué me cortaste? —pregunté desconcertado. 
—Porque me dejarás.
—Ah, así que eres brujo. No sabía…Bill, no seas tonto, por Dios. ¿Cómo voy a dejar a la persona que más amo en todo el mundo? Ya está, que Andy vaya a casa a vivir por mí.
—No seas sarcástico, Tom. Sólo dime que me odias.
—Si te tuviera al frente, hace rato te hubiese pegado.
—Qué sinceridad. Yo no quiero que Andreas vaya a vivir a casa. Él sólo quiere hacerte la competencia.
—Amo oírte decir esas palabras sagradas. ¿En serio no quieres que vaya a vivir a nuestra casa? —pregunté poniendo énfasis total a la palabra “nuestra”.
—Sí, comienzo a odiarlo. Pero…No le diré nada. Veré hastadónde llega su juego. Y no creas que no me quiero deshacer de él, realmente quiero saber qué es capaz de hacer —se excusó Bill.
—Entiendo. Entonces, ¿lo dejarás vivir en casa?
—No, no. Eso sí que no.
—Si quieres comprobar qué hará, hazlo. Déjalo vivir ahí, de verdad. Confío en ti.
—Está bien, Tomy. Gracias pero no. No quiero verlo por un buen rato. Bueno...nosotros estábamos en el tema de lo que hizo el hipócrita ex mejor amigo de ambos…Mañana te contaré. ¿Vienes?
—Por supuesto. Apareceré en la ventana como Romeo. Tú eres Julieta —reí.
—Vete al diablo, Tom —contestó odiosamente mi gemelo.
—Te amo, mi Julieta.
—Te odio.
—Está bien. Adiós.
—No, no. También te amo —respondió con miedo a que yo cortara el teléfono.
—Tienes miedo, ¿verdad? Te amo, Billy, hermoso, amor de mi vida.
—Te amo, Tomy, feo, pero igual eres lo mejor que me pasó —ahora fue él quién rió.
—Mañana veremos si opinas lo mismo con respecto a mi belleza.
—Está bien —reímos ambos—. Tomy, ya me dio sueño. Me iré a dormir.
—Okay. Que sueñes conmigo. Te amo muchísimo.
—Tú también sueña conmigo, no con las mujeres desnudas. Te amo más —cortamos la comunicación.


Capítulo LXIII: “Distintas maneras de ¿amar? ”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=BGn0bedjDrM ]

Apenas terminé la llamada, me fui a acostar en donde mismo estaba Melany durmiendo, es decir, en su cama. Al fin pude dormir tranquilo, sabiendo que todo estaba bien con mi gemelo y que, a la tarde siguiente, lo vería. No aguantaba las horas de volver a verlo.
Mi hermano también se durmió tranquilo esa noche por las mismas razones que yo.
A la mañana siguiente, Melany me despertó acariciando mi rostro.
—¡¿Qué haces loca del demonio?! Suéltame —dije quitando sus manos de mi rostro.
—Sólo te acaricio. Te amo, ¿sabes?
—Déjame en paz —contesté quejándome molesto.
—Levanta, hoy haremos muchas cosas.
—Vete y déjame vestir.
—Si quieres lo hago yo —contestó la rubia insinuándose.
—Sólo dejaría que una persona me vistiera. Sabes quién es ¿no? Su nombre es Bill. Vete y déjame en paz —repetí una vez más.
La loca salió enojada de la habitación. Muy poco me importaba.
Bill llamó a Andreas, esa misma mañana.
—Hola, amigo —saludó Bill.
—Hola, Billy. ¿Cómo estás?
—Bien, ¿tú?
—Bien, acomodando las cosas para mudarme a tu casa.
—De eso justamente te quería hablar, Andy…
—Dime, ¿qué pasa, Billy?
—Tom se enojará si te vienes a vivir aquí.
—¿Te arreglaste con él?
—Sí, pero tuve que mentirle.
—¿Por qué? ¿Qué le dijiste? —preguntó Andreas feliz por lo que acababa de escuchar.
—Yo sé que no me amas, y no le creo a Tom que dice lo contrario. Y tampoco creo que seas…No, nada.
—¿Que sea qué?
—Algo sin importancia…
—¿Qué más te dijo Tom de mí? —cuestionó el rubio molesto, pero intentando disimularlo.
—Que eras…el cómplice de Melany. Pero no te enojes con él…Solamente se debe dejar llevar por sus instintos…
—¿¡Qué!? ¿¡Es un animal ahora que se deja llevar por sus instintos?! No, Bill. No puedo permitir que me juzgue siendo que no tengo nada que ver con la loca desquiciada de Melany —mintió Andreas, enojado porque yo había abierto la boca.
—Tranquilo, Andy. Yo te creo a ti. Sin embargo, tú sabes que por no pelearme con Tom hago y haría cualquier cosa, así que le seguiré la corriente. Sé que está mal, pero vale la pena.
—Gracias por creerme, Bill. No está mal, sólo haces las cosas lo mejor que puedes, y si él no acepta que miente, debes ser tú quien tenga que mentir.
—Sí, tienes razón. La verdad es que eres como un hermano para mí y se me hace imposible creer que eres malo.
—A veces me gustaría ser como Tom —cambió de tema el rubio.
—¿Por qué?
—Porque él tiene a quien ama rendido a sus pies, yo no… —se hacía la víctima Andreas.
—¿Cómo Michael va a estar rendido a tus pies si no le confiesas lo que sientes por él?
—Lo sé, pero tengo miedo. ¿Qué tal si me rechaza? O aún peor, ¿qué tal si está enamorado de alguien más, que es lo más probable? —preguntó Andreas simulando que hablaba de ese tal Michael; pero, en realidad, continuaba hablando de mi gemelo.
—Si está enamorado de alguien deberás aceptar las cosas como son e intentar olvidarlo.
—¡¿Olvidarlo?! ¿¡Cómo lo olvidaré!? Es imposible. ¡Yo no renunciaré a su amor! —exclamó Andreas completamente sacado.
—Por Dios, tranquilízate, Andy.
—Y si me pides que lo olvide…Como si hacerlo fuera fácil. Es lo mismo que yo te pidiese que te olvides de Tom.
—Pero ello es distinto. Yo jamás podría olvidarlo porque él es mi hermano, mi gemelo, no es simplemente mi pareja.
—¿Y si no lo fuera? ¿Y si no fuera tu hermano? ¿Lo podrías olvidar si amara a otra persona?
Bill se quedó pensativo. Andreas tenía razón. Mas él estaba obsesionado con mi gemelo, no era sólo un enamoramiento, era un amor enfermizo.
—No, no podría. Sin embargo, porque lo amo dejaría que fuese feliz, que fuese libre. Excepto si amara a alguien maligno, como Melany. En dicha situación, sí que haría todo lo posible para que se enamore de mí y para que olvidara a la mala persona.
—Ves, creo que Michael está enamorado de alguien malo. Es Tom —susurró Andy esta última oración sin que Bill pudiera escucharla.
—¿Por qué primero no averiguas si realmente Michael está enamorado?
—Sí, tendría que preguntarle —hizo una pausa—. ¿Tú estás enamorado, Bill?
—Y…Por supuesto —contestó Bill completamente sorprendido—. ¿Acaso no lo sabes?
—Sí, pero a lo mejor sólo te gusta Tom, y no estás enamorado.
—¿Eres idiota, Andreas? ¿Cuántas veces te dije que estaba enamorado de mi hermano?
—Unas cinco mil —contestó Andreas avergonzado. 
—¿Entonces…?  
—Bueno…Perdón. ¿Hoy podré aunque sea visitarte? —preguntó Andreas cambiando de tema.
—¿Ah? Ah, no, Andy. Perdón. Me voy a ver a mamá —contestó Bill completamente nervioso.
—Bueno, Billy, me voy a hacer algunas cosas y a desempacar todo.
—Perdón, Andy.
—Está bien, entiendo, Bill.
—Suerte, amigo. Nos vemos.
—Nos vemos. Mañana te visitaré. Un beso —cortaron la comunicación.
Andreas no sólo quería desempacar sus objetos, sino también hablar con Melany, por lo que la llamó.
—Hola, Andy —atendió Melany el teléfono en el baño, para que yo no la oyera.
—Mel, ¿cómo va tu vida con Tom?
—Perfecta. Como siempre la soñé. ¿Y tú cómo estás? Supongo que ya te has ido a vivir con Bill, ¿no?
—Ojalá, Mel. No sabes lo que me ha pasado.
—¿Qué pasó? Cuéntame.
—Tom estaba peleado con Bill cuando se mudó a tu casa, gracias a mí, por supuesto. Y aproveché que estábamos sólo mi amado y yo para preguntarle si podía irme a vivir con él; me respondió que sí. Todo resultaba fantástico hasta que, recién, recibí el llamado de Bill, diciéndome que Tom no quería que yo viviera con él. ¿Puedes creerlo? Culpa del idiota de Tom no puedo vivir con Bill. Lo mataré.
—Tranquilízate. Pero…espera. ¿No estaban peleados? ¿Cómo le va a hacer caso Bill si estaban enojados?
—No me preguntes en qué momento, dónde, ni cómo, se reconciliaron.
—Por eso odio las reconciliaciones. Aparte, se supone que Tom tendría que haber dejado a Bill.
—Somos dos. Sí, es verdad. A lo mejor se reconciliaron pero cortaron ya. Y…espera, esa no es toda la historia.
—¿Aún hay más? Abre la boca, Andy.
—Le pregunté a Bill si podía visitarlo hoy, y ¿sabes qué me dijo?
—¿Qué?
—Que se iba a la casa de su madre.
—¿Y eso qué tiene de malo?
—Que es sospechoso. No sé por qué, pero presiento que se verá con Tom. Se puso muy nervioso cuando me dijo que vería a su madre. Sólo quiero advertirte, Mel, que no quiero que confíes mucho en Tom. A lo mejor te engaña diciéndote que cortó con Bill, pero no es así. No dejes salir hoy por nada del mundo a Tom.
—Te juro por Dios que los mataré si continúan juntos. No te preocupes, Andy, Tom no saldrá en todo el día —afirmó enojada y malévolamente la loca.
—Okay, muy bien. Debía advertirte, amiga.
—Y has hecho muy bien. Bueno, me voy, Andy, porque Tom me extrañará.
—Qué chistosa —rió Andreas.
—De verdad —contestó ella enojada.
—Sí, sí, claro.
—Me voy, maldito bastardo. Besos, te quiero y gracias por el consejito.
—De nada. Te quiero también. Suerte con Tomy —dijo Andreas sarcásticamente.
—Muérete —cortó el teléfono.
Inmediatamente, Melany iría a advertirme las consecuencias que podría traerme que la engañara. 
Entró a mi habitación y yo estaba echado en la cama, aburrido, esperando que la horas pasaran para ver a Bill.
—Tomy… —entró la loca en mi habitación sonriente.
—¿Qué quieres?
—Sé que nunca hemos podido superar lo de nuestro hijo… —se acostó en la cama junto a mí.
—¿Y a qué viene eso? —pregunté confundido.
—Que juntos podemos lograrlo, podemos superarlo.
—Quizás. Pero nunca estaré junto a ti. ¿Eres consciente, Melany, de todo lo que me has hecho?
—Sí, mas todo lo hice para estar contigo, y al fin te tengo. Y eres sólo mío ahora, de nadie más. Y espero que no seas de Bill, porque como te advertí antes de sacarte de la cárcel, no te irá bien si sigues con él. Para asegurarme, no saldrás si no es conmigo. Te amo y no quiero perderte. Aparte tú sabes que está muy mal el incesto, sobre todo está muy mal visto por la sociedad, ¿no crees?
—A mí me importa un bledo lo que esté mal visto por la sociedad y lo que no. Y yo esta tarde voy a salir porque tengo ensayo.
—Bueno, irás conmigo.
—Ni lo sueñes. Soy demasiado grande como para que me estén cuidando. No necesito a nadie que lo haga.
—No necesitas que te cuiden, necesitas que te vigilen.
—No necesito nada, sólo a Bill.
—Pues no irás a ningún lado y se acabó la historia.
—Oh, mira cómo tiemblo. ¿Qué harás sino?
—Yo tampoco voy a temblar cuando tenga que matar a Bill. ¿Crees que me temblará la mano para hacerlo?
—No me puedes amenazar con eso —reí sarcásticamente —. ¿Eres consciente de lo que implica matar a alguien? ¿Sobre todo a Bill Kaulitz? Yo seré quien te mate si le tocas un pelo.
—Entonces si no quieres que le pase nada, mejor prepara algo entretenido para hacer esta tarde, porque no sacarás medio pie de aquí dentro.
—Sí, como diga, madame. Idiota, loca del demonio. No te pego porque ni lo vales.
—¿Acaso quieres más líos de los que tienes? Pégame.
—Por eso te digo, no vale la pena.
—Bien, me voy abajo. Si quieres venir no me enfadaré.
—No, gracias. Me quedo acá.
—Bueno. Pondré las alarmas de la casa por si te quieres escapar, te aviso.
—Muérete —contesté viendo cómo la loca se iba de la habitación.


Capítulo LXIV: “La distancia no será un problema”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=o1J9h2lCSCk ]

¿Y ahora qué haré?, me pregunté. Yo tenía que ver a Bill sí o sí ese día, sino moriría. Y aparte él se enojaría si le decía que no podíamos vernos. Todo era culpa de la loca. Otra vez culpa de ella. ¿Cuándo sería el día que me dejara de molestar? Ese no era el momento de pensar en ello; debía idear algún plan para escaparme. Sin embargo, ¿Y si Melany realmente había activado las alarmas de la casa? Ahí sí que estaría en problemas. Por un lado, no quería creer que ella le haría algo a Bill si me escapaba; mas por el otro, me era inevitable hacerlo. Esa loca desquiciada era capaz de todo y me lo había demostrado a lo largo del tiempo. Tenía miedo, no sólo por el hecho de escaparme, sino también tenía miedo de no poder volver a ver al amor de mi vida. No soportaría un sólo día sin verlo.
Decidí pedir un consejo. Sería lo mejor para no tomar decisiones a las apuradas y para ver qué podría ayudarme a salir de apuros.
—¡Tom!
—¿Geo?
—Sí, amigo. ¿Cómo estás?
—Mal, mal. Mi vida marcha mal desde la maldita y condenada fiesta de aquella noche.
—Tom, por Dios. Qué negatividad. ¿Qué pasó?
—Necesito un consejo, Geo.  
—Dime, Tom, ¿qué consejo necesitas?
—Verás, Geo, estoy en casa de la loca. Ya me mudé aquí ayer. Y necesito ver a Bill, pero la desquiciada no me deja. ¡La mataré! ¿Qué hago?
—Escápate.
—Qué gracioso, Geo. Obviamente, es lo primero que pensé. Pero si la loca se entera, me matará. O peor aún, matará a mi gemelo. Y tengo miedo de que su amenaza sea cumplida si se entera que me escapé.
—¿¡Te amenazó con matar a Bill si te escapas?!
—Sí. A mí, sinceramente, ya nada me sorprende de su parte. Creo que es capaz de hacer cualquier cosa, así que no sé qué hacer.
—Ay, Tom, no sé qué decirte. Si te escapas te arriesgas y si no, te quedarás sin ver a Bill.
—Pues te llamé para que me ayudes. ¡Ayúdame! —exclamé desesperado.
—Espera, ¿Bill sabe esto?
—No. Se enojará cuando le diga que no podré ir a verlo. 
—Y…¿qué tal si le dices a Bill que vaya a la casa de Melany para verte?
—¿Tú crees que querrá? ¿Y cómo entrará aquí?
—Que vaya cuando la loca esté durmiendo y le abres la puerta. O sino que trepe por la ventana.
—Mm, buena idea. Sólo espero que Bill acepte y que no se enoje.
—Ojalá. Debes aclararle lo que te dijo Melany, por supuesto.
—Obvio, Geo. Muchísimas gracias, amigo, por la ayuda. Perdón por estar tan alterado, es que ya sabes, todo esto me supera.
—Entiendo, Tomy. Ah, amigo, debemos ensayar, por Dios. David me llamó y dice que la banda está apagándose, tenemos que conseguir algún show, o escribir un nuevo CD porque esto se está yendo a pique.
—¿Quieres que mañana ensayemos? Así de paso veo a mi Billito.
—Dale, dale. Mejor. Mientras más urgente, mejor. Yo le diré a David que nos consiga un concierto, algún lugar en donde tocar, porque si no estaremos acabados.
—David me dijo que teníamos un concierto dentro de dos semanas. Perdóname por no avisarte, pero con el tema este de la loca no se me ha hecho fácil la vida y lo he olvidado. Así que mañana con más razón tendremos que ensayar.
—Ah, amigo, no te preocupes. Yo le avisaré a Gus. Bueno, Tom, te dejo que le hables a Bill. Avísame si necesitas otra cosa. Estoy para lo que quieras. Suerte, amigo.
—Gracias, Geo. La necesitaré. Un abrazo —corté la llamada para realizar una nueva.
—¡Mi amor! —exclamó Bill desde el otro lado de la línea completamente emocionado.
—Mi vida, te extraño.
—Yo también, mi Tomy. No sabes lo solo que me siento en esta casa, lo sola que está la misma sin ti. No tienes una idea de cuánto te necesito.
—Yo también, mi amor, yo también. No te preocupes, dentro de poco volveré a casa, no aguanto más estar aquí.
—Me imagino. Debe ser la tortura en carne propia.
—Lo es.
—No veo las horas de que sea la tarde así te veo.
—Necesito decirte algo, Billy.
—¿Es una mala noticia?
—Algo así.
—¿Qué pasó? —preguntó Bill preocupado.
—No podremos vernos esta tarde.
—¿¡Qué?! —cuestionó enfadado.
—Melany…no quiere que me vea contigo y no me deja salir hoy.
—¿Estás bromeando, Tom? —rió mi hermano irónicamente—. ¿¡Acaso es tu madre que no te deja salir?! ¡No me digas que le pediste permiso!
—Espera, Bill. Déjame hablar. Le dije que teníamos ensayo y me dijo que hacia donde yo fuera, me acompañaría. Y si me escapaba, me amenazó con que te haría algo. No quiero que te haga nada, mi amor. Tengo miedo. No me arriesgaré a no creer en las amenazas de Melany, porque ya sabes lo que me pasó la otra vez por hacerlo. Pero la engañaremos, tal como te lo dije y nos veremos, como te lo he prometido. Tengo un plan, ya que jamás rompo mis promesas.
—Bueno…Excepto cuando te querías casar con…
—Bill, ¿puedes intentar no cambiar de tema? —interrumpí a mi gemelo.
—Perdón. Un día de estos quien estará en la cárcel seré yo, por matar a la infeliz, idiota, puta, desquiciada, malévola, estúpida y anormal de Melany.
—Estaremos juntos en la cárcel entonces —reímos a coro por todos los insultos que le había dado mi gemelo a la loca.
—Ahora sí, Tomy, dime, ¿cuál es tu plan?
—Debes hacer un pequeño esfuerzo si quieres verme. Por favor…
—Por verte haré cualquier cosa —contestó amablemente mi hermano.
—Debes venir a la noche, cuando Melany se duerma y te abriré la puerta. ¿Sí? ¿Sí? Dime que lo harás, ¡por favor! —pedí intranquilamente.
—Está bien, mi amor. Ya te dije que haré lo que sea con tal de verte. No me moriré por caminar hasta la casa de Melany.
—¿Y por qué no vienes en auto? Te mataré si te pasa algo por venir caminando.
—Oh, Tom, qué cuida que eres —rió mi gemelo—. Iré en auto.
—Así me gusta, que me hagas caso. Te amo, hermanito.
—No me digas hermanito que me da vergüenza.
—¿Por qué? Si es lo que somos —pregunté sorprendido.
—Porque somos hermanos y nos amamos.
—No seas idiota, Bill. ¿Quieres que te diga de otra manera? Te amo, idiota.
—Te amo, estúpido.
—¿A qué hora vendrás?
—¡Dios!
—¿Qué pasó?
—Acabo de recordar que vendrá mamá a casa. ¿Te acuerdas cuando llamó y tú estabas en la cárcel?
—Sí —contesté seriamente, sin ganas de recordar que había estado en la cárcel.
—Bueno, mamá me dijo que vendría hoy a casa. Así que menos mal que no vienes, sino, no íbamos a poder estar tranquilos.
—Tienes razón. Menos mal.
—Iré apenas ella se vaya de aquí, pero avísame cuando la loca se duerma. Trata de ponerle alguna droga.
—No sería una mala idea. Y tú, mi amor, ¿le dijiste a Andreas que se quedara con las ganas de vivir contigo?
—Sí —río Bill para hacerse el malvado.
—Somos dos contra dos: Tú y yo contra Andreas y Melany.
—Y ganaremos nosotros la pelea.
—Por supuesto.
—¿Qué pelea ganarán quienes? —interrumpió Melany entrando a la habitación.
—Sí, Gordon, ganaremos la pelea —intenté disimular que no hablaba con Bill.
—¿Ah? —preguntó Bill desconcertado.
—Te dejo, Gordon, que entró la loca en la habitación.
—Ah, con razón. Nos vemos esta noche. Te amo, mi amor.
—Por supuesto. Yo también, Gordon —contesté a punto de largar una carcajada, pero la retuve en mi garganta y apenas sonreí.
Corté la llamada.
—¿Desde cuándo eres tan amigo de tu padrastro?
—No le digas así. Él siempre ha sido como un padre para mí, loca.
—Ja, ja. Qué chistoso. Hasta hace dos segundos lo odiabas y ahora se ha convertido en tu padre natural.
—¿Y a ti qué mierda te importa?
—A mí me importa mi suegro.
—En tus sueños será tu suegro.
—No, cuando lo disponga yo. Y yo digo que ahora lo es.
—Ja, ja. Tú sólo eres una fracasada más.
—Ven a comer antes de que te ponga veneno en la comida.
—Okay, okay —bajé detrás de ella para almorzar.

Capítulo LXV: “Ocultando verdades, simulando tener bondades”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=tGAR1ZlZdX0 ]

Comimos en absoluto silencio, ya que yo pensaba en las horas que faltaban para ver a mi Billy. No me importaba en lo más mínimo Melany, por supuesto. Ella habló todo el maldito almuerzo, mas no escuché ni media palabra de todo lo que había dicho.
Finalmente, terminé de comer y me fui para la habitación nuevamente, en donde pensaba pasar todo el día, hasta que llegara la tan esperada noche.
Bill se acostó a dormir la siesta. Se despertó como a las cinco de la tarde con el timbre de casa. Seguramente era mamá. Bajó las escaleras aún medio dormido y abrió la puerta.
—¿Bill? ¿Estás aquí? —preguntó Andreas simulando sorpresa.
—Sí. ¿No me ves? —cuestionó Bill malhumorado por la interrupción de su siesta.
—Sí. Pero, ¿no se supone que tenías que estar en lo de tu mamá?
—Ah, es que…Quedamos en que ella venía —mintió Bill.
—Ah… con razón.
—Pasa —afirmó mi hermano intentando despabilarse.
—Gracias.
Se sentaron a charlar en el living de la cocina. Para Bill, todo estaba bien con Andreas, mas quería que su mejor amigo se fuera. Por un lado, quería ello ya que si Andreas se quedaba, sería más difícil sacárselo de encima para cuando nos tuviésemos que ver. Por otro lado, cuando viniese mamá, mi hermano le iba a decir que yo estaba en casa de Andreas, pero con él ahí, en la casa, mentir era imposible.
Luego de un rato, quien tocó el timbre, sí fue mamá.
—¡Hijo! —exclamó al ver a Bill—. ¡Tanto tiempo! ¡Te he extrañado! —lo abrazó tan fuerte como pudo.
—Sí, mamá. Tanto tiempo. Yo también te extrañé —apenas sonrió Bill debido a que mamá estaba apretándolo tan fuerte como podía.
—¿Y mi Tomy? ¿Dónde anda Tom?
—Mamá, él…él está…
—Él está con Gustav y Georg —se entrometió Andreas en la conversación.
—Sí y yo no fui porque me quedé para esperarte a ti, mamá.
—Oh, muchas gracias, hijito. Ya se las verá conmigo aquel malcriado de Tom.
Bill le guiñó un ojo a Andreas como señal de agradecimiento. Los tres se sentaron en el sillón y comenzaron a hablar. Sobre todo, quien más hablaba, era mamá. Contaba chismes de sus viejas amigas, le preguntaba cosas sin la menor importancia a Bill y a Andreas, y se pasaron toda la tarde haciendo lo mismo.
Mientras, yo me encontraba en la habitación. Melany había hecho un surco desde la cocina hacia la habitación en la que estaba yo. A cada segundo, cada minuto y cada hora, venía a comprobar si yo no me había escapado. Más desconfiada e insoportable no podía ser.
Las horas se pasaron lentas, sin embargo, al fin y al cabo, pasaron y llegó la noche.
—¿Y a qué hora vendrá Tom? —preguntó mamá por decimoctava vez.
—Ay, no lo sé, mamá. Ya vendrá —mintió mi gemelo.
—Seguramente se quedó por ahí con alguna mujer —añadió Andreas para hacer enfadar a Bill, quien lo fulminó con la mirada.
—Sí, seguro —contestó mamá sonriendo.
Eran las diez de la noche y Bill ya estaba deseando que finalmente se largaran ambos, mamá y Andreas. No porque no los quisiera sino porque quería verme. Me extrañaba. Y yo a él.
Melany entró a mi cuarto, con los ojos completamente rojos. Seguramente, había estado viendo televisión por más de cinco horas. No me importaba en lo más mínimo.
—Me voy a acostar. Tengo sueño —afirmó ella tranquilamente —. Gracias por no escaparte, Tomy.
—Sí, sí, de nada. Me voy al baño.
No me iba al baño justamente para hacer lo que se hace allí, sino para llamar a mi gemelo. Debía avisarle que fuera a casa de la loca dentro de media hora, ya que esta, de seguro, estaría dormida. Sin embargo, no tuve éxito con la llamada. Mi hermano no atendía, ya que estaba con Andreas al lado, y mamá en frente.
—Atiende, Bill… —susurré intranquilamente.
—Voy al baño, Andy y mamá. Ya vuelvo —mintió Bill.
—Bueno —contestaron Andreas y mamá al unísono.
Mi gemelo subió rápido las escaleras para que yo no le cortara. Pero ya era tarde. Sin embargo, apenas dejé de marcar su número, me sonó el teléfono. Era él, el amor de mi vida.
—¡Billy!
—¡Tomy!
—Perdón que no te contestaba, no sabes lo que ha pasado.
—¿Qué pasó?
—Está en la casa An…andando mamá.
—¿Ah? ¿Andando, mamá? ¿Está mamá en casa?
—Sí, sí. No se quiere ir hasta que no vuelvas. Le dije que estabas con Georg y Gustav.
—Convéncela, por favor, de que se vaya, inventa que tienes sueño…
—Sí, lo haré, Tomy. Todo sea por verte.
—Gracias, mi amor. Ven dentro de media hora. ¿Podrás?
—Sí, sí. Entonces allí estaré. Nos vemos. Te amo.
—Yo también te amo. Te mandaré un mensaje de texto avisándote cuando la loca se duerma.
—Okay. Besos, Tomy.
—Besos para ti, Billy.
Estaba feliz de que esta vez, por fin, fuéramos a vernos sin que nadie nos molestara. Y Bill lo estaría también cuando estuviéramos juntos sin la presencia de nadie.
Cortamos la llamada. Bill bajó con mamá y Andreas y yo volví a la habitación con la loca. 
—Acuestate aquí a mi lado —me llamó la loca.
—Y, sí. Solamente porque no me queda otra —me acosté simulando que me dormiría.
Bill esperó veinte minutos y ni mamá ni Andreas pensaban irse. Debía hacer algo para que se fueran de una vez por todas.
—Ay, qué sueño —fingió bostezar mi gemelo.
—¿Tan temprano tienes sueño? —preguntó Andreas sorprendido.
—Sí, lo que pasa es que no dormí nada.
—¿Por qué, hijito? —cuestionó mamá intrigada.
—No sé. Últimamente tengo muchos problemas para dormir. No sé por qué. Así que debo aprovechar ahora que me vino el sueño. Perdón, mamá y Andy, pero creo que me iré a dormir.
—Está bien. Nos echas —se quejó Andy.
—Sí —afirmó mamá haciendo puchero.
—Es broma, amigo —rió Andreas ——. Ve a dormir si tienes sueño. 
—Nosotros nos quedaremos aquí chusmeando hasta que venga Tom. ¿Te molesta, hijo? —preguntó mamá sonriente.
Pues, claro, pensó Bill.
—Ah, eso. Tom me llamó recién, cuando estaba en el baño, para decirme que no vendría a dormir a casa esta noche. Ustedes saben, mujeres —mintió mi gemelo riendo.
—No será la loca, ¿no? —cuestionó mamá en tono de broma.
—Ay, no. Por Dios. Encima que Tom la odia… —afirmó Andreas seriamente.
—Es verdad, mamá —contestó Bill.
—Entonces, ¿no nos podemos quedar? —continuó insistiendo mamá.
Mi hermano no sabía qué decirles para, finalmente, se fueran. Mamá se había puesto un poco densa con el asuntito de quedarse a esperarme. Estaba colmando la paciencia de mi gemelo.
—Perdón, mamá. Te prometo que te iré a visitarte mañana ¿sí?
—Okay, hijo. Te entiendo, dejaré que duermas. Ya que me echas acompáñame a la puerta —dijo mamá mitad en serio y mitad bromeando.
Bill la acompañó hasta la puerta junto con Andreas.
—Adiós, hijo. Más te vale ir a visitarme mañana con Tomy.
—Sí, sí. Adiós, madre. Te amo.
—Y yo a ti, Billy. Suerte, Andy —los abrazó a ambos.
Mi hermano y su mejor amigo la veían alejarse y continuaron hablando.
—¿Tú irás a ver a Tom? —cuestionó Andreas como si tuviera la bola de cristal.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Bill tartamudeando.
—Pues, no te conozco hace dos horas. Sino hace quince años. ¿Cómo harán con la loca?
—La dejaremos que duerma —rió mi gemelo malévolamente.
—¿¡La matarán!?
—Ay, no, Andy. No valdría la pena irse a la cárcel por ella. Sólo nos veremos mientras ella duerma.
—Ah, bueno. Pues, entonces dejo que vayas con él. Y…¿a tu mamá no le dirás que Tom vive con Melany?
—No. En todo caso que Tom lo haga. Yo no soy quién para hacerlo.
—Bueno, nos vemos, Billy. Te dejo que duermas —dijo irónicamente el mejor amigo de Bill.
—Okay —sonrió mi gemelo—. Suerte, Andy. Gracias por apoyarme.
—De nada. Te quiero más que a nadie, amigo —lo abrazó.
—Yo también.
—Suerte con Tom y que no los descubra la loca.
—Ojalá que no.
Andreas se alejó y Bill volvió a meterse a la casa. Debía esperar mi mensaje de confirmación para ir a la casa de la loca.
Al cabo de unos minutos, pasé mi mano por enfrente de la cara de Melany para asegurarme de que ella estuviera dormida e inmediatamente le mandé un mensaje a mi gemelo para que fuera a mi encuentro. Y así lo hizo él. Salió de casa y se dirigió a la de la loca desquiciada.


Capítulo LXVI: “Un alma en dos cuerpos”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=K3QnB7gCCt4 ]

Salí de la habitación para llamar y averiguar por dónde andaba mi gemelo, quien había decidido caminar hasta la casa de Melany.
—¿Mi Billy?
—Sí, Tomy. Estoy yendo para allá.
—Ah, entonces te llegó el mensaje con la dirección.
—Sí, sí.
—¿Vienes caminando?
—Sí.
—Te voy a matar cuando llegues. Te dejo porque ya veo que te roban el celular. Ahora bajaré a ver si está la puerta cerrada o cómo está.
—Okay. No te enojes, mi amor. Te amo.
—Yo también. Guarda ya ese teléfono —corté la llamada.
No quería que a Bill le pasara algo, por eso le había advertido que fuera en auto hasta la casa de Melany. Pero, al parecer, no me había hecho caso el muy rebelde.
Bajé, busqué la llave de la puerta, la encontré y salí. Caminé hacia el gran portón de rejas, y estaba cerrado. El problema de esto era que, en el llavero, sólo había dos llaves: la de la puerta que acababa de abrir, y la del auto. No sabía cómo diablos se abría el portón. Entré a la casa nuevamente y busqué rápidamente alguna otra llave; mas no tuve éxito. Se me ocurrió otra idea: la mitad de la casa estaba rodeada de inmenso muro, y la otra mitad, estaba plasmada de arbustos, por lo que, esta última mitad, beneficiaría mi encuentro con Bill. Él podía atravesar dichos arbustos y listo, problema solucionado.
—¿Qué pasa? —preguntó mi hermano por teléfono, ya que lo llamé nuevamente.
—Deberás entrar por los arbustos de atrás de la casa, es decir, te toparás con la piscina cuando entres.
—Bien…Pero, ¿qué hago? ¿Los trepo, paso por entremedio o qué?
—No sé. Me parece que es mejor que pases por entremedio de ellos. Total, tú eres transparente.
—Muere, Tom —cortó la comunicación.
Caminé hacia el fondo de la casa mientras me reía por el enojo de Bill. Realmente me encantaba molestarlo. En la buena manera, por supuesto. Me senté a la orilla de la piscina a esperar que apareciera la luz de mis ojos por entremedio de los arbustos.
A esas horas de la madrugada, el celular de Melany sonó, lo que hizo, indudablemente, que ella despertara. Media dormida, tomó el celular de su mesa de luz y atendió.
—¿Hola?
—Mel, debes hacer algo.
—¿Qué quieres, a esta hora, Andreas?
—Bill irá para tu casa a ver a Tom.
—¿Cómo? Pero si Tom está… —afirmó ella dándose vuelta para comprobar que yo estuviera ahí.
—Está con Bill, Mel. Asómate a la ventana, o quizás estén adentro de tu casa. Debes impedir que continúen con ese amor a escondidas.
Melany inmediatamente se acercó a la ventana. Vio que yo estaba allí, al lado de la piscina sentado como si esperara a alguien. Lógicamente, su cómplice estaba diciendo la verdad.
—Está Tom aquí, en el patio, sentado al lado de la piscina.
—Ves, lo espera a Bill. Debes bajar y hacer lío.
—Lo haré. Pero primero veré hastadónde son capaces de llegar.
—Bueno. Me parece bien. Te dejo, Mel. Luego llámame y me cuentas todo. Besos.
—Okay. Cuídate.
Melany se quedó allí, en la ventana, a ver qué sería lo que haríamos cuando nos encontráramos mi gemelo y yo.
—¿Quién soy? —preguntó, obviamente, mi gemelo, tapándome los ojos con sus suaves manos.
—El niño transparente, es decir, mi amada Julieta.
Bill me pateó suavemente la espalda y caí directo a la pileta.
—¿Me seguirás molestando? —cuestionó mi hermano sonriente desde afuera de la piscina.
—Sí. Aún me quedan ganas de hacerlo —contesté saliendo de la piscina y correteando a mi gemelo—. No podrás ir muy lejos.
—Lero, lero —se burlaba mi hermano ya que yo no lo atrapaba. 
—Morirás —amenacé tomándolo de la cintura, mientras él intentaba escapar de mis brazos.
—Oh, sal. ¡Me quieren violar! —exclamaba mi gemelo riendo.
—¡Te violaré! —grité malévolamente.
Lo tomé de su espalda y de sus piernas, como si fuera un bebé, lo alcé y lo lancé sin dar muchas vueltas, hacia la piscina. Luego, me tiré por detrás de él.
—Hola, Tomy —saludó mi hermano medio tarde, tomándome de los hombros.
—No sabes cuánto te he extrañado —lo abracé con todas mis fuerzas, casi al punto de quitarle la respiración.
Comencé a besarlo desaforadamente, no aguantaba más. Hacía solamente un día que no lo veía y ya parecía como si hubiesen sido cien años sin él.
Sorpresivamente, se largó a llover. La noche más romántica no podía ser.
—Hermosa noche, ¿no crees? —dejé de besarlo un segundo.
—Como tú —continuó besándome.
—Bill…debo decirte algo —interrumpí nuestros besos.
—¿Qué pasa?
—Mejor dicho, debo preguntarte algo.
—¿Qué cosa?
—¿Quieres ser mi novio? —cuestioné sonrojándome por completo en la oscuridad de la noche y con la lluvia rozando nuestros rostros.
Era la primera vez que hacía esa pregunta. Nunca antes había tenido una relación seria con nadie, y quería empezar a tenerla con Bill. Lo amaba muchísimo, y realmente estaba más que seguro de lo que estaba haciendo. Jamás había tenido tanta seguridad en algo que hubiese hecho.
—Creo que voy a llorar —afirmó mi hermano emocionado—. Claro que quiero, amor de mi vida. Siempre fuiste el sueño inalcanzable para mí, pero ahora…Ahora todo es tan real y tan hermoso, que a veces me da miedo que todo sea tan perfecto. Sin embargo, todos mis miedos se van cuando estoy contigo, mi amor. ¡Sí, sí, quiero ser tu novio! ¿Sabes? ¡Lo quiero! —exclamó Bill completamente feliz, haciendo que Melany oyera todo.
—Así que…Son novios —susurró Melany hablando sola—. Veremos qué tanto tiempo puede durarles la felicidad.
—Se me hace tan difícil explicar con palabras lo mucho que te amo. Gracias, mi vida, gracias, por hacerme volver a nacer. Y nuevamente nacer a tu lado.
—A ti, gracias, Tomy —Bill me besó más sonriente que si se enterara que Melany había muerto. Y eso era mucho decir.
Ambos continuamos besándonos. Luego, empecé a besar su cuello. Le quité su remera y la revoleé hacia fuera de la pileta, ya que ambos seguíamos teniendo la ropa con la que nos habíamos lanzado al agua. Bill sacó también mi remera e hizo exactamente lo mismo que yo. Comenzó a acariciar mi pecho, mientras yo besaba su cuello.
Posteriormente, mis besos se fueron deslizando hacia su vientre, hasta llegar a su pantalón. Coloqué mis manos en su cintura, comenzando a bajar dicho pantalón. Logré sacárselo y revolearlo hacia fuera, al igual que habíamos hecho ambos con las remeras. Ahora, mi gemelo, se encontraba en paños menores, por no decir en boxer. Él, intentó quitar mi pantalón, pero no logró su objetivo. Así que, lenta y cuidadosamente, desprendió el botón de mi jean para poder dejarme en boxer también. Así lo hizo.
Mis manos curiosas fueron a parar adentro del boxer de mi gemelo, en donde ellas pudieron acariciar su miembro. Bill me interrumpió y se metió por debajo del agua para quitar mi boxer. Lo hizo lentamente. Yo sólo lo miraba a través del agua.
—Eres travieso, ¿eh? —dije cuando Bill había asomado su cabeza para respirar.
—Lo sé —rió.
—Ahora es mi turno —afirmé metiéndome por debajo del agua y quitando el boxer de mi gemelo.
—Estamos a mano.
—Estamos completamente desnudos —sonreí avergonzado, haciendo sonrojar a mi hermano también.
—¿Quieres hacerme tuyo? —preguntó Bill sintiendo un calor en sus mejillas, producto de la vergüenza.
—Quiero hacerte mío —lo besé suavemente.
—Espera, Tomy. Quiero que me asegures que no me quieres sólo para acostarte conmigo y nada más.
—Bill, quiero pasar el resto de mi vida contigo. Y no quiero que pienses que sólo te quiero para una noche y nada más. Estoy enamorado de ti, Billy. Somos novios y quiero que lo seamos hasta que la muerte nos separe, ¿sí?
—Claro que sí. Te amo, Tomy, más de lo que te imaginas. ¿Podrías…?
—Te lo prometo. Te prometo que estaremos juntos por el resto de nuestra vida. Te prometo que jamás te dejaré —afirmé más convencido que nunca.
—Te prometo que serás el amor de mi vida por siempre.
—¿Prosigamos? —pregunté ansioso.
—Prosigamos.
Tomé a mi gemelo de la cintura y me coloqué detrás de él. Nuevamente, besé su cuello, mientras mis manos estaban colocadas en su miembro. Bill gemía agitado.
—Esto sólo dolerá un poco —intenté calmar a mi hermano.
Era hora de que Bill fuera mío.
—Ahora…Ahora serás mío —afirmé agitado por la excitación.
Mi miembro comenzó a introducirse en Bill, hasta llegar al orgasmo. Ambos gritamos llenos de placer, al fin yo había entrado en Bill. Al fin, él era mío, sólo mío. Ni de Andreas ni de nadie más.
Ambos estábamos en medio de la pileta, desnudos, entre la lluvia y para colmo, siendo observados por una loca que era capaz de traer la motosierra y matarnos a los dos allí, dejando un gran charco de sangre en medio de la piscina.    


Capítulo LXVII: “Cuando tú estabas aquí, no lo sabía”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=m8gXkiSOYIs ]

¿Y Melany? Ella continuaba mirándolo todo desde la ventana. Si alguna vez había tenido cara de loca era esa. Sus ojos parecían estar quietos, sin parpadear, fijos en nosotros; ella parecía estar sin vida. Y así, en ese atónito estado, caminó hacia la cama, y se acostó. No cerró sus ojos, sino hasta dentro de algunos minutos, llegando a parecer recién sacada del manicomio.
Así, la noche pasó. Como a las cinco de la madrugada, Bill se fue para su casa y yo me fui a acostar allí, junto a la loca. Estaba feliz, por supuesto. Esa noche había sido la mejor de mi vida. Me acosté con una gran sonrisa en el rostro que perduró hasta que me hube dormido. Bill y yo nos habíamos demostrado cuánto nos amábamos, y yo, sinceramente, jamás la había pasado tan bien con alguien. Me sentía lleno, repleto de felicidad. Lo amaba. Amaba a Bill más que a nadie y sobre todas las cosas que pudieran existir. Sólo él tenía el poder de hacerme olvidar de todas las cosas malas de mi vida. Y además, ya éramos novios. Eso hacía que yo estuviese más feliz aún. Tenía una relación seria con alguien y no la echaría a perder con mis rayes.
A la mañana siguiente, Andreas despertó a Melany con el teléfono.
—Hola, Andy —respondió Melany saliendo de su cuarto para no despertarme.
—Hola, Mel. Al final, anoche, me quedé esperando tu llamada, para que me dijeras qué había pasado con los gemelitos.
—Pasó algo horrible, espantoso, escalofriante.
—¿Qué pasó?
—Bill y Tom…lo hicieron.
—¿¡Qué!? ¿¡Cómo que lo hicieron!? ¿¡Hicieron el amor!? ¡Bill no puede haberse entregado a ese mujeriego!
—Y sí, Bill se hace el duro, pero es más fácil que una mujer. ¿Cómo yo me pude acostar con él sin siquiera conocerlo? —rió Melany.
—Cállate. No es así. Sólo que está enamorado de ese infeliz.
—Y Tom está enamorado de él. ¡Lo odio!
—¡Yo también! Debemos hacer algo.
—Espera, Andy. Eso no es todo aún.
—¿Qué? ¿Falta información?
—Sí. Se pusieron de novios.
—Estás bromeando, ¿verdad?
—No, Andy.
—Pensemos ya algo para hacer. No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras ellos son felices.
—Ya está, Andy. Debemos rendirnos —afirmó Melany sinceramente.
—¿¡Qué!? ¿¡Estás loca!? ¿¡Rendirnos!? ¿¡A esta altura!? —exclamó completamente exaltado Andreas.
—Y sí. No queda otra, Andy. Sólo quiero morirme. Ellos se aman y hemos comprobado que son inseparables.
—No, Melany. No hemos hecho todo lo que está a nuestro alcance. Aún nos quedan miles de planes.
—Ah, ¿sí? Nómbrame alguno.
—Y…Mm, ¿secuestrar a Tom?
—¡¿Por qué no a Bill?! —preguntó Melany enfadada.
—Porque…no.
—Andy, no sé. Voy a pensar si sigo en esto. Si encontramos algún plan, bien, sino, debemos abandonar la maldad.
—Melany, no seas así. Al menos aprovecha que tienes a Tom allí, en tu casa, puedes hacer lo que sea con él. Drógalo, acuestate con él, quédate embarazada de nuevo, no sé. Inventa algo, pero tú y yo seguiremos siendo cómplices. ¿Correcto?
—Está bien —contestó Melany sin ganas.
—Me voy, Mel. Voy a ver a mi Billy.
—Okay. Yo voy a despertar a Tom.
—Suerte, y piensa lo que te he dicho.
—Lo haré. Cuídate —cortaron el teléfono.
Melany bajó para hacerme el desayuno. Quería tratarme bien. Quién sabía a qué se debía ese gran cambio en ella. A lo mejor, se había quedado traumada con lo que había visto la noche anterior.
Terminó el desayuno, y subió con él para despertarme.
—Tomy… —susurró cerca de mi oído.
—No molestes —rezongué odiosamente.
—Sólo vine a traerte el desayuno. Me voy, tómalo si quieres —afirmó ella saliendo del cuarto.
—¿Esto tendrá veneno? —susurré mirando el desayuno—. No sé qué le habrá pasado a esta para tratarme tan bien. 
Tomé un pedazo de la tostada que me había dejado Melany, lo olfateé, para comprobar que no tuviera ningún químico extraño y lo comí. Lo mismo hice con el café.
Luego, decidí darle los buenos días a la razón de mi existir.
—¡Tomy!
—¡Mi amor! —exclamé sonriente —. ¿Cómo ha amanecido el más hermoso de todos?
—¡Qué tierno! Yo excelente, mejor imposible. ¿Tú, mi vida?
—Perfecto, igual que tú. Con el grado de felicidad por las nubes. Billy…creo que ayer olvidé dos grandes cosas de decirte. Demasiado agitada estuvo la noche como para hablar y acordarme de lo que te iba a preguntar.
—Sí, es verdad —rió Bill cómplicemente ——. Dime, ¿qué te olvidaste de decirme?
—Tú, te olvidaste de contarme qué diablos te había hecho Andreas.
—Ah, nada. Sólo que un día me quiso besar en la mejilla y casi rozamos nuestros labios. Pero fue sin querer. Ambos movimos la cabeza en la misma dirección, nada de otra de otro mundo —excusó Bill a Andreas.
—¿¡Qué!? ¿¡Cómo!? —exclamé completamente enfadado por los celos ——. ¿Cuándo fue eso, Bill?
—Hace muchísimo. Fue cuando te enteraste que Melany estaba embarazada.
—Ah, menos mal. De todas formas, mataré a ese intruso. ¿¡Quién se cree para besarte sin tu autorización?!
—Ay, Tomy, no exageres —rió Bill por mis celos.
—No exagero…Es que… ¡Lo odio tanto!
—Yo también, Tomy. Yo también —mintió Bill, ya más seriamente —. Y, ¿qué otra cosa me querías decir? —preguntó Bill cambiando de tema.
—Hoy tenemos ensayo porque dentro de dos semanas es el próximo concierto.
—Entonces, hoy ensayamos. Encima vendrá Andreas, Tom.
—¿¡Cómo que va a ir esa lacra?! ¿¡Por qué!?
—Porque ayer dijo que me visitaría.
—¿Aún no sabe que lo odias?
—No.
—¿Continúas con tu plan?
—Sí, Tomy. Perdóname, pero me da lástima decirle que no sea más mi amigo. Después de todos los momentos que pasamos juntos, de todas las alegrías, desde que éramos unas criaturas nos conocemos.
A Bill lo que realmente le daba lástima y temor era mentirme. Era la primera vez que lo hacía, y no constituía una mentirita piadosa. Para mí, significaba mucho lo que él pensaba acerca de Andreas. Sin embargo, Bill prefirió callar y seguirme la corriente, mientras él continuaba siendo amigo de la lacra alienígena.
—Bill, entiendo. Mas mírame a mí, solamente me alejé de Andreas, por más que fuéramos amigos de toda la vida, porque él no es una buena persona. Y mejor estar solo que mal acompañado, ¿no?
—Sí, tienes razón. Tú déjame a mí, Tomy. Yo le aclararé las cosas hoy.
—OK. Te amo, mi amor.
—Yo también, Tomy.
—¿Sabes? Jamás la había pasado tan bien con alguien, como anoche.
—Yo tampoco. Fue el mejor día de mi vida. El treinta de septiembre, quedará para la historia. Para nuestra historia.
—Y quedará por el resto de nuestra vida, porque será nuestro aniversario por siempre.
—¿Acaso no piensas casarte conmigo? Cuando aprueben el incesto, nos casaremos, por supuesto —afirmó sarcásticamente Bill.
—Nos moriremos en el intento —reí.
—Yo creo que sí —rió mi hermano conmigo——. Tomy, ¿tú crees que Melany te dejará venir hoy al ensayo?
—No sé. Tendrá que hacerlo. Si no, la mataré.
—Ojalá que sí. Si no, mi amor, que venga. Encontraremos algún momento para estar a solas.
—Okay. Pero intentaré ir sin ella.
—Bueno. Ah, mi Tomy, mamá quería que hoy fuéramos a visitarla por la noche.
—Ah, bien. Iremos entonces, y así estaremos más tiempo juntos.
—Mas no podremos ni besarnos, ni nada frente a mamá y Gordon.
—Pero tú acabas de decir que encontraremos algún momento para estar solos, y así lo haremos.
—Tienes razón.
—Billy, me voy a bañar, así cuando te veo estoy limpiecito y más hermoso de lo normal.
—Es imposible eso.
—Ya lo sabía —respondí egocéntricamente.
—Yo también iré a bañarme, así ambos estamos más hermosos de lo que somos —rió mi gemelo.
—Adiós, amor. ¿Sabes? Te amo.
—Yo te amo más.
—Imposible —corté la llamada para que no siguiéramos peleando.
Me fui directo a bañar, para no verle la cara a Melany, por más que ella estuviera de buen humor.
Mi gemelo estaba a punto de entrar a la ducha, cuando sonó el timbre.


Capítulo LXVIII: “¿No podrías olvidarlo?”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=lmSJQYqs8GQ ]

—¿Quién molestará? ¡Dios! —se quejó molesto Bill, ya que estaba en boxer y sin nada más de ropa——. ¡Ya voy, ya voy! —respondió gritando para que quien fuese que viniera lo escuchara.
Abrió la puerta, así, en boxer, sin taparse con nada más.
Andreas se quedó en un estado de perplejidad indescriptible al ver a Bill en paños menores. Está de más decir, que no fueron muy santos, que digamos, los pensamientos de mi ex mejor amigo al ver a mi hermano así.
—¿Andy? —preguntó Bill mirando sorprendido a Andreas.
—Ay, Bill, perdón. ¿Cómo estás?
—Bien, estaba por entrar a bañarme.
—Sí, me di cuenta. Ve, báñate, yo te esperaré aquí.
—Bueno, porque vendrán los chicos para ensayar y no voy a estar todo sucio.
—Ah, ¿tienen ensayo?
—Sí, sí. Bueno, dentro de unos minutos regreso.
Se dirigió Bill hacia el baño de arriba. Apenas Andreas sintió cerrar la puerta del baño, tomó el teléfono y marcó el número de Melany.
—¿Andy?
—Mel, Mel, necesito pedirte un favor.
—Dime, ¿qué favor?
—Si hoy Tom te pide permiso para ensayar, dile que sí.
—¿Qué? ¿Acaso eres idiota?
—Espera, loca. Escúchame. Yo estoy en la casa de Bill, tú deja venir a Tom, porque tengo un súper plan.
—¿Qué plan?
—Haré que se peleen.
—¿Cómo?
—Bill le miente a Tom y yo haré que este lo sepa.
—Bueno…Pero, por favor, no dejes que ni se rocen.
—Lo haré. ¿Quién te crees que soy, Mel? Soy tu aliado no tu enemigo.
—Bueno, sólo decía.
—Okay. Entonces hablamos más tarde, ¿sí?
—Dale. Suerte con el plan.
—Gracias. Besos —cortaron la llamada.
Justo acababa de salir de bañarme, cuando Melany irrumpió en mi habitación.
—¿Quieres que salgamos hoy? —preguntó la rubia a propósito.
—Tengo ensayo, y voy a ir, quieras o no.
—Ve, no importa —contestó ella amablemente——. Otro día saldremos.
Realmente, esa fue una contestación que nunca me hubiese esperado de parte de Melany.
—¿Qué harás? ¿Le harás algo a Bill? —cuestioné perseguido.
—No, Tom. Bill estará bien, no le haré nada.
No, esto es un sueño, pensé atónito.
—Tú estás tramando algo. Estoy seguro.
—Tom, por Dios. La única vez que quiero hacer las cosas bien, no me crees.
—Es que…nunca desde que te conozco, fuiste así. ¿Por qué habrías de cambiar repentinamente?
—Quizás porque estoy arrepentida de todo lo malo que he hecho —ella sonó más sincera que nunca.
Me senté en la cama y Melany también lo hizo.
—¿De verdad?
—Perdón, Tom. Perdóname por arruinarte la vida. No me va a alcanzar ni mi vida para disculparme por todo el mal que te he hecho. Pero quiero que sepas, al menos, que me arrepiento. No merezco tu perdón, mas déjame pedirte disculpas.
—Sí, de verdad no mereces el perdón de nadie. De todas formas, te escucharé al menos.
—Gracias por hacerlo. Trata de que Andreas no se salga con la suya. ¿Me prometes que lo harás?
—Lo prometo, Melany. Andreas no se saldrá con la suya. No nos separará a Bill y a mí.
—Son inseparables. Ojalá todo el mundo llegue a entender algún día lo mucho que se aman.
Creo que las palabras de Melany habían sido más francas que nunca. No podía creer que ambos estuviésemos hablando sin diferencias, sin discusiones, como si hubiésemos sido amigos en algún momento.
—Ves que tú eres buena. Muy en el fondo, pero al fin y al cabo lo eres. No sé qué se te cruzó por la mente cuando decidiste ser mala.
—Yo tampoco lo sé. Créeme que tampoco lo sé.
—¿Me prometes que intentarás ser al menos buena persona?
—Lo prometo. Gracias, Tomy, por todo —me abrazó y respondí a su abrazo amablemente.
Ella podía estar engañándome, sin embargo, no creía que ella se hubiese rebajado a hacer semejante historia de pedir perdón en vano. Ella no hubiese pedido perdón si realmente me hubiese querido engañar. O, al menos, así pensaba yo.
Mi hermano bajó de bañarse y se puso a hablar con Andreas. Yo me quedé allí, nuevamente, en la habitación, a tocar un rato la guitarra, hasta que fuera la hora del ensayo.
Llegó dicha hora, la hora de volver a pisar mi hogar, la casa de Bill y mía.
—Me voy, Mel —avisé continuando con la amabilidad.
—Okay. Suerte.
—Gracias —cerré la puerta, subí a mi Cadillac y me fui del lugar.
Llegué a casa y golpeé. Bill me abrió.
—¡Tomy! —me abrazó y me besó con todas sus fuerzas.
La cara de Andreas demostró que feliz no estaba por mi llegada. Mas luego lo estaría, gracias al malvado plan que traía entre manos.
—Hola, idiota —saludé cariñosamente.
Bill intentó decirme algo, pero se detuvo, no debía defender a Andreas. No podía hacerlo.
Más o menos en cinco minutos, llegaron Gustav y Georg. Los saludamos contentos y comenzamos a ensayar.
Habremos ensayado por una hora sin parar. Por ello, decidimos tomarnos cinco minutos de descanso.
—Andreas, sirve para algo, tráenos jugo —mandé agresivamente.
—Eh, amigo, ¿qué es lo que te pasa? Desde que has llegado que no dejas de agredirme.
—Vamos, cállate y trae jugo.
—Obedece —opinó Bill defendiéndome.
—Sólo por ti lo hago, Bill —respondió él.
Estábamos todos tomando jugo en el living, cuando Andreas rompió el silencio.
—Bill, ¿puedo hablar contigo a solas?
—Bueno.
Se fueron hacia la cocina.
—Chicos, ¿ustedes dicen que vaya a espiar? Me muero por saber qué le dirá Andreas a Bill, por lo que él no lo ha defendido hace rato. Seguramente quiere hablar de eso. Quiero saber cuánto lo insultará Bill, ya que al fin se ha dado cuenta de quién es realmente su supuesto mejor amigo —reí malévolamente.
—Ve, amigo, ve —aconsejó Georg entusiasmado.
Caminé lentamente y me asomé a la puerta.
—Vamos, amigo, no te hagas rogar —le insistía Bill a Andreas.
—Está bien. Te quería preguntar si Tom aún no sabe la verdad.
—¿Qué verdad?
—Que tú le mientes.
—No, no sabe que le miento. ¿Por qué?
—Quería saber así no meto la pata. Pero, ¿por qué no le has dicho aún que sabes que soy bueno y que no le crees nada? Debes decirle que le has seguido la corriente solamente para no pelearte con él. Si ambos sabemos que no me odias, Bill…
Yo estaba perplejo. Sólo estaba esperando la respuesta de Bill para interrumpir esa amena conversación.
—Tom se enojará. Se enojará si sabe que aún eres mi mejor amigo y que te quiero, que no te odio. Porque él si lo hace, él sí te odia y quiere que lo haga así yo también.
Empujé la puerta tan lento como pude hacerlo. Andreas se percató de mi presencia, pero aún Bill seguía sin hacerlo.
—Nunca pensé que me mentirías, Bill. Eres la peor persona que conozco —interrumpí sorpresivamente.
—¿Tom? —giró Bill su cabeza hacia mí, quedándose anonadado.
Inmediatamente, salí de allí, y me dirigí hacia mi cuarto, cerrando la puerta de la habitación con todas mis fuerzas.
—¡No, Tom! —me persiguió Bill.
Me tiré en mi cama, para pensar. Estaba muriendo de la bronca. ¿Cómo Bill podía haberme mentido? ¿Simular que odiaba a Andreas cuando no era así? Ni aunque hubiese hecho eso para arreglarse conmigo, valía. No hacía falta, no hacía falta mentir en una cosa tan insignificante como esa. A mí no me importaba si él odiaba a Andreas o no, a mí me importaba que no me mintiese. Su intención había sido lo peor de todo. Y me dolía, porque, nuevamente, volvíamos al tema de la confianza. ¿Cuándo sería el día que él confiara de una maldita vez en mí? Si yo le digo que el color del cielo es celeste, no me creerá, pensé. Estaba harto de que siempre fuera yo el idiota que le perdonaba todo. Para colmo, Bill era más actor que Melany. ¿Había hecho todo el escándalo de pedirme perdón, cuando me había peleado con él por última vez, cortarme el teléfono, creyendo que lo iba a dejar, tan sólo por una mentira? Si hubiese sido verdad, estaría todo bien, pero era mentira.
—Perdóname, Bill, perdón —pedía él a través de la puerta.
Me coloqué los auriculares y me puse a escuchar música, tal como lo había hecho Bill en una de nuestras peleas. Esta vez, sería yo quien no lo oiría. No quería escuchar sus razones, ya las sabía.
Gustav y Georg se acercaron a Bill, quien bajaba las escaleras, decepcionado de sí mismo. Andreas también se acercó a él, simulando tristeza.
—Bill, perdóname —pidió falsamente Andreas.
—¿Qué pasó, Bill? —preguntó Georg completamente desconcertado, al igual que Gustav.
—Le mentí, le mentí… Y jamás tendría que haberlo hecho —Bill abrazó a los dos integrantes de la banda.
—¿Con qué le mentiste? —cuestionó Gustav intrigado.
—Le dije que odio a Andreas, cuando en realidad no es así.
—No te preocupes, Billy. Ustedes siempre se arreglan, seguramente ahora lo harán también.
—No creo, Geo, no creo —afirmó Bill al punto del llanto —. Me muero si llego a perder a Tom por esa pavada.
—No exageres, Billy —se entrometió Andreas —. Tom te perdonará porque te ama.
—Perdón por meterme, ¿no? Pero, Andreas, tú eres un imbécil. Primero, que no eres la persona que dices ser, y segundo, ¿¡qué mierda tenías que estar diciendo que quieres hablar con Bill a solas cuando está Tom!? ¡Idiota! —Georg corrió directo hacia Andreas y le pegó una trompada.
Y Andreas no se quedó sin hacer nada, por supuesto. Lanzó también una trompada que dejó a Georg medio tirado. Sin embargo, este, se la devolvió con mucha más fuerza, y casi volteó a mi enemigo. 

Capítulo LXIX: “Las cosas se pagan”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=lq8gy6VON7s ]

—¡Chicos, deténganse! —exclamó Bill completamente desesperado, sin saber qué hacer.
—Déjalos, ya se cansarán —contestó Gustav completamente calmado.
—¡Gus! ¡Ayúdame a separarlos!
—Ya está. Ya le di su merecido —afirmó Georg agarrándose su rostro, en el lugar donde Andreas le había pegado.
Bill sólo se quedó callado y así, en silencio, subió para su habitación. Estaba tan cansado como yo de las peleas conmigo. Solamente hacía un día que estábamos de novios, y ya comenzábamos mal, peleándonos. Pero, simplemente, la culpa de todo la tenía el rubio. Esa vez no había sido Melany la culpable.
Y hablando de la loca, al parecer, esta, no estaba del todo bien. Comenzó a pensar, a torturarse. ¿Y si Andreas no nos controlaba y nosotros nos besábamos? O peor aún, ¿si nosotros teníamos relaciones? ¿Y si el plan de Andreas no funcionaba? esas, eran algunas de las preguntas que se hacía Melany. Además, ella se sentía mal, culpable. Culpa de ella Andreas se había vuelto muchísimo más malo, quería separarnos, culpa de ella y su obsesión conmigo de casarse perdió a su hijo, culpa de dicha obsesión también había planeado acostarse conmigo y quedarse embarazada, también había matado a un doctor, que no tenía nada que ver, había cambiado los análisis del hospital, y muchísimas maldades más, que eran de común conocer.
Fue por todo aquello, que decidió que no viviría más viéndonos a Bill y a mí siendo felices juntos, o, por el contrario, siendo tristes, torturados por ella o por el mismo Andreas.
—Lo haré, me quitaré la vida y acabaré con todos los problemas. Ya nada más será triste —susurraba ella mientras buscaba gasolina en el garaje de su casa.
Ella estaba enloqueciendo. Más de lo normal. Comenzó a vaciar el bidón de gasolina por toda la casa, mientras susurraba cuánto odiaba a Bill. Luego, buscó una caja de fósforos. Subió hasta el cuarto que se veía desde la calle, en donde, dije alguna vez, se guardaban los objetos sin valor alguno, aún con el bidón en mano. Roció también ese pequeño lugar con gasolina. Allí, buscó una soga y se paró en una silla para atarla al techo. Le hizo un nudo, dejando un perfecto círculo, ideal para ahorcarse.
Era hora de acabar con su vida, de terminar con todo aquello que le hacía mal, de dejar de vivir en un mundo en el que nadie la quería, por sus maldades, o por lo que fuere. Según sus pensamientos, así era la vida de cruel.
Prendió la luz del cuarto. Seguidamente, subió a la silla con la caja de fósforos y su teléfono móvil en la mano y decidió hacer un corto llamado. Me llamó a mí, al amor de su vida.
—¿Qué quieres, Melany? No estoy para hablar con nadie —afirmé odiosamente.
—Tom, acabaré con mi vida, pero nunca olvides que fuiste el amor de mi vida. Te amo  —cortó el teléfono repentinamente.
Listo, todo estaba hecho y dicho. Encendió un fósforo, y lo revoleó hacia el charco de gasolina. Por último, pateó la silla, quedándose colgada de la soga.
Yo, en ese momento, estaba en camino hacia la casa de Melany, a toda velocidad, en mi Cadillac, ya que apenas recibí su mensaje suicida, decidí hacer algo. Salí de casa a las apuradas, sin avisarle a nadie que me iba. Y nadie se enteró de que lo hice, ya que Georg, Andreas y Gustav estaban en la cocina, intentando solucionar sus problemas. O mejor dicho, los problemas míos y de Bill.
Llegué en mi Cadillac y estacioné bruscamente en frente de la casa de la rubia. Me bajé y, puedo afirmar, que jamás en mi vida he vuelto a ver una imagen tan desagradable y traumática como la de aquella noche. Desde allí abajo, pude ver la silueta de Melany ahorcándose, en el pequeño cuarto, y toda la casa envuelta en llamas.
No podía quedarme allí de brazos cruzados. Intenté entrar a la casa por el gran portón de rejas, pero estaba cerrado. Debía ingresar por los arbustos. Corrí hacia el fondo de la casa y atravesé las matas. El agua de la pileta estaba completamente plasmada de cenizas producto del fuego.
Intenté acceder por la puerta del fondo de la casa, mas se me hacía imposible cruzar hacia ella. Las habitaciones de arriba se estaban desmoronando. Así que, fue por ello que me dirigí hasta el frente de la gran casa para poder llegar hasta Melany. Me filtré por entre medio del fuego y llegué al piso de arriba, luego de atravesar las escaleras que, poco a poco, se iban deshaciendo. Al fin estaba en el primer piso. Busqué rápidamente la habitación en la que debía estar Melany y, afortunadamente, la encontré. Irrumpí en ella colmado de cenizas por todo el cuerpo, y comenzando a toser, debido a que la cantidad de humo era impresionante. Logré visualizar a lo lejos la silueta de Melany, quien no se movía en absoluto.
—¡Mel! —grité desesperado.
No obtuve respuesta alguna. Y ello fue por una razón obvia.
Aún sin querer aceptar su destino, atravesé el fuego que encerraba a la rubia, y la descolgué, consiguiendo quitarle la soga que rodeaba su cuello. Salí con ella en mis brazos y me di con que no había salida alguna de la casa. Estaba todo cubierto de llamas. Tenía mi celular, para algo me serviría. Llamé al novecientos once y pedí ayuda. Sólo debía esperar.
Me quedé allí en ese cuarto, con Melany en mis brazos, intentando despertarla. Susurré su nombre más de ochocientas veces, hasta que el servicio de emergencias decidió venir. Es decir, no tardaron tanto, pero los minutos eran clave en esa instancia de vida o muerte.
Los bomberos colocaron una escalera desde afuera hasta en el cuarto en el que estábamos Melany y yo. Bajé con ella en mis brazos más rápido que si me hubiese tirado desde arriba. Coloqué su cuerpo inconsciente en el piso. Con miedo, y un mínimo de esperanzas, toqué su muñeca, comprobando si tenía pulso. Indudablemente, no lo tenía. Ella estaba muerta.
Una mezcla de sentimientos inundaron mi cuerpo. Rabia, culpa, dolor, eran algunos de ellos. Estaba, sin dudas, triste. ¿Por qué?, me pregunté. Si era ella quien había arruinado por completo mi vida. Quizás era más la culpa que me invadía que la tristeza que tenía por su suicidio.
La policía llegó en unos instantes.
—¿Usted es…?
—Tom Kaulitz —respondí entrecortadamente.
—¿Y ella?
—Una amiga. Melany…Melany Austen.
El policía realizó una llamada y volvió a molestarme.
—Usted tiene antecedentes penales. ¿Cómo sabemos que no la mató? —me cuestionó el policía algo molesto.
—Simplemente, hagan lo que quieran conmigo —contesté a punto de quitarle una pistola para suicidarme yo también.
No sé en qué momento había llegado una ambulancia, la cual quitó el cadáver de Melany del suelo y se la llevó.
Cuando veía dicha ambulancia alejarse, me sonó el teléfono, que aún seguía vivo, en pésimas condiciones, pero vivo al fin.
—¿Hola? —pregunté sin saber quién llamaba, ya que no se me dio por fijarme el número de la pantalla.
—¡Tom! ¿¡En qué momento te fuiste de aquí!? ¿¡Dónde estás!? —cuestionó Georg algo alterado.
A buena hora me extrañan, podría haber muerto, pensé negativamente.
—Geo…Melany…Ella ha muerto. Se suicidó —respondí tristemente.
—¡Una buena noticia! —exclamó Georg felizmente, sin darse cuenta que estaba fuera de lugar decir eso.
—Georg, qué desubicado eres —corté el teléfono amargamente.
—¿Qué pasó? —le preguntó Gustav a Georg, por la cara que este último traía consigo.
—Melany se suicidó —contestó Georg dándose cuenta de lo mal que había hecho en expresar sus sentimientos frente a mí.
—¡¿Cómo!? ¿¡Qué acabas de decir!? —cuestionó Andreas más intranquilo que nunca.
—Tu cómplice se suicidó.
—¿Estás hablando en serio, Geo? —Gustav no podía creerlo.
—¡No puede ser! ¡No puede ser! —gritaba Andreas como loco.
—¿Qué pasa acá que gritan tanto? —preguntó Bill entrometiéndose en la conversación —. Andreas, ¿qué pasó?
—¡Al fin una buena noticia! —respondió Andreas intentando disimular que no era el cómplice de Melany.
—Melany murió, Bill, eso pasa —afirmó Geo depresivamente.
—Como humano, es realmente fuerte la noticia. Sin embargo, después de todo lo que nos hizo a mi gemelo y a mí, no puedo evitar admitir que se lo merecía.
—Creo que Tom te necesita, Bill. No sonaba muy bien por teléfono.
—¿Querrá verme? —cuestionó mi hermano dudoso.
—Seguramente —añadió Gus.
—Vamos, te acompaño, Billy —se quiso hacer el amable Andreas.
—Vamos todos —afirmó Bill.
—Okay. Vámonos —respondió Gustav.
Los cuatro se subieron al Cadillac de Bill y se dirigieron hacia donde me encontraba yo.


Capítulo LXX: “¿Será para bien?”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=0goJSZL4C8g ]

Mi gemelo, Gus, Geo y Andreas llegaron a casa de Melany. Yo estaba allí, sentado en el cordón de la vereda, sucio y completamente depresivo, viendo cómo los bomberos terminaban de apagar el fuego de lo que había sido alguna vez una casa hermosa.
Vi llegar a los chicos.
—Perdóname, Tom. No sé en qué estaba pensando cuando dije lo que dije —pidió Georg absolutamente arrepentido.
—Está bien, Geo. Entiendo.
Bill, al bajarse del auto y verme, caminó hacia mí y se arrodilló al frente de mí.
—¿Puedo tan sólo…abrazarte? —preguntó Bill tímidamente, y no era para menos.
—Ya me tienes harto con Andreas. Como tú has dicho alguna vez, ve y abrázalo a él. Seguramente te necesita más que yo —afirmé sarcásticamente.
Bill se levantó tristemente y se dirigió hacia el auto. Andreas se había quedado anonadado al ver la casa de Melany, totalmente destrozada, nada había quedado de ella. Y tampoco podía creer que su cómplice hubiese muerto.
—No la mataste tú, ¿verdad? —me preguntó el idiota de Andreas.
—A quién mataré será a ti —amenacé sin piedad.
—Si tu novio te miente, no tengo la culpa —se rió malvadamente él.
—¿¡Puedes dejar de molestar!? ¿¡O quieres ganarte otra trompada?! —le preguntó Georg al rubio, quien hizo una seña de desprecio y se dirigió hacia el auto con Bill.
Gustav se había quedado a mi lado también.
—¿Tú le pegaste? —le cuestioné a Georg sonriendo.
—Sí. Y le pegaría muchas trompadas más.
—Te lo agradezco, Geo.
—Fue un placer, amigo.
—Cuéntanos, Tom. ¿Qué pasó con Melany? —preguntó Gustav intrigado.
—Ella me llamó cuando yo estaba en casa, me dio su mensaje suicida, y cuando llegué aquí ya era muy tarde. Melany había incendiado toda la casa y estaba ahorcándose. No pude hacer nada. Me siento un estúpido, la culpa me está matando, amigos —abracé a ambos —. No puedo más, quiero escapar de todo esto.
—Tom, si escapas no estás enfrentando la realidad.
—Lo sé, Gus, lo sé…Pero, siento que esto me supera.
—Tranquilo, Tom. Melany se suicidó, ella acabó con su vida, no tú. No tienes por qué sentirte culpable. Lamento decirlo, mas ella se lo merecía…
—Ella estaba cambiando…No se lo merecía, créeme. Hablamos esta mañana y…me pidió perdón, fue totalmente sincera, Geo. Sé que es inútil, nadie me creerá.
—Melany solamente hacía lo que le convenía, Tom. Le convenía pedirte perdón para hacerse la buena, sin embargo, ella siempre fue mala.
—Debe avisar a la familia de la víctima de lo sucedido —nos interrumpió un oficial de policía.
—Pero no tengo el número de ninguno de sus padres. Ellos están de viaje.
—Pues, entonces se lo averiguaremos. No se vaya de aquí.
—No lo haré.
—Como te decía, Tom, Melany siempre fue mala. ¿Tú creíste que cambiaría de un día para otro?
—Sé que lo hizo, Geo. No importa, no me creas. Cambiando de tema, ¿qué le diré a los padres de Melany?
—Que…¿que su hija murió?
—Que su hija se suicidó por mi culpa.
—Tom, basta de ser tan negativo, hazme el favor.
—Aquí está el número del padre de Melany Austen —el oficial me entregó un papel con un número de teléfono anotado.
—Tengo miedo —le dije a Georg aterrorizado —. Para colmo, me dieron el teléfono de su padre, nunca de su madre, ¿no? Claro, quieren que me maten —me quejé odiosamente.
—Tú sólo marca y di lo que pasó.
Marqué el número escrito en el papel y esperé a que atendiera.
—¿Hola? —atendió el padre de la víctima.
—Hola…Verá…¿Se acuerda de Tom Kaulitz?
—¿El padre del bebé que perdió mi hija? Mejor dicho, ¿del bebé que tú le hiciste perder?
—Oiga, espere, yo no la obligué a abortar. No nos vayamos de tema…
—¿Para qué llamas? ¿Dónde está mi hija?
—Quería avisarle que…su casa se incendió, y ella se…Ella se suicidó —avisé con el mismo miedo que tenía la primera vez que hablé con los padres de Melany.
—¿¡Qué!? No puedes estar hablando en serio. ¡No! ¡No! ¡Mi hija! ¡La mataste! —rompió en llanto y cortó el teléfono.
Si antes me sentía mal, fue después de llamar por teléfono cuando me sentí peor.
—Él también cree que la maté. Soy un desastre, Geo. Vámonos a casa, chicos, por favor. No aguanto un segundo más aquí.
—Okay. ¿Vas en tu Cadillac? —me preguntó Georg.
—Sí, pues, ni modo que vaya en el de Bill y deje el mío aquí.
—Iré contigo. No vaya a ser cosa que tú te quieras suicidar también. Tú, Gus, ¿con quién vas?
—Iré con ustedes, así me alcanzan hasta casa.
—Bueno, vamos —dije caminando hacia mi auto con Gustav.
—Espera, le avisaré a Bill —afirmó Georg. 
—Bueno.
Georg se acercó al auto de Bill y le golpeó su ventanilla. Mi gemelo la bajó.
—Iré en el Cadillac de Tom con Gus. Acercaremos a este a su casa y luego vamos para la suya.
—Bien, pues, yo acercaré a Andreas hasta su casa —contestó Bill.
—Okay.
Georg fue hasta mi auto y se subió.
—¿Geo, tú te quedas en casa? —pregunté.
—Sí, si no hay problema…
—No hay problema, amigo.
Llevamos a Gustav hasta su casa y nos dirigimos hacia mi hogar. Nuevamente, yo estaría allí, viviendo con Bill. Sin embargo, no estaba feliz. Estaba peleado con él y aún cargaba con el peso de no sólo una muerte, sino de dos. Mi hijo, había sido perdido por Melany por mi culpa. Esto, había sido por quedarme con Bill en la boda, y no perseguir a Melany, por dejar que mi casamiento se cancelara. No estaba arrepentido de estar con Bill, por supuesto, pero debí tener más cuidado de las cosas que hacía.
Bill llevó a su mejor amigo hasta la casa del mismo. No hablaron absolutamente nada importante en el camino, Bill estaba lo demasiado triste como para querer hablar de mí con Andreas.
Geo y yo fuimos los primeros en llegar a casa.
—Geo, me voy a dormir.
—¿¡Qué?! ¿¡Tan temprano!? ¡Apenas son las diez de la noche!
—Entiéndeme, fue un día espantoso. No estoy bien.
—Amigo, no me gusta que estés así. Debes perdonar a Bill…
—No hasta que no confíe en mí. Y eso sucederá…nunca —me quejé odiosamente —. Mañana háblame antes de irte.
—Está bien. Descansa, Tom.
—¿Dónde dormirás?
—Aquí, en el sillón, no te preocupes, Tom. Como si nunca me hubiese quedado a dormir.
—Bueno. Suerte, amigo. Nos vemos mañana.
Me acosté para intentar dormirme. Pero me fue imposible, ya que tenía una idea fija en mi cabeza, que no se quitaba ni dejaba de molestarme. Me pasé absolutamente toda la noche pensando si sería una buena idea escaparme. No escaparme con Bill, ni con Geo, ni con Gus, ni con nadie, sino solo. Y no hacerlo por un par de días, para luego regresar, sino irme a vivir a otro lugar. Quería mudarme de país, de ciudad, de continente. Quizás estaba enloqueciendo, sí, mas sería lo mejor. Dejaría de una vez por todas a Bill en paz, que fuese feliz con Andreas, y así, ninguno de los dos tendría problemas ni con mamá ni con la familia, ni con nadie. Si alguna vez había querido alejarme de él, era esa. Mi infelicidad no me importaba si sabía que Bill era feliz. Y que muchas personas más lo eran. Dentro de las cuales estaba la familia de Melany, y mis fans. Ambos pensaban que yo era la peor basura del mundo, que había matado a la loca, y que, encima, la había obligado a abortar. No quería continuar con Bill por la simple razón de que nuestro amor era prohibido, imposible. Y eso nos traería muchas consecuencias luego, que serían aún peor de inaguantables que Andreas y Melany juntos. Bill y yo, ambos, la pasaríamos muy mal, de eso estaba seguro.
Por otro lado, me destrozaría a mí mismo. Dejar al amor de mi vida, y a la banda, para mí, era como morir en vida. Además, rompería la promesa que le había hecho a Melany. Andreas terminaría por acabar con la relación mía y de Bill. Mas, ya cargaba con dos muertes, con miles de personas en mi contra, con la policía que pensaba que era un asesino, y con las peleas constantes con Bill. Todo eso era demasiado como para quedarse, como para poder soportarlo.
Finalmente, luego de horas de pensar, tomé una decisión. No sabía si era la correcta o no, sin embargo, ya estaba decidido: me iría, a la mañana siguiente, lejos de todo. Lejos de mi amor, lejos de mi familia, de mi banda, de mis amigos y de mi lugar de origen.
Estaba a punto de dormirme, cuando Bill se asomó a mi habitación. Se percató de que yo estaba dormido y se retiró de la misma para acostarse. Por último, yo me dormí.


Capítulo LXXI: “No será lo mejor, pero será lo más sano”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=PCqbV0uZ2yA ]

Bill se alcanzó a echar en su cama, cuando le sonó el celular.
—Bill…
—¿Mamá? ¡Mamá! —exclamó mi gemelo recordando que habían quedado en que ese día la visitaríamos.
—Los mataré —afirmó mamá enojada.
—Perdón, mamá. Es que no sabes lo que ha pasado.
—¿Qué puede haber pasado que sea más importante que ver a tu madre?
—Melany se suicidó.
—¿¡Qué?! Ay, Dios mío, perdón, hijo.
—Está bien, mamá.
—Bueno, debo admitir que no la aguantaba a esa loca, después de todas las mentiras que ha dicho. Pero, realmente, me ha impactado la noticia, no puedo creerlo. Tú, hijo, ¿estás bien?
—Sí, mamá —mintió Bill, ya que él estaba mal por mí—. Tom es quién está mal por Melany.
—Qué raro. Pensé que estaría feliz.
—Yo también.
—Bueno, hijo…¿Mañana me podrán visitar?
—Sí, supongo que sí…
—Okay. Cualquier cosa avísenme. Los espero para cenar.
—Bueno. Suerte, mamá. Te amo.
—Besos, Billy. Te amo también —cortaron la comunicación.
Finalmente, Bill se durmió.
A la mañana siguiente, me desperté a las nueve de la mañana. Estaba angustiado, no feliz. Me iría sin avisarle a nadie, ni siquiera a la persona que más amaba en todo el mundo. Pero la decisión ya estaba tomada, lo haría.
Abrí mi placard, tomé tres maletas y comencé a meter lo que me había quedado de ropa en casa, ya que la otra parte de mis pertenencias se había esfumado, junto con la casa de Melany y ella. También, gracias al incendio, había perdido la guitarra más preciada que tenía. Sin embargo, eso era lo que menos me importaba en ese momento.
Al terminar de hacer las maletas, tomé una guitarra y ya estaba listo para irme. Mas primero, quería hacer una cosa. Entré a la habitación de Bill sin hacer el menor ruido, y me quedé observándolo. Parecía un ángel dormido, era tan hermoso. Lo extrañaría como jamás había extrañado a alguien. Por ello, derramé un par de lágrimas y luego me retiré de la habitación, ya que si me quedaba ahí, me arrepentiría de lo que estaba haciendo.
Tomé mis pertenencias, salí de casa, subí a mi Cadillac y me dirigí hacia el aeropuerto. Por supuesto, que me había camuflado por completo. Esa vez, era imposible que alguien me reconociera. Llevaba puesta la ropa más pegada al cuerpo que tenía, unos lentes negros, que una vez había comprado, pero que nunca los había usado porque no me gustaban, y un gorro más feo imposible.
Ya sabía cuál sería mi lugar de destino: Tokyo. Bill nunca se imaginaría que yo me hubiese ido a ese lugar, ya que él, Geo y Gustav, pensaban que los cuatro debíamos ir allí juntos a conocer.
Llegué al aeropuerto, y compré el pasaje. Le dije a la señorita que me lo había vendido que mantuviera en secreto el lugar de destino y mi identidad. También le advertí que no quería ser grosero, pero que si ella llegaba a abrir la boca, estaría en serios problemas. Y no era mentira.
Posteriormente, me senté a esperar que fuera el horario de salida de mi vuelo. Sólo faltaba media hora.
El celular de Bill sonó. Por ello, fue que este se despertó.
—¿Hola? —preguntó Bill aún medio dormido.
—Hola, Bill. Soy David. ¿Te desperté?
—No, sólo es tu imaginación —respondió mi gemelo odiosamente.
—Perdón, es que es urgente el motivo por el cual te llamo.
—¿Qué pasa?
—Tienen concierto.
—¿Cuándo? No me vayas a decir que hoy porque me caigo duro.
—Pues…Cáete duro. ¿Recuerdas el concierto que sería dentro de dos semanas?
—Sí.
—Los organizadores del evento cambiaron su fecha para hoy.
—¡¿Estás bromeando?! ¡¿Por qué siempre nos hacen lo mismo?! Nos avisan con una hora de anticipación y nosotros tenemos que estar listos.
—Perdón, Bill.
—Está bien. No importa.
—¿Confirmo el concierto?
—Sí, confírmalo.
—Okay. Nos vemos esta noche, entonces. Le pasaré la dirección a Georg más tarde, ¿sí?
—Bueno. Nos vemos. Gracias, Dave —cortaron el teléfono.
Bill me avisaría a mí y a Georg sobre el concierto de la noche. Este último estaba acostado en el sillón del piso de abajo, por lo que mi gemelo decidió avisarme a mí en primer lugar.
Mi hermano entró en mi habitación y se percató de que no había nadie en ella. Se asomó al baño y yo tampoco estaba allí. Bajó las escaleras y Georg estaba roncando en el sillón del living. Pasó para la cocina a ver si yo no me encontraba desayunando, o algo por el estilo, pero tampoco tuvo suerte. Por último, se fijó en el otro baño y en el patio, mas no había rastros de mi presencia. Fue a despertar a Georg. Lo movió hasta que lo logró.
—Geo, ¿no has visto si Tom salió de casa?
—No, no. ¿Por qué?
—Porque no está en la casa.
—Seguramente salió a tomar aire. No te preocupes.
Mi gemelo subió para, nuevamente, fijarse en mi habitación si no me encontraba. Como si fuera a estar debajo de la cama, quién sabía. Por supuesto, que no me encontró, sin embargo, tampoco encontró mis pertenencias.
—No puede ser… —susurró mi gemelo en estado de shock.
En ese mismo estado, bajó a buscar a Georg, quien se había vuelto a dormir.
—Geo, despierta.
—Oh, ¿qué pasa ahora, Bill? —se quejó sin abrir los ojos.
—Es Tom…
—Ya te dije que vendrá. Déjame dormir —se dio vuelta.
—No, Geo. Él no vendrá. Se llevó sus cosas. Se ha ido —afirmó Bill aún sin poder creerlo.
Georg inmediatamente se levantó, como si nunca hubiese estado dormido.
—¿¡Qué!? No puede ser. Lo llamaré.
—Sí, llámale tú, porque a mí no me atenderá.
Georg marcó mi número. Escuché que sonó el celular y lo miré para ver quién era. Al ver que era mi amigo, lo apagué. No debía hablar con nadie, ni despedirme de nadie. Seguramente, el rubio ya se dio cuenta de que no estoy, pensé.
—Estaba sonando y apagó el celular —le dijo Georg a Bill completamente sorprendido, levantándose del sillón.
—¿Por qué? ¿Por qué, Geo? —preguntó Bill a punto del llanto.
—¿Por qué apagó el celular? No lo sé, Bill.
—No, idiota. ¿Por qué se fue? Dime, ¿tan mal hice las cosas? Lo sé, soy un desastre. Aún no puedo creerlo. ¡¿Tan malo soy!? ¿¡Tanto necesitaba Tom a Melany que cuando se murió ella se fue!? —gritó Bill rompiendo en llanto desconsoladamente.
Georg se acercó completamente conmovido y abrazó a mi gemelo.
—Tranquilízate, Bill. Volverá, él no puede vivir sin ti.
—Conozco a Tom, lo conozco, él no volverá. Cuando decide algo, realmente cumple con ello —Bill continuaba abrazando al rubio y llorando.
—Por Dios, amigo. No puedo verte así. ¿No sabes adónde puede haber ido tu hermano?
—No tengo idea. ¡Lo odio, Geo! ¡Lo odio! ¿¡Cómo es capaz de hacerme semejante estupidez?! Si sabe que lo amo más que a nadie…
—Sí, la verdad. Yo tampoco puedo creerlo, amigo.
—Quiero morir…
—Bill, no digas esas cosas, hazme el favor.
—Quiero pensar que él volverá, Geo.
—Tranquilo, volverá.
—Ojalá, amigo. Además, ¿cómo va a dejarnos así, sin banda? Esta noche tenemos el concierto que estaba planeado para dentro de dos semanas. David me acaba de avisar. Tom no puede haberse ido lejos. Moriré si sé que eso es así.
—Intentaré llamarlo nuevamente. O le dejaré un mensaje de voz, lo que sea.
Georg me llamó de nuevo. Al ver que no lo atendía, dejó un mensaje.
—Amigo, ¿adónde te has ido? Vuelve, por favor. Tenemos un concierto esta noche, no nos dejarás sin banda, ¿no? Bill te necesita, hazlo por él, por favor —insistió Geo.
—Te faltó decirle que lo odio —afirmó Bill completamente enfadado y triste—. Geo, perdóname en serio, pero me iré a acostar.
—Bill, son las diez y media de la mañana.
—¿Qué prefieres que me acueste o que me suicide? —cuestionó mi hermano.
—Mejor acuestate. No seas tan negativo, Billy. Créeme que volverá. Sé que nada de lo que te diga te ayudará, pero sólo quiero verte bien.
—Gracias, amigo. Te quiero —Bill lo abrazó.
—Si te acuestas me iré.
—Okay.
Bill lo acompañó hasta la puerta.
—No hagas nada, por el amor de Dios —le advirtió Georg.
—No haré nada, Geo. Nada más matar a Tom.
—Okay, me quedo más tranquilo. Te llamaré más tarde para ver si sigues vivo.
—Bueno. No sé si reírme o llorar —sonrió Bill fingidamente.
—Fuerzas, Bill —lo abrazó el rubio—. Aquel me escuchará.
—Gracias, amigo.
—Adiós, Billy —Georg se alejó caminando.
Mientras, yo estaba por subir al avión. Había que apagar el celular, por lo que decidí prenderlo antes de ascender al transporte aéreo. Vi que tenía un mensaje de voz de Geo, así que lo escuché con algo de miedo.
—Amigo, ¿adónde te has ido? Vuelve, por favor. Tenemos un concierto esta noche, no nos dejarás sin banda, ¿no? Bill te necesita, hazlo por él, por favor —escuché la voz de Geo.
Por un momento, pensé en salirme de la cola e ir corriendo, buscar y abrazar a mi hermano. No seas idiota, me dije. Ya había tomado una decisión y no volvería atrás por nada del mundo. Así que me subí al avión. No pude evitar derramar algunas lágrimas nuevamente; lo que estaba haciendo me estaba matando. Nos estaba matando, a mí y a Bill.
¿Cuál es el objeto de esto?, me preguntaba mientras volaba. ¿Lastimarme? ¿Acaso era morboso?  Solamente quería hacer feliz a Bill. Sin embargo, no me di cuenta que mi ida no era un motivo para que mi hermano lo fuera. Él jamás sería feliz sin mí. Y yo tampoco sin él. Todo se había convertido tan rápidamente en un mágico sueño, que era absolutamente irreal, pero las cosas se complicaron por completo cuando aparecieron Melany y Andreas en nuestra vida. No les echaría la culpa de mi decisión de irme, mas ellos habían ayudado para que eso ocurriera. De todas formas, sólo quería oír, en ese instante, que mi gemelo estaría bien.


Capítulo LXXII: “No puedo vivir, si vivir es estar sin ti”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=Ymrq8m1Yi6k ]

Bill se fue a acostar. Nunca había llorado de la forma en la que esa mañana lo hizo. Estaba sorprendido, enojado, triste. Sólo quería saber por qué me había ido. Obviamente, que nosotros estábamos peleados, pero esa pelea insignificante, no era suficiente como para irse del hogar. ¿Y si me había ido por la muerte de Melany? Bill pensó que eso sería tonto de mi parte, ya que ambos teníamos que estar, por supuesto, saltando en una pata de la felicidad. Claro, todo era así de fácil para Bill, ya que él no sabía que había dos enemigos, sino que pensaba que había uno solo y que ya no estaba más.
Andreas no podía dejar de molestar siquiera un solo día. Como a las tres de la tarde, decidió llamar por teléfono a Bill. Estaba de más decir que a él no le había afectado en lo más mínimo la muerte de su cómplice. Lo había conmovido, sí, mas no lloró ni nada por el estilo. Él solamente quería continuar con su malvado plan de terminar de separarnos a mí y a Bill.
Mi gemelo se despertó a causa del teléfono.
—Hola, Andy —atendió medio dormido.
—Billy, ¿cómo estás?
—Mal, mal. En el peor momento de mi vida.
—¿Por qué? ¿Continuaron peleando con Tom?
—No, pasó algo peor que eso.
—¿Qué pasó?
—Tom…se fue.
—¿Cómo que se fue? —preguntó Andreas sonriente—. ¿Adónde?
—Si lo supiera no estaría aquí, Andy. No sé adónde ha ido, sólo sé que se llevó todas sus pertenencias, como si no fuera a volver nunca más.
Andreas tapó con su mano el teléfono, y gritó felizmente de una manera inexplicable.
—Al fin he ganado. ¡Ganamos, Mel! —exclamó Andreas mirando al cielo—. Oh, Bill, no puedo creerlo —le mintió a mi gemelo.
—Estoy destrozado, Andy. ¿Puedes venir?
—Como no, amigo. Me imagino cómo estarás. En un momento nos vemos, entonces.
—Sí, por favor. Gracias, hermano del alma.
—De nada, Billy. Siempre estaré disponible para ti.
—Y yo para ti, amigo. Ven rápido.
—Lo haré —cortaron la comunicación para verse.
Bill, mientras esperaba a Andreas, decidió llamarme, para ver si yo, al fin, atendía el teléfono. Pero el mismo sonaba, sonaba y nadie respondía. Pues claro, yo estaba en pleno vuelo y el celular no tenía señal. De todas formas, si hubiese recibido el llamado de Bill, no hubiese atendido. No porque no hubiese querido hablar con él, sino porque, simplemente, no quería ponerme mal por teléfono. Y además, porque me había prometido a mí mismo olvidarme de él, aunque eso fuese imposible.
Andreas llegó a casa y tocó el timbre. Indudablemente, no era un buen momento. Bill nuevamente estaba llorando porque yo continuaba sin atender el teléfono. Se secó las lágrimas un poco, y abrió la puerta.
—Oh, Bill… —lo abrazó Andreas conmovido porque mi gemelo no paraba de llorar—. No puedo verte así.
—¿Por qué me hizo esto? ¿Tanto me odia?
—Perdóname, Bill, por lo que te voy a decir, pero siempre supe que Tom te haría daño. Él jamás va a pensar en alguien que no sea él y su felicidad.
—Tienes razón, Andy. Mas no tienes una idea de lo mucho que lo amo. Y odio hacerlo. Odio amarlo. ¿Por qué me tuve que enamorar de mi hermano? ¿Acaso no pude enamorarme de una diosa de la televisión? O de cualquier chica, de cualquier chico, no me interesa.
—Sólo hay una cosa que puedes hacer. Y es olvidarlo, hacer de cuenta que no fue nada en tu vida.
—Tú mismo lo dijiste el otro día. ¿Cómo voy a hacer para olvidarlo?
—Empieza por dejar de llorarlo. Él no se merece tus lágrimas —Andreas acarició el rostro de mi hermano, quitando las lágrimas que recorrían sus mejillas.
—Pero…
—¿Qué?
—Quizás tengo la culpa yo.
—¿De qué? ¿De qué tu hermano te haya abandonado?
—Sí. Yo fui quien le mintió.
—Oh, vamos, Bill. Esa insignificante mentira no era para que tu hermano se fuera del país, del continente —afirmó Andreas cruelmente.
—¿Y si lo era? ¿Y si fue la gota que colmó el vaso?
—¿Y si la muerte de Melany fue la gota que rebalsó el vaso?
—Quizás. Sin embargo, si no le hubiese mentido, apuesto a que no se hubiese ido.
—Ya está, Bill. No lograrás nada con lamentarte, no hay vuelta atrás.
—Ni siquiera fue capaz de despedirse, de llevarme lejos de todo con él.
—Eso te demuestra lo poco que le importas —Andreas infundaría en Bill el odio hacia mí.
—Es verdad. Ojalá se le caiga el avión cuando viaje y nunca me entere —apuntó Bill bestialmente—. Pasa, Andy —dijo mi gemelo, ya que ambos se habían quedado hablando en la puerta de la casa.
Se sentaron en el living para charlar.
—Encima esta noche tenemos concierto.
—¡¿Tienen concierto?!
—Sí, esta noche. No me preguntes cómo haremos para tocar sin guitarrista.
—Bill, ¿recuerdas que…?
—Sí, que habías tomado algunas clases de guitarra —interrumpió mi hermano.
—Si tú quieres…podría tocar en la banda hasta que Tom regrese.
—No…No lo había pensado —afirmó Bill algo sorprendido por la propuesta de su mejor amigo—. De todas formas, hoy no iré ni loco al concierto. Tengo menos ganas de vivir.
—Bill, no digas esas cosas.
—No podría cantar sin Tom…Lo necesito a él en el escenario, dándome fuerzas…Creo que la banda ha llegado a su fin.
—¿¡Qué!? ¿¡Cómo puedes decir eso!? No permitiré que dejes esfumar tu sueño tan sólo porque Tom no está.
—Para mí esa es demasiada razón como para abandonar la banda.
—¿Y qué hay de Georg y Gustav?
—No sé. No tengo la culpa de que Tom se haya tomado el buque sin siquiera pensar en nosotros —contestó odiosamente Bill.
—Tienes razón. De todas formas, ahora lo que menos importa es pensar en la banda.
—Terminaré de morir.
—¿Por qué? —cuestionó sorprendido Andreas.
—Porque hoy teníamos que ir a ver a mamá. Tampoco pensó en ella el egoísta de mi ex.
—¿Tu ex?
—Sí, mi ex. Ah, se me olvidó contarte que nos habíamos puesto de novios. De todos modos, ya cortamos. Hoy corté con él, aunque no lo sepa.
—Bill, soy tu mejor amigo, ¿cómo no me contaste que se pusieron de novios? —preguntó el rubio haciendo de cuenta que no sabía nada.
—Perdóname. Dos días de novios duramos —rió Bill—. No, si es increíble la suerte que tengo en el amor.
—Estamos iguales —insinuó Andreas.
—Volviendo a lo de mamá, ¿qué le diré? —cuestionó mi gemelo cambiando el tema de conversación.
—Y la verdad, Billy. Debes decirle que Tom se fue.
—¿Y si me pregunta por qué lo hizo?
—Dile que por la muerte de Melany.
—Sí, tendré que decirle eso. Y, Andy, también debo contarte otra cosa.
—¿Qué?
—Tom y yo…ya sabes…Lo hicimos.
—¿En serio? —preguntó Andreas simulando sorpresa.
—Sí. No me arrepiento, pero me dolería en el alma saber que él sólo me usó para una noche y nada más.
—Bueno, a eso lo hacía con las chicas…
—Y quién sabe si lo hizo conmigo también…
—No creo que Tom sea tan mala persona.
—Me gustaría poder saber lo que piensa, o pensaba de mí —afirmó Bill angustiadamente.
—Bueno, Bill. Cambiemos de tema porque no te hace bien hablar de esto. Y tampoco vamos a pasarnos todo el día hablando de Tom, ¿no?
—Tienes razón. Andy, ¿me disculpas que voy a llamar a Georg antes de que me olvide?
—Bueno, no hay problema.
Bill marcó el número del bajista.
—¿Bill? ¿Estás vivo?
—Sí, lamentablemente.
—Idiota.
—Igualmente. Ey, Geo, tenemos un gravísimo problema.
—Dime.
—¿Qué haremos esta noche?
—Y…tocaremos.
—Creo que te olvidas de un pequeño detalle. No tenemos guitarrista.
—Cierto. ¡Tom! —exclamó Georg sobresaltado.
—Andy ha ido a algunas clases de…
—No, Bill —interrumpió Georg—. Ni lo sueñes. 
—¿Por qué?
—Porque ese infeliz no va a tocar en nuestra banda.
—Oh, ¿se fue Tom y sigues tú con el tema de Andreas?
Andreas miraba a Bill con cara asesino. El rubio se decía que estaría en la banda aunque fuese lo último que hiciera. Y pues, tenía que hacer demasiados esfuerzos para que Gustav y Georg —principalmente este último— quisieran que él me reemplazara.
—No, Bill. Andreas no estará en la banda —repitió Georg.
—De todas formas, esta noche no iré al concierto.
—¿Por qué?
—Yo no saldré a ningún lado sin Tom. Mucho menos a un concierto.
—Ay, Bill, ¿continúas siendo aguafiestas?
—No es por aguafiestas, Georg. No tengo a la persona con la cual compartía todo y todo me recuerda a él.
—Oh, está bien, Bill. Entonces, ¿la banda se acabó?
—Sí, Geo. Me temo que no hay muchas soluciones.
—¿Ni siquiera aunque consigamos guitarrista?
—No…a menos que sea Andreas. Él nos conoce y sabe todo sobre nuestra banda.
—No quiero tenerlo; él no debe pertenecer a Tokio Hotel. Mas, por la banda…No sé, Bill, lo pensaré. Voy a avisarle a Gus para ver qué me dice.
—Okay, piénsenlo, por favor.
—¿Y no has tenido noticias de tu gemelo?
—No. Lo llamé pero sonaba y nadie atendía.
—¿Y tú, cómo estás, amigo? ¿Un poco mejor?
—Destrozado estoy, Geo. Ni siquiera un poco mejor. Aunque, por suerte, estoy con Andy, me está haciendo compañía.
—Es mejor estar solo que mal acompañado. Y con respecto a lo de tu estado de ánimo, espero que Tom se arrepienta y regrese pronto.
—Él vuelve y lo mato por hacerme morir del susto, por deprimirme y por ser un idiota.
—Y yo te ayudo.
—Bueno, Geo, te dejo. Cancela el concierto tú, yo no le avisaré a David.
—Oh, Bill. Está bien, lo haré. O quizás no.
—Lo harás, porque David te llamará para pasarte la dirección del lugar.
—Okay, está bien. Suerte, Bill, y no le metas los cuernos a Tom con ese perdedor de Andreas.
—No le meteré los cuernos a nadie, porque no tengo novio, ni saliente. Ah, Geo, Tom y yo nunca te contamos que éramos novios… Igual, ya…qué importa.
—Bueno. Pero no han cortado aún.
—Sí, yo lo dejé cuando me enteré que se había ido.
—Qué chistoso que eres.
—Lo sé. Bueno, Geo, hablamos luego. Suerte.
—Cuídate, Bill. Suerte.


Capítulo LXXIII: “Tendremos que ser fuertes”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=cCHHn524uao& ]

—Lo van a pensar —le dijo Bill a Andreas al cortar la llamada con Georg.
—¿Qué van a pensar?
—Si puedes estar en la banda.
—Oh, Bill, gracias —aprovechó el rubio para abrazar a mi gemelo.
—De nada, amigo. Gracias a ti por estar hoy aquí acompañándome.
—No me tienes que agradecer. Es mi deber estar aquí.
La tarde poco a poco transcurrió y yo estaba llegando a Tokyo, mi nueva ciudad, mi lugar de destino. Mientras volaba, comencé a sentir soledad. Y eso que ni siquiera había pasado un día alejado de la gente, de mis amigos, de mi hermano. Me debo acostumbrar a estar solo, pensé. De ahí en más, no volvería a estar con nadie. Ni siquiera estaba en mis planes volver a tener amigos. Por más cruel que sonara, así sería. No podría volver a confiar en nadie; no otra vez.
Bill estuvo toda la tarde con Andreas, quien lo distrajo un poco de la tristeza. Cuando ya estaba ocultándose el sol, mi gemelo decidió avisarle a mamá respecto de la nueva noticia.
—Hijo, estaba esperando que me confirmaras que vienes.
—Iré, mamá.
—¿Y Tom? ¿Vendrá?
—No. No vendrá, ni irá, ni saldrá, ni aparecerá.
—¿Ah? —preguntó mamá algo confundida—. ¿Por qué no vendrá?
—Mamá, Tom se fue. No me preguntes adónde, ni cómo, ni cuándo, ni con quién. Simplemente se fue.
—Pero, ¿¡por qué!? —cuestionó ella comenzando a desesperarse.
—No lo sé, mamá. Creo que fue por la muerte de Melany —mintió Bill, haciendo de cuenta que no estaba tan afectado por lo sucedido.
—Dios…No puedo creerlo. Mi hijo… —susurró mamá a punto de llorar—. ¿No lo habrán secuestrado, Bill?
—Ay, mamá. El secuestrador no se va a llevar su ropa y sus pertenencias. En todo caso, se llevaría todo lo de valor.
—¿Es que acaso Tom no piensa en nosotros?
—No, mamá. El siempre pensará en él, solamente en él. Nunca cambiará. Siempre ha sido igual. Jamás se preocupará por alguien más que él…
—No es para tanto, hijo. Ya volverá cuando nos extrañe.
—Ja, él nunca extrañará, porque nunca amó —sonrió Bill irónicamente.
—Tom nos ama, Bill. De eso no hay dudas.
—Mira que yo tengo mis dudas.
—¿Por qué tanto negativismo?
—Porque nos hemos quedado sin banda, mamá. ¿Te parece poco? ¿¡Te parece poco perder la banda por los malditos caprichos de un mujeriego de cuarta, que no sabe ni lo que quiere?!
—Bill, tranquilo —se entrometió Andreas—. No vale la pena que te pongas así por Tom.
—¿Está ahí Andreas? —preguntó mamá.
—Sí, mamá.
—Mándale saludos. Y entiendo lo de la banda, hijo. Llamaré a Tom.
—¿Te piensas que no lo hecho? —cuestionó Bill antipáticamente.
—Bill, estás irritablemente insoportable. ¿Qué te pasa? ¿Solamente estás enojado por lo de tu hermano o por algo más?
—¿Sabes qué? Mi novia me dejó —cortó el teléfono, dejando a mamá totalmente perpleja.   
Mamá se preguntaba desde cuándo Bill Kaulitz la trataba así, y también, cómo era eso de que tenía novia. La pobre mujer, no entendía nada. Lo único que le había entendido a mi hermano, era que yo me había ido. Y estaba preocupada por mí.
—¿Por qué le dijiste eso, Bill? —preguntó Andreas algo sorprendido—. Tu madre no tiene la culpa de que tu gemelo te haya abandonado.
—¿Puedes evitar decir eso, Andreas? ¿¡No te das cuenta que me irrita todo!? ¡Sólo quiero morir! ¡Déjenme todos en paz! —exclamó Bill para después subir a su cuarto completamente enfadado.
Por supuesto que, su mal humor, se debía a mi abandono. A lo mejor yo no lo veía tanto de esa manera, pues jamás abandonaría a mi gemelo, mas para Bill era un absoluto abandono. Realmente, yo había sido un egoísta de primera categoría. Al fugarme, tan sólo pensé en mí, ya que yo estaba mal y quería alejarme de todo. Lo peor del total de las cosas que había hecho, era que Georg me había advertido. El día anterior a mi huida, él me habló de que escapar no solucionaría las cosas, y de que eso implicaba ser cobarde; correr lejos y alejarse de todo, indudablemente, era de cobardes.
Mi hermano se encerró en su habitación, colocó su cabeza debajo de la almohada y, nuevamente, comenzó a llorar. Verdaderamente, él la estaba pasando mal. Y él no lloraba por mariquita, o por lo que fuere, sino porque, indiscutiblemente, todo era muy doloroso. Yo hubiera hecho lo mismo en una situación semejante. Ambos nos amábamos, como nadie se imaginaba que lo hacíamos.
Mientras Bill lloraba odiándome, yo llegué a Tokyo. Bajé del avión y continuaba camuflado, por supuesto, nadie me vería el rostro hasta que fuera anciano. Decidí permanecer en un hotel hasta que encontrase algún departamento o algo por el estilo  para poder vivir tranquilo.
Apenas el avión había aterrizado, me fijé si alguien había llamado a mi celular. Y sí, mamá se había querido comunicar conmigo. Me acerqué al basurero más cercano que había en el aeropuerto y tiré el chip del celular. Nadie debía saber quién era, ni dónde me encontraba.
Andreas, por su parte, subió las escaleras hasta el cuarto de Bill y golpeó. Mi gemelo no respondió, por lo que el rubio accedió a la habitación. Bill continuaba llorando debajo de la almohada.
—Bill, por Dios, no llores —intentó consolarlo Andreas.
—¡Harto estoy, harto estoy de no tener suerte en el amor! —Bill se levantó de la cama y comenzó a revolear cosas, principalmente las hojas con canciones—. ¡¿Puede ser posible que hasta mi hermano me cague?! —continuaba gritando y llorando.
Era indescriptible su rabia, su impotencia.
—Bill, siéntate, hablaremos seriamente —afirmó Andreas a punto de perder la paciencia.
Mi gemelo hizo caso y se sentó en la cama.
—Si me dejas, puedo hacer que tengas suerte en el amor —comenzó el rubio.
—¿Cómo? —preguntó mi hermano intentando tranquilizarse.
Andreas tomó lentamente cada una de las manos de Bill.
—Bill…yo…Yo te amo —tartamudeó mi enemigo dejando a la luz su mayor secreto.
Indudablemente, Bill se encontraba en un estado de perplejidad que no se podía expresar con palabras.
—Entonces… ¿Tom decía la verdad? —preguntó Bill confundido.
—Sí, pero sólo eso era verdad. Yo nunca intenté separarlos, ni mucho menos fui cómplice de Melany, como decía tu hermano. Sólo te amaba y eso era todo.
—¿Y por qué no me lo confesaste antes, Andy?
—Porque temía que tú te fueras a alejar de mí, ya que seguramente le creerías a Tom. Sin embargo, ahora te has dado cuenta de la clase de persona que es y que, realmente, es él el malo. De seguro, él tenía miedo a que tuviera contigo otras intensiones y por ello fue que te mintió todo el tiempo para separarnos.
—Ni siquiera puedo entender cómo fue capaz de mentir tanto. Y tampoco puedo entender por qué alguna vez me dijo que me amaba, si no era así.
—Quizás sólo quiso probar qué se sentía acostarse con un hombre y ya… Perdón por ser tan directo, pero sabes que soy sincero, amigo. Ambos conocemos cómo es Tom.
—Tienes razón. Duele saber que me usó de esa forma, mas no negaré la realidad.
—¿Sabes? A veces pienso por qué no estaré en el cuerpo de Tom.
—Tú no necesitas estar en el cuerpo de nadie más, Andy.
—A lo mejor así sería más fácil. Ambos nos amaríamos —agachó la cabeza el rubio.
—Vuelve a repetir lo que me dijiste cuando empezamos a hablar.
—¿Qué? ¿Que te sientes y me escuches?
—No, lo que dijiste después.
—¿Qué? ¿Que puedo hacer que tengas suerte en el amor?
—Sí. ¿De verdad puedes hacerlo?
—Pues, claro. Si me dejas, lo haría con mucho gusto.
—Me encantaría que lo hicieras.
—¿Estás hablando en serio, Bill?
—Quiero olvidarme de Tom lo antes posible, y creo que tú podrás ayudarme, ¿verdad?
—Claro. Sólo quiero verte bien y que no sufras por quien no se lo merece.
—Gracias, Andy. No podrías haber hecho mejor las cosas.
—¿Por qué lo dices?
—Porque hiciste lo correcto en contarme la verdad.
—Lo hice para que sepas que no sólo tú amas, sino que también existe alguien que te ama.
Andreas intentó besar a mi gemelo, pero este dio vuelta su rostro.

Capítulo LXXIV: “No, pero sí”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=VHAgR2p—1sI ]

—Espera, Andy. Ni siquiera ha pasado un día de que se fue Tom. Quizás aún tengo la esperanza de que vuelva.
—Entiendo. Perdón, no debí hacerlo.
—Está bien, yo tendría que haber sido más claro. Olvídalo —Bill abrazó al rubio—. Quisiera que mantuvieras en secreto todo esto. Si se enteran Georg y Gustav, me matan.
—Sí, lo sé. A ambos nos matarán. Así que seré una tumba.
—Okay, gracias.
Está de más decir, que Andreas nunca hubiese esperado una respuesta tan positiva de parte de mi hermano. Él esperaba un no como respuesta o no: “Amo a Tom, no a ti”. Mas jamás hubiese pensado que Bill le daría una oportunidad; al menos, no en ese momento.
Bill, particularmente, se sentía algo mejor. Él nunca hubiese pensado que Andreas lo amaba. Sin embargo, se sentía un poco mal consigo mismo, ya que ni siquiera había pasado un día desde mi ida, y ya estaba buscando a alguien que me reemplazara. De todas formas, él me amaba y seguiría estando triste sin mí. Bill lo había dicho, quería que Andreas lo ayudara a olvidarme.
—Toma —Andreas le dio el teléfono a mi hermano.
—¿Qué?
—Pídele perdón a tu madre.
—Bueno, pero primero perdóname tú por ser tan grosero.
—Eres hermoso grosero y todo.
—Mejor llamaré —se sonrojó Bill, bajando la mirada, y luego marcó el número de mamá.
—Pero, ¿¡quién diablos…!?
—Perdóname, mamá —interrumpió Bill—. No tenía novia y no me dejó. Solamente estoy malhumorado por lo de Tom, nada más.
—Okay, hijo. Mas soy tu madre y no me debes tratar así.
—Lo sé, mamá. Perdóname.
—Está bien, Billy. Te perdono. Llamé a tu hermano y no me atendió.
—Es un idiota.
—Y, ¿por qué no ponen a Andreas de suplente en la banda?
—Sí, estoy intentando convencer a Georg y a Gus de que hagamos eso.
—Y, ¿por qué no quieren?
—Por algunas diferencias que han tenido.
—¿Cuáles?
—Ay, mamá, ya. No seas tan chusma.
—Oh, Bill. Bueno, hijo. ¿Vendrás hoy? Si quieres ven con Andy.
—Sí, mamá, iré. Okay, le preguntaré si quiere ir. Andy, ¿quieres ir a casa de mamá esta noche?
—Bueno, Billy —contestó el rubio amablemente.
—Sí, iremos ambos, madre.
—OK, los espero. No me fallen. Suerte.
—Nos vemos, mamá. Vaya que mamá te adora —opinó Bill al cortar la llamada.
—Ella realmente me quiere como a un hijo.
—Sí, podrías reemplazar a Tom.
—Sí, la verdad —sonrió Andreas.
A las diez de la noche, aproximadamente, Bill y Andreas decidieron ir para la casa de mamá.
Yo, apenas llegué al hotel en el que me instalaría, decidí acostarme. Así sería mi vida de ahí en adelante: dormir, dormir y solamente dormir. Nada de mujeres, nada de salidas. Lo único permitido para ahogar las penas era el alcohol; mi único amigo desde ese momento.
—¡Billy! —exclamó mamá al verlos, contenta, pero a su vez triste.
—Mamá… —Bill la abrazó, y se quedó por unos largos segundos así.
Mi gemelo no quería, pero una lágrima dejó sus tristes ojos. Inmediatamente, su mano la borró, como si esta, nunca hubiese estado allí. Gordon fue el único que se percató de este suceso.
Andreas también abrazó a mamá feliz. Mas él sí estaba realmente feliz; nunca pensó que las cosas se tornaran tan fáciles para conseguir lo que quería.
—Pasen, chicos —afirmó mamá.
—Hola, Gordon —saludó Bill a nuestro padrastro.
—Hola, Bill. Hola, Andreas —contestó la pareja de mamá.
—Hola, Gordon —saludó también mi ex mejor amigo.
—Siéntense, niños —los invitó mamá a la mesa—. La comida está lista. Se sentaron todos a comer y mamá trajo la comida. Había hecho pasta para cenar. Luego, se sentó a comer con todos.
—No puedo creer lo de Tom —afirmó mamá entristecida.
—Ya, mamá, no quiero hablar de él. Ya he tenido suficiente de Tom por hoy.
—Pero, ¿cómo ha sido capaz de…?
—Ay, no lo sé, madre. Sólo se fue y punto. No le quieras buscar una razón, porque Tom Kaulitz vive por instinto, no por racionalidad. 
—Bill, si bien es cierto, debe haberse ido por algo; no creo que por la simple muerte de Melany se haya fugado.
—Mm, esta comida sabe deliciosa —quiso cambiar de tema Andreas.
—Gracias, Andy —respondió mamá.
—¿No dejó una carta o algo Tom? —preguntó Gordon, sin poder entender que a mi hermano realmente le dolía hablar de mí.
—No, nada. Repito nuevamente, sólo se fue, sin decir por qué, sin despedirse, sin dejar rastros. Se fue.
—Qué raro —contestaron mamá y Gordon al unísono.
—Y, ¿qué tal estuvo su día, señora Trümper? —cuestionó afectuosamente Andreas, de nuevo con la intensión de que dejasen de hablar de mí.
—Y…un poco preocupado por Tomy. ¿El tuyo, Andy?
—También, y por Bill y su banda.
—Perdón, ya vengo —se levantó mi gemelo de la mesa con la voz algo entrecortada.
Mi hermano se dirigió al baño y se encerró allí. Él ya no quería, no quería recordarme una y otra vez. Y además, estaba harto de que Gordon y mamá le preguntaran por qué me había ido. No podía decirles que nos habíamos peleado, ya que sería muy sospechoso. Ellos no podían saber jamás que Bill y yo habíamos sido novios. Ni siquiera podían sospecharlo.
Ahí, en el baño, Bill se preguntó lo mismo que mamá: ¿por qué yo me había ido? Él sospechaba, y era lo más probable, que yo me hubiese ido por lo de Melany. Sin embargo, ¿por qué? Si yo la odiaba. Bill le preguntaría a Georg mis razones para dejarlo todo. Ni siquiera él sabía por qué no lo había hecho antes. Quizás mis porqués no interesaban; lo importante era que yo me había ido. Igualmente, mi gemelo luego averiguaría todo.
Bill se quedó pensando en todo ello por más de cinco minutos, por lo que Andreas fue a ver por qué tardaba tanto.
—Bill, ¿estás bien? —preguntó el rubio a través de la puerta del baño.
—Sí —afirmó Bill saliendo del baño.
—Vine porque te tardabas mucho y…
—Sí —interrumpió mi gemelo—. Sólo quiero que me dejen de molestar con Tom.
—Entiendo. Supuse que era esa la razón por la cual te retiraste de la mesa. A tu mamá le ha dolido mucho la ida de Tom como para dejar de hablar de él. Quiero que no lo hagan, pero es imposible. Intento ayudarte.
—Lo sé, Andy. Te agradezco.
—De nada.
—Haré todo lo posible para que no te molesten.
—No hay problema. Conozco a mamá. Cuando comienza a hablar de un tema, no hay quien la detenga. Es completamente insoportable.
—Y Gordon, al parecer, le sigue la corriente.
—Exacto. Bueno, vamos porque sospecharán.
—Sí, vámonos.
Ambos volvieron para continuar cenando. Pasaron casi toda la noche allí, en casa de mamá. A la madrugada, como a las cinco, los chicos decidieron que ya era hora de volver a casa.
—Bill...¿no me llevarás a casa? —preguntó Andreas mientras iba en el Cadillac con mi hermano.
—No —contestó Bill amargamente.
—¿No? Bueno, caminaré —respondió el rubio sorprendido.
—No te llevaré porque te quedarás en casa —sonrió Bill volviendo a la normalidad—. ¿Te asustaste?
—Sí, la verdad. ¿En serio me dejas que me quede en tu casa?
—Sí, en serio. ¿Aún sigue en pie la propuesta de mudarte?
—¿Me estás hablando en serio, Bill? —sonrió Andreas de oreja a oreja.
—Por supuesto. ¿Aceptas?
—No sabes lo feliz que soy. Obviamente acepto.
—Gracias.
—A ti.
Bill se contradecía solo. Por un lado, había dicho que no quería apurarse, que tenías las esperanzas de que yo volviera; sin embargo, por el otro, invitaba a Andreas a la banda, a mudarse a su casa. ¿Quién lo entendía? Nadie.
Andreas esa noche durmió en mi casa, en mi cuarto, en mi cama, mientras yo dormía en un hotel, que por más que tuviera el máximo de estrellas, nada se comparaba a dormir en tu propia casa. De todas formas, yo me lo había buscado y, aunque no imaginé nunca que Bill acudiría tan rápido a la ayuda de Andreas, me hubiese gustado saber que mi hermano me había reemplazado. ¿Para qué? Para morirme de la bronca y volver a mi ciudad natal especialmente a matar al rubio.  


Capítulo LXXV: “No se puede vivir de esperanzas”.

[  https://www.youtube.com/watch?v=GISmgtCeiC8]

A la mañana siguiente, Bill se levantó y bajó a la cocina a preparar el desayuno para él y para Andreas. Cuando estaba preparándolo, sonó el timbre. Abrió la puerta y estaba Georg ahí.
—Mira, empezaron —Georg le entregó el periódico en las manos a Bill, quién comenzó a leerlo atentamente.
—¿Tom Kaulitz dejó la banda? ¿¡Y estos como saben?! —preguntó Bill leyendo el encabezado.
—No lo sé. Sólo sé que lo mejor es que salgamos a decir la verdad.
—¿¡Estás loco, Geo!? Nuestras fans morirán si les decimos que la banda…que Tokio Hotel terminó.
—Tokio Hotel no terminó. Continuará. Quizás reemplazarán a un miembro, pero la banda seguirá en pie.
—¿Estás diciendo que…?
—Sí, Bill. Andreas está en la banda. Mas conste que sólo lo hacemos por la banda, no por él. Que quede claro.
—Ay, Geo, Gracias —exclamó Bill abrazando al rubio contento—. No quería perder a mi banda, a nuestra banda.
—Yo tampoco.
—Pasa, Geo —se sentaron ambos en el living—. Volviendo al tema de…del idiota, creo que debemos decir del reemplazo a todo el mundo, ya que odio que empiecen a inventar historias.
—Es verdad. Pero, ¿por qué no esperamos un mes aunque sea a ver si tu hermano regresa?
—¿¡Un mes!? ¿¡Me estás cargando!? Geo, en un mes la banda ya se habrá esfumado. David nos despide, aunque no pueda hacerlo.
—No sé… ¿Quieres que le preguntemos a David qué nos conviene?
—Mira, dile que apenas haya un concierto que nos avise con tiempo, presentamos a Andreas y listo, si le gusta a la gente bien, si no también.
—Pero podemos mentir. ¿Y si decimos que Tom está enfermo y que no podrá tocar por un tiempo?
—Georg, las fans no son idiotas. Tú lo eres, ¿verdad? Pues claro, si no no se te ocurrirían ideas tan idiotas. Obviamente que con ese encabezado del periódico, y con la cancelación del concierto de anoche, todas/os se dieron cuenta de que algo raro está pasando y que Tom no está enfermo. Jamás hemos mentido públicamente, y no lo haremos ahora. Tom Kaulitz no volverá. ¿Acaso no lo entiendes?
—Está bien, está bien. Diremos la verdad. ¿Feliz?
—Te conviene. Debemos avisarle a Andreas. Iré a despertarlo.
—¿Qué? ¿Está aquí? —preguntó Georg absolutamente sorprendido.
—Sí, verás…Geo, él…él se mudó aquí.
¿Por qué debo ocultarlo? Mi hermano no tuvo vergüenza en irse, pues yo tampoco, pensó Bill.
—Bill, no quiero juzgarte ni nada, pero me parece que estás exagerando un poco. Tom, es decir…Hace apenas un día que se ha ido.
—Sé lo que quieres decir, Geo, y tienes razón. Sí lo pensé, mas… Él hizo la suya, se fue, me dejó y, ¿acaso le importó? No, entonces, ¿por qué debería importar que yo deje vivir a Andreas aquí?
—Quizás porque no eres como Tom. No lo sé. Tú haz lo que sientas, yo sólo te doy un consejo.
—Gracias, Geo. Sólo quiero que no pienses que nunca amé a Tom, y que lo acabo de reemplazar, quiero que entiendas que nada de esto ha sido fácil para mí, y que intento olvidar a mi gemelo. Quiero quererlo tan sólo como si él si fuese un simple hermano.
—Entiendo, Bill, y claro que no ha sido fácil para ti.
—Sé que debes estar pensando: Bill está loco, ¿cómo olvidará a su gemelo?
—Eso es exactamente lo que estaba pensando —sonrió Geo.
—Aunque sea casi imposible, sé que lo haré. Algún día podré querer a Tom como alguna vez lo hice, como mi hermano gemelo.
—Sigo insistiendo en que volverá.
—No puedo vivir de esperanzas, Geo.
—Me parece bien que no lo hagas. Nadie debe vivir de esperanzas; no se puede hacerlo.
—Geo, ¿puedo preguntarte algo?
—Dime, Bill.
—¿Tú sabes por qué se fue Tom?
—Sí…
—¿Fue por la pelea conmigo o por la muerte de Melany?
—No fue por algo específico. Estuve hablando con él ese mismo día de la muerte de la loca, y no estaba nada bien. Se echaba la culpa de dos muertes.
—¿Dos muertes? ¿La de Melany y cuál más?
—La de su hijo.
—Oh, vamos. ¡Pero si él no tuvo la culpa de nada! En todo caso sería mi culpa. Yo detuve el casamiento, yo fui quién comenzó la cadena de líos.
—Alguien cortó los frenos del auto, y no fueron ni tú ni Tom, Bill. Ése/a sería quien realmente se tendría que estar echando la culpa.
—Lo sé, por eso. Tom no tiene la culpa de nada —Bill movía su cabeza decepcionado por mi forma de pensar­—. ¿Y por qué se echaba la culpa de lo de la loca?
—Decía que Melany estaba arrepentida, que le había pedido perdón y no sé cuántas cosas más. Ella le dio su mensaje suicida cuando estaba a punto de ahorcarse. Por ello, Tom se sentía aún más culpable de no haber podido salvarla.
—Que quieres que te diga, Geo. ¡Es un idiota! —exclamó Bill disgustado.
—Traté de advertirle que ella había mentido toda su vida, y que ella no iba a cambiar de un día para otro, mas no me escuchó. Me dijo que escaparía de todos los problemas, que quería irse lejos. Sin embargo, ¿quién creería que se iría en verdad? Le contesté que escaparse era de cobardes. Y terminó haciéndolo, se escapó como uno de ellos. Sin escucharme. Por supuesto que, además, estaba triste por la pelea contigo, y le insistí para que te perdonara, mas me dijo que esta vez no lo haría.
—¿Ves, Geo? Soy un idiota. Jamás debí haberle mentido. A lo mejor Tom no se hubiese ido si no hubiera estado peleado conmigo.
—Bueno, Bill. No obstante, en esta vida hay cosas que no se pueden evitar.
—Sí se podía evitar. Yo pude evitarlo. Pero como siempre, tuve que arruinarlo todo.
—Ya basta. A Tom se lo habré permitido, mas a ti no. No dejaré que te eches la culpa de cosas que no la tienes.
—Gracias por todo, Georg —Bill abrazó a nuestro amigo.
—¿Qué pasa aquí que hay tanto abrazo? —los interrumpió Andreas.
—Tenemos una muy buena noticia para ti, Andy —introdujo Bill.
—Dime, dime —contestó este sonriente.
—Estás en la banda hasta que Tom regrese —respondió Georg.
—¿De verdad? —cuestionó el rubio aún sin poder creerlo.
—Sí, ya basta de circos, si estás más feliz que no se qué —se quejó Georg molesto.
—Me alegra tanto que estés en la banda, Andy —añadió Bill feliz y sonriente, como si se hubiese olvidado por completo de mí.
—Gracias, amigo —Andreas le dio la mano a Georg.
—Ni en tus sueños —respondió Georg malhumoradamente—. Pero de nada —sonrió fingidamente.
—Debemos avisarle a David, ¿no? —preguntó Bill.
—Sí, debemos.
—Por cierto, ¿qué dijo él anoche del concierto cancelado?
—Que no podía creer lo de Tom, que lo matarían por cancelar el concierto, y que esa era la última vez que se preocupaba tanto por la banda. Ah, y que le avisáramos si Tokio Hotel continuaba o no.
—Siempre dice lo mismo —rió Bill.
—Estás en lo cierto.
—De todas formas, debemos avisar que Tokio Hotel tiene para un largo tiempo más.
—Sí. ¿Le llamamos ahora?
—Okay.
Andreas no hablaba, pero nos escuchaba atentamente. Estaba tan feliz de que todo saliera tal cual él quería, tal cual alguna vez lo había soñado. Yo me moriría si me enteraba que me habían reemplazado; y me moriría aún peor si llegaba a mis oídos que lo habían hecho por Andreas. Lo único que el rubio no deseaba era que yo, al enterarme de la “buena nueva”, quisiera volver a casa para quitarle su puesto. De todas maneras, la nefasta lacra alienígena, impediría que yo volviera de una forma u otra. No le importaba nada si de quedarse con Bill y con todo se trataba. Además, estaba triunfando, tenía todo a su favor, y no permitiría que yo lo arruinara todo con mi regreso a casa. Andreas sabía muy bien que si yo volvía, su vida se convertiría en la misma desgracia que era antes. La banda volvería a ser la de antes. Con respecto a Bill, no se sabía muy bien que hubiese pasado si yo hubiese vuelto ese día, o dentro de un par de días. Él estaba muy confundido, muy dolido. Yo creo que me hubiera pateado, y me hubiera dejado para siempre.

Capítulo LXXVI: “Un completo extraño”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=BMJ8_bUw8FA ]

—Hola, ¿Bill? —preguntó David después de que mi hermano había marcado el número del mismo.
—Sí, Dave. Soy yo. Necesito hablar contigo.
—Dime, te escucho.
—Tokio Hotel no se va a ningún lado.
—¿Ah? Si no tenemos planeada ninguna gira aún.
—Ay, idiota. Estoy hablando de que la banda no se separará.
—¿Volvió Tom?
—Ese no vuelve ni aunque le paguen. No, David, no volvió. Pero tenemos a quien lo reemplazará.
—¿Quién será el afortunado que reemplazará a Tom Kaulitz?
—¿Recuerdas a Andreas? ¿Mi mejor amigo?
—Sí.
—Bueno, él sabe algo de guitarra.
—¿Tú dices que tendrá éxito?
—No lo sé. Quiero pensar que las fans lo aceptarán.
—Ojalá que sí. Entonces…yo veré si puedo conseguirles un concierto para la próxima semana.
—Bueno, David. Nos vemos. Cualquier cosa avísanos.
—Okay. Pero ustedes vayan practicando por las dudas. Suerte.
—Sí, sí. Suerte —cortaron la comunicación—. Todo está listo, chicos. Andy, eres el nuevo guitarrista de la banda.
—¡Qué felicidad! —exclamó Andreas completamente orgulloso de sí mismo, de lo que había logrado.
—Sí, amigo —contestó Bill también emocionado—. Debemos ensayar porque quizás para la semana que viene, David nos consigue un concierto.
—Bien. ¿Y cuándo ensayamos? —preguntó Georg.
—¿Ahora? Podríamos ensayar, ya que le llamamos a Gustav y listo.
—Okay. Yo le llamaré —contestó el de pelo lacio.
Le llamaron a Gustav y este, en unos pocos minutos, estaba en casa. Yo esa mañana, me levanté tarde, por lo que, en vez de desayunar, almorcé. Pedí la comida a mi habitación, por supuesto, y junto con ella encargué tres botellas de whisky. Poco me importaba emborracharme. Ya mi vida no tenía sentido sin Bill a mi lado.
Al día siguiente, David le llamó a Bill para avisarle que, en la semana próxima, tendrían un concierto. Bill les avisó a todos los demás miembros de la banda.
Así pasó una semana y, finalmente, llegó el día del concierto. Pero no sólo era el día de este suceso, sino también, era el día en el que Andreas debía ser presentado como el nuevo miembro de la banda.
Nadie ajeno a mi familia y a mis amigos, sabía que yo me había ido de mi país, ni mucho menos que yo había abandonado la banda. Todos los fans, medios, etc., lo sospechaban, claro; mas no estaba confirmado. Sólo era un rumor para todos ellos. Sin embargo, ese día dejaría de serlo, y se convertiría en la verdad. En la cruda verdad, para ser más preciso.
Personalmente, me había emborrachado cada noche de la semana que había pasado en Tokyo. No me interesaba, no encontraba razón para respirar.
Ese mismo día del concierto de mi gemelo con su banda, no tuve mejor idea que entrar a la página de Tokio Hotel. Y claro, lo primero que leí no fue una muy buena noticia que digamos. Bill había publicado en su blog que tendrían un concierto. Fue inevitable preguntarme cómo iban a hacer con la banda sin mí. ¿Me reemplazarían? ¿O tocarían sin guitarra? No. Eso era casi imposible. Seguramente encontrarán a alguien que pueda parecerse a mí, pensé. Eso era estúpido, nadie podría reemplazarme. Y no lo pensaba egocéntricamente, sino que nadie podría aprenderse en cinco minutos lo que yo había aprendido en años. Por supuesto, que yo no quería que los chicos le dijesen adiós a la banda. Era un sueño que nos había costado diez años construirlo y volverlo realidad, y no se debía arruinar. Pero solamente quería saber qué habían hecho para poder tener un concierto esa tarde. El mismo era a las seis en Alemania. Y a esa hora, en Tokyo, eran las dos de la mañana. Seguramente, publicarían los chicos en la página al día siguiente algo, o sino las fans lo harían por ellos. De alguna forma u otra me enteraría quién demonios había ocupado mi lugar. Quien fuese, debía tener estilo, belleza, mujeres, mas sobre todas las cosas, tenía que saber cómo se tocaba una guitarra.
Tokio Hotel se juntó en casa de Bill para ensayar por última vez y se dirigieron al concierto. Andreas estaba nervioso. Pues claro, no era para menos. Todo debía salir mejor que nunca, ya que si algo fallaba, el resto de la banda lo mataría. Posiblemente, quienes lo harían serían Gustav y Georg. Además, las fans no debían rechazarlo, porque estaría arruinado él y la banda. Pese a ello, el rubio estaba en sus mejores días. La felicidad lo había tomado por sorpresa, y él tan sólo la cargó para llevarla consigo.
Los cuatro comenzaron a prepararse para salir a escena. Bill tenía miedo. ¿Por qué? No sólo tenía miedo de cómo reaccionarían las fans ante la presentación de Andreas, sino que había algo que lo estaba torturando más. Y ese algo era yo. Por más estúpido que sonara, Bill tenía miedo de llorar frente al público. En el escenario no estaría yo, y eso nunca había sucedido. Toda la vida nos habíamos tenido, en cada concierto, en cada presentación. Jamás estuvimos separados. Siempre habíamos pertenecido a la misma banda, y todo había cambiado de repente. Mi gemelo me extrañaba con toda su alma y eso podría hacer que en cualquier momento del concierto se convirtiera en llanto. Intentaré detenerme si eso sucede, se repetía Bill una y otra vez.
—En cinco minutos salen —les avisó David cuando estaban en el camerino.
—¿¡Eh?! ¿¡Tan pronto!? —preguntó Bill alterado.
—Sí. ¿Por qué?
—No, por nada.
—¿Qué pasa, Bill? —cuestionó Geo.
—Mm, nada… ——mintió.
—Vamos, sé que te pasa algo. ¿Qué pasa?
—Es algo muy idiota lo que me pasa. No importa. Cuando acabe el concierto se me pasará.
—Me dirás ya en qué estás pensando.
Andreas estaba allí, pero era como si no estuviera. Ni prestaba atención a su alrededor, sólo estaba pendiente de las notas de la guitarra y de su salida. Nada más era importante en ese momento. Ni siquiera Bill.
—¿Podemos…hablar en privado? —le susurró Bill a Georg.
—Okay.
Ambos se dirigieron hacia el camerino que estaba en frente.
—¿Me dirás qué te pasa? —cuestionó Georg alterándose un poco.
—Tengo miedo, Geo. Por primera vez en la vida tengo miedo de salir al escenario.
—¿Ah? ¿Y por qué tienes miedo? —preguntó sorprendido.
—De llorar.
—A ver, explícate porque no entiendo nada.
—Tengo miedo a llorar, Geo. ¿Y si se me escapa alguna lágrima en medio del concierto?
Georg, estaba viendo frente a sus ojos la tristeza de alguien que ha terminado con el amor de su vida. Se dio cuenta de lo profundo que había herido yo a mi hermano. Y sobre todas las cosas, se percató de que Bill jamás podría superar del todo mi partida.
—Quédate tranquilo, Bill. No pasará ello. Y si pasa, ¿qué importa? Todos podrán entender que es porque tu hermano se fue de la banda, y si no lo hacen, qué diablos. Qué les importa tu vida. Además, no tiene que pasar. No tiene por qué pasar. Sé que es imposible lo que voy a pedirte, mas tienes que dejar de llorar por Tom. Él regresará, te amará y volverán a ser felices. Y si no lo hace, buscarás a alguien que en verdad te ame y te corresponda, y serás feliz, Bill. No ganarás nada con llorar, créeme. Tom no oirá tu llanto y vendrá corriendo. Bueno, aunque si es verdad que cuando uno está mal, el otro siente que lo estás, quizás venga —sonrió Geo.
—Gracias por todo, amigo —mi hermano esbozó una pequeña sonrisa.
—Sabes que estoy siempre, Bill. No dudes en contarme lo que te pasa.
—Es que no te quería contar, porque me daba vergüenza. A lo mejor piensas que sólo sirvo para llorar y que soy una mariquita.
—Bill, somos amigos desde los diez años, sé que eres sensible y sé cómo eres. No me iba a reír porque llores. Eso sería de muy mal amigo.
—Sí, es verdad. Gracias en serio, amigo —lo abrazó Bill.
—Vamos, chicos. Tienen que salir —avisó David apurándonos.
—Tranquilo —le aconsejó Georg a Bill—. Todo saldrá bien.
—Tengo miedo —afirmó Andreas un segundo antes de salir.
—Yo también —contestó Bill.
—Sólo salgan y quédense tranquilos —apoyó Gustav.
Así, completamente nerviosos, salieron los cuatro al escenario.


Capítulo LXXVI: “Cada recuerdo es una lágrima”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=RlNm3fTo5UU ]

Bill tomó el micrófono mientras temblaba aterrorizado. Toda la gente que estaba allí, miraba completamente asombrada al escenario, ya que Tom no estaba en él.
—Bueno…Hola… —tartamudeó Bill—. Primero que nada, antes de comenzar a tocar, queremos pedirles disculpas de parte de todos porque no han sabido nada de nosotros por un buen tiempo. Y segundo, debemos decirles algo. Espero que no les caiga mal la noticia, ya que hemos puesto todo de nuestra parte para hacer las cosas lo mejor posible. Seguramente se preguntarán dónde está Tom…Él…se ha ido.
Toda la gente opinaba, murmuraba, se preguntaba cómo, por qué.
—No sabemos cuándo regresará y si lo hará o no —continuó Bill —.  Deben saber que nosotros no tenemos ideadónde está. Mientras tanto, hemos incorporado a nuestra banda a una persona muy allegada a nosotros y de mucha confianza. Su nombre es Andreas. Quizás lo hayan sentido nombrar por nosotros alguna vez. Simplemente, no tengo nada más que decir —Bill le pasó el micrófono a Georg.
—Probablemente, quieran matarnos. Mas, como Bill dijo, intentamos hacer las cosas lo mejor posible, y no queríamos que la banda se echara a perder y se fuera por la borda; por eso fue que decidimos suplantarlo.
—Hola a todos. Soy Andreas y tan sólo espero que sepan aceptarme, les prometo que haré todo lo posible para que me salga todo bien. No es nada fácil involucrarse a una banda cuando ya está armada, sin embargo, quiero que Tokio Hotel salga adelante y,  sobre todo mi mejor amigo y hermano del alma, Bill.
A los chicos les hubiese gustado subir alguna fan al escenario para que opinara acerca de la nueva noticia, ya que querían saber qué estaba pasando por sus mentes en esos instantes. Pero no lo hicieron, tan sólo comenzaron a tocar.
El concierto salió fantástico. Bill no lloró y Andreas no hizo el ridículo.
—Al menos ya pasó todo —respiró profundo Bill, cuando ya estaban todos en los camerinos.
—Sí. Todo ha salido bien —Andreas se acercó a mi hermano y lo abrazó.
Georg lo miró al rubio como diciendo: “No toques a Bill, es propiedad de su gemelo”. Por supuesto que, a mi amigo, no le caía nada bien la noticia de que Bill pudiera tener algo con Andreas. No lo soportaba, ya que sabía la clase de persona que era. Sin embargo, no decía nada, porque sabía que mi hermano no le haría caso. Si no me había hecho caso a mí, mucho menos le haría caso a él.
Sorpresivamente, un hombre desconocido entró a nuestro camerino.
—Hola, chicos. Me presento, soy Bushido, cantante de rap de aquí, Alemania.
—Ah, hola. Nunca había oído de ti —lo saludó Bill con un apretón de manos.
—Me encanta su música. Es una lástima que tu hermano se haya ido. De todas formas, lo reemplazaron correctamente —sonrió.
—Gracias —sonrió también Andreas.
—De nada. Indudablemente, se deben estar preguntando por qué estoy aquí.
—Algo así —contestó Bill.
—Bueno…Verán, quería invitarlos a que vayan a una fiesta que voy a realizar. Es el viernes de la semana que viene por la noche.
—Oye, suena bien —respondió Georg—. ¿Y habrá niñas? —preguntó levantando las cejas.
—Sí, muchas. Hay para todos, excepto para ti, Bill. Tú eres mío —sonrió señalando a mi hermano.
Todos se quedaron absolutamente perplejos.
—Broma —añadió Bushido al ver que nadie contestaba.
—Oh, ja, ja —rió Bill falsamente.
—Bill es mío —opinó Andreas sin el menor signo de gracia en su rostro.
—Bueno, y, ¿a qué hora es la fiesta? —cuestionó Gustav para cambiar de tema.
—A las once, doce. A la hora que quieran. Ojalá todos puedan ir, especialmente tú, Bill.
—Sí, veremos si no tenemos nada que hacer —contestó mi gemelo algo desganado.
—Yo iré —opinó Georg sin dudarlo.
—Genial. Me tengo que ir, chicos. Un placer conocerlos en persona —saludó a cada uno de los miembros de la banda para luego irse.
Andreas lo saludó fulminándolo con la mirada. No le había caído nada bien ese tal “Bushido”. ¿Quién se creía para querer ligarse a Bill? A Georg no le había caído mal. Es más, le había gustado lo que había dicho, porque había sido desagradable para Andreas. Su cara le cambió completamente con la presencia de Bushido, pensó Georg.
A Bill, simplemente, no le había importado lo que el otro había dicho. Además, no le parecía para nada lindo ese tal Bushido. Y de hecho, no lo era.
—Me empieza a caer bien este tipo —enjuició Georg sonriente, para hacer enfadar aún más a Andreas—. Creo que le gustas, Bill.
—No irás a esa fiesta, ¿verdad, Bill? —cuestionó Andreas cambiando de tema.
—No lo sé. ¿Por qué lo preguntas?
—Digo nada más. 
—Porque está celoso el teñido —rió Georg junto con Gustav.
—Eh, ¿qué te pasa? —preguntó Andreas a punto de pegarle a Georg.
—Ya basta, Geo. No es gracioso —se quejó Bill molesto—. Vámonos a casa.
Todos subieron al Cadillac de Bill sin decir media palabra. Georg estaba un poco molesto porque mi gemelo nunca se daría cuenta de la clase de persona que era Andreas. Ahora entiendo a Tom, pensó.
Bill dejó a Gustav en su hogar, e hizo lo mismo con Georg. Luego, llegó a su casa junto con Andreas.
—Me alegra que todo haya salido tan bien —afirmó Bill sonriendo.
—Sí. A mí también, Billy.
—Me gusta que seas celosito —mi gemelo se acercó al rubio y lo besó espontáneamente.
Ese fue el beso que Andreas siempre hubo soñado. El rubio no podía creer que estuviera sucediendo. El amor de su vida lo estaba besando. Desde ese momento, fue cuando Andreas se comenzó a considerar el hombre más privilegiado del mundo. Y también el más feliz del universo. Listo, lo había conseguido. Bill había caído en su trampa de niño bueno, y se había quedado con él. Me había reemplazado a mí, a su gemelo, por él.
Bill, por su parte, no sintió nada al besar a Andreas. Él quería olvidarse de mí pero no lo lograba. Es obvio que cuando besas a la persona que no es el amor de tu vida, no sientes nada. Nada se compara con los besos de la persona que amas. De todos modos, a Bill no le importaba. Haría lo que fuere para olvidarme.
—¿Sabes? Desde los diez años que sueño con este beso.
—Perdóname por hacerte esperar tanto.
—Mejor tarde que nunca —sonrieron ambos.
—Nunca pensé que lo que buscaba hace tiempo estuviese tan cerca.
—Ahora lo sabes.
—Sí. Gracias por todo, Andy.
—Gracias a ti por hacerme sentir el hombre más dichoso del mundo. Te amo.
—Yo…
—Está bien, Bill. No digas nada si no me amas —Andreas lo besó apasionadamente.
A la mañana siguiente, me levanté exaltado, ya que quería saber qué había pasado en el concierto del día anterior. Tomé la laptop y la prendí. Ingresé a la página de Tokio Hotel y tal como lo supuse, no había información de lo que había pasado hacía un día. Luego de buscar por todos lados, encontré una página. En ella había un video con todo el concierto. Le di play. Estaba ansioso por verlo y escucharlo todo.
Cuando vi que salió Bill al escenario, sentí una cosa extraña en el corazón, así como algo que me punzaba. Lo extrañaba. Ya había pasado una semana sin él. Ya había superado el récord. Sin embargo, mis sentimientos se transformaron en bronca absoluta cuando vi a Andreas salir detrás de mi gemelo. ¿Qué hacía ahí ese intruso? No quería ni pensar que me habían reemplazado por él. Continué escuchando y pude sentir cómo cada palabra de Bill estaba cargada de tristeza. Y también pude ver el rostro del público. Cada una de las personas que estaban allí, no sabían si llorar o reír. Yo supe qué hacer exactamente cuando escuché: “…hemos incorporado a nuestra banda a una persona muy allegada a nosotros y de mucha confianza. Su nombre es Andreas…”.
—¡Mataré a ese infeliz! —exclamé completamente enojado.
No sabía cómo expresar cuánto odiaba a Andreas. Esa lacra se había salido con la suya y todo había sido por mi culpa. Hubiese roto un par de cosas del hotel, sino fuese porque no eran mías las cosas de allí.
—Lo odio, lo odio, lo odio… ¡Ojalá lo pise un tren y después se le caiga un avión encima! ¡Lacra asquerosa! ¡Como se atreva a tocar a Bill juro que lo mataré! Yo me llego a enterar que le puso un sólo dedo encima, y lo destriparé con mis propias manos por infeliz, hipócrita —me quejaba hablando solo como un loco.
Me había quitado la banda y lo único que faltaba era que me quitara a Bill. Eso no se lo permitiría. Pero ya era tarde, aunque no lo supiera. Si había a alguien a quien le deseaba lo peor, era a Andreas. Si a mí se me cruzaba por la mente la idea de volver a casa, le convendría a ese idiota no estar allí.


Capítulo LXXVII: “Tú, me perteneces”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=vogtBA5U1Is ]

Al día siguiente del concierto, Bill ingresó en su blog para ver qué habían comentado las fans acerca del cambio del guitarrista en la banda. La mayoría de los comentarios decían algo así como: “Que vuelva Tom”, “La banda no es lo mismo sin ti, Tom”, o sino simplemente decían: “Fuerzas para la banda y para Bill, nos imaginamos lo triste que estará”. Y sí, tenían razón, Bill estaba triste y se notaba, sus ojos lo reflejaban, por más que él intentara disimularlo. Mi gemelo se arrepintió de haber ingresado a la página a leer los comentarios, ya que lo entristecieron aún peor. A él sólo le hubiese gustado contestarles a todos/as: ”Yo también quiero que vuelva Tom, nada es lo mismo sin él”. Sin embargo, por más que siempre Bill hiciera lo que su corazón le dictaba, no escribió nada. No correspondía y además, si yo me había ido porque quería, no volvería fácilmente.
Mientras Bill continuaba leyendo los comentarios, Andreas se levantó y se acercó a su habitación.
—¿Qué pasa, Bill, que tienes esa cara? ¿Qué dijeron de mí? ¿Qué piensan de mí? —preguntó Andreas preocupado, sentándose al lado de Bill.
—No lo sé, Andy. No comentaron nada de ti. Tan sólo dice: “Tom regresa”, Tom esto, Tom aquello.
—No importa, al menos no recibí ningún comentario negativo —sonrió el rubio.
—Sí —sonrió Bill fingidamente.
—Ven aquí, mi amor. Sé que estás mal por Tom, no hace falta que finjas estar bien —Andreas abrazó a mi gemelo.
—Perdóname, Andy. Te debo tener harto con el estúpido de Tom. Te prometo que haré lo posible por estar bien.
—Así me gusta. Ahora vamos a desayunar juntos, ¿sí? Apaga esa cosa —señaló la computadora el rubio.
Bill obedeció y bajaron a desayunar.
Así fue como una semana más pasó. Andreas y Bill, prácticamente, estaban saliendo. Prácticamente, ya que ellos solamente se besaban, se abrazaban, pero nunca hablaron acerca de qué relación tenían concretamente. Y yo, continuaba en ese hotel, por lo que decidí salir a buscar algún departamento para poder alquilar. Era la primera vez en tres semanas, que salía a la calle. Por supuesto que lo hice todo camuflado, tal como había viajado.
Visité dos departamentos pero no tuve suerte, ya que ambos se encontraban en condiciones deplorables. Finalmente, me decidí por elegir el tercero. Era mucho más presentable que los anteriores y además, se encontraba en un callejón que no era muy visitado. Enhorabuena eso era así, ya que si alguien llegaba a descubrir dónde me encontraba yo, no tardaría en publicarlo por todos los medios existentes.
Con el japonés dueño del departamento, quedamos en que al día siguiente firmaría el contrato de alquiler. Luego, volví a casa y casi sin pensarlo, entré nuevamente a la página de Tokio Hotel. Hubo algo en el blog de Bill que me llamó la atención, además de todos los comentarios que decían que volviera a la banda. Era un comentario que decía: “Avísame si vendrás mañana, Bill. Recuerda que es muy importante que vengas. Soy Bushido”. Y yo sabía exactamente quién era ese tal Bushido. Conocía su música y realmente, era angustiante. En otras palabras, daba asco. Además, una vez se había comunicado conmigo para decirme: “Quiero ligarme a tu hermano, es muy sexy”. Hacía tres años había pasado eso, pero lo recordaba como si hubiese sido ese mismo día. No sólo tenía que luchar contra Andreas, sino que también lo tenía que hacer contra ese viejo decrépito. ¿Cómo haré para que ninguno de los dos ataque?, me pregunté. Era hora de idear un plan.
—Me comunicaré con mamá.
Marqué el número de mi madre desde el teléfono que había en el hotel.
—Atiende, mamá.
—¿Hola? —se escuchó del otro lado de la línea.
—¡Mamá! ¡Te extrañé!
—¿¡Tom!? ¡No puedo creerlo, eres tú! —exclamó mamá completamente feliz.
—¡Sí!
—¿¡En dónde estás?! ¿¡De dónde llamas!? ¿¡Has vuelto a casa!?
—No, no he vuelto. No puedo decirte dónde estoy, mamá. Entiende que no quiero que nadie sepadónde me encuentro.
—Tom, no te hagas el misterioso. ¿Estás en el país?
—No, estoy lejos, muy lejos. Mamá, sólo llamo para algo muy importante.
—¿Qué pasa?
—Tengo miedo de que a Bill le pase algo malo.
—¿Cómo que algo malo? ¿Por qué? —preguntó mamá preocupándose un poco.
—He recibido amenazas, madre —mentí.
—¿¡Amenazas!? ¿¡De quién!?
—No lo sé. Todas fueron a través de cartas y decían que a Bill le pasaría algo. Temo por él, mamá.
—¡Oh, Dios! ¡Bill debe saber esto! ¡La policía también!
—¡No! La policía no puede saberlo porque si se entera el amenazador, le hará algo a Bill en verdad.
—Tienes razón, mas le advertiremos a Bill.
—Tú le advertirás, mamá. No puede saber que me comuniqué contigo.
—¿Por qué Bill no puede saberlo? —cuestionó mamá sorprendida.
—Me fui de allí porque me peleé con él, madre. Todo me salía mal, me harté y me quise alejar de todo. Así que no creo que sea de su agrado que yo haya llamado.
—¿Qué? ¿Tan grave fue la pelea?
—Lo que pasa es que nadie me cree que Andreas es malvado. Y Bill continúa siendo su mejor amigo. ¿Tú me crees si te digo que el rubio teñido es malo?
—¿Andreas? ¿Malo? ¿Qué has tomado, Tom? Andreas no mataría ni a una mosca.
—No, porque prefiere matar a gente directamente. ¡Mamá! ¿Puede ser posible que nadie me crea?
—Es imposible… ¿Qué ha hecho de malo Andreas?
—Desde quitarme…Desde quitarme a mi novia hasta matar a Melany.
—¿Ah? ¿Tom, tú has tomado?
—¡Que no! Mamá, mejor corto porque me estás haciendo poner nervioso. Dile a Bill que no salga por ninguna circunstancia. Si lo hace, le podría pasar cualquier cosa. Y no le digas que yo llamé, porque te mato.
—Está bien, hijo. Le avisaré. Y no me trates así. Gracias por hablarme, me hacía falta saber que estabas bien.
—De nada, mamá. Te amo. Saludos a Gordon.
—¿Desde cuándo tú…?
—Sólo salúdalo. Suerte.
—Te amo, Tomy. Te llamaré a este número cuando quiera hablar contigo.
—No, mamá. Este número es del hotel y dentro de unos días me mudo a un departamento. Te llamo cuando obtenga un nuevo celular.
—¿Y el tuyo…?
—Lo tiré.
—Oh, Tom.
—Adiós, madre —corté el teléfono.
Me había enfadado con ella debido a que tampoco creía en mí. ¿Podía ser posible que nadie en la faz del planeta, además de Gustav y Georg, creyera en mí? Al parecer, sí. Ya ni valía la pena intentar convencer a los demás, algún día todos se darían cuenta de la clase de persona que era el rubio. Por lo pronto, debía focalizarme en el plan. No permitiría que nadie me quitara a Bill. Pensaba muy diferente cuando me había mudado de país, había dicho que dejaría que Bill fuese feliz con Andreas o con quien fuese. Sin embargo, tras las tres semanas que habían pasado, había pensado mucho en ello, y si Bill tenía que estar con alguien, lo aceptaba, mas no quería que fuera ningún imbécil. Por lo cual, Andreas y Bushido quedaban excluidos de ser la pareja de Bill. Al menos para mí.
De Andreas me encargaría luego, lo primero era el plan contra Bushido, quien sería más fácil de derrotar. Esperaba que la mentira de las amenazas sirviese para evitar que Bill saliera a donde fuere que iba a ir con el viejo. Mamá lo había creído todo, por lo que decidió llamar a mi hermano.
—Hola, ¿mamá?
—Sí, Billy. Soy yo. ¿Cómo estás, hijo?
—Bien, mamá. ¿Tú?
—Preocupada.
—¿Por qué?
—Porque me ll…Porque me llegaron cartas de amenaza.
—¿Cartas de amenaza? No, mamá. No puedo creerlo. ¿Quién te haría semejante cosa? ¿Qué decían?
—Pero no eran amenazándome a mí, Billy.
—¿Ah? ¿Entonces a quién amenazaban?
—A ti. Me pusieron en todas las cartas que a ti te pasaría algo si sales a la calle. Temo por tu vida, hijo.
—Oh, mamá. No te preocupes. Tengo guardaespaldas, no me va a pasar nada si salgo. Además, mañana en la noche estoy invitado a una fiesta.
—No, Bill. No saldrás hasta dentro de unos días. Si vemos que todo está bien, puede ser que salgas.
—Mamá, no tengo cinco años.
—Pero eres famoso y corres más riesgo de morir que cualquier otra persona.
—¿Quién puede ser el idiota que esté amenazándome? Necesito leer esas cartas, mamá. A lo mejor reconozco la letra.
—¡No! No, no podrás, Bill.
—¿Por qué? —preguntó mi gemelo sorprendido.
—Porque…las quemé.
—¿¡Quemaste la evidencia!? ¡Mamá! ¿Eres tonta o te haces?
—Lo siento, hijito, mas tenía mucho miedo y no quería ver las cartas.
—Oh, Dios. Está bien. Si te mandan medio papel, necesito que lo guardes y me avises, ¿sí?
—Sí, sí. Lo haré. Sin embargo, debes prometerme que no saldrás.
—No lo haré, madre. No me pasará nada…
—Bill, prométemelo, porque sino haré que Gordon te vaya a buscar, te traiga a casa y no saldrás de aquí por una semana.
—¡Pero, mamá! ¡Estoy en una banda y no puedo estar encerrado las veinticuatro horas sin hacer nada!
—Pues lo harás. Al menos hasta que se calmen las cosas.
—Está bien. Si lo prometo, ¿no me fastidiarás más?
—Sí. Recuerda, hasta que yo te dé permiso.
—Te odio, madre. Lo prometo. Sólo para que no tener que estar contigo por una semana entera.
—Sales a la esquina, y me entero, así que intenta cumplir con lo que has prometido.
—Sabes como soy con las promesas, mamá. Ya entendí. Adiós —cortó el teléfono Bill completamente disgustado, al igual que yo lo había hecho.


Capítulo LXXVIII: “Reflexionando”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=A49lgmKYGmw ]

Ambos, Bill y yo, nos habíamos enfadado con mamá. Sin embargo, mi enojo estaba justificado, mas Bill con quien debía enojarse era conmigo. Sólo que ese era un detalle del cual él no estaba al tanto.
—¡La odio! —exclamó Bill haciendo que Andreas lo oyera desde la cocina.
Bill estaba en el living mientras su saliente preparaba la cena.
—¿Quién era, Bill? ¿A quién odias? —Andreas se acercó a preguntarle a mi gemelo.
—Mamá.
—¿La odias? —cuestionó el rubio intrigado.
—Sí. No me deja salir —sonrió Bill sarcásticamente—. Como si tuviera cinco años.
—¿Por qué no te deja? —sonrió también el saliente de mi gemelo, pero no exactamente por lo que había dicho Bill; sino porque sentía una gran satisfacción de sólo pensar que Bill no iría a la fiesta de ese tal “Bushido”.
—Porque ha recibido amenazas que dicen que me van a matar.
—¿¡De verdad!? —cuestionó Andreas preocupado—. No puede ser. Averiguaré quién está haciendo esas bromas. ¿Cómo la amenazaron?
—Le enviaron cartas.
—Las guardó, ¿no? Debemos mostrárselas a la policía.
—Ni me hables, Andy. No las guardó la muy tonta.
—¿¡Cómo no las va a guardar!? —preguntó desconcertado el rubio.
—No lo sé. Simplemente, no lo hizo. Ahora no quiere que salga porque tiene miedo de que me pase algo. No te digo que fuera a ir a la fiesta de mañana, pero ahora estoy amenazado por mi madre y no puedo hacerlo.
—Mejor, así nos quedamos en casa tranquilos. Me muero si te llega a pasar algo. Si quieres pedimos algunas pizzas y la pasaremos mejor que en esa fiesta.
—Ja, bueno gracias, Andy.
Al día siguiente, Georg llamó a los chicos para ver si irían a la fiesta o no. Le preguntó a Gustav, y por supuesto que este, se unió.
—Ahora voy a preguntarle a Bill si va.
—Ojalá que el estúpido de Andreas no vaya —opinó Gustav.
—No creo. Seguramente va a ir, para que Bushido no se sobrepase con Bill.
—Es verdad.
—Bueno, Gus, te dejo. Voy a preguntarle al hermano de Tom si irá.
—Okay. Avísame luego que harás.
—Dale —cortó Geo la comunicación para llamar a Bill.
—¿Hola? —contestó mi gemelo.
—Bill, soy Geo. Necesito saber si irás a la fiesta de hoy.
—No, Geo. No iré.
—¿Por qué? Me llegas a decir que no tienes ganas, o que estás mal por Tom, juro por Dios que voy a tu casa especialmente para matarte, ¿escuchaste?
—Sí, Georg. Pero, ¿me puedes dejar hablar? Bueno. No voy porque mamá no me deja.
—Hubiese preferido que metieras las otras excusas. Buena broma, Bill. Ahora dime por qué no irás.
—Te estoy diciendo que mamá no me deja —repitió Bill seriamente, intentando no matar a Georg a través del teléfono.
—¿Estás hablando en serio?
—¿Acaso te suena a broma? Georg, mamá no quiere que salga de casa porque ha recibido amenazas, que decían que me iban a matar. Tiene miedo de que me pase algo. Me quiero morir, porque esta vez quería ir a la fiesta.
—¿Amenazas? No puedo creerlo…Lo que faltaba. ¿Y qué harán? ¿No avisarán a la policía?
—Y no. Porque no tenemos pruebas, ya que mamá quemó todas las cartas. Imagínate las ganas de matarla que tengo.
—Me imagino. ¿Cómo va a quemarlas? Bueno…Pues, ¿y por qué no sales igual?
—Mamá se enterará. Y si lo hace, corro riesgo de que me obligue a estar una semana con ella en su casa. No me arriesgaré. La conozco, y no me dejaría salir ni a la esquina. Además, Andy no quiere que salga —Bill sonrió.
—Ja, ja —rió Georg —. ¿Y quién es ese para decidir acerca de tu vida?
—Geo, Andy y yo…estamos saliendo.
—Creo que me acaba de dar un miocardio. ¡Bill! ¡Ni siquiera amas a ese infeliz! ¿¡Cómo fuiste capaz de…de caer tan bajo?! —se quejó Georg molesto por la decisión de mi hermano.
—Georg, no puedo creer que no me dejes ser feliz. Déjame tan sólo probar si me puedo olvidar de mi hermano. Te prometo que si extraño a Tom demasiado luego de unos meses, dejaré a Andreas. Tan sólo quiero ver qué tan feliz puedo llegar a ser sin él.
—No te prohíbo que seas feliz, amigo. Eres muy importante para mí y sabes que quiero que lo seas. Mas no con él. No con Andreas. Algún día nos darás la razón a tu gemelo y a mí, y espero que no sea muy tarde cuando lo hagas.
—No intentes darme miedo, Georg, porque no lo lograrás. No permitiré que nadie se interponga entre lo que estamos llevando a cabo con Andy. Él…él me conviene. Es la persona que más me ama, y sabe exactamente cómo hacerme feliz.
—Esas no son las palabras con las que uno describe a quien ama. Sé que amas a Tom todavía, y jamás perderé las esperanzas de que algún día vuelva. Tú y Tom lo eran todo. Sé que él, donde sea que se encuentre ahora, te está amando, y sobre todo, te extraña como jamás extrañó a alguien. ¿Y sabes por qué? Porque te ama, y tú lo amas, y su amor era verdadero. Jamás había visto a dos personas tan enamoradas, tan encariñadas el uno con el otro. Si te sirve de algo, nunca pensé que Tom podría alguna vez tener una relación seria con alguien, sin embargo, la tuvo y amó, como nadie se hubiese imaginado que fuese a amar Tom Kaulitz. Y aún te ama, eso te lo puedo firmar ya si quieres.
Cada palabra de Georg fue tan profunda, como el amor que ambos sentíamos. Nuestro amigo estaba en lo cierto, yo extrañaba a Bill con toda mi alma, con todo el corazón, y lo amaba tal como el primer día que había empezado a hacerlo. Nunca quise que las cosas cambiaran, o que mi gemelo me odiara, ni mucho menos había querido hacerle daño, tan sólo había hecho las cosas lo mejor que había podido. Y miles de veces, o quizás un poco más, se me había cruzado por la cabeza la idea de volver a casa, a mi hogar, con Bill, con la persona a quien amaba con todas mis fuerzas. Sin embargo, ¿qué ganaría? ¿Volvería a ilusionar a Bill para después abandonarlo? No. Las cosas no debían ser así; pero yo no sé amar, pensé. ¿Qué tal si regresaba con Bill y luego volvía a cometer una locura, tal como la había sido irme? Si le hacía eso de nuevo a mi hermano, no me lo perdonaría jamás. Por ello no quería regresar, por el temor a hacerle daño, a romperle nuevamente su corazón. Bill perdonaba una vez, mas dos, no.
Mi gemelo al escuchar las palabras de Georg, comenzó a llorar.
Nuevamente lloraba por mí, por mi amor perdido, por el amor que nos teníamos, pero que no aprovechábamos.
—¿Bill? —preguntó Georg ya que mi gemelo no había respondido nada sobre el sermón que le había dado.
—Sí, Geo, estoy aquí —contestó él con la voz entrecortada.
—Perdóname, no quise ponerte mal. Yo pienso así, a lo mejor estoy equivocado, no sé.
—Sólo hay una cosa en la que no estoy de acuerdo contigo. Y es que Tom no me ama. Sino no se hubiese ido. A lo mejor se tomó en serio al principio la relación, pero se fue porque se debe haber dado cuenta de que no me amaba. Apuesto toda mi fama a que ahora él está con miles de mujeres acostado pasándola genial, mientras yo lo lloro como un mariquita todos los malditos días, porque él no está a mi lado. ¿Sabes cuánto…? ¿Sabes cuántos años hace que había soñado con que Tom Kaulitz fuera el amor de mi vida? Lo sentía más lejos que cualquier fan lo sentía a él, porque lo amaba con locura, siendo que, lamentablemente, era mi hermano. Y aún lo sigo haciendo, lo sigo amando. Sin embargo, me decepcionó. Tom rompió y pisoteó todas mis ilusiones como si fuera un trapo de piso. Pasé de sentirme el hombre más afortunado del planeta, a sentirme una basura insignificante tirada y olvidada en el piso. Tom es un cobarde, Geo. Dime si no te lo imaginas ahora en un hotel cinco estrellas, rodeado de mujeres, borracho y sin acordarse siquiera de que tenía amigos y un novio, aquí, en Alemania. Séme sincero, amigo.
—Bueno, sabes que siempre lo soy. Está bien. Sí, pienso que Tom debe estar con miles de chicas todas las noches, emborrachándose, y pasándola bien. No obstante, apuesto a que si lo hace, es para olvidarse de ti, es para hacer lo mismo que tú estás haciendo. Yo no entiendo cómo ambos pueden ser tan tontos. Los mataría para que se den cuenta de lo que tienen que hacer. Bueno, ya ha sido demasiado el sermón. Volviendo al tema, entonces, ¿no irás a la fiesta?
—No. ¿Tú irás igual?
—Sí, voy con Gustav.
—Okay, suerte. Dile a Bushido que no fui porque…porque ya tenía planes. O no sé, invéntale lo primero que se te ocurra.
—Bueno. Le llamaré a Gus para avisarle.
—No quiero que te enojes, Geo, porque salgo con Andy.
—Es tu vida, Bill. Tú sabes lo que haces. Cuando nos des la razón a Tom y a mí, sabrás por qué decimos las cosas. Adiós.
—Pero no quiero… Okay, nos vemos —se interrumpió Bill a sí mismo, cortando la llamada. 

Capítulo LXXIX: “Engaños”

[ https://www.youtube.com/watch?v=SRia1R2zlb0 ]

Bill no podía imaginarse que Andreas fuese malo. Nunca había hecho nada para separarnos en frente de él, y, además, no podía ser tan bueno para disimularlo, pensaba Bill. Mi gemelo no sólo no quería imaginarse que Andreas fuera malo, sino que no quería admitirlo. El rubio, después de todo, había sido quien lo había hecho sonreír nuevamente, quien lo había apoyado y acompañado cuando mi hermano estaba más triste y en su peor momento. Bill tenía miedo de quedarse solo si se peleaba con el rubio. Al final, ambos éramos cobardes. Éramos iguales. Éramos gemelos.
Georg le avisó a Gustav que iba a la fiesta, pero que Bill no lo haría porque había recibido amenazas nuestra madre, y además porque mi gemelo salía con Andreas y este, no lo dejaba ir. Gustav tuvo la misma reacción que Georg al recibir la noticia de que el rubio y mi hermano salían. Por supuesto, que ninguno de los dos estaba de acuerdo. Sin embargo, a Bill poco le importaba la opinión de los demás.
Por la tarde, fui a firmar el contrato para alquilar el departamento que había visitado el día anterior. Al siguiente día, ya tendría habilitado el mismo para mudarme a vivir allí. Me compré un celular para poder comunicarme con mamá desde ese número. Mientras caminaba hacia el hotel, decidí llamarla.
—¿Hola?
—Mamá, soy Tom. ¿Cómo estás?
—Bien, un poco preocupada por lo del Bill. ¿Tú?
—Bien, igual que tú. Y, ¿qué le has dicho a Bill? No saldrá a ningún lado, ¿no?
—No sé. Está bien amenazado y me prometió que no saldría.
—Espero que así sea.
—Sí, seguramente. Si sale, tendrá que venir a casa y quedarse una semana encerrado aquí.
—Entonces no lo hará, no saldrá. Pues, ¿y qué le has dicho? No le dijiste que yo llamé, ¿o sí?
—No. Mentí por ti. Solamente por lo que me pediste.
—Ay, gracias, mamá. Te lo agradezco, de verdad.
—De nada. Creo que se enojó conmigo, porque supuestamente yo recibí las amenazas y quemé las cartas.
—¿Y por qué no le dijiste que las tenías?
—Porque iba a llevarlas a la policía. De todas formas, ¿me las puedes mandar por correo?
No sabía qué decirle. Si las escribía yo a las supuestas cartas, podrían investigarme y descubrir que yo era el amenazador. Y si no las escribía, o no se las enviaba a mamá, sospecharían que todo era un engaño, y eso no podía pasar.
—No, mamá. Tardarán muchísimo en llegar hasta allá y sería una pérdida de tiempo. Además, si llevan las cartas, el amenazar se enterará y matará a Bill. Si sabe que yo estoy en T…digo aquí, sabe todo. ¿Acaso quieres que maten a Bill? —pregunté intentando hacer que mamá tuviera miedo.
—Ay no, Tom. ¿Cómo me vas a preguntar eso? No digas esas cosas. Entonces no debemos decirle nada a la policía. ¿Y qué hago con Bill? Tiene miedo y quiere las amenazas.
—Oh, mi amor —susurré sin que mamá pudiera escucharme—. Dile lo que yo te he dicho, que no podemos decirle a la policía.
—Está bien. Pero te advierto que esto de la mentira no va a durar mucho.
—Lo sé, lo sé. Me encargaré de eso cuando se entere Bill.
—Tom, Tom, las cosas que tengo que hacer por ti. Te aviso que tu hermano casi se muere sin ti.
—¿Sí? —pregunté con la voz entrecortada.
—Sí. Me gritó y todo. ¿No te diste cuenta de que arruinaste la banda? Por ello estaba mal Bill y también estaba enojado, muy enojado.
—Ah, por eso estaba mal. ¿Te gritó? Eso sí que es extraño.
—Sí. Yo tampoco lo podía creer. ¿Por qué no vuelves?
—No, mamá. Bill me odia, me matará si regreso.
—Mas algún día tendrás que volver.
—Sí, cuando me olvide de él —susurré nuevamente.
—¿Qué?
—Nada. Algún día volveré. Mamá, te dejo. Este es mi nuevo número de móvil. Guárdalo y llama si pasa algo.
—Tú también. Si te mandan cartas de amenaza nuevamente, me avisas.
—Sí, mamá. Suerte.
—Nos vemos —finalizamos la llamada.
Georg y Gustav asistieron a la fiesta por la noche. Bushido se emborrachó, mas de igual modo les preguntó a ambos por qué Bill no había asistido.
—Porque tenía otros planes —contestó Gustav completamente sobrio, ya que él no tomaba.
—¿¡Otros planes!? ¡Pero si…si le avisé con una semana de anticipación! —tartamudeó Bushido debido a los efectos del alcohol.
—Tú sabes, la madre lo invitó a cenar. Y su madre es sagrada.
—¡Ah! ¡Ahora veo! —gritaba el anfitrión de la fiesta sin controlar el volumen de su voz.
Al finalizar la fiesta, Gustav tuvo que llevar al rubio amigo a su hogar, ya que este, se encontraba en un estado no muy sobrio que digamos.
Esa noche, tal como lo habían planeado, Andreas y Bill cenaron juntos. Sin embargo, Bill estuvo raro durante dicha cena. Y era por el sermón que Georg le había dado esa misma tarde. Además, Bill no quería que este se enojara, y mucho menos por Andreas, tal como yo alguna vez lo había hecho. Aceptó que yo ame a Tom, ¿y no va a aceptar que salga con Andreas?, se preguntó Bill. Igualmente, Georg no se había enojado. Sólo estaba un poco molesto por la actitud de mi gemelo.
Andreas ni se dio cuenta de que Bill no estaba del todo bien. Pues claro, él conocía muy poco del que había sido su mejor amigo desde que eran niños. Sólo y solamente yo conocía por completo a mi gemelo. Nadie jamás podría conocerlo de la forma en la que yo lo hacía. La lacra alienígena no me llegaba ni a los talones, y además nunca podría tener el instinto de hermanos gemelos que Bill y yo teníamos.
A la tarde siguiente, me mudé al nuevo departamento. Y a Bill, le sonó el timbre. Este bajó y Andreas fue por detrás.
—Hola —saludó una visita inesperada.
—¿Bushido? —preguntó Bill sorprendido.
—¿Tú? —cuestionó Andreas al igual que Bill.
—Los sorprendí, ¿verdad? —dijo el visitante.
—Y vaya sorpresa —sonrió mi hermano—. Oye, perdóname por no haber podido ir anoche a la fiesta.
—Está bien, a ti te perdono. Georg me dijo que no habías podido ir porque tuviste que cenar con alguien, pero no me acuerdo con quién. Estaba muy borracho como para recordarlo —sonrió Bushido.
—Se quedó a cenar conmigo —afirmó malévolamente Andreas.
—Ah, ¿sí?
—Sí —contestó Bill algo avergonzado, sin saber bien por qué.
—Bueno. Yo vine para invitarlos nuevamente a otra fiesta que haré. Es dentro de un mes.
—Ah, ¡tanta anticipación! —exclamó Andreas falsamente.
—Sí, porque como son tan ocupados…Especialmente tú, Bill.
—Ahora que estoy en la banda, también estoy ocupado —opinó el rubio.
—Seguramente podremos ir —contestó Bill amablemente.
—Ojalá que sí —respondió Bushido sonriente.
—¿Terminaste? Bien, adiós —Andreas cerró la puerta bruscamente.
Bushido se quedó completamente perplejo. ¿Y qué le pasa a este?, se preguntó. Se dijo que averiguaría si el rubio y Bill eran algo más que mejores amigos. Mi gemelo, debía ser de él. Yo había pensado que la guerra con Bushido sería fácil, pero me equivocaba al respecto. Ni este, ni el rubio, serían enemigos fáciles de derrotar. Mas no importaba, Bill debía estar con alguien bueno o conmigo, no había demasiadas alternativas. Y tal como alguna vez lo habíamos prometido, los dos debíamos casarnos o estar con alguien a quien ambos aprobáramos.
—¿Qué te pasa, Andreas? —preguntó Bill molesto por la actitud del rubio.
—¿Qué? ¿No ves que este viejo está enamorado de ti?
—Oh, Andy. Sólo vino a invitarnos a la fiesta. No hagas escenas de celos frente a todo el mundo.
—¿Todo el mundo? ¿Te avergüenzas de mí? Ya veo. Jamás le dirás a nadie de lo nuestro. Seguro que si hubiese sido Tom quien te hacía la escena de celos, te reirías con él y lo amarías aún más.
—No lo metas a él en la discusión, Andreas. Tom no tiene nada que ver con esto.
—Sí que tiene que ver. Tú jamás lo dejarás de amar, jamás lo olvidarás. Y espero que no me ilusiones en vano, Bill, porque yo te he dado todo.
—¿Tú que sabes si lo amo o lo dejo de amar? Tú no sabes nada, Andreas. Además, yo te advertí que no sería fácil sacar de mi cabeza a Tom. ¿Y ahora te enojas? ¿Te enojas por una idiota escena de celos?
—Para ti será idiota, pero me he dado cuenta de que me cambias por todos.
—Ja, ja —rió Bill sarcásticamente—. ¿Por todos? No sabes ni de qué hablas. Estoy peleado con Georg por defenderte, ¿y me dices que te cambio? No entiendo. Si sólo piensas que te estoy usando, vete quitando esa idea de la cabeza, porque esto así, no seguirá más.
—¿Sabes qué? Piensa qué diablos vas a hacer conmigo y luego me dices, ¿vale? —preguntó el rubio para después salir de la casa y cerrar la puerta con todas sus fuerzas.
Andreas sabía exactamente adónde dirigirse. No tomaría aire ni nada por el estilo. Se dirigiría a buscar pruebas. ¿Pruebas de qué delito? Del mío. Había algo en todo lo de las amenazas que le parecía raro. Y averiguaría qué era exactamente lo que estaba pasando.

 

Capítulo LXXX: “Engañando al corazón”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=BWRlfgNb1R8  ]

Andreas llegó al lugar deseado y tocó el timbre.
—¿Andy? —preguntó mamá abriendo la puerta.
—Sí, Simone. Soy yo.
—¡Qué sorpresa! Pasa, pasa. Mira, Gordon, quién ha venido —dijo mamá mirando a mi padrastro.
—Hola, Andy —saludó Gordon.
—Hola, Gordon —ambos se dieron la mano.
—¿Los sorprendí? —preguntó Andreas sonriente.
—Sí, la verdad —contestó mamá del mismo modo.
—¿Y Bill? ¿Salió anoche? ¿Por qué no vino?
—No, no salió anoche. Se quedó en casa y no vino porque… aún tiene miedo de que le pase algo —mintió el rubio.
—Bueno, mejor que tenga miedo. Yo también tengo miedo por él —sonaba preocupada mamá.
—Tenemos que hacer algo. Pero, ¿cómo es eso de que quemó las cartas con las amenazas?
—Sí, las quemé. Tenía miedo…
—Simone…Vamos, no le creo. La conozco demasiado. Usted no va a ser tan tonta de arriesgar así la vida de Bill y de no mandar la evidencia a la policía. Cuénteme la verdad.
—Pues, sí, las quemé, Andy. No sé por qué dices que no lo hice —contestó mamá nerviosa.
—¿Realmente alguien recibió amenazas contra Bill? —insistía Andreas.
—Está bien, te contaré la verdad, Andy. Pero prométeme que no le dirás nada a Bill.
—Lo prometo. Ahora cuéntame, Simone, quiero saber toda la verdad.
—Tom es quien recibe las amenazas. Se comunicó conmigo y no quería que le dijera la verdad a Bill, porque ambos están peleados.
—Ah… ¿Y cómo sabes que no miente Tom?
—¿Y por qué habría de mentir? —preguntó mamá desconcertada.
—No lo sé. Tienes razón, no creo que mienta. No gana nada. Gracias por contármelo, Simone.
—De nada. Mas te pido por el amor de Dios que no le cuentes nada a Bill, él no debe enterarse.
—¿Por qué no?
—Porque Tom no quiere, están peleados, ya te dije.
—Está bien, no le diré nada. Me iré, Simone, porque me peleé con su hijo y debo arreglarlo.
—¿Por qué se han peleado?
—Problemas de mejores amigos. Debo pedirle perdón. Lo traté muy mal.
—Okay, ve. Suerte, Andy —saludó mamá a su hijo postizo abrazándolo.
—Besos. Nos vemos, Simone. Adiós, Gordon —el rubio salió de la casa y se dirigió para el hogar de mi gemelo.
Andreas ya había sospechado que algo raro estaba pasando con respecto a lo de las amenazas, pero nunca se imaginó que yo era quien las recibía. De todas maneras, había algo en su cabeza, que le decía que yo mentía. Sin embargo, si lo hacía, ¿para qué lo haría? ¿Con qué objeto? No había razón alguna para inventar semejante mentira. Además, sólo servía para asustar a Bill. Al menos, eso era así para Andreas. Para mí no. Todo eso ayudaría a que Bushido dejara en paz a mi amado. Si mi gemelo no había ido a la fiesta, el viejo tenía que alejarse de él. O eso era lo que suponía yo que pasaría. Mas no fue así, y está de más decirlo.
El rubio, al llegar a la casa de Bill, golpeó la puerta algo avergonzado por todo lo que había dicho anteriormente. Mi gemelo, sin dudas, no podía creer lo que había pasado. En la discusión con Andreas, era como si este se hubiese transformado; jamás lo había visto tan enojado. Y por supuesto que Bill se enojó completamente porque estaba poniendo todo lo mejor de él para que todo saliera bien, y Andreas le salía con una escena de celos que no servía para nada. Como si a mi hermano le fuera a gustar el viejo decrépito de Bushido. En todo caso, el rubio se tendría que haber enojado con dicho viejo, no con Bill.
Mi gemelo no escuchó cuando mi enemigo golpeó la puerta, así que no bajó y Andreas entró solo a casa. Se dirigió a la habitación de mi hermano; quería arreglar las cosas. Allí también golpeó la puerta antes de entrar.
—¿Puedo? Soy Andreas. Quiero hablar contigo.
—Entra —afirmó Bill, quien estaba sentado en la cama pensando.
—No sé qué me pasó, Bill —dijo el rubio sentándose al lado de mi gemelo—. Por favor, perdóname. Diablos, siento que estoy actuando como Tom.
—Lo estás haciendo —sonrió Bill, como si nunca hubiese estado enojado.
—No. Prometo que no lo volveré a hacer, no volveré a gritarte de la forma en que lo hice. Tú me tratabas bien, y yo solamente te contestaba mal. Me siento muy culpable. Además, eres la persona que más amo en todo el mundo y no quiero perderte por nada. Podría morir si eso pasara.
Eso mismo me dijo Tom, pensó Bill.
—Entiendo. Entiendo lo importante que es amar a alguien y tener la sensación de que lo perderás. Es horrible. Simplemente horrible. Sólo me molestó que metieras a Tom en la discusión porque…ya sabes que me hace mal hablar de él. Igualmente yo te aclaré desde un principio, Andy, que no sería fácil olvidarme de mi gemelo, por más que ya haya pasado casi un mes. No sé…Haz de cuenta que me tienes que olvidar a mí. No sería fácil, ¿verdad?
—No, claro que no. Si te entiendo, Bill. Es sólo que cuando me enojo digo cualquier cosa y bueno...eso fue lo primero que se me vino a la mente. Sé que yo serviré de ayuda para que te olvides de Tom, pero no quiero convertirme en tu objeto, no sé si me entiendes. Tengo miedo a que sólo me uses y ya, luego vuelva va a ser tu mejor amigo.
—Andy, tienes razón, quiero, necesito que me ayudes a olvidarme de mi hermano, mas no te voy a ilusionar en vano. Te adoro más que a un amigo, tú eres la persona que necesito siempre a mi lado, y la persona que más me conoce, incluso mejor que Tom. Quiero que siempre estés conmigo, así como yo estaré contigo. Y no te dejaré caer jamás. Gracias por todo, Andy. Perdóname si alguna vez te di a entender que te usaba. Mi intención nunca fue esa.
Las palabras de Bill sonaban como si Andreas continuase siendo su mejor amigo. Bill no lo amaba, eso estaba clarísimo.
—Lo sé, Bill. Tú eres una persona excelente y sé que jamás me harías algo así. Te amo, mi amor —el rubio terminó de reconciliarse con mi gemelo, besándolo.
—Quiero que de ahora en adelante, no nombremos más a Tom. ¿Sí?
—Bueno, pero después de que te cuente algo —afirmó Andreas.
—¿Qué cosa?
—Tu madre no recibe ningunas amenazas, Bill.
—¿Ah? ¿Cómo que no recibe las amenazas? 
—Sí, así como lo oyes, ella no recibe las amenazas.
—¿Me mintió? —preguntó Bill sorprendido.
—No, no. Quien recibe las amenazas no es ella, sino Tom.
—¿Estás hablando en serio, Andy?
—Sí, ¿por qué? ¿Suena increíble? —cuestionó Andreas confundido.
—No, no. Lo que pasa es que no puedo creer que mamá me haya mentido. ¿Por qué lo hizo?
—No lo sé. Seguramente, Tom fue quien le dijo que ocultara todo. Si no, otra explicación, no le encuentro.
—Tienes razón. Lo más probable es que haya sido Tom. Vuelvo a preguntar, ¿y qué ganaba él con ocultármelo?
—No tengo idea.
—Me he enojado con mamá. No puedo creer que me haya mentido.
—Yo tampoco podía creerlo. Pero, por favor, le prometí  a tu mamá que no te diría nada, así que no te enojes, si no va a saber que abrí la boca.
—Me tengo que enojar, Andy. ¿Cómo me va a mentir de esa forma? Además, se comunicó con Tom y seguramente sabe dónde está, y no me ha dicho nada. Es el colmo. No puedo creer que todo el mundo a mi alrededor me mienta. Eres la única persona en la cual se puede confiar, Andy. Eres, además de mi saliente, el único amigo verdadero.
—Muchas gracias, Bill. Sin embargo, prométeme que no le dirás nada a tu madre, por favor. Hazlo por mí. Además, si habló con Tom, ¿qué importa? Tú estás conmigo y él que viva su vida, qué nos importa. ¿No? Debo ayudarte a que realmente lo olvides.
—Tienes razón. Está bien, no le diré nada a mamá. Te lo prometo.
—Gracias, mi amor.
—De nada, mi Andy.
Bill creía estar feliz. Pero no lo estaba. Esa misma noche, se entristeció por completo, debido a que se puso a pensar en mí nuevamente. Yo me había comunicado con mamá y no con Bill, y eso significaba muchas cosas para él. Principalmente, daba cuenta de que a mí no me interesaba, y aunque eso no fuese cierto, así era como pensaba mi gemelo. Jamás superaré su partida, se repetía una y otra vez mi hermano. Mas, después de un largo rato de pensar, se dijo que se olvidaría de mí, al igual que tantas veces lo había hecho, y además, se quería convencer de que estaba feliz con Andreas. Engañar al corazón no era una tarea fácil. Mucho menos lo era para Bill, quien siempre hacía lo que su corazón le dictaba. Excepto esa vez.


Capítulo LXXXI: “Cada segundo sin ti, se duplica mi amor por ti”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=WWW5XIF2pIc  ]

Mamá debía comunicarme que ella le había dicho a Andreas la verdad. Me llamó apenas este último se fue de su casa, debido a que dijimos que nos avisaríamos cualquier cosa que pasara.
—Tomy...
—¿Qué pasó, mamá?
—Tengo que comunicarte algo que ha pasado.
—¿Qué? ¿Qué pasó?
—Andreas se enteró de la verdad.
—¿¡Cómo que se enteró de la verdad!?
—Tuve que decirle, hijo. Él sospechaba y...se lo conté.
—¡No, no, no! —exclamé completamente sacado de quicio. ¿¡Cómo le vas a contar?! ¿No ves que a los dos segundos se enterará Bill? No puede ser...No quería que supiera que había llamado...Ni mucho menos quería que se enterara de las amenazas. Todo me sale mal, Dios... —me quejaba absolutamente indignado.
—No seas exagerado, Tom. No tiene nada de malo que Andreas se entere. Además me prometió que no contaría nada.
—Sí que tiene de malo. Mamá, no puedo confiar ni siquiera en ti. ¿Cómo le vas a contar a ese idiota? Ya le debe haber dicho a Bill...
—Si Andreas le dice a Bill me enojaré con él.
—Ojalá que le diga, y así te darás cuenta de la clase de persona que es.
—Bill no me ha llamado ni nada por el estilo, así que no creo que se haya enterado. Tú, ¿has recibido nuevas amenazas?
—No. Se ve que le dio miedo o algo al amenazador, porque no ha mandado nada más.
—Gracias a Dios. Le diré a Bill que ya puede salir tranquilo.
—No, mamá. ¿Y si le pasa algo por salir tan pronto? No, no. Dile que recién dentro de una semana puede salir —pedí como si fuera el padre de Bill.
—Okay, mañana quizás le avise.
—Te dejo, madre, que ya me hiciste poner de mal humor.
—Ay, Tom, bueno. Nos vemos, perdóname.
—Está bien, mamá. Suerte. Saludos a Gordon.
—¿Y a tu hermano no le mandarás saludos?
—Como si me quisiera...
—¿Cómo no te va a querer, hijo? Yo le mando saludos de tu parte.
—Ni se te ocurra. Ya demasiado metiste la pata, mamá. Tú le dices eso a Bill y soy capaz de ir hasta allá especialmente para matarte.
—OK. No le diré nada, odioso.
—Adiós.
—Besos, hijo —finalizaron la llamada.
Los días fueron pasando lenta y dolorosamente. Yo no daba más, quería volver a casa, mas continuaba negándome a hacerlo. Bill había logrado dejar de pensar muchísimo en mí y, en cambio, lo hacía de vez en cuando. Estaba feliz con Andreas y no le importaba nadie más que él. Definitivamente, estaba empezando a olvidarme. Y estaba orgulloso de que ello fuera así. Por el contrario, yo no paraba de pensar en mi gemelo. Cada día que pasaba, se hacía más duro vivir. Y para aliviar ese dolor, tomaba. Una noche tomé tanto, que caí inconsciente al piso. Cuando desperté a la mañana siguiente, no tenía idea en qué momento me había acostado. Mejor dicho, no tenía idea de que me había caído. En el suelo, por supuesto.
Un mes pasó. Pero eran dos meses sin Bill. Y cada día era como un año sin sus caricias, sin sus besos, sin verlo, sin siquiera rozarlo, ni abrazarlo, ni mirar sus hermosos ojos, ni contemplar la belleza de su rostro. Bill no tenía una idea de cuánto lo echaba de menos. Y parecía que mientras más lo extrañaba, más lo amaba. Había superado todos los récords; nunca en la vida nos habíamos separado por más de una semana. Era increíble. Y yo que pensaba que me suicidaría, o algo por el estilo, al estar sin mi gemelo. Si lo hubiese considerado mi gemelo, y nada más que eso, no había problema en vivir años sin él. El problema era que lo amaba, y no como un familiar más, sino como a mi novio. Aunque en ese momento, ya era ex novio. Y lamentaba tanto que todo hubiese terminado así, tan mal. Todo parecía ser una película romántica en la que el hombre dejaba abandonada a su mujer. Solamente que no había dejado abandonada a mi mujer, sino a mi hermano. Y eso era más grave aún. Sobre todo cuando era la persona a quien más amaba en el mundo entero.
Noviembre llegó. Y ese mes no tenía nada especial para Bill, tan sólo era un mes más sin mí. El único evento interesante era un concierto que tenían y la fiesta de Bushido, a la cual Bill, tenía pensado ir. Con respecto a la banda, los chicos decidieron tocar menos. Querían tomarse un tiempo de vacaciones, principalmente porque yo no estaba. No se separarían, ni mucho menos se irían de la banda, solamente estarían sin actividad por un mes o un mes y medio tal vez.
—¿Iremos esta noche a la fiesta? —le preguntó Bill a Andreas como pidiéndole permiso para hacerlo.
—¿Tú quieres ir?
—Sí. ¿Tú? Si no quieres me quedaré aquí contigo.
—Bueno, vamos... —contestó el rubio desganadamente.
—No, Andy. No iré si no tienes ganas de ir. 
—Bueno, te soy sincero, Bill, no tengo ganas de ir.
—Okay, no iremos.
—Pero no quiero que te enojes... Ve tú si quieres, total vas con Georg y Gustav. No hay problema —mintió Andreas haciendo de cuenta que no le importaba que Bill fuera solo a la fiesta.
—Iré contigo, o no iré.
—Gracias, Bill —sonrió Andreas.
A mi gemelo le molestó un poco que el rubio no quisiera ir, mas no se enojó. Prefería quedarse con Andreas antes que ir a una fiesta en la cual no conocía a nadie. Últimamente, el rubio y Bill estaban muy unidos.
Georg se comunicó con Bill para saber si este iba a ir a la fiesta.
—No, Geo, no iremos.
—Otra vez, Bill... ¿Y ahora por qué? ¿No te dejó Gordon o qué?
—No, Georg. Andy no quiere ir.
—¿Y por qué no vas tú sin el chicle?
—Porque no dejaré a Andy solo. Si no voy con él, no voy.
—Está bien, Bill. Quédate con él. ¿Hace cuánto que no sales? ¿Hace cuánto que no nos vemos? Estás tan aislado con él que te estás olvidando que Gus y yo somos tus amigos. O, al menos, eso creo. Bueno... haz lo que quieras. No volveré a preguntarte para ir a ningún lado más. Eres más aguafiestas que hace un año atrás. Y mira que eso es mucho decir.
—Si me quiero aislar, me aislaré. A lo mejor tú no eres un buen amigo y no entiendes cómo se siente estar solo. Te dejaré en paz —Bill cortó el teléfono enfadado.
—¿Qué pasó? —preguntó Andreas curioso, pero feliz ya que Bill lo había defendido.
—Me dice que soy un aguafiestas porque no me despego de ti y no quiero salir a ningún lado sin ti.
—Y... por algo será. Ellos no me quieren. ¿Cómo pretenden que tú quieras a alguien a quien no le cae bien tu saliente?
—Es verdad. O sea, yo los quiero a Georg y a Gus, sin embargo, no te quieren y eso se hace complicado a la hora de juntarnos. Odio, odio cuando Georg piensa solamente en él. Al final, es igual que Tom —opinó Bill egocéntricamente, sin fijarse en lo que él estaba haciendo,
—Quizás lo sea. No te pongas mal por él, Bill. No vale la pena. Ya se arreglarán.
Por supuesto, que Andreas no quería que mi gemelo y Georg se arreglaran. Este último era alguien de quien el rubio debía librarse. Mejor para él que estuviesen peleados, menos gente que le llenara la cabeza a mi hermano.
Bill se sentía mal por pelearse con Geo, porque ya había pasado una vez, y con esa dos; estaba harto de que siempre sucediese ello por culpa de Andreas. Es más fácil salir con mi gemelo, que con un hombre, pensó Bill.
—Me voy arriba a acostarme, no me siento bien —afirmó Bill.
—Oh, mi amor. Ve, espérame despierto, no te duermas. Yo voy a hacer algo y... ¿me puedo acostar contigo a dormir la siesta?
—Sí, Andy —contestó Bill sin ganas realmente de dormir con él, pero dismulándolo.
—Okay, en un rato voy.
—¿Qué te quedarás haciendo?
—Ya lo verás. Tú, ve. No te duermas porque te despertaré —rió Andreas.
—Bueno —sonrió mi gemelo, yéndose para la habitación.
Andreas preparó una torta. ¿Qué debía festejar? Sólo él lo sabía. Luego subió por las escaleras con dicha torta en sus manos, ya decorada, e ingresó a la habitación de mi gemelo.
—Andy, ¿en qué momento has hecho eso? —preguntó Bill completamente sorprendido.
—Recién —contestó el rubio sonriente.
—Y... ¿puedo preguntar a qué se debe la realización de la misma?
—Por supuesto. Pero para ello, yo debo preguntar algo antes.
Andreas se arrodilló frente a mi hermano, dejando la torta en la mesa de luz.
—Bill... todo este tiempo que hemos estado juntos, me ha llevado a pensar que... que no quiero que nos pase lo mismo que te sucedió con Tom. No quiero que salgamos mucho tiempo y que sólo estemos de novios dos días. Por eso, me gustaría que nos apuremos un poco y...¿quieres ser mi novio? —cuestionó Andreas absolutamente feliz y, por supuesto, esperando una respuesta positiva.
Mi gemelo se quedó perplejo. No porque le hubiese sorprendido la pregunta, ya que la veía venir, sino porque no sabía qué responder. Es decir, por más que no fuera un gran paso ponerse de novios, debido a que estaban saliendo y era prácticamente lo mismo, Bill no quería. No quería sufrir nuevamente, ni mucho menos apurarse en la relación, tal como lo había hecho conmigo. Sin embargo, por otro lado, mi gemelo sí quería salir con Andreas. Este era quien lo había apoyado y ayudado durante casi quince años, y a eso nadie lo podía superar. Además, esos dos meses sin mí, se convirtieron en unas pocas semanas para Bill gracias al rubio. Sin él, nadie sabía qué podría haber sido de la vida de mi hermano. Los pro y los contra para este último, se equiparaban. No obstante, Bill no se olvidaba de Georg, de Gustav y de mí. Los tres afirmábamos a muerte que Andreas era una mala persona, que no era quien decía ser. ¿Y si eso era cierto?, se preguntó mi gemelo. Él no se arriesgaría a que luego todo terminara mal por no hacer caso. O quizás sí.


Capítulo LXXXII: “¿Mentiras, o verdades que estremecen?

[ https://www.youtube.com/watch?v=Kmo6S3B_vNc ]

—Andy... te quiero ser sincero como tú lo hiciste con lo de la fiesta. ¿Puedo?
—Por supuesto, Bill. ¿Qué preguntas son esas?
—Bueno. No quiero ponerme de novio contigo. Y te doy las razones porque te las mereces. No quiero debido a que me da miedo. Tengo miedo de ir rápido y después arrepentirme, tal como me pasó una vez. No hay que volver a cometer los errores dos veces, ¿verdad?
—Comprendo —contestó Andreas un poco desilusionado—. No hay problema, Bill. De todas formas, estamos bien así, ¿no? Aunque me hubiese gustado darle un título al amor que nos tenemos, respeto tu decisión. Y agradezco de verdad que me hayas sido sincero.
Andreas se estaba muriendo de la bronca en su interior. No entendía bien por qué Bill lo había rechazado. Seguramente es porque continúa amando al idiota de Tom, pensó el rubio.
—Perdóname —pidió Bill sintiéndose un poco mal, porque sabía todo lo que había hecho Andreas para proponerle que fuera su novio.
—No importa, Bill, de verdad —mintió el rubio—. A la torta la podemos comer igual —sonrió.
—Pues, claro —acompañó mi gemelo a su saliente sonriendo.
Ambos comieron la torta juntos. Estaban un poco incómodos por el tema del noviazgo, pero nada que el tiempo no pudiera llevarse consigo.
Georg se había quedado más que indignado por la pelea con Bill. Y no podía creer que mi gemelo le hubiese dicho que no era un buen amigo. El bajista lo era, era un buen amigo, mas el problema era que Bill no se daba cuenta de quiénes eran buenas personas y quiénes no. Estaba ciego, completamente ciego. ¿Qué le había pasado para que lo estuviera? Era la gran interrogante que todos nos hacíamos.
Gustav y Georg asistieron nuevamente a otra de las fiestas de Bushido. Y este también preguntó exactamente lo mismo que hacía un mes atrás. Lo hizo cuando los dos integrantes de Tokio Hotel presentes en la fiesta, estaban borrachos. El anfitrión de la misma, aún no había llegado a emborracharse, ya que todavía era un poco temprano para él. Gustav había tomado debido a que, supuestamente, Georg lo había incitado a hacerlo.
—¿Por qué Bill no vino nuevamente? —cuestionó Bushido.
—Tú, tú sabes... La primera vez fue por las amenazas... y ahora Andreas no lo dejó... —tartamudeó Georg debido a que no se encontraba muy sobrio que digamos.
—¿Qué amenazas? —preguntó el anfitrión algo desconcertado.
—Las que le envió alguien a la madre de Bill que decían que lo matarían.
Bushido se quedó completamente sorprendido. Sin embargo, debía aprovechar que Georg estaba sacando las verdades a la luz para preguntar lo que quisiera.
—Ah... ¿Y quién es Andreas en la vida de Bill que no lo dejó venir?
—Están saliendo... Pero... todo el mundo sabe que Bill ama a Tom —confesó Georg sin tener pelo alguno en la lengua que le impidiera decirlo.
—Sí. Todavía no entiendo cómo Tom, amando tanto a Bill, se fue sin despedirse de él. ¡Y además hacía un día que estaban de novios! —exclamó Gustav en el mismo estado de ebriedad que su amigo.
—Oh, qué mal —intentó hacerse el afectado Bushido—. Y Andreas ama a Bill, ¿verdad?
—Sí. Mas ese es un hipócrita. A Tom le hizo la vida imposible para que dejara a su gemelo, y ya ves cómo terminó todo. Si tan sólo alguien pudiera separar a ese rubio de nuestro amigo... —se lamentaba Georg.
—Chicos, ¿tienen algún concierto este mes?
—Sí. Uno aquí, en Magdeburg. Y luego tocaremos dentro de unos meses en España. ¿Por qué?
—Así los voy a ver. ¿Cuándo será el de aquí?
—No me acuerdo... —contestó Gustav para que luego rieran los tres.
De ese modo transcurrió la noche. Bushido terminó por emborracharse; algo que era de esperarse.
Yo estaba en mi departamento, aburrido. Ya no sabía que hacer para matar el aburrimiento. Hacía más de tres semanas que no entablaba conversación alguna con una persona. Me la pasaba las veinticuatro horas del día jugando online. Me había enterado de las noticias más viejas del universo, y todos los rumores que habían inventado acerca de los miembros de Tokio Hotel. Eso sí que era estar sin hacer nada. Desde los diez años de edad que no había estado tan aburrido. Y cuando llegaba el momento en el cual me ardían los ojos de tanto estar en la laptop, me fumaba cinco cigarrillos como mínimo, uno atrás del otro. Los nervios y el aburrimiento me estaban matando.
Pasaron tres días de la fiesta y David les avisó a los miembros de la banda que dentro de una semana sería el concierto de Magdeburg. Lo peor de ello era que Bill, aún no se había arreglado con Georg. Gustav llamó a mi hermano unos días antes del concierto, para ver si se juntaban a ensayar. Y lo hicieron; se juntaron. Sin embargo, Bill no miró a Georg a lo largo de todo el ensayo, y este último hizo lo mismo con él. Lo único que hicieron fue saludarse. Ambos estaban molestos y afligidos por la pelea, mas ninguno daba el brazo a torcer. Y si yo hubiese sabido de la pelea, le hubiera dado toda la razón a Georg, porque era quien la tenía.
Ese mismo día, Bushido averiguó cuándo iba a ser el concierto para asistir al mismo. Y yo me enteré por Internet.
—El segundo concierto sin mí... —susurré, como si alguien hubiese podido oírme.
Lo único que esperaba era que todas las fans le tiraran tomates a Andreas, o no le aplaudieran, tal como lo habían hecho una vez conmigo —cuando salí en el programa para decir que yo no había obligado a Melany a abortar— o simplemente gritaran: ¡qué regrese Tom! Eso sería lo que me podría haber hecho feliz en aquel momento.
Al día siguiente, mamá me llamó desesperada.
—¡Tomy! ¡Hijo!
—¿Qué pasa, mamá?
—No sabes lo que ha pasado.
—¿Qué? ¿Qué pasó?
—Esta mañana...recibí una amenaza.
—¿Có...cómo? ¿Como las que he recibido yo? —pregunté totalmente atónito.
—Sí. Debe ser el mismo amenazador. La nota dice: “Cuide muy bien a Bill, nadie sabe lo que le puede pasar”.
—Oh, por Dios...
Verdaderamente, me quedé aterrorizado. La mentira que había armado se estaba convirtiendo en verdad. No podía creerlo. ¿Quién podía ser? Andreas era el único que sabía que yo recibía las amenazas, y a lo mejor, había hecho eso de enviárselas a mamá, para darme miedo. Y si no era el rubio, no se me ocurría nadie más.
—Mamá, ¿no puedes sacarle una foto o escanear la nota para enviármela por correo? Necesito ver la letra, a ver si es la misma de las amenazas que recibí yo —mentí.
—Bueno, haré eso. Más tarde te la envío.
—Okay, gracias, mamá. Se me había ido el miedo y ahora ha regresado.
—Sí, lo mismo digo. Tengo miedo de que a Bill le pase algo.
—Adviértele que no salga a ningún lado. Encima, mañana tienen concierto.
—Oh, será complicado convencerlo. Pero veré qué puedo hacer.
—Listo, mamá. Envíame más tarde la nota. Suerte.
—Besos, Tomy —se acabó la comunicación.
A Bill no le podía pasar nada. No le debía pasar nada. Si el que había escrito la amenaza era Andreas, no le quedarían ganas de volver a hacerlo cuando yo lo encontrara. Y si no era la letra de la lacra la de la nota, no tenía idea de quién podía ser.
Mamá apenas cortó la comunicación conmigo, llamó a Bill. Le tenía que advertir nuevamente que corría riesgo.
—¿Bill?
—Sí. ¿Qué pasa? —preguntó cortante mi hermano.
—He recibido otra amenaza.
—Ah, ¿sí? ¿La recibiste tú o Tom? —cuestionó Bill aprovechando que Andreas había salido a comprar.
—¿Ah? ¿De qué hablas? —preguntó mamá poniéndose nerviosa.
—Tú sabes bien de lo que hablo, mamá. Era Tom quien recibía las amenazas. No tú.
—¿Andreas te contó?
—Qué importa si me contó o no. Lo importante acá, es que tú me has mentido. ¿Para qué lo has hecho, mamá? ¿Para cubrir al idiota de mi hermano?
—Tom me pidió que lo hiciera. Pero, puedo saber, ¿por qué están peleados?
—No. Son asuntos nuestros, madre.
—Está bien, te respeto. Sin embargo, debes sabes que, por más que a las amenazas las haya recibido Tom, a mí me llegó una esta mañana. Y no es mentira.
—¿Y qué, mamá? ¿Quieres que me quede encerrado nuevamente?
—Sí, Bill, te llega a pasar algo y Tom y yo nos morimos. No salgas y todos nos quedaremos tranquilos.
—Ja, ja. ¿Tom? ¿Morir por otra persona? No me hagas reír, mamá. Tom por el único que moriría es por él. No quiere a nadie más que a él.
—Sabes que eso no es verdad, Bill.
—No me interesa Tom, mamá. Y te aviso que mañana tengo que salir sí o sí porque tengo concierto. Voy a ir porque no voy a vivir toda mi vida teniéndole miedo a un supuesto amenazador que ni siquiera sé si existe.
—¿Cómo no va a existir si nos envió cartas de amenaza?
—Yo no vi esas cartas. Quién sabe si tú y Tom mienten. Adiós, mamá. No tengo tiempo para discutir pavadas.
—¡Bill Kaulitz! —exclamó mamá pero mi gemelo no la oyó, debido a que ya había cortado la comunicación.


Capítulo LXXXIII: “Tan agobiado”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=21FlWVJ51r0 ]

Andreas entró aproximadamente diez minutos después de que Bill había cortado la llamada con mamá.
—¿Qué pasa, Billy, que tienes esa cara? —preguntó el rubio curioso.
—Mamá. Llamó y no pude evitar preguntarle por qué me había mentido.
—Pero, Bill... te dije que...No importa. ¿Qué te dijo?
—Que sí, que había sido para cubrir a mi hermano. Mas lo peor de todo, fue que, supuestamente, esta vez ella recibió una amenaza. Y ahora no me deja salir de nuevo.
—¿Cómo haremos? Mañana tenemos concierto.
—Saldré igual. No me importa.
—Bill... ¿dijiste que esta vez tu mamá recibió la amenaza? Esto debe ser en serio. Yo que tú no me arriesgaría a salir. Vamos, podemos cambiar el día del concierto. No me arriesgaré a que te pase nada, mi amor.
—Andy, no voy a vivir atado a un amenazador que ni siquiera sé si existe. Te prometo que iremos al concierto mañana y no salgo más en toda la semana, ¿sí?
—Está bien. Me muero si te pasa algo, mi vida —Andreas besó a mi hermano.
Mi gemelo se sintió algo extraño mientras besaba al rubio, ya que sus palabras lo hicieron recordarme.
—¿Qué pasa? —cuestionó el saliente de Bill, ya que mi hermano dejó de besarlo.
—Nada. No aguanto más, Andy —Bill abrazó al rubio dejando caer algunas lágrimas por sus ojos. 
—Bill...
—Quiero amarte, quiero amarte, debo amarte... —repetía mi hermano una y otra vez.
—No te obligo a hacerlo, Bill. Quiero que tú seas feliz. Con eso me basta. Amaría que me ames, pero si tengo que elegir entre verte sonreír y que me ames, elegiría verte sonreír.
—Gracias, Andy. No me va a alcanzar la vida para agradecerte todo lo que has hecho por mí.
—Con un beso ya lo estarías haciendo —sonrió Andreas.
—Entonces te pagaré —lo besó Bill, mas esa vez con muchas más ganas que la anterior.
Mamá me llamó nuevamente para informarme que Bill no quería hacer caso.
—¿Por qué no quiere hacer caso?
—Porque Andreas le contó la verdad.
—Te lo dije, mamá. ¡Te lo dije! ¿Cuándo será el día que alguien me haga caso? Ahora Bill se debe haber enojado peor conmigo... Tú, te enojarás con Andreas, ¿no?
—No lo sé, Tom. Eso no es lo importante ahora.
—No, ahora no. Sin embargo, si no le hubieses contado nada a Andreas, Bill te haría caso. Apuesto a que ahora no te cree que a ti te han enviado una amenaza. Seguramente piensa que me la enviaron a mí, y claro... no confía en mí.
—No, no me cree.
—¿Ves? ¡Cómo odio que nadie me haga caso! Bueno, mamá. Tendremos que dejar que Bill tome su decisión. Si él quiere que le suceda algo, irá al concierto. Y si no, no lo hará. No podemos atarlo a la cama para que no salga a ningún lado.
—Okay. Espero que no salga.
—Ojalá que no.
—Okay, hijo, te dejo.
—Bueno, mamá. Adiós. Acuérdate de mandarme la nota con la amenaza.
—Lo haré. Besos.
Cuando finalicé la llamada con mamá, tenía más miedo que antes. Culpa de ella, Bill iría al concierto, en el cual podía pasarle cualquier cosa. Sólo quería saber quién había sido el descerebrado que había inventado esa broma. Que, por cierto, de graciosa no tenía nada. Lo único que esperaba era que lo que decía la nota de amenaza, no se cumpliera.
A la noche, mamá me envió dicha nota. Analicé bien cada letra de la misma, y lamentablemente, esa vez no había sido Andreas el creador de semejante estupidez. No tenía idea de quién podía ser. Se me cruzó por la cabeza el nombre de Bushido. Sin embargo, él no puede ser —pensé—, no sabe de las amenazas. Mas, en realidad, sí sabía, gracias a que Georg había abierto su gran boca cuando estaba ebrio. No quería, pero no me quedaba otra más que esperar al día siguiente para ver qué sucedía.
Llegó el día del concierto. Los chicos se juntaron para ensayar antes de que se realizara el mismo y Bill y Georg continuaban al igual que hacía unos días, sin hablarse. Ambos eran muy orgullosos, por lo que ninguno le pediría perdón al otro.
Yo, en mi departamento, estaba rogando que Bill no fuera a dicho concierto. Continuaba con miedo, por supuesto. Sin embargo, mi gemelo no tuvo ningún presentimiento que le dijera que no asistiera a cantar. Por ello, fue que lo hizo.
El concierto se llevó a cabo normalmente, con la presencia de Andreas en la banda. Todo salió perfecto. No hubo ningún error por parte del nuevo integrante de la banda, tal como la primera vez.
Cuando terminó el concierto, los cuatro integrantes de la banda se dirigieron a los camerinos. No festejaron porque todo había salido bien; ni siquiera por ello se hablarían Georg y Bill.
—Oh, ya, no se peleen por este idiota —afirmó Gustav señalando a Andreas y hablándole a los que estaban peleados.
—Andreas no es ningún idiota, Gustav. ¿Quieres que me enoje contigo también? —contestó Bill completamente malhumorado.
—No, Bill. Solamente que no quiero que estén peleados.
—Déjalo todo como está, Gus —respondió Georg viendo que mi gemelo no tenía ni la más mínima gana de arreglarse con él.
—Buenas, buenas —interrumpió Bushido la conversación, ingresando nuevamente a los camerinos como había hecho la vez pasada—. Estuviste genial, Bill. Me encantó el concierto. Ustedes también estuvieron muy bien, Georg y Gus.
—¿Y yo? ¿Acaso no existo? —preguntó odiosamente Andreas.
—Mm, digamos que no —contestó el admirador de Bill.
—Amo a este tipo —sonrió Georg.
—Gracias. Ahora... ¿podrían dejarme un momento a solas con Bill? —cuestionó Bushido.
—Ni lo sueñes —no tardó ni un segundo en contestar el rubio.
—Sólo quiero hablar con él.
—Vamos, es sólo un segundo, Andy —opinó Bill.
—Sí, es sólo un segundo —acotó Georg sonrientemente.
—Yo no me moveré de aquí. Si quieres hablar con Bill, tendrás que hacerlo conmigo aquí —Andreas estaba enfurecido.
—Bien. Entonces, no hay problema —contestó Bushido amablemente—. Chicos, ¿serían tan amables...? —les preguntó a Georg y a Gustav.
—Oh, claro —respondieron ambos al unísono, para después retirarse de la habitación.
—Y, ¿de qué quieres hablar conmigo, Bushido? —cuestionó mi gemelo curioso.
—Lamento mucho que tu hermano te haya dejado solito. No sé cómo pudo abandonarte. No entiendo...
—¿De qué hablas? —Bill se hacía el desentendido.
—Sabes bien de lo que hablo, hermoso —Bushido comenzó a acariciar lentamente el rostro de mi hermano.
—Suéltame —mi gemelo intentó quitar la mano del atrevido de su rostro.
—¡Suéltalo! —Andreas inmediatamente corrió hacia donde estaba Bill con el enamorado de este.
—¡Atrás! ¡Ni te acerques! —exclamó Bushido sacando una pistola de su bolsillo y apuntando al rubio.
—¡Bushido! ¿¡Qué haces!? —preguntó mi hermano completamente sorprendido, comenzando a tener miedo.
—Vámonos, Bill. Nosotros tenemos algunos asuntitos pendientes. Vamos, anda —tomó del brazo a Bill y lo llevó hasta la puerta—. Y tú, ni te muevas —continuaba apuntando a Andreas.
—¡No! ¡Bill! —gritó el rubio mientras veía que Bushido se llevaba a su amado como rehén.
El secuestrador iba a apuntando a mi gemelo en la espalda, sin que nadie pudiese darse cuenta. Y nadie lo hizo, debido a que Bill debía sonreír, fingiendo que estaba hablando normalmente con Bushido. Este ya había tomado la precaución de distraer a todos los guardaespaldas de la banda, así que salieron del lugar del concierto como si nunca hubiese pasado nada.
—¿Adónde me llevas? ¡Suéltame! —gritaba Bill moderando su tono, ya que si llegaba a gritar mucho, Bushido no dudaría en dispararle.
—Sólo debes saber que la pasarás muy bien, Bill; mejor que nunca. Sube —obligó a mi gemelo a subir en una camioneta, empujándolo para que obedeciera sus órdenes.
—Debí hacerle caso a mamá —se lamentaba Bill mientras Bushido lo maniataba.
Otro hombre, cómplice del secuestro, apuntaba a mi gemelo con el arma del autor del crimen. Luego, dicho hombre se fue hacia adelante de la camioneta para manejar el coche. Bushido se quedó con mi hermano, quien estaba a punto de entrar en pánico.
—¡Déjame ir, idiota! —exclamó Bill.
—Shh, no grites —Bushido le tapó la boca con un dedo a mi hermano.
—¿Para qué me quieres?
—Para que salga en todos lados que tú y yo... Y para que Tom y Andreas se pongan algo celosos.
—Ni se te ocurra tocarme un pelo.
—No precisamente los pelos te voy a tocar —afirmó el secuestrador/acosador muy convencido, sin tener la más mínima vergüenza de lo que decía.
—Sólo ganarás que te odie. Entonces, ¿tú enviaste las amenazas?
—Sólo envié la de esta mañana.
—Ah, claro —contestó Bill sarcásticamente—. ¿Y quién envió las otras?
—No lo sé, pregúntale a tu amor.
Bill estaba asustado por lo que le fuera a pasar. En el camino, miraba para otro lado, no hacia donde estaba Bushido. Quería morir. Se lamentaba por no hacerle caso a mamá de no ir al concierto. Ahora estaba en manos de un maniático, que podía hacerle cualquier cosa. Esto no hubiese pasado si Tom hubiese estado a mi lado, seguramente él me hubiese defendido, pensaba Bill, mientras era llevado quién sabía adónde.


Capítulo LXXXIV: “Un suceso horroroso”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=yPpE1—3TP2Y ]

—¿¡Qué pasó, Andreas?! —preguntó Georg al entrar al camerino y ver que no estaban allí ni Bill ni Bushido.
—¡Se lo llevó! ¡Se lo llevó! ¡Hagamos algo! —gritaba Andreas desesperado.
—¿¡Cómo que se lo llevó!? ¡No! —exclamó Gustav completamente sorprendido.
—Sabía...Sabía que este tipo traía algo entre manos... —opinó Andreas.
—¿¡Y tú, idiota, porque no hiciste nada!? —le cuestionó Georg molesto al rubio.
—¡Y si me estaba apuntando con una pistola!
—Déjense de pelear y vamos a avisarle a todos los de la producción; le deben decir a la policía —afirmó Gustav.
—Vamos.
Georg, Gustav y Andreas, tal como dijeron que lo harían, les avisaron a todos los que trabajaban con ellos que Bushido se había llevado a Bill.
—Los medios no deben enterarse, lo que quiere este tipo es fama —dijo David preocupado.
—No sé. Lo que menos me importa ahora son los medios. Me muero si el imbécil de Bushido le hace algo a Bill —respondió Andreas.
—Pensemos en positivo —afirmó Georg.
—Debemos avisarle a Simone. Me voy a hacerlo —dijo el rubio alejándose de los demás miembros de la banda para hablar por teléfono.
—Los medios tienen que enterarse —opinó Gustav.
—¿Por qué? —preguntó el bajista aún sin creer lo que acababa de escuchar.
—Tom debe enterarse de algún modo. Así regresará y salvará a su amor.
—Tienes razón. Pero Andreas no se debe enterar, sino hará lo imposible para que lo de Bill no salga en las noticias.
—Mantendremos esto en secreto. Mas, podríamos avisarle a David.
—Sí, le diremos que salga todo por todos los lados que sea posible.
Gustav y Georg se acercaron al manager y comenzaron con su plan.
—David, debes avisarle a todo el mundo que Bill fue secuestrado.
—¿A quién te refieres con todo el mundo, Geo?
—A todos: a la prensa, a los medios, a la radio, a la televisión, a Internet.
—¿Te sientes bien, Georg?
—Sí, se siente bien. Queremos hacerlo para que Tom se entere del secuestro y regrese —contestó Gustav.
—Ah, entiendo. Okay, veré que puedo hacer.
—Gracias, gracias. Lo único que te pedimos es que Andreas no se entere de nuestro plan, por favor.
—Bueno, no le diré nada.
Por otro lado, el rubio acababa de llamar a Simone.
—Simone...
—¿Andreas? ¿Qué tal? ¿Cómo estás?
—Mal. Simone. Bill...
—¡¿Qué pasó con Bill?!
—Fue secuestrado. Todavía no puedo creerlo.
—¿¡Cómo que fue secuestrado?! ¡Se lo dije! ¡Se lo advertí! ¡Y a ti te tengo que matar también, Andreas! Pero a eso lo arreglamos después. ¡¿Quién secuestró a mi Billy?!
—Bushido, un famoso cantante de rap. ¡Seguramente él fue el de las amenazas! Quiero morir... no pude defender a Bill...
—¡¿Le avisaron a la policía!?
—Por supuesto, los están buscando...
—Dios... espero que no le haga nada ese infeliz.
—Ojalá que no. Le llega a tocar un pelo juro por Dios que lo mato.
—Yo también. Ese hijo de puta me las pagará. Y, Andreas, me puedes explicar, ¿por qué diablos le contaste a Bill lo de Tom y las amenazas? Culpa tuya Bill no me creyó nada, y quiso ir al concierto sí o sí. 
—Perdóname, Simone, de verdad, perdóname. No quise contarle, Bill quería saber adónde había ido, y le dije que a su casa y no me creyó la mentira que le inventé. Tuve que decirle la verdad obligadamente. Perdón, en serio. Y además, quise detener a Bill para que no fuese al concierto, pero el muy terco no me hizo caso. Me prometió que iría al concierto y no saldría más durante la semana.
—Está bien, te perdono, Andy. Y con respecto a Bill, lo mataré cuando vuelva a tenerlo.
—Yo también. Simone, debo pedirle algo.
—Dime, Andy.
—¿Usted se puede comunicar con Tom?
—Sí. ¿Quieres saber si le avisaré lo de su hermano? Claro que lo haré.
—¡No, no! No puede hacerlo.
—¿Por qué?
—Porque el secuestrador nos advirtió que si Tom se enteraba y hacía algo para impedir su malvado plan, mataría a Bill.
—Oh, por Dios...Me muero si algo le llegase a pasar a Bill.
—Yo también. Por eso, no le digas nada a Tom.
—Lo haré. Me aseguraré de que a Bill no le pase nada.
—Bueno, Gracias, Simone. Discúlpame, te tengo que dejar, voy a ver que pasó con lo de la policía.
—Okay, cualquier cosa avísame, por favor.
—Por supuesto, te mantendré al tanto de todo —finalizaron la comunicación.
Entretanto, Bushido había llevado a Bill a un departamento en medio de la nada. No había ni vecinos, ni personas a cien metros a la redonda. Mi hermano estaba maniatado y, en el camino, también le habían tapado la boca con una cinta, tal como lo haría cualquier secuestrador.
—Entra, hermoso —alagaba Bushido a su rehén, haciéndolo entrar de la cintura al departamento.
Luego, le quitó la cinta de su boca, para que mi gemelo pudiera hablar.
—¡Déjame ir! ¿¡Qué te hice para que me hagas esto!? —gritaba Bill desesperado.
—Nada, debo hacer que todos sepan que eres mío —acarició el rostro de mi gemelo, quien se resistía, por supuesto.
—Me das asco —afirmó Bill cruelmente.
—Veremos si luego dices lo mismo.
El secuestrador volvió a sacar el arma que tenía anteriormente y, apuntando al amor de mi vida con la misma, lo hizo ingresar en la habitación. Dejó el arma en una mesa de luz que se encontraba allí, y desató las manos de mi hermano. Seguidamente, se las volvió a atar, esta vez con la cama. Cada mano, con cada esquina de dicha cama, dejando a Bill de frente, mirando hacia el techo.
—¿¡Qué haces, infeliz!? ¡Aléjate de mí! —exclamó mi gemelo al sentir como Bushido intentaba bajar sus pantalones.
Bill le lanzó algunas patadas al cantante de rap, mas fueron en vano. Nada lo haría detener hasta que obtuviese lo que quería.
Bushido logró bajar los pantalones de mi hermano lentamente, haciendo que este quedara en boxer.
—¡Quítate! —repetía Bill gritando una y otra vez, continuando con las patadas.
—Me vas a obligar a atarte los pies.
El secuestrador se fue por unos segundos, trajo otra soga, y con ella ató ambos pies de mi hermano a la cama, al igual que las manos. Por supuesto que el trabajo no fue fácil, debido a que mi gemelo no paraba de moverse, cosa que cualquiera hubiese hecho en su lugar.
Después de asegurarse de tener bien atado a Bill contra la cama, Bushido siguió por bajar su boxer.
—¿¡Qué vas a hacer!? ¡Suéltame!
Era el turno de él, del secuestrador. Se quitó los pantalones junto con el boxer, y luego siguió por la remera. Allí estaba, completamente desnudo frente a mi gemelo, quien rogaba que alguien lo encontrara antes de que ese viejo decrépito pudiera siquiera tocarlo. Mas ya era demasiado tarde para ello. Dicho viejo comenzó a acariciar el miembro de mi hermano, excitándose por completo.
—No, por favor —insistía mi hermano, cerrando sus ojos.
—¿Alguna vez lo has hecho, Billy? ¿Quizás con Andreas? ¿Quizás con tu gemelo?
—Sólo déjame en paz, déjame ir...
—Luego de que seas mío. Déjame entrar en ti y te dejaré ir.
Bushido tomó su miembro con ambas manos, se acercó al trasero de Bill, y comenzó a introducirlo allí.
—¡No! ¡No lo hagas, por favor! ¡Dios! ¡No, por favor! —gritaba mi gemelo absolutamente adolorido, ya que brutalmente el viejo entraba y sacaba su miembro de él.
Bushido gozaba de una manera inexplicable. Mi hermano sólo quería que esa horrible pesadilla acabara. Sin dudas, ese estaba convirtiéndose en el peor momento de su vida. Él sólo cerraba los ojos, no quería ver la cara de ese animal a quien tenía al frente. Nunca se imaginó que culpa de no hacerle caso a mamá, le pasaría semejante cosa. Estaba siendo violado, es decir, estaba viviendo lo peor que le puede pasar a alguien; la experiencia más horrorosa que sólo el que la vive tiene idea de qué se trata.
El rostro de mi hermano no solamente se encontraba con sus ojos cerrados, sino también, repleto de lágrimas. Bill sentía dolor en cada una de ellas, en cada parte de su cuerpo. Pensaba en mí, ya que era lo único que podía hacerlo olvidar al menos un segundo de lo que estaba viviendo.
En ese momento, sentí una gran puntada en mi corazón, como si algo me estuviese atravesando. Estaba acostado escuchando música cuando eso sucedió.
—Bill... —susurré sintiendo aún el dolor de dicha puntada—. No creo que le haya pasado nada... Mamá no ha llamado —intenté tranquilizarme.
Pensé que, seguramente, había sido una puntada insignificante; no le presté demasiada atención. El instinto de hermanos últimamente no había funcionado, así que, ¿por qué habría de hacerlo allí?, me pregunté. No obstante, esa vez era dicho instinto el que había provocado un dolor en mí.
David logró que saliera en las noticias un gran titular que decía que el vocalista de Tokio Hotel había sido secuestrado por un cantante de rap alemán llamado Bushido. Todas las fans comenzaron a desesperarse, una actitud que era de esperarse.
Por mi parte, era algo raro que encendiera el televisor, ya que siempre me encontraba en la computadora. Luego la prendería para ver qué había pasado con el concierto de los chicos, no lo haría en ese momento debido a que las noticias no subían tan rápido a Internet, mucho menos estando en Tokyo.


Capítulo LXXXV: “Operación R”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=UdAm—L44FU0& ]


Mamá le contó a Gordon lo que había sucedido. Él no podía creerlo, intentaba tranquilizar a mamá.
—No le pasará nada, lo encontrarán, mi amor —afirmaba Gordon abrazando a mamá, un poco preocupado por Bill.
—Encima, no le puedo contar nada a Tom.
—¿Por qué no? —preguntó la pareja de mi madre sorprendido.
—Porque el secuestrador advirtió que si Tom se enteraba del secuestro, mataría a Bill. Y me muero si algo llega a pasarle a mi hijo... —mamá derramó algunas lágrimas.
—Amor, ¿Andreas te ha dicho eso?
—Sí.
—Te voy a decir algo... espero que no te enojes.
—Dime, mi vida.
—Nunca me ha caído bien Andreas. No creo que sea una persona muy confiable. Y se me hace que es muy obsesivo con Bill. Demasiado diría yo. Todo el tiempo está pegado a él como una garrapata.
—¿Tú crees que debería decirle a Tom?
—Es su gemelo, tiene derecho a saber la verdad. De todas formas, se va a terminar enterando por las noticias. Bill Kaulitz es una figura pública, no tardará en salir por todos lados que fue secuestrado. Y ahí será cuando Tom te echará la culpa de no haberle avisado nada. Será peor. Yo digo que le cuentes.
—Tienes razón. Le diré a Tom la verdad. Y, ¿sabes, Gordon? Él también dice que Andreas es una mala persona. Quizás lo sea. De cualquier manera, si lo es no es de mi incumbencia.
—Es verdad. Si Andreas es una mala persona, quien debe darse cuenta es Bill. Por lo pronto, cuéntale a Tom la verdad. A lo mejor él puede venir y ayudar a que su hermano salga sano y salvo.
—Sí, sí. Eso será lo que haré en este preciso instante. Gracias, amor, por tus consejos.
—De nada, cariño —se besaron.
Mamá tomó fuerzas para informarme acerca de lo que había sucedido con Bill, y luego marcó mi número telefónico.
—¿Mamá? —pregunté atendiendo el teléfono; todavía continuaba recostado en la cama escuchando música.
—Sí, Tom —habló mamá con la voz entrecortada, ya que había estado llorando.
—¿Cómo estás, madre? ¿Cómo salió el concierto de los chicos? ¿Todo bien?
—No, Tomy. Nos cansamos de advertirle a tu gemelo que pasaría algo, pero no nos hizo caso y por eso...
—¿Por eso qué? ¿Le pasó algo a Bill? —cuestioné preocupándome, pero esperando una respuesta negativa por parte de mi madre.
—Lo secuestraron, hijo.
—¡¿Qué?! ¡¿Cómo que lo secuestraron!? No...No puede ser... —tartamudeé atónito.
—Sí, Tom. Yo pensé que había un gran tramo entre las amenazas y el hecho, mas, al parecer, no.
—¿Quién fue? ¿Quién ha sido el infeliz? Dime que fue Andreas y juro por Dios que...
—No, no —interrumpió mamá—. Fue un cantante de rap, no me acuerdo cómo se llamaba. Su vida terminará si llega a tocar a Bill...
—Bushido... ¡Hijo de puta! ¡Infeliz! No saldrá vivo. No sabe con quién se ha metido. Con los Kaulitz no se juega —repetía una y otra vez, completamente sacado de quicio.
—Lo mataremos.
—Mamá, debo ir para allá. Debo volver a casa. Tengo que buscar a mi hermano. No pararé hasta encontrarlo. Hoy mismo sacaré los pasajes, tengo que regresar lo antes posible —afirmé absolutamente decidido.
—Sí, Tomy. Te necesito aquí. Bill te necesita.
—Lo sé, madre. Iré en el próximo vuelo.
—Ahora sí, ¿me dirás dónde estás para saber más o menos cuanto tardarás?
—Estoy en Tokyo, mamá. En Japón.
—¿¡En Tokyo?! ¿¡Y cuánto tardarás!? ¡¿Una semana!? —exclamó mamá sarcásticamente.
—Cinco horas son de vuelo, madre.
—¿Qué hora es allí?
—Son las cuatro de la mañana.
—¿Y por qué no estás acostado?
—No tengo sueño. ¿Allí qué hora es?
—Las ocho de la noche.
—Deben faltar unas pocas horas para que salga el próximo vuelo. Iré ahora a sacar los pasajes.
—Okay. Apúrate, por favor.
—Sí, mamá. Adiós. Te avisaré cuando saque los pasajes.
—Bueno. Suerte, Tomy. Yo te avisaré cualquier novedad —cortamos la comunicación.
Cuando finalicé la llamada con mamá, me puse a pensar en la puntada que había sentido en el corazón. Seguramente, era por lo que le había pasado a Bill. El instinto de gemelos nunca fallaba. Tenía miedo e impotencia. Miedo por lo que pudiese hacerle ese infeliz a mi gemelo e impotencia por no estar allí, en Alemania, para salir a buscar a mi amor y encontrarlo tan rápido como la luz. De todas formas, volvería a casa, rescataría a mi gemelo y le pediría perdón tantas veces como hiciera falta. Él se merecía que yo le pidiese disculpas. A lo mejor él se había equivocado, pero yo me había equivocado el triple al irme y abandonarlo.
Antes de salir hacia el aeropuerto para buscar los pasajes, me recosté de nuevo en la cama, completamente deprimido. ¿Cómo pude pensar que mi hermano estaría bien sin mí? Andreas no servía para cuidar a nadie.
—Un segundo más que esté aquí, es un segundo más sin ver a Bill... —hablaba solo.
Decidí poner en marcha mi “Operación regreso”. Tomé una campera, salí de casa, y me dirigí hacia el aeropuerto.
Andreas volvió con Georg y Gustav.
—¿Noticias? —les preguntó el rubio a ambos.
—No —contestaron los dos al unísono.
—No soporto estar aquí sin hacer nada. Necesito buscar a Bill... pero, ¿adónde se lo puede haber llevado ese infeliz?
—Yo que sé. No lo encuentra la policía, y lo encontrarás tú —contestó sarcásticamente Georg.
—Gracias por la ayuda, ¿eh?
Cuando Bushido finalmente terminó su trabajo, se acostó al lado de mi hermano, desatándolo de la cama y atando únicamente sus manos. Bushido continuaba besándolo, acariciándolo, en otras palabras, torturándolo. 
—Ya no más, ya déjame en paz... —susurraba mi gemelo, agotado por todo el dolor que había tenido que soportar.
Luego de unos minutos, Bill cerró los ojos y se durmió. Está de más decir que estaba en estado de shock por lo sucedido. Y además se sentía pésimo. No veía las horas de volver a casa para bañarse una y otra vez hasta librarse de todo olor que le hiciera recordar al violador de Bushido.
—No comprende, joven, los vuelos están todos suspendidos al menos por dos días. No podemos ayudarlo —afirmó la secretaria del aeropuerto.
—¡Claro que no comprendo! ¡Necesito viajar urgente a Alemania! ¡Usted me parece que no comprende! —grité de forma tal que todos los que estaban allí me miraban.
No podía creerlo, no podía tener tanta mala suerte. Era increíble que culpa del paro del personal, los vuelos se hubieran suspendido. Justo había sucedido cuando yo tenía que hacer de héroe rescatando a mi hermano. La angustia que me provocaba el sólo pensar que ese viejo decrépito podía estar haciéndole algo a mi gemelo, era inexplicable. Si hubiese sido posible ir en barco y no en avión desde Tokyo hasta Alemania, lo hubiese hecho. Lástima que no se podía.
No rompí nada del aeropuerto nada más para que la gente no me continuara mirando, ya que se podían dar cuenta de quién era yo. No obstante, si hubiese podido hacerlo, lo hubiese hecho sin dudar. Estaba completamente enfadado y, a la vez, triste. Debía rescatar a Bill, pero no sabía cómo hacer. Decidí llamar a mamá, ni yo sabía para qué.
—¿Hijo?
—Sí, mamá. ¿Tienes alguna novedad de Bill?
—No, ninguna. Y tú, ¿ya sacaste los pasajes?
—Ni me hables de eso, madre. ¿Puedes creer que se han suspendido los vuelos al menos por dos días? Me quiero morir.
—¿¡Cómo!? ¡No puedo creerlo! ¿Y ahora qué?
—No lo sé, mamá. No puedo esperar a que a Bill le pase algo.
—Mas no te queda mucho por hacer, hijo.
—¡Voy a poner una bomba como la de Hiroshima aquí! —grité a propósito para que los del aeropuerto me oyeran.
—¿En dónde estás, hijo?
—En el aeropuerto. Me estoy yendo ya.
—Tom, ¿cómo vas a gritar así?
—Y sí, mamá. Tengo que rescatar a mi gemelo y no me dejan volver a mi país —afirmé mientras iba caminando hacia mi departamento.
—Ya está, Tom. Tendrá que buscar la policía a tu hermano. Y nosotros ayudar en lo que se pueda.
—Esos imbéciles no lo encontrarán. Tengo miedo, mamá.
—Yo también, Tomy, yo también... Hijo, debo colgarte, tengo mucho sueño y estoy cansada.
—Bueno. Avísame, por favor, cualquier noticia. Adiós, mamá. Te amo.
—Sí, hijo, te avisaré. Yo también te amo, Tomy. Suerte.
Apenas llegué a casa, me eché en la cama a fumar. Estaba entrando en estado de pánico; necesitaba saber en dónde se encontraba mi gemelo, el amor de mi vida.
Andreas se fue a dormir a casa de Bill, completamente entristecido. Georg y Gustav se dirigieron a sus respectivos hogares. Todos debían descansar para poder, al día siguiente, hacer algo y así encontrar a Bill. Este, también estaba durmiendo, al igual que todos allí en Alemania. Mas mi gemelo realmente estaba agotado. Y no sólo agotado, sino también destrozado, tanto interior como exteriormente. Él sólo quería que la tierra lo tragara, ya no quería saber más nada de la vida.
Llegó el día siguiente en Alemania. La policía continuaba sin encontrar a Bill. Nadie podía localizar al cantante de rap y a su rehén.
Bill despertó. Apenas recordaba cómo había terminado la noche, ya que para cuando Bushido había terminado su trabajo, él estaba casi adormecido del dolor. Esa mañana, se dio con que estaba completamente desnudo y no se podía ni mover. Estaba atado de manos y tenía moretones en sus piernas, en sus muñecas —por las ataduras—, y en la mayor parte del cuerpo desde la cintura para abajo. El secuestrador estaba dormido a su lado. Bill intentó pararse, pero el violador inmediatamente lo tomó de sus  manos.
—Ni te muevas de aquí.
—Déjame en paz —Bill intentaba que el secuestrador le soltara las manos, mas no tenía fuerzas para hacerlo.
—Lo haré luego. Ahora te acuestas acá si no quieres que vuelva a atar tus pies.
Bill tuvo que obedecer, ya que Bushido comenzó a apuntarlo nuevamente con el arma. Mi gemelo lloraba debido a que no soportaba más esa situación, sentía dolor en cada parte de su cuerpo y, para colmo, nadie podía encontrarlo.


Capítulo LXXXVI: “Bien mal”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=DPHfKb2fZzQ  ]

Andreas se quedó todo el día en casa de Bill, por las dudas que apareciera la policía allí a avisar algo. Pero no fue capaz de moverse, ni buscar algún lugar en donde pudiese estar mi gemelo. Georg y Gustav, en cambio, fueron junto con la policía a todos los lugares en los que era posible que estuvieran Bushido y su rehén.
Yo estaba desesperado, al igual que mamá. Me quedé todo el día acostado durmiendo al lado del teléfono, por las dudas de que ella llamara. Lloré, por supuesto. Me arrepentía de todo lo que había hecho, y culpa mía Bill estaba secuestrado con un animal que estaba obsesionado con él. Me sentía pésimamente mal. Había sido un cobarde. Había escapado de la persona a quien más amaba por miedo al qué dirían. Eso era imperdonable; debí haber sido sincero conmigo mismo y entender que por eso me alejé de mi gemelo.
Este estuvo todo el día acostado, y Bushido a su lado, custodiándolo.
Eran aproximadamente las diez de la noche, cuando Bill oyó un sonido que provenía desde afuera. Se dio vuelta para ver si Bushido se encontraba despierto o dormido y, afortunadamente, el secuestrador estaba dormido. El sonido que Bill había percibido era una sirena de policía. Un patrullero estaba cerca del apartamento. Era el momento perfecto para escapar. Lo haré ahora o nunca, pensó Bill. Se levantaría de la cama no lentamente, sino de golpe. Y así lo hizo. Se levantó envuelto con las sábanas, debido a que no tenía ropa puesta. Bushido no abrió sus ojos, no se había despertado todavía. Mi hermano continuó caminando hasta la puerta de la habitación. No podría abrir la misma sin sacarse primero la soga con la cual tenía atadas ambas manos, así que con una tijera que había allí en la habitación, logró cortarla. Luego abrió la puerta y salió corriendo tan rápido como pudo, debido a que esta vez el secuestrador sí se había despertado. Mientras Bushido perseguía a Bill, este corría aterrado hacia la puerta de salida, la cual tenía la llave puesta. Mi gemelo le dio dos vueltas a la misma y salió hacia la calle.
De los dos policías que se encontraban en el patrullero, uno vio lo que estaba sucediendo e inmediatamente bajó del auto con su arma, corriendo hacia Bill, dándose cuenta de que era el famoso a quien medio mundo estaba buscando. El otro policía, se bajó del auto también y correteó a Bushido, quien se encerró en el departamento.
—¿Estás bien? —le preguntó el policía a mi gemelo.
—Sí, solamente llévenme de aquí —susurró Bill sin el más mínimo aliento.
—Sube al patrullero. Necesitamos refuerzos... —comenzó a hablar por su radio el policía, mientras mi hermano se subía al auto.
Bushido continuaba adentro del departamento, no quería salir por nada del mundo.
Al cabo de unos minutos, llegaron dos patrullas más. Dos policías se bajaron de cada una de ellas. Uno se acercó a Bill.
—¿Bill Kaulitz? Ven te llevaremos a tu casa, buscas algo de ropa y debes ir al hospital, ¿de acuerdo? Apenas puedas deberás ir a la comisaría. En lo posible dentro de esta semana —afirmó el policía.
—Sí, ahora quiero regresar a casa y bañarme, por favor —contestó mi gemelo sin ganas de nada.
—Sí, sí. Te llevaremos allí.
El policía se subió al mismo patrullero en el que se encontraba Bill y manejó hasta la casa de este.
—Apenas termines lo que tengas que hacer, ve al hospital. Deben atenderte con urgencia; no te ves nada bien.
—Sí, lo haré. Muchas gracias por todo, de verdad —agradeció Bill para después bajarse del auto, aún envuelto por las sábanas.
De todas formas, no había nadie en la calle, así que no había por qué preocuparse. Mi gemelo tocó el timbre, ansioso por ver a Andreas, por poder entrar a casa y olvidar un segundo, al menos, todo lo que había sucedido hacía unas horas atrás.
—¿Quién es? —preguntó Andreas a través del portero eléctrico.
—Soy yo, Andy, Bill.
—¡¿Bill?! ¡Bill! —exclamó el rubio sin poder creerlo.
Instantáneamente, abrió la puerta.
—¡Mi amor! ¡¿Qué te ha hecho ese hijo de puta!? ¡Mira cómo estás! — Andreas abrazaba a mi gemelo sin poder creer que este había regresado.
—Andy... —susurraba mi hermano, respondiendo al abrazo del rubio.
—Vamos adentro y me cuentas todo.
Ambos entraron a la casa. Andreas continuaba abrazando a mi gemelo; estaba preocupado.
—¿Qué pasó? —cuestionó el saliente de mi hermano—. Cuéntame lo principal y luego te dejo ir a cambiarte.
—Andy... —repitió varias veces Bill, hasta que comenzó a derramar algunas lágrimas.
—Bill, por favor, dime que no te ha hecho lo que pienso...
—Sí, Andy. Me violó —mi gemelo comenzó a llorar inconsolablemente, abrazando a Andreas.
—Oh, por Dios, Bill. No puede ser cierto... —el rubio acariciaba la cabeza de mi hermano completamente conmovido por lo que acababa de oír, y con los ojos algo llorosos por la misma razón.
—Fue lo peor, el peor momento de mi vida. No sabes lo espantoso que fue...
—Me imagino, Billy. No puedo creerlo.
—Perdóname por no hacerte caso, Andy. A ti y a mamá les debo pedir disculpas.
—Bill, eso no es importante ahora. Lo que importa es tu salud psíquica y física.
—Las dos ya están destrozadas. Perdóname, Andy, me voy a bañar.
—Okay, mi amor. Le avisaré a tu madre que estás aquí, que ya te has librado del infeliz.
—Sí, por favor, avísale.
—No sabes lo preocupados que estábamos todos, Billy.
—Luego le avisaré a Georg y a Gustav.
—Sí, ve tranquilo a bañarte.
Mi hermano se dirigió al baño a tomarse una ducha. Andreas aprovechó, tal como lo había dicho, para llamarle a mamá. Se sentía mal por Bill, por lo que le había pasado. Todavía no podía creerlo. Cuando Bill ingresó a su casa, el rubio inmediatamente miró sus piernas, sus brazos, y supo que no era algo bueno lo que ese imbécil de Bushido le había hecho. Sus moretones decían mucho.
—¿Andy? —atendió mamá el teléfono.
—Sí, Simone. Tengo buenas noticias, digamos...
—¿¡Qué pasó!? ¿¡Pasó algo con Bill?! —preguntó mamá esperanzada.
—Sí, está aquí.
—¡Ay, Dios! ¡¿Está bien!? ¿¡Cómo escapó!? ¡Dame con él! —exclamó mamá totalmente emocionada.
—Espera, Simone, porque también hay una mala noticia. Él no está completamente bien.
—¿Cómo que no? —cuestionó mamá preocupándose.
—Simone... a tu hijo... lo violaron —afirmó Andreas tristemente.
—¿Estás hablando en serio, Andreas? —preguntó mamá atónita.
—Sí, Simone. Me siento pésimamente mal por él; no puedo creerlo.
—Yo tampoco. ¡El hijo de puta del secuestrador me las pagará!
—Hasta que no lo vea muriendo lentamente, no descansaré en paz.
—No puede haber hecho lo que hizo... Necesito ver a Bill. ¿Le molestará que vaya ahora para allá?
—No lo sé. Si quieres apenas salga de bañarse le pregunto.
—Okay, dale. Pregúntale y me llamas de nuevo. Mejor que me llame él.
—Bueno.
—Gracias por avisar, Andy. Me siento igual que tú; me siento mal por Bill. Quiero abrazarlo, a mi hijo no le pueden haber hecho eso —se lamentaba mamá, completamente afligida.
—Te entiendo, Simone. Convenceré a Bill de que puedas venir más tarde. Te aviso luego.
—Sí, dale. Adiós, Andy.
—Adiós, Simone. Después hablamos.
Andreas, posteriormente a terminar la llamada con mamá, encargó por teléfono una pizza, ya que era obvio que Bill estaría hambriento. Este, mientras se bañaba, no podía dejar de pensar en el horrible momento de la noche anterior, y por ello, no paraba de llorar. Habrá estado como una hora encerrado en el baño, duchándose, intentando sacarse de encima todos los rastros que pudiesen hacerle acordar a Bushido. Mi gemelo se miraba los moretones y los refregaba como si hubiese sido posible borrarlos de su piel. Realmente, él estaba mal. Y no era para menos. Cualquier persona en su lugar hubiese hecho lo mismo.
Mamá había quedado en mantenerme informado acerca de lo que pasara con Bill, así que decidió llamarme. Debía hacerlo, por supuesto. No podía ocultarme semejante cosa que había sucedido.
—Hola, ¿mamá? —atendí el teléfono medio dormido, ya que eran las ocho de la mañana.
—Tomy, llamo para darte noticias.
—¿¡De Bill!? —pregunté exaltado, enderezándome de la cama sonriente.
—Sí, por supuesto —mamá contestaba desganadamente.
—Pues, ¡¿qué esperas?! ¡Dime que lo encontraron sano y salvo! —grité emocionado.
—Es que... No son del todo buenas noticias las que tengo para darte, Tomy.
—¿Qué pasó, mamá? Me asustas —contesté borrando la sonrisa de mi rostro.
—Bill está bien, si se pudiese decir así. No, bien no es la palabra...
—Mamá, no entiendo nada.
—Está bien, pero no lo está.
—Cada vez entiendo menos. Dime qué pasó y ya.
—Bill ya volvió a casa, no sé cómo, iré dentro de un rato, si se puede, así me cuenta todo lo que sucedió.
—Y, puedo preguntar, ¿por qué no está todo bien? —cuestioné sonriendo por lo que me acababa de contar mamá.
—Porque, Tom, ese hijo de puta del secuestrador...violó a Bill —afirmó mamá completamente dolida.
Al oír esas palabras, pude sentir cómo mi corazón dejaba de latir por unos segundos. No sólo me quedé atónito, sino también perturbado. Esa había sido una de las peores noticias que había recibido en años. No existía cosa más angustiante, dolorosa e inquietante, que saber que habían violado al amor de tu vida. Pero, ¿era peor saber que habían violado a tu gemelo o era peor saber que habían violado a la persona que amabas? Ambas cosas dolían, indudablemente, mas cuando las dos estaban juntas, valían el doble de tristeza.


Capítulo LXXXVII: “Necesito tus caricias”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=uATxWBgLweU ]


—Espérame, mamá, necesito descargar mi furia —afirmé tomando la guitarra acústica para revolearla contra la pared.
—¿Tom?
—Sí, ya está. ¡¿Cómo ese hijo de puta se atrevió a tocar a mi hermano!? —grité tan fuerte como pude.
—No lo sé. Es un maricón del demonio, ojalá lo encierren en la cárcel hasta que se haga hombre.
—Mamá, la sexualidad del imbécil no tiene nada que ver. Es él el pervertido violador.
—Sí que tiene que ver. ¿Por qué no se agarra a una mujer para violarla? No, tenía que ser a Bill.
—Bueno, ahí tienes razón.
—Falta que Bill ahora se haga... culpa del infeliz ese.
—¿Que se haga qué? ¿Homosexual?
—Sí.
—Mamá, qué importa eso, lo que importa es su salud.
—Tienes razón. Vas a venir igual, hijo, ¿no?
—Sí, en cuanto pueda sacar los pasajes iré.
—Hijo, me está entrando otra llamada, seguramente es Bill que me quiere decir si puedo ir o no a verlo para hablar con él y Andreas.
—¿Andreas? ¿Qué tiene que ver él? —pregunté molesto.
—Está viviendo con tu hermano y además ahora debe estar con su mejor amigo en un momento así. Bueno, adiós, hijo. Hablamos luego. Te amo y te contaré todo lo que sepa sobre Bill cuando hable con él —mamá cortó la llamada conmigo.
—Ah, así que el rubio oxigenado está viviendo con mi Bill... —susurré hablando solo como siempre.
No podía creerlo. Me sentía destrozado. ¿Andreas viviendo con Bill? ¿Bill violado por Bushido? Todo había sido una cadena de sucesos que habían sucedido por mi culpa, solamente por mi culpa. Si yo nunca me hubiese ido a Tokyo estaba seguro de que nada de eso hubiese sucedido. Seguramente, Andreas aprovecharía la situación de debilidad de Bill, para sacar sus garras e intentar de llenar de amor el corazón de mi gemelo. Si es que ya no lo había hecho viviendo en la casa de este. Mejor dicho, en nuestra casa. Lo primero que haría cuando estuviese en Alemania sería mandar a Bushido a la cárcel, si aún no lo habían arrestado, y lo segundo, mandar a Andreas lejos, muy lejos. ¿Cómo? Pues ya se me ocurriría algo. Ese rubio no se metería en mi camino. Ni mucho menos el viejo decrépito. Los odiaba con todo mi ser, con todo lo que se podía odiar a alguien.
Quería saber cómo estaba mi hermanito menor, mi gemelo, el amor de mi vida. Me imaginé, en ese momento, que tenía a Bill al frente mío y le susurraba lo mucho que lo amaba, le decía que no tuviese miedo, que yo lo protegería. Cuando éramos pequeños le había prometido otra cosa a Bill, además de la promesa de la playa. Y era que lo protegería. Recordaba que le había dicho que siempre estaría a su lado para protegerlo, nadie lo lastimaría. Pero era muy tarde; ya lo habían hecho. Mejor dicho, lo habíamos hecho. Yo también lo había lastimado. Seguramente, Bill no se acuerda de esa promesa, pensé. Teníamos seis años cuando papá le pegó y dejó sangrando su nariz. Allí fue cuando le prometí una cosa que terminé por no cumplir.
Terminé de pensar con los ojos llorosos, acostado en la cama, extrañando a la persona que más me había hecho feliz en toda mi vida.
—Te amo tanto, mi amor... —susurré liberando todas las lágrimas acumuladas, llenas de tristeza, de amor, de odio, de arrepentimiento.
—¿Mamá? —preguntó Bill a través del teléfono.
—Sí, hijo. Mi hijito, ¿cómo estás? —cuestionó mamá sabiendo la respuesta de antemano.
—Y...mal, mamá. ¿Te contó Andy?
—Sí. Te juro, Billy, que no sé qué hacer para ayudarte. Necesito verte, hijo. Nos has tenido preocupados a mí y a Gordon y ahora estamos más preocupados aún, por lo que te ha pasado. Por eso queríamos ir ahora allí, si es que quieres y no tienes sueño todavía.
—Me encantaría verlos, mamá. Te extraño y te quiero abrazar. Te necesito, pero Andreas me obliga a ir al hospital. Yo estoy bien, sólo quiero dormir.
—Tiene que ir al hospital. No tiene fuerzas para nada y además está moretoneado por todos lados —le arrebató Andreas el teléfono a mi hermano.
—¡Ay, Dios! —exclamó mamá horrorizada—. Llévalo al hospital ya, Andy.
—Sí, eso haré.
—¡Ya sé! ¿Qué tal si los acompañamos al hospital así de paso hablamos?
—Dale, dale, Simone.
—Vamos todos en el auto de Gordon, él nos lleva —afirmó mamá.
—Okay.
—En unos minutos los pasamos a buscar. Adiós, Andy.
—Bien. Nos vemos. Bill, tu mamá vendrá y nos llevará al hospital con Gordon.
—No quiero ir al hospital, Andy —se quejaba mi gemelo.
—Irás igual. Una vez no me hiciste caso, pero dos no, señor —el rubio se hacía la autoridad.
—Está bien, iré. —afirmó Bill en tono rezongón.
—Una sonrisita para Andy. ¿Sí? Así me gusta. —sonrió el rubio viendo que mi hermano sonreía—. Te amo tanto que no podría vivir sin ti, Bill. Te pasaba algo más grave y me moría.
—No te mueras, que sin ti no podría seguir. —dijo mi gemelo feliz de tener a alguien que pudiese hacerle compañía en los malos momentos.
—Billy, creo que esa es la cosa más tierna que he oído en años.
—Te amo, Andy. —expresó Bill dejando al rubio atónito.
—¿Estás hablando en serio, Bill? —cuestionó Andreas sonriente.
Antes de que mi gemelo pudiese contestarle, sonó el timbre. Gracias a Dios, pensó Bill, ya que no estaba seguro de amar al rubio. A lo mejor solamente lo adoraba, debido a lo mucho que lo había ayudado.
—¡Bill! —exclamó mamá completamente alterada por ver a su hijo.
—¡Mamá! —Bill corrió a abrazarla.
—Hola, Gordon. —saludaron Andreas y Bill al unísono.
—Hola, Andreas. Hola, Bill. —contestó nuestro padrastro—. ¿Vamos al hospital?
—Vamos. —contestó mamá.
—Pero, ¿habrá algún médico a esta hora? Es la una de la madrugada. —afirmó Bill para meter alguna excusa y no ir al médico.
—No sabemos. A lo mejor hay. Nosotros vamos por las dudas. —respondió Andreas, adivinando las intensiones de mi gemelo.
Mientras iban en el auto, Bill tuvo que contar cómo había logrado escapar del secuestrador. Lo de la violación no lo contó, por supuesto, no hacía falta decir nada de ello. Además, mamá, Gordon y Andreas no iban a ser tan desubicados de entrar en ese tema, debido a que sabían que a mi gemelo le haría daño hablar de ello.
Llegaron al hospital y, afortunadamente, había un médico que podía atender a Bill, debido a que era casi una urgencia. Le hizo algunos estudios y le dijo que nada era grave. Mi gemelo le pidió que mantuviera lo de la violación en secreto, ya que no podía salir por todos lados que Bushido lo había violado.
Luego, volvieron cada uno a su hogar y se acostaron a dormir. Yo desayuné y más tarde iría a ver si ya se podían sacar los pasajes para volver a mi ciudad natal. No veía las horas de hacerlo, de estar en Alemania nuevamente.
Como a las tres de la tarde, me dirigí al aeropuerto. Por suerte, todo allí ya había vuelto a la normalidad, por lo que pude sacar mi pasaje para el día siguiente. Al fin podía respirar, una buena noticia luego de meses. Debía contarle a mamá. Por ello, fue que le llamé. Además me había olvidado de advertirle algo.
—¿Mamá?
—Sí, Tom. —contestó ella; recién se levantaba.
—Mañana a la noche estaré contigo, mamá.
—¿De verdad, hijo? ¡No puedo creerlo! Ya era hora de que regresaras. —respondió mamá sonriente.
—Sí. Debo pedirte un favor, madre.
—Dime, Tomy.
—No debes decirle nada a Bill.
—¿Por qué no? —cuestionó ella intrigada.
—Porque quiero que sea una sorpresa. —mentí.
En realidad, no quería que fuera una sorpresa, quería tomarme mi tiempo para ir y hablar con Bill. Si ella le avisaba, estaba seguro de que mi gemelo podía pensar dos cosas: una, pensaría que era mentira, que yo no volvería, y dos, yo iba a tener la obligación de llegar directamente a casa de mi hermano para pedirle disculpas. Y lo que quería yo no era eso, sino que quería tomar fuerzas, tomar coraje para acercarme al amor de mi vida, mirarlo a los ojos y decirle cuánto sentía todo lo que había pasado.
—Ah, entonces sí. No diré nada.
—Tampoco le digas a Andreas, porque correrá a contárselo a Bill, y creo que lo sabes.
—Sí, tienes razón.
—Sólo cierra la boca, mamá. Puedes contáserlo a Gordon nada más.
—Bueno, entendí.
—Mamá, debo cortarte, tengo que hacer un par de cosas antes de irme de aquí.
—Okay. Nos vemos, hijo. Ya quiero que sea mañana.
—Yo también. Mañana me contarás todo lo de Bill, ¿si? Suerte. Te amo, madre.
—Sí, te contaré. Yo también, mi niño.
Bill se levantó esa mañana exaltado, debido a que no le había avisado ni a Georg ni a Gustav de su regreso. Y seguramente, Andreas tampoco lo había hecho.
—¿Hola? —atendió Georg el teléfono.
—Georgy... Soy Bill.
—¡Bill! ¿¡Estás bien?! ¡Ya volviste! ¿¡Cómo escapaste!?
—Son muchas cosas para contar, Geo. Y no, no estoy bien. ¿Puedes venir esta tarde así hablamos?
—No puedo, Billy, había quedado en verme con una chica.
—Ah, ¡ya me cambias! —exclamó Bill bromeando.
—No, eso nunca. Pero, dime, Bill, ¿por qué no estás bien? ¿Qué te hizo el infeliz de Bushido?
—Te cuento mejor cuando hablemos personalmente, no quiero preocuparte. ¿Mañana puedes venir?
—Sí, sí.
—Dile a Gustav que estoy bien y que venga mañana también.
—Listo, le diré. Suerte, amigo. Cuídate.
—Tú también. Nos vemos.


Capítulo LXXXVIII: “ No hay peor despedida que la de no decir adiós”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=22X_wBSPIbk ]

Andreas se levantó un rato después de que Bill lo había hecho.
—Mi amor, ¿cómo has amanecido? —le preguntó el rubio a Bill luego de entrar a su habitación.
—Bien, al fin he podido dormir. Pero aún no puedo recuperar la tranquilidad que tenía antes.
—¿Por qué, Billy?
—Tengo miedo. ¿Y si aún no han arrestado a Bushido?
—Seguramente ya lo hicieron, Bill. Según lo que nos contaste a tú mamá y a tu padrastro, no había forma de que pudiese escapar.
—Sí, pero ¿si continúa libre?
—Tú quédate tranquilo, Bill. Lo arrestarán, y si no lo hacen, me encargaré de ello.
—Gracias, Andy.
—Bill, ¿puedo preguntarte algo?
—Dime.
—Con respecto a lo de anoche, ¿de verdad me amas?
—Sí, mi Andy. Realmente ya me olvidé de Tom, estaba harto de sufrirlo y ahora por fin no lo hago. —mintió Bill.
—Te amo tanto que siento que fuimos hechos el uno para el otro.
—Lo fuimos. —sonrió mi gemelo.
Esa misma tarde, Bill fue a la comisaría acompañado por Andreas, para ver qué había sucedido con Bushido y además para saber cuándo sería el juicio. Mi hermano debía testificar en contra de él, por supuesto. Nadie se quedaría de brazos cruzados sabiendo que el secuestrador había violado a la estrella alemana más sexy de todo su país.
El día concluyó normalmente, y Bill, por suerte, no sufrió ningún tipo de depresión post—violación. Quizás había sido porque Andreas le alcanzaba para ahuyentar todas sus penas. O al menos, de ese modo pensaban ambos.
Por otro lado, mis ansias aumentaban a medida que pasaban las horas. Quería regresar a Alemania más que ninguna otra cosa en el mundo.
El día en el que debía volver a Alemania, decidí hacer algo antes de que fuera hora de irme. En Tokyo  había una fuente de los deseos. No creía mucho en esas pavadas, mas, ¿qué perdía con probar? Decían que cuando deseabas algo con mucha fuerza, se cumplía, así que supuse que me haría bien probar algo de suerte. Últimamente, no había estado siendo el hombre más afortunado del mundo, sin embargo, a lo mejor eso cambiaba.
Me dirigí hacia esa fuente de los deseos luego de hacer mis maletas. No sabía bien cómo funcionaba, por lo que me senté unos segundos a ver qué se suponía que debías hacer para que tu deseo se cumpliera. Después de ver a varios japoneses tirar cosas a la fuente y pedir deseos, me di cuenta de algo. No había que tirar monedas, o algo por el estilo; lo que debías tirar, era el objeto más preciado que tenías. Pude saberlo cuando una señora tomó su anillo de bodas y lo revoleó al agua.
—Algo preciado... No tengo a Bill para tirarlo. —sonreí intentando que nadie me viera.
Pensé hasta que me acordé del camafeo que Bill me había regalado para nuestro cumpleaños número veinte. Tenía una foto de él y mía. El problema era que estaba en el departamento, no lo había llevado. Eran las doce de la mañana y debía estar en el aeropuerto a la una y media, No tendría tiempo de ir a buscar el camafeo y volver a la fuente, por lo que pensé en ir al departamento, buscar las maletas y pasar por dicha fuente. De allí, me iría al aeropuerto.
Tal como lo tenía planeado, fui al apartamento, me fijé que no me hubiese quedado nada allí y tomé las maletas. Fui en un taxi hasta la fuente. Ya allí, tomé el camafeo, cerré mis ojos y pedí mi deseo. No pedí volver a estar con Bill, ni que me perdone, ni que me ame si es que lo había dejado de hacer. Simplemente, pedí algo insignificante, pero que significaba muchísimo para mí.
Luego, me dirigí hacia el aeropuerto. Esperé hasta que fuera la una y media allí sentado, con una sonrisa de oreja a oreja, que ni se veía por todo el camuflaje que tenía. Me sentía bien, al fin feliz de que fuera a poder ver a la luz de mis ojos, a mamá, a mis amigos. Lo único que esperaba era que no estuviesen enojados conmigo, a excepción de Bill, que tenía todo el derecho a estar enojado. Y, en realidad, pensándolo bien, Georg y Gustav también podían estar enojados. Los abandoné con la banda, y me imaginaba que no debían haber estado muy contentos cuando Andreas me reemplazó. Yo me fui sabiendo lo importante que era la banda para los chicos, y no me había importado nada, así que los entendería si estaban ofendidos conmigo. Les pediría perdón uno por uno, empezando por Bill.
Llegó la hora de irme, con las manos temblando le entregué mi pasaje a quien los recibía y, finalmente, subí al avión. Era increíble que ya estuviese ahí subido. Hacía unas semanas atrás no quería, o mejor dicho no debía, volver a pisar Alemania para olvidarme de mi gemelo, y en ese momento estaba haciendo todo lo contrario. Y me sentía orgulloso de haber podido regresar a enfrentar la situación y no hacer lo que había hecho antes, que me fui sin dejar rastros. No hay peor despedida que la de no decir adiós. Sin embargo, estaba lleno de bronca cuando viajé a Tokyo, sentía impotencia porque Bill se empeñaba en mentirme, y a ello se le sumó lo de Melany y los recuerdos del que iba a ser mi hijo. Todo junto había sido motivo de mi huída, de mi abandono o como se llamase. Tan sólo esperaba que mi gemelo estuviese feliz por mi llegada.
Georg y Gustav visitaron al mediodía a mi hermano, ya que así lo habían planificado.
—¡Billy! —exclamó el bajista al ver a su amigo.
—¡Georg! —contestó mi gemelo—. ¡Gusty!
—Bill, ¿cómo andas, amigo? —preguntó sonriente Gustav.
—Recuperándome aquí. ¿Tú?
—¿Recuperándote? —preguntaron los visitantes al únisono.
—Pasen y les cuento todo.
Georg y Gustav entraron a la casa de Bill y saludaron al rubio, que estaba allí sentado. Al bajista no le caía ya tan mal Andreas, debido a que últimamente, este, estaba consolando a Bill, y no había hecho ninguna maldad. Y Gustav pensaba igual que su amigo. Por ello, fue que ambos saludaron, por primera vez, amablemente al saliente de mi gemelo. No es que lo querían, claro que no, pero al menos no lo peleaban todo el día, tal como lo hacían antes.
—Cuéntanos, Billy, que no entendemos nada. —afirmó Georg algo preocupado por su amigo.
—Andy, ¿quieres hablar tú? Perdonen, chicos, mas me pone mal hablar del tema.
—Chicos, lo que pasa es que...Bushido violó a Bill.
—No puede ser. —afirmó Georg absolutamente sorprendido.
—Así es, amigos. Pero gracias a Andreas ya estoy un poco mejor. Además, Bushido ya fue encarcelado y eso es lo que importa.
—Sí, mas, ¿¡cómo fue capaz de hacerte semejante cosa?! —preguntó Gustav enfadado.
—No lo sé. Fue el peor momento de mi vida.
—Ay, Dios, me imagino, amigo. —Georg se acercó y abrazó a mi gemelo.
Gustav hizo lo mismo que el bajista.
—¿Estás mejor seguro?
—Sí, chicos. Muchas gracias por preocuparse por mí.
—De nada. Somos tus amigos y para eso estamos.
Yo, en el viaje, me dormí. Cuando me desperté estábamos ya en Alemania. Faltaba un poco para llegar al aeropuerto. Estaba ansioso y nervioso. Volvería a tener al amor de mi vida frente a mí. Tan sólo faltaban algunos minutos para que ello sucediese.
—Bill, voy a comprar algunas pizzas así almorzamos, ¿qué te parece? —cuestionó Georg.
—Buenísima idea. —contestó Bill.
—Yo te acompaño. —afirmó Gustav.
—Okay.
Ya en el aeropuerto, tomé las maletas y estaba listo para volver a mi hogar. Al hogar que había sido usurpado por el estúpido de Andreas. Me tomé un taxi desde allí, dirigiéndome a casa. Mis manos transpiraban, mis piernas temblaban y creo que no podía ni siquiera hablar de los nervios.
Me bajé en la puerta de casa, aún continuaba camuflado para que no me reconocieran. Toqué el portero eléctrico.
—¿Para qué tocan el portero? Si saben que está abierto. —afirmó Bill creyendo que eran Gustav y Georg quienes habían tocado el timbre.
Al ver que nadie me abría, tomé el picaporte y me fijé si estaba abierta la puerta. Y lo estaba. Me asomé y allí estaban Andreas y Bill.
—Creo que ahora les caigo mejor a Gus y a Geo. —dijo el rubio.
—Sí, menos mal. Porque es horrible que a tus amigos les desagrade la persona con la cual estás saliendo.
—Y más si esa persona te ama.
—Y más si yo te amo. —contestó Bill sonriente, besando a la lacra.
Sentí como mi corazón se destrozaba en mil y un pedacitos. Los nervios se transformaron en tristeza en un parpadear de ojos. ¿Tan rápido mi hermano me había cambiado? ¿Tan rápido Bill amaba a la lacra oxigenada? No podía creerlo. Simplemente, fue inevitable cerrar la puerta e irme del que alguna vez había sido mi hogar. Decían que nunca es tarde, pero esa vez lo era. Había llegado tarde, cuando alguien me había reemplazado por otra persona que no valía la pena, que no lo amaba ni el cuarto de lo que lo hacía yo, y que era una malísima persona que no se merecía estar con un ángel, con mi ángel. Sin embargo, dicho ángel me había cambiado, y estaba bien. Por más que doliera aceptarlo, estaba en todo su derecho de hacerlo. Yo lo había abandonado por tres meses, sin siquiera estar cuando él más lo necesitaba. La palabra tarde, retumbaba en mi cabeza, como si fuera el eco de lo que alguna vez habíamos sido Bill y yo. Lo amaba, mas mi gemelo ya no era mío.


Capítulo LXXXIX: “Todo por verte sonreír”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=k4y2j9w9Oik ]


Más allá de todo lo que había sucedido, debía estar feliz. Mi deseo, el deseo de la fuente, se había cumplido. Lo que había pedido, era tener la oportunidad de poder ver a Bill sonreír. Y lo había hecho, mi gemelo había sonreído, con su angelical rostro, con sus perfectos dientes, con esa sonrisa que era capaz de enamorar a quien la apreciara como se lo merecía.
Georg y Gustav volvieron a la casa de mi gemelo, quien se había olvidado por completo que hacía más de media hora había sonado el timbre, al igual que Andreas. Ambos estaban felices juntos, pendientes de ellos y de nadie más.
Yo caminaba sin rumbo, con las maletas en mis manos. Lo que menos me importaba en ese momento era haciadónde me dirigiría, debido a que el lugar que supuestamente tenía en mi casa, ya no estaba disponible. No quería ir a casa de mamá, tenía muchísimas ganas de echarme a dormir para pensar que lo que había sucedido sólo había sido una pesadilla. Todo hubiese estado mejor si me despertaba y aparecía nuevamente en el avión. Pero, lamentablemente, eso no se podía lograr. Sólo me quedaba conformarme con que la fuente había cumplido mi deseo. Ojalá tuviese una fuente de deseos en mi casa, pensé decepcionado.
Con respecto a un hogar, haría lo que había hecho cuando llegué por primera vez a Tokyo. Permanecería en un hotel hasta que decidiera qué hacer de mi vida. ¿Qué iba a hacer? Si a Georg y a Gustav realmente les caía mejor Andreas, estaba perdido. Sin mis amigos, sin mi hermano que guiaba mi camino, y sin poder contar con mi madre, me sentía solo. Absolutamente solo. Mas, estaba tan decidido, como cuando me había ido de Alemania, de lo que iba a hacer. Dejaría de pelear por Bill. Se lo entregaría por completo al rubio oxigenado. Él había ganado, por más que fuera difícil aceptarlo. Me quedaría en la ciudad, pero lo más alejado de Bill posible. Él no se debía enterar que yo estaba ahí. Nadie debía hacerlo.
Después de caminar un buen rato, decidí buscar el hotel en el cual me instalaría.
Cuando ya había hecho la reservación en un hotel que quedaba más o menos a veinte minutos en auto desde la casa de Bill, me sonó el teléfono móvil. Era mamá. Seguramente quería saber si ya había llegado a la ciudad o qué había pasado.
—¿Mamá?
—Sí, Tomy. ¿Ya has llegado?
—Sí...pero no.
—¿Cómo que sí pero no?
—El avión aterrizó en Rusia, donde hacía escala, y no vuelve a salir hasta mañana por problemas técnicos. Pero mejor, así me quedo a ver un poco el lugar. Después te aviso cuándo volveré —afirmé desganadamente, sin siquiera pensar en alguna buena excusa.
—¿Qué? ¿No volverás mañana apenas salga el avión?
—No lo sé, mamá. Quiero ver si encuentro alguna niña linda, tú sabes.
—¿Ya me cambias? ¡Tom! —exclamó mamá molesta.
—Mamá, ya volveré a casa, quédate tranquila. Me tengo que ir. Suerte, adiós.
—Ay, Tomy... No entiendo nada. Luego me avisas. Suerte. Ojo, hijo, con lo que haces.
—Sí, mamá. —corté la llamada.
Si le decía a mi madre que ya estaba en la ciudad, le contaría a Bill. Y no quería que mi gemelo se enterase de ello. Quería dejarlo ser feliz, además, no creo que le importase si yo estaba en la ciudad o no. Me dolía mentirle a mamá, pero hacía demasiado tiempo que lo venía haciendo y una vez más no era la gran cosa.
Era hora de rendirme, de aceptar la derrota como un buen perdedor. Le llamaría a mi hermano para despedirme de él, mas también para que no se olvidara de que siempre lo iba a estar esperando. No sabía si llamarle al celular o al teléfono de casa. Le marqué al teléfono móvil y nadie atendía, así que no me quedaba otra opción más que llamar a casa. Si me atendía Andreas, estaba en el horno, ya que no me querría pasar con mi hermano.
—¿Hola? —atendió, para mi mala suerte, el rubio.
—¿Está Bill? —pregunté intentando que la lacra no reconociera mi voz.
—¿Tom?
—No. Pásame con Bill.
—¿¡Tú te piensas que soy idiota?! —exclamó Andreas, haciendo que Georg oyera su grito.
Bill estaba en el baño y Gustav sentado en la mesa junto con Georg, recién terminaban de almorzar.
—¿Con quién habla aquel? Iré a ver —afirmó el bajista, quien estaba atento a que Andreas no hiciera nada malo.
Georg se dirigió hacia el living, en donde se encontraba el teléfono y se colocó detrás de la puerta, para que el rubio no supiera de su presencia.
—No, pienso que eres más que eso —contesté completamente enfadado con el rubio cara de nada.
—No molestes más, Tom. Aquí nadie te quiere, nadie te extraña.
—Lo sé. Mira, estoy en la ciudad y solamente quería decirle a Bill que ojalá fuese feliz contigo.
—A mí me importa un bledo si estás en la ciudad. No te acerques aquí. Una vez en la vida piensa en alguien que no seas tú. Piensa que Bill puede ser feliz conmigo, tu mamá nos aceptará y podremos ser al fin felices por siempre. No la compliques más, tu hermano está bien sin ti. No quiero verlo sufrir y tú menos lo debes querer si lo amas. Te estoy hablando con el corazón, alguna vez fui tu amigo, Tom. Entiende que Bill no te necesita. Vuelve cuando lo quieras como tu hermano y nada más.
—Entiendo. Sólo te pido, por favor, que lo hagas feliz. Bill es una hermosa persona y no se merece que nadie lo haga sufrir. Adiós. Suerte, Andreas.
—Lo haré. Bill será la persona más feliz del mundo, te lo prometo.
—Gracias —cortamos la llamada.
—¿¡Tom está aquí!? —le cuestionó Georg al rubio— ¿¡Por qué no le pasaste con Bill?!
—Shh, no grites. ¿No te das cuenta, Georg, de que Bill está mucho mejor conmigo? Desde que hemos salido, no lo has visto ni una vez llorando por mí. ¿Tengo o no tengo razón? Nos llevamos mejor que ninguna pareja, no peleamos nunca, Georg. Acéptalo que está mejor conmigo que con Tom.
—Que se peleen o no, no quiere decir que se amen más o menos.
—Si yo amo a Bill no lo voy a hacer sufrir. Tom lo hizo. Y quién sabe si engañó alguna vez a su hermano.
—Eso sí que no te lo voy a permitir, Andreas. Tom ama demasiado a Bill como para hacerle semejante cosa.
—Me vas a decir que estando tres meses en Alemania solo, ¿pudo haber vivido sin tener sexo? A eso no lo cree ni su mamá.
—Está bien, tienes razón. ¿Y qué pretendes hacer? ¿Dejarás que Tom viva infeliz por siempre?
—Él se lo buscó. Tenía todo y lo perdió.
—¿De qué hablan? —se entrometió Bill en la conversación.
—De que aceptaré que ustedes dos salgan... Realmente son felices juntos —sonrió Georg.
Verdaderamente, el bajista se convenció de que Andreas sería buena pareja para Bill.
—¿No harás nada para separarnos? —cuestionó Andreas intrigado.
—No —contestó Georg sonriente.
—¡Gracias, amigo! —exclamó Bill.
Mi hermano abrazó a Georg y este, aprovechó para guiñarle el ojo a Andreas, como diciendo que todo estaba bien entre ambos, y que yo había perdido. Bill era, definitivamente, de la lacra. La batalla, la guerra, se había terminado. Y quien había salido perdiendo había sido yo, sin lugar a dudas.
El día terminó así, ellos felices y yo triste, derramando algunas lágrimas, no todas las que tenía guardadas en mi interior, para intentar no quebrarme más. No quería estar mal. Sin embargo, me era inevitable estarlo.
Cuando Gustav y Georg se dirigían a sus respectivos hogares, este último, decidió contarle al baterista lo que había sucedido conmigo y Andreas.
—Tom está en la ciudad, Gus.
—¿¡Qué!? —gritó completamente alterado el de pelo corto—. ¿¡Y cómo sabes!?
—Hoy llamó a casa de Bill. Andreas no le pasó con él, por supuesto.
—¿¡Tú que hiciste!? ¿¡Por qué no me avisaste antes!?
—Espera. Lo que pasa es que Andreas tiene razón, Gus. Tom se fue, abandonó a Bill y a la banda, no le importó nada y encima ahora vuelve para recuperar a su hermano, como si fuera así de simple lograrlo. El rubio, por más que haya hecho de todo para separar a los gemelos, cuidará a Bill. Jamás, este, desde que sale con Andreas ha llorado por el rubio. Se llevan bien, son una pareja feliz. Por más que aún Bill ame a Tom, algún día se olvidará de él. Y será lo mejor. Imagínate todos los problemas que tendrán cuando su madre se entere de lo que sus hijos sienten. No será nada bueno para ninguno de los dos. Creo que Tom, al no aparecer en casa de Bill, ha tomado la decisión más madura que podría haber elegido.
—Tom ama a Bill. No quiero traicionarlo así. Andreas es su enemigo, no podemos hacerle esto, Georg.
—Si Tom aceptó que Andreas fuese feliz con Bill, ¿por qué no lo haríamos nosotros? El rubio será una basura para algunas cosas, pero si de cuidar a su saliente se trata, lo hará. Y de ello somos testigos.
—Bueno, depende. ¿Recuerdas cómo pasó con lo del secuestro? Andreas estaba muy desesperado, sí mas, ¿qué hizo para rescatar a su Billy? Nada. Se quedó calentando el asiento en su casa, llorando como mariquita, sin mover siquiera un dedo. Estoy seguro de que Tom hubiese movido cielo y tierra para buscar a su amado. Lo siento mucho, Georg, está vez no coincido contigo. Bill ama a Tom y Tom a Bill, no dejaré que el amor se separe por un imbécil entrometido.
—No hagas nada, Gustav. Por favor.
—Perdóname, Georg. Debo hacer que Bill recupere el brillo que tenía en sus ojos tal como cuando salía con Tom. Adiós, nos vemos —saludó Gustav ya que habían llegado a su casa.
—Suerte. Nos vemos —saludó Georg para continuar caminando hacia su hogar.


Capítulo XC: “Tu fantasma continúa aquí”.

[  https://www.youtube.com/watch?v=lpgPmLi5—Ek ]

Pasé la noche en el hotel que había reservado. A la mañana siguiente, ya con la mente más fresca, pensé bien lo que haría de mi vida. En relación a lo de Bill, no cambiaría mi forma de pensamiento de dejarlo libre, pero lo que sí haría, sería ir a casa de mamá. Ella no tenía nada que ver con lo de la lacra y mi hermano, así que se merecía que fuera a visitarla. Le pediría que me prestase la casa al menos por un tiempo, hasta que encontrara algún lugar en donde vivir. Ya se me ocurriría alguna excusa para decirle a mamá que no podía volver a casa de Bill.
Esa tarde fue lenta y dolorosa. Me puse a escuchar música y cada canción me traía recuerdos de mi historia con Bill. Me preguntaba si él me odiaría aún, si alguna vez se acordaba de su gemelo. Ya no soportaba más estar así. Esos tres meses habían sido los peores de mi vida y si todo aquello continuaba así, ese se convertiría en el peor año de la misma. El amor era una mierda para mí. Yo no había nacido para amar ni para ser amado. Tan sólo pensaba, ¿por qué no volvía a las épocas de antes, donde me acostaba con cualquiera y era la persona más feliz del mundo? A lo mejor me sentía vacío en aquellos entonces, mas no tenía desdichas. Y no se me caía una lágrima por nada del mundo. En cambio, desde que había terminado con Bill, lloraba todos los días. Era débil, no de Bill. Lamentablemente, había una diferencia entre ambas expresiones.
“Ya me tienes harto con Andreas. Como tú has dicho alguna vez, ve y abrázalo a él. Seguramente te necesita más que yo”... “Seguramente te necesita más que yo”...Esas habían sido las últimas palabras que le había dicho a mi hermano; palabras que retumbaban en mi cabeza sin dejar lugar a otros pensamientos. Si tan sólo él hubiese sabido que lo necesitaba más que Andreas, más que nadie.
A la noche, decidí llamar a mamá. Ya basta de ocultarme en la ciudad, iría a su casa.
—¿Tomy? —preguntó mamá del otro lado de la línea.
—Sí, mamá. Ya bajé del avión, estoy en el aeropuerto y ahora me dirigiré hacia allí. ¿Habrá alguna posibilidad de quedarme en la casa de mi infancia?
—Tom, esas cosas no se preguntan. Ven, hijo. Te estaré esperando. ¡Aleluya! —exclamó mamá felizmente.
—Adiós, mamá. Nos estamos viendo dentro de media hora.
—Nos vemos, hijo mío. Apúrate, quiero verte.
—Yo también, mamá —contesté apenas sonriendo, para luego cortar la comunicación.
Guardé las pocas cosas que había sacado de las maletas para llevarlas hacia casa de mamá. Tenía dos, de las cuales una estaba intacta, estaba tal cual había venido de Tokyo. Pues claro, tan sólo medio día había permanecido en el hotel.
Posteriormente, esperé media hora para hacer tiempo, mi coartada debía ser creíble. Y luego me dirigí hacia la casa de mamá. Por fin vería gente conocida.
Al oír el timbre, mamá corrió hacia la puerta desesperadamente con el objetivo de abrirla para verme.
—¡Hijo! —exclamó mamá para ensordecerme con su alarido.
—¡Madre! —sonreí absolutamente feliz de volver a verla.
—¡No sabes cuánto me alegra que estés de regreso!
—A mí también, mamá —mentí.
Realmente no me había alegrado para nada volver a Alemania. Todo lo contrario. Mi vida marchaba aún peor de lo que me había ido en Tokyo.
—Hola, Gordon —saludé a mi padrastro, quien también parecía estar alegre por mi llegada.
—Hola, Tom. Tanto tiempo —respondió él extendiéndome la mano.
—Sí, la verdad. Los extrañé muchísimo.
—Y nosotros a ti —contestó mamá sonriente, al borde de las lágrimas.
Entré a casa. Mamá me bombardeó a preguntas sobre mi estadía en Tokyo, en Rusia, y lo que había hecho allí. Yo sólo respondía con un par de palabras. Algunas eran verdad, otras mentira. Mentía porque no podía decir: Lloraba por Bill, me embriagaba, lloraba por Bill, me enojaba con Bushido y con Andreas, y así sucesivamente. Muchas cosas no había hecho.
Luego, fui yo quien empezó a preguntar cosas. Todas referidas a mi hermano. Cómo lo habían secuestrado, cómo se había liberado del secuestrador, qué había pasado con Bushido. Me alegré al saber que este estaba encerrado tras las rejas. Fue inevitable sonreír malévolamente.
—Invitaremos a Bill a cenar ahora. No sé por qué no lo has hecho, Tom —afirmó mamá cambiando de tema y tomando el teléfono.
—¡No! Mamá, ¿¡qué haces!? Bill no puede venir.
—¿Por qué no? —preguntó mamá anonadada.
—Ya le avisé que estaba acá —agrandé aún más la bola de mentiras, poniéndome un poco nervioso—. El problema es que... aún sigue enojado conmigo. No quiere que vuelva a casa, no quiere verme, nada. Sigue enojado porque abandoné la banda. Y no es para menos. Por ello, es que me quedaré a dormir aquí, mamá.
—Ay, Dios. Ya hablaré con él.
—Mamá, ¿puedo pedirte un favor?
—Sí, hijo.
—Deja que nosotros arreglemos nuestros asuntos. ¿Sí? Somos grandes, mamá.
—Tiene razón Tom, Simone —opinó Gordon.
—Bueno, está bien. No me entrometeré más —afirmó mamá en tono rezongón.
Gracias al cielo, mi madre no insistió más en querer llevar a Bill a cenar a su casa. Ya me estaba fastidiando demasiado tenerle que mentir cada cinco minutos, mas no me quedaba otra opción.
Charlamos en el living de la casa de mamá con Gordon y ella, hasta que a mí me atacó el sueño. Llevé mis maletas y las coloqué en el cuarto de huéspedes, el cual antes había sido la habitación de mi gemelo y mía. Mamá me había dicho que durmiese allí, así que así lo haría.
Después de un buen rato de pensar, caí en un sueño profundo. Estaba cansado. ¿De qué? Pues, de no hacer nada.
—Tom... —escuché a alguien susurrar mi nombre en el medio de la noche.
No sabía si estaba despierto, entredormido, o dormido. Toqué mi rostro, debido a que lo sentía algo mojado y se encontraba de esa manera. Estaba repleto de lágrimas. Abrí mis ojos y en la oscuridad de la habitación pude distinguir la silueta de un cuerpo.
—Tom... —continuaba susurrando la persona parada frente a mí.
Tanteé la mesa de luz para poder encontrar el teléfono móvil y lo logré. Lo presioné así alumbraba un poco la habitación.
—¿Gordon? —cuestioné confundido, aún sin poder despabilarme por completo.
—¿Qué pasa que estás llorando? Pude oír tus sollozos cuando me levanté a tomar agua —afirmó él acercándose a la llave de la luz y prendiendo la misma.
—No lo sé. Simplemente me despertaste tú y estaba llorando.
—Más allá de ello... Tom, sé que me odiarás porque odias que alguien desconocido se meta en tu vida, pero necesito preguntarte algo.
—No eres alguien desconocido, Gordon. Tú siempre has sido como el padre que siempre quise. Perdona si a veces no te lo demostré —fui totalmente sincero.
—Gracias, Tom. Me alegra demasiado que sientas eso. De todas formas, te quiero preguntar algo.
—Dime.
—Bill no sabe que estás aquí, en Alemania, ¿no?
—¿Cómo sabes?
—Te conozco, por más que no parezca.
—No le digas a mamá, por favor.
—No lo haré. Tan sólo cuéntame, ¿por qué no le has dicho que estás aquí? Tú y Bill siempre fueron inseparables, no entiendo por qué se han separado tanto tiempo.
—Todo pasó por culpa de Andreas. Esa lacra inmunda comenzó a hacer maldades, pero mi gemelo no se daba cuenta de ello. Y, hasta el día de hoy, no lo ha hecho. No me cree. Nunca había pasado eso con Bill, él siempre me había creído. Así que me harté de todo lo que estaba pasando y me fui lejos. Ahora, cuando vuelvo, me encuentro con que Gustav y Georg le creen también al rubio. Me quiero morir. Estoy solo y a nadie le importa. Andreas salió ganando, como si alguna vez hubiese sido sincero.
—Es decir, ¿te peleaste con Bill por Andreas?
—Sí, él no cree que el rubio sea una mala persona.
—Mira, a mí nunca Andreas me cayó bien. Siempre desconfié de él, no sé bien por qué. Ahora veo la razón por la cual no me había caído del todo bien.
—Era cómplice de Melany, con eso te digo todo.
—No puedo creerlo.
—Por eso estoy aquí. Nadie me cree que Andreas es malo, ni siquiera mi propio hermano. Mamá tampoco me creería, así que tuve que mentirle.
—Yo te creo, Tom. No estás solo.
—Gracias, de verdad —abracé a mi padrastro como nunca antes lo había hecho.
—Ahora dejaré que duermas. Espero que no sigas llorando.
—Ojalá que no —sonreí.
Al fin había recibido el abrazo que necesitaba hacía tanto tiempo. Me sentía un poco reconfortado después de haber hablado con Gordon. Por más que yo no le había sido completamente sincero, me pude descargar, al menos, un poco. Solamente esperaba que mi padrastro no le contara nada a mamá de lo que le había confiado.

Capítulo XCI: “Tan cerca, tan lejos”.

[ https://www.youtube.com/watch?v=uBuJFh_AtCo ]

Luego de que Gordon se retiró de mi habitación, me fue inevitable dormir. Otra vez pensaba en él, en Bill.
Esa noche, mi gemelo le había permitido a Andreas dormir con él.
—Bill... —el rubio comenzó a abrazar a su saliente mientras ambos estaban acostados.
—¿Qué pasa, Andy? —preguntó mi hermano respondiendo al abrazo de su amigo.
—Eres tan hermoso.
—Gracias —contestó Bill sonrojándose.
Andreas comenzó a acariciar a Bill por debajo de su remera. A mi gemelo le provocaba escalofríos lo que estaba haciendo el rubio.
—Espera, Andy... ¿qué haces? —preguntó Bill confundido.
—Quiero hacerlo contigo, Bill... —afirmó el rubio totalmente convencido.
Mi gemelo se dio vuelta sin contestarle a su saliente.
—¿Qué pasa, Billy?
—No estoy preparado, Andy. Aún pervive en mí el recuerdo de Bushido haciendo lo que hizo...
—Entiendo. Pero como siempre digo, si Tom te lo hubiese pedido lo hubieras hecho, ¿verdad?
—¿Nuevamente empezarás con el tema de Tom? —cuestionó mi gemelo enfadado.
—Sí. Porque estoy harto de que continúes pensando en él. Olvídalo, Bill. Él ya te olvidó. ¿Por qué tú no podrías hacer lo mismo?
—¡Quizás porque aún lo amo! —exclamó mi gemelo completamente furioso.
En ese momento, los interrumpió el teléfono celular de Bill.
—Atiende, seguramente es Tom —afirmó sarcásticamente Andreas.
Mi hermano tomó el teléfono y atendió, solamente para hacerle la contra al rubio.
—¿Hola? —preguntó Bill algo alterado.
—¿Bill? —apenas pude tartamudear al oír su voz.
Ni yo podía creer que le hubiese llamado después de tanto tiempo. Mi gemelo se quedó atónito. No pudo siquiera emitir palabra alguna e inmediatamente cortó mi llamado. Podría haberme insultado, maldecido o incluso decirme que estaba feliz sin mí, mas no había hecho nada de ello. Simplemente cortó el teléfono. Era obvio que había reconocido mi voz. 
—¿Quién era? —cuestionó Andreas intrigado, sin disimular su interés en saber quién había llamado.
—Tom —contestó Bill a propósito, ya que sabía que al rubio le molestaría.
—Bien, pues que venga Tomy a hacerte compañía —añadió Andreas irónicamente, levantándose de la cama y dirigiéndose a su habitación.
Bill derramó algunas lágrimas antes de dormirse. Estaba agobiado de los celos de Andreas y sinceramente, me extrañaba. Además, la llamada que yo había realizado, nos había hecho mal a ambos. Me arrepentí de haberlo hecho. Eso dolió aún más que haberme quedado de brazos cruzados. Y mi gemelo se sentía mal, porque yo después de tres meses decidí comunicarme con él. Bill pensaba que yo me había olvidado por completo de mi hermanito, de mi gemelo, de la persona más importante de mi vida. Pensaba que estaba rodeado de mujeres y que no me importaba nada más acerca de su vida. Cuánto se equivocaba. Cuánto nos amábamos y no podíamos ser felices.
Yo, luego de la llamada, también me dormí. Lo hice dolido, al igual que mi gemelo. Creo que muy adentro nuestro, ambos sentíamos que nos extrañábamos. Solamente que la coraza del orgullo no nos permitía ver más allá de cada uno y su propio odio, sus propios sentimientos.
No era extraño que al día siguiente alguien se despertase por el teléfono.
—Cuándo será el día que no me despierte el maldito teléfono. Lo voy a cortar en cualquier momento —se quejaba Bill mientras caminaba hacia el pasillo para contestar la llamada—. ¿Hola?
—¿Bill?
—Sí, ¿quién habla?
—Soy Gordon, Bill. ¿Cómo andas?
—Todo bien. Qué sorpresa. Nunca había recibido un llamado tuyo. ¿Le pasó algo a mamá?
—Sí, la verdad. Es que este es un caso especial. Quiero decirte algo.
—Escucho.
—No lo tomes a mal, Bill. Primero quiero pedirte disculpas si sientes que me entrometo en asuntos que no me incumben.
—Está bien. Dime.
—Quería advertirte algo que ya te lo ha dicho tu hermano, y me gustaría repetírtelo. Piensa en la gente que te rodea, Bill. Hay alguien malo entre tus amigos y tú sabes bien de quién te hablo. Sólo te pido que abras los ojos, que investigues, que te fijes en quién estás confiando. Tómalo a modo de consejo, sabes que todos queremos protegerte.
—Hablas de Andreas, ¿verdad?
—Sí. Me parece una estupidez que estén peleados con Tom por eso. Sólo quiero lo mejor para ambos porque son mis hijos, aunque no lo sean de sangre.
—Está bien, Gordon. Pensaré en lo que me has dicho. Averiguaré si esa persona es realmente mala, y si lo es, me alejaré de él. Te lo prometo —Bill reaccionó más tranquilo que nunca.
—Aprecio mucho que me escuches.
—Gracias por todo. Te quiero mucho.
—Yo también. Ojalá puedas abrir tus ojos y ver con claridad todo. Te dejo porque tu madre no sabe de esto y no debe enterarse hasta que lo confirmes tú. Adiós. Investiga...
—Adiós. Gracias, de verdad. Suerte —cortaron la comunicación.
Realmente, la reacción de Bill no había sido igual que las anteriores. Aceptó con total naturalidad lo que Gordon le advertía y ni siquiera se molestó un poco. A lo mejor, era por la discusión que habían tenido con el rubio la noche anterior, o quién sabía. Quizás ya era hora de descubrir si la lacra era otra persona y no el Andreas buenito que siempre había demostrado ser.
La palabra investiga, quedó habitando durante varios segundos la conciencia de mi hermano. Lo haría, investigaría. Cómo, dónde y cuándo, no tenía idea.
El timbre de la casa de Bill, sonó. Eso significaba que mi gemelo se quedaría con las ganas de dormir esa mañana.
Bajó y abrió la puerta.
—Gus, te odio. Quiero dormir —se quejó Bill.
—Hola, amigo. ¿Todo bien? Sí, todo bien, Bill —le hizo burla Gustav a mi gemelo.
—Pasa, Gus. Qué raro que no estás con Georg —afirmó Bill luego de que ambos habían entrado a la casa.
—Lo que pasa es que nos hemos peleado.
—¿Por qué? —preguntó Bill sorprendido.
—Porque pensamos distinto. A lo mejor piensas que es una tontería, pero no lo es. Te involucra a ti, amigo. Y a Tom.
—No entiendo.
—Te explicaré. Yo sé que te debes haber hartado de escuchar esto, sobre todo de la boca de tu hermano, mas es la verdad. Andreas es malo, no puedes confiar en él, Bill. Si quieres enójate conmigo, pero piensa que todo el que te lo dice es porque realmente te quiere. A lo mejor Andreas fue tu amigo toda la infancia, y la confianza con él no se compara, sin embargo, debes hacerme caso. No te pido que vayas y le preguntes si es malo, sólo busca pruebas, pequeñas actitudes de él que te parezcan sospechosas y averigua todo lo que puedas.
—¿Sabes? —sonrió Bill—. Eres la segunda persona en el día que me dice exactamente lo mismo. Y basta, estoy harto de hacerme el que tengo la razón, cuando sé que no es así. Investigaré, averiguaré, inspeccionaré todo lo que pueda para ver si Andreas es la persona que dicen ser. No quiero ser más el Bill cerrado que le dice que no a todo, sin siquiera pensar en las cosas. Por cerrarme de ese modo, perdí al amor de mi vida. Y no pienso perder a mis verdaderos amigos por la misma razón.
—Tú no perderás a tus amigos, aún estás a tiempo de abrir los ojos, Bill. Y a Tom no lo has perdido todavía.
—¿Sabes algo de él? Anoche me llamó.
—¿Y qué pasó?
—Me dijo Bill, reconocí su voz y no le respondí nada, solamente le corté. Lo quiero de nuevo a mi lado, Gus. No te das una idea de cuánto lo necesito.
—Tú debes ocuparte de Andreas, yo veré cómo puedo hacer que te reencuentres con Tom.
—Gracias, Gus. De verdad, eres una persona maravillosa —abrazó mi gemelo a su amigo.
—Iré a hacer eso, iré a ver qué puedo hacer.
—Okay. Gracias nuevamente por todo, Gus —mi hermano lo acompañó hasta la puerta.
Bill realmente quería saber la verdad sobre Andreas. Si todos le decían que era malo, por algo sería. Si yo mentía, a lo mejor era por celos, sin embargo, ¿para qué mentiría Gustav? ¿Para qué mentiría Gordon, que no tenía nada que ver en el asunto? Algo raro estaba sucediendo. O el rubio no era quien decía ser, o todos mentían. Mi gemelo optó por pensar en la primera opción como válida.
Andreas, que hasta que Gustav había llegado a la casa de Bill continuaba durmiendo, se levantó, fue al baño y finalmente bajó hacia la cocina, en donde estaba mi gemelo.
—Buenos días —saludó el rubio haciéndose el amable.
—Caradura —contestó cruelmente Bill y subió las escaleras.
Mi hermano entró a su cuarto enojado. Y gracias a su furia contra Andreas, se le ocurrió una gran idea. Espiaría en su cuarto, para ver si encontraba algo que le dijera qué clase de persona era su saliente.


Capítulo XCII: “Amar sin palabras”.

Capítulo final de la temporada.

[ https://www.youtube.com/watch?v=JyInoFS0jdM ]


Bill intentó no hacer ruido con la puerta de la habitación de Andreas y lo consiguió. Ingresó y el rubio, por suerte, no se percató de ello. Comenzó a buscar pistas en la mesa de luz de la lacra, pero no obtuvo resultado alguno. Luego, abrió el placard, que tenía tres cajones. En los dos primeros, no encontró nada sospechoso. Sin embargo, el cajón que se transformaría en “el lugar de las pruebas”, por así decirlo, sería el tercero. Bill encontró lo mejor que podía haber hallado para confirmar todo lo que habíamos dicho Gordon, Gustav, y yo acerca de Andreas. El objeto que marcaría el destino de este último, sería la foto en la cual él, estaba acostado con Bill, la foto que había tomado luego de drogar al mismo. Mi hermano se quedó atónito al ver dicha foto.
Listo, no había más que pensar. Definitivamente, Andreas no era la persona que decía ser. Si no, ¿para qué querría el rubio una foto con Bill en esas circunstancias si no era para darme celos a mí? Además, ¿cuándo mi hermano se había acostado con la lacra? Nunca. Es decir, solamente quedaban dos posibilidades: o lo había drogado, o lo había alcoholizado. La segunda era imposible, sino mi gemelo se acordaría, al menos, cuándo había tomado alcohol con el rubio. Bill hizo memoria y se acordó de la tarde en la que Andreas había llegado a su casa muy cansado, él le dio jugo y de allí no se acordaba nada más. Seguramente, había colocado la droga en el vaso y se había tomado esa foto con Bill en paños menores. ¿Qué clase de persona haría eso? Solamente Andreas, es decir, la peor basura de persona que podía existir en el planeta.
Mi hermano se sentía defraudado, engañado, decepcionado, manipulado, pero sobre todas las cosas, se sentía un imbécil. Todos le habíamos advertido que el rubio no era una buena persona, mas él había hecho oídos sordos y a nadie le había llevado el apunte. Lo peor era que todos le habían dicho: “Algún día te darás cuenta de la clase de persona que es Andreas”. Y así lo hizo, terminó descubriendo la faceta que tenía el rubio detrás de su máscara.
—¿Por qué tuve que creerle a esta basura antes que a mi hermano gemelo, a mi misma sangre? Soy un tarado —susurraba Bill hablando solo, con la fotografía en la mano.
Mi gemelo bajó lentamente las escaleras, todavía con la foto en la mano, intentando tranquilizarse y no matar a quien lo había engañado durante meses, y quién sabía si no lo había hecho durante años.
El rubio estaba desayunando en la mesa, al parecer, muy tranquilo. Pero su tranquilidad y su paz interior no le durarían mucho tiempo más. Su juego se había acabado; la paciencia de Bill hacia él, también.
Mi hermano se paró justo al frente de la lacra y tiró la foto a la mesa, como si fuese un partido de póker que estuviese por terminar. Cuando Andreas vio la mirada de furia de su saliente, quiso hablar. No obstante, ya era muy tarde para hacerlo.
—Bi...
—Shh, no hables. Ahora debo hablar yo —afirmó Bill intentando respirar profundamente—. A ver... digamos que tú me mentiste durante un largo tiempo...Bien...Me hiciste pelear con el amor de mi vida. ¿Qué más? Mm...Eras cómplice de Melany, y aunque no lo creí, de eso no me quedan dudas. No hace falta ser brujo para saberlo. ¡Ah! Creo que también enviaste a mi gemelo a la cárcel. Y quién sabe si no te disfrazaste de Bushido para violarme, infeliz. ¿Sabes qué? ¡Tu juego se acabó, hipócrita! —exclamó Bill soltando toda la furia que tenía guardada adentro—. Si no fuese un crimen tomaría un cuchillo... —afirmó mi hermano tomando dicho elemento y mirándolo en forma malévola—. Y te destriparía, como lo haría con alguien que maltrata animales. Es decir, nada suave. ¡Vete ya, ya, ya, de mi casa! ¡No quiero verte nunca más la cara, mentiroso de cuarta! —gritó mi hermano revoleando el cuchillo con la intención de causar miedo en Andreas.
Al objeto que mi gemelo tenía en la mano, le faltaron dos centímetros para llegar a la mano de la lacra oxigenada. Cómo me hubiese gustado estar allí para presenciar semejante suceso.
La cara de Andreas demostraba enojo, impotencia, dolor. Sin embargo, se lo merecía. Debía pagar por todas las maldades que había hecho. Y seguramente, no debe haber sido muy lindo para él que la persona que más amaba en el mundo, le dijera esas cosas. En definitiva, Bill le deseó la muerte, aunque lo hizo sutilmente.
—Y, ¿sabes qué? Ni se te ocurra subir a buscar tus cosas, yo mismo me encargaré de tirártelas a la calle, y si fuese un poco más fuerte, te tiraría junto con tus pertenencias, porque eres la misma basura que todo eso. Vete si no quieres que te mate, hazme el favor de irte ya.
El rubio se levantó mirando sus pies, ni siquiera tenía cara para mirar a Bill a los ojos. Posteriormente, salió de la casa y se fue.
Bill se sentó, respiró algo aliviado y comenzó a llorar. Se sentía muy culpable por haberme dejado ir, por no haberme creído. Además sentía impotencia hacia sí mismo.
—Qué iluso, jamás debí haber confiado en ese animal. ¡Solamente quiero morir! —exclamó mi gemelo.
Bill quería pensar, pensar en mí para olvidarse de la lacra. Y qué mejor para ello que ir al lugar que le hacía recordarme.
Yo esa mañana me levanté, desayuné y luego me puse a hablar con mamá y con Gordon. Al parecer, este no le había contado nada a mamá, ya que ella no me mencionó nada acerca del tema, ni mucho menos acerca de Bill.
Luego me fui hacia la habitación en la que había dormido y, al igual que mi hermano, me puse a pensar, a recordar todos los hermosos momentos vividos con Bill cuando todo estaba bien. El mejor día de mi vida había sido el día en el que mi gemelo fue hasta la casa de Melany y ambos nos caímos a la pileta, comenzó a llover e hicimos el amor allí, al aire libre. No podía creer aún que pudimos hacerlo en la casa de Melany, ambos corriendo riesgo de que la loca nos viera, y, aunque lo hizo, jamás nos enteramos de ello de su boca.
Si hubiese podido volver a la fuente de Tokyo, hubiese pedido pasar una noche, tan sólo una más con Bill.
Una hora después de haber estado pensando, decidí visitar un lugar al que hacía más de cinco años que no iba, y en donde nadie me molestaría.
Bajé las escaleras y le dije a mamá que saldría un rato a pasear. Le pedí el auto a Gordon y me lo prestó. Supuestamente, no tenía fijado un destino adonde iba a ir, mas, en realidad, iba a la playa, en la cual Bill y yo habíamos prometido no casarnos con alguien a quien no amáramos.
Llegué allí, y comencé a caminar por la orilla del mar, ese que había sido testigo de la promesa de unos inocentes gemelos. Caminé y caminé, hasta que a lo lejos distinguí una figura humana sentada frente al gran espejo azul. Por un momento, pensé que me estaba volviendo loco, ya que esa persona se parecía a Bill. Era casi imposible que mi gemelo fuese justo ese día allí. No obstante, no estaba soñando. Me acerqué poco a poco y la figura del que parecía ser Bill, no se borraba. Era real, él estaba ahí, en la playa, en nuestra playa.
Bill me miró absolutamente perplejo. Él también pensaba que yo era una ilusión. Me senté a su lado para que se diera cuenta, al igual que yo, de que nada de eso era un sueño. Ambos estábamos conmovidos por el suceso, sin mencionar que estábamos atónitos.
Miré sus ojos y él miró los míos. Luego, comencé a acariciar su rostro. Dios, lo había extrañado tanto, al igual que él a mí. Lo abracé tan fuerte como pude y respondió a mi abrazo. Ambos sonreímos; estábamos repletos de felicidad.
Lentamente, me acerqué a sus labios y nos besamos. En ese beso tan anhelado, se juntó toda la pasión, lo mucho que nos extrañábamos, lo mucho que nos amábamos.
Dejé de besarlo para tomar aire y continuar haciéndolo. No quería soltarlo, no quería despegarme ni medio segundo de él. Y, si todo eso era un sueño, no dejaría que acabara rápido. Empujé un poco a mi hermano, y quedé sobre él, pero aún continuábamos besándonos. Con mi mano, comencé a acariciar la suave piel de Bill por debajo de su remera. Cuánto había extrañado su cuerpo, su piel tersa como la de un bebé.
Mi gemelo, para continuar con mi jueguito, me quitó la remera lentamente, también acariciando la piel de mi abdomen. Después me abrazó, y sentí un suave escalofrío, producto del deseo. Nos deseábamos, yo tenía sed de Bill y él de mí. Proseguí por quitar sus pantalones, con el temor de que me dijera que tenía miedo. Y lo entendería si era así, porque me imaginaba que después de una violación no debía ser fácil volver a tener relaciones. Sin embargo, mi gemelo no dijo nada, solamente se dejó llevar por lo que estaba sucediendo. Él confiaba en mí, y sabía que todo estaría bien a mi lado. Y agradecía tanto que él pensara de ese modo.
Mi gemelo continuó por quitar de la misma manera mis pantalones. Luego, ambos al mismo tiempo, nos quitamos los boxers. Comenzamos a jadear completamente excitados, mientras cada uno tocaba el miembro de su gemelo.
Y ese día se convirtió en el mejor de mi vida cuando, finalmente, hice que Bill fuera mío por segunda vez. Ingresé en él como si nunca más pudiese volver a hacerlo.
Lo más hermoso y romántico de todo, fue que ninguno de los dos necesitó hablar, para saber qué era exactamente lo que pensaba el otro. Siempre supe que ambos pensábamos lo mismo, pero no sabía que en esa medida podíamos leer los pensamientos del otro.
Lo amaba, amaba a Bill más que a nadie en la tierra y, definitivamente era la persona con la cual quería pasar el resto de mi vida. Él pensaba exactamente igual que yo. Ambos sabíamos que juntos podíamos llegar a ser la mejor pareja sobre la faz de la tierra.
En el momento en el cual nos reencontramos, no nos importó ni el rencor que ambos teníamos, ni el enojo, ni siquiera nos importó lo que había pasado cuando estábamos el uno sin el otro. Solamente quisimos demostrarnos que aún continuábamos amándonos, a pesar de todo lo sucedido. Cuando el amor es más fuerte que las peleas, es cuando uno sabe que fueron hechos el uno para el otro. ¿Qué importaba lo de Andreas, si sabíamos que nosotros nos amábamos? Nada, ni siquiera valía la pena pelearse por ese rubio oxigenado.
Y así es como nuestra historia parecía salir adelante, sin Melany, sin Andreas, sin enemigos visibles. Y aunque era una historia no muy común, junto a mi ángel, sé que podría ser feliz al fin. Al principio pensé que una pesadilla me atormentaba, pero en realidad, era el más hermoso de los sueños. El más hermoso de los pecados era él, mi obsesión, Bill Kaulitz. Lo amaba. Y jamás podría olvidarlo.

Tema: Enigmas

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